Mira que al escribidor no le hacen gracia los «ismos», ninguno, pero, ¿qué quieren
ustedes? Cuando es a uno a quien se le escurre la brillante idea, pues hay que
aceptarse tal cual uno es, con su pesada carga de desconocimiento incluida. Luego,
después de un tiempo prudencial tras el alumbramiento, se pone uno a
reflexionar –verbo insigne donde los haya, del que uno se declara simple
aprendiz, y tan en desuso hoy–, y, claro, se da uno mismo cuenta de la tremenda
tontería que ha alumbrado sin querer.
Me permitirán tan solo unas palabras para el simple
desahogo, que no para el aleccionamiento ni predisposición de lector alguno. No
se trata de diseccionar lo que de tonto tenemos, y que según Tomás de Aquino
atiende a una variadísima tipología que el santo agrupa en un par de docenas de
modelos, desde el incrédulo al tardo, pasando por el insipiente y el imbécil,
por citar solo algunos ejemplos; no. Lo que uno quiere es dar testimonio, casi
al modo ceremonial y litúrgico, del tontismo como forma de ser, de estar, de
vivir y de padecernos los unos a los otros. No es ninguna filosofía, entonces;
ni de un movimiento político hablamos, por más que así suene y hasta los trascienda;
tampoco es una secta religiosa o argumental. El tontismo, aunque uno sospeche
que tan tremenda cantidad de tontos ha devenido en ONG gubernamental para
convertir a los cada vez más escasos notontos
a la causa común de la estulticia transnacional, es, simplemente, eso que uno
dijo: una manera de ser. Es más: la manera
de ser.
Y no se escapa ni uno. Bueno, salvo, quizá, usted,
esforzado lector, porque, entendiendo lo que uno dice, y analizándolo,
comprende que el espejo no siempre devuelve la propia imagen, sino la de aquel
que jamás quisimos ver, y que no es, al cabo, más que uno dentro de otro, es
decir, que es mediodía y que el Invitado
nietzschiano, por fin, llegó.
Será que me sale el tonto que todos llevamos dentro...
Bien Javier, muy buena reflexión, coincido. En cuanto a los "ismos" creo que se trata de una cuestión aristotélica que nos puede ayudar a clasificar todas las formas de la estupidez humana:
ResponderEliminarel tontismo, el salvajismo, el dogmatismo, el catetismo, el totalitarismo, el rusticismo, el esoterismo, el ceporrismo, el fanatismo, el nacionalismo, el idiotismo, el fundamentalismo...
Salud
Francesc Cornadó
No es obsesión, aunque sí una cierta letanía recurrente, me temo, este continuo volver sobre tan monótono asunto. Pero es que no puedo dejar de denunciar la estupidez infinita que nos acongoja y rodea, Francesc, porque, dejar de hacerlo, sería tanto como rendirse. Y uno está cansado, pero no vencido.
EliminarUn abrazo
El mundo se divide entre tontos y no tontos pero la división no es categórica pues oscila su realidad dependiendo de la luz cambiante que recibe. En algún momento del día estamos en un lado y en otro estamos en otro, para unos estamos en un lado y para otros en el contrario. Nosotros mismos no sabemos exactamente dónde nos ubicamos en cada instante. Querríamos en nuestra altivez sabernos a salvo de la estulticie y pertenecer inequívocamente al lado de los no tontos, ja. Depende quién nos mire, depende de lo que hablemos, depende de nuestro estado de ánimo, depende de nuestra genética (se hereda la propensión a la soledad y a la tontería), depende de nuestra gama de antidepresivos que tomemos, depende de la luz que nos dé. Todos somos tontos pero necesitamos creer que no lo somos. Existir es ya un ataque de tontería y en ello estamos. Haciendo el tonto porque peor es hacerse el listo. Eso si que no lo soporto. Más vale Torrente en mano que ciento volando. Aunque no vaya a verla.
ResponderEliminarUn abrazo.
En este imperio del tontismo en que vivimos, bajo el lacerante yugo de la estulticia global, lo único que nos puede salvar de las ciénagas más profundas es, creo, reconocerse uno, tal cual dije. Es decir, que es más tonto quien menos cuenta se da de ello, y así en proporción inversa creciente, hasta llegar a la cúspide de la necedad, lugar de privilegio ocupado por los que tú dices, Joselu: los listos.
EliminarUn abrazo
"No embrazarse con necios", recomendaba Gracián, y es consejo que se ha de seguir al pie de la letra. Un necio, como acabo de leer, no es un tonto, como es evidente: el ne-scio, el ignorante, nada tiene que ver con el tonto que actúa al tuntún y practicamente no sabe que lo es. Dicho esto, todos tenemos algo de tontos, de necios y no poco de ignorantes. Hay sumas que te sumen en el hoyo de la melancolía...
ResponderEliminarNo tenemos más remedio que rendirnos, Juan, y no solo ante nosotros mismos, no: es la entrega total y absoluta de la especie a una causa. Por más que busquemos, con linterna o sin ella, ¿dónde encontraremos un hombre? Uno que no sea tonto, claro...
EliminarUn abrazo