viernes, 23 de abril de 2010

Villalar

Andan las cabezas espesas, hoy es un día triste y sin recursos, neblinoso, y uno debe tirar de chistera si quiere escribir algo. Me ha venido al pelo la fecha señalada en que estamos, porque es un tema recurrente y facilón, aunque quizá a algún sufrido lector le moleste la perspectiva desde la que abordaré el asunto.

Hoy hace casi quinientos años de la famosísima batalla –sobre la que luego volveré– que al parecer sentó las bases fundacionales de esta Castilla y León (o León y Castilla, que tanto me da) en la que sobrevivimos algunos y hasta de la misma democracia en España, al decir de ciertos historiadores. Y hace poco que se han cumplido veintisiete años del Estatuto de Autonomía de esta Comunidad (aprobado por LO 4/1983, de 25 de febrero). Todo son fechas, muchas fechas y muchas leyes, pero con poca o ninguna sustancia.

Cada región o país tiene sus santones, sus héroes y sus mártires, y a nosotros (a los castellanos y leoneses, digo, que por cierto, vaya nombre más largo, ya podían haber creado dos comunidades separadas y todo habría sido más fácil, ¿no les parece?) nos ha tocado el Día de Villalar, que se erige cual Aberri Eguna o Diada o qué sé yo… En fin, a cada uno lo suyo. Pero inventado. Sí, un invento, no como el de la luz, pero invento al fin y al cabo, y patentado…

¿Y en qué consistió el tal conflicto comunero? Podríamos decir que todo se redujo a un asunto económico. Por supuesto que no voy a inventar la historia, ni siquiera a reinventarla, para lo cual hace falta un tiempo del que no dispongo, pero otra historia es posible. En pocas palabras, el joven, flamante, inexperto pero orgulloso, no castellanoparlante y pobre de solemnidad Carlos de Gante tomaba posesión de sus nuevos reinos hispanos pidiendo perras para sufragar su próxima coronación como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Claro que, en esa época, lo de los impuestos había que trabajárselo, y no se hacían vía decreto-ley, así que los representantes de las ciudades castellanas, es decir, las oligarquías burguesas, siempre cacareantes, no estaban dispuestas a aportar más dinero. Aprovechando que Carlos parte en 1520 para Aquisgrán con motivo del fasto imperial, Toledo, y rápidamente muchas ciudades más de Castilla se rebelan contra el Rey y reciben inicialmente el apoyo de un importante sector de la nobleza castellana que reclamaba a Carlos seguir detentando los puestos de la corte, ocupados ahora por sus acompañantes flamencos. En verano de ese año los Comuneros han organizado un ejército que oponer a las tropas imperiales. Sin embargo, junto a las ciudades, y al calor de la gresca que se avecina, también numerosos campesinos se sublevan, y eso hace que los nobles opten entonces por el bando realista, al sentirse directamente amenazados en sus seculares privilegios señoriales.

La batalla del 23 de abril de 1521 en las cercanías de Villalar. Día de perros, frío y lluvioso. Día de traiciones y desencuentros. En realidad no hubo tal batalla, porque el mal llamado ejército comunero era un conjunto heterogéneo de individuos que ya no atendían orden alguno, de modo que si ese día ha de ser recordado por algo debería serlo por la masacre que hicieron los ejércitos imperiales sobre una tropa desorganizado y en abierta desbandada. El desarrollo del combate lo encontrarán en miles de páginas de esta santa red, así que sólo les deseo que escojan bien, que hay mucho camelo por ahí…

Buscando en el baúl de los recuerdos, acaso el liberalburguesismo decimonónico encontró en Villalar un referente que más me parece mitológico que real, pero que les pudo servir. La nueva patria española que había surgido de las fauces del napoleonesismo francés necesitaba, para afianzar su recién parida base política contra el absolutismo monárquico, contar con antepasados ilustres, reales o inventados, que apuntalaran sus pretensiones nacionalistas. Y, además de la no menos inventada guerra de la Independencia contra el tirano francés –se podrá pensar lo que se quiera, pero la Francia de la invasión napoleónica buscaba, al tiempo que ensanchar sus horizontes geográficos, la propagación idealista de sus valores revolucionarios–, quizá pudieron echar mano del olvidado, vetusto y anacrónico episodio del conflicto de las Comunidades Castellanas. Es sólo un apunte teórico.

En ese mismo baúl, y por los mismos y parecidos motivos, y con semejantes argumentos banales y fatales, esos que erigen ídolos nacionalistas, los padres de la patria castellana y leonesa de la pospseudotransición democrática del 77, al abrigo de la flamante Consitución, ésa que dio carta de naturaleza a las nuevas Taifas, rebuscaron algún precedente al que agarrarse, lo mismo les daba que fuera cierto, que efectivamente lo era, o inventado, de lo que se ocuparon sin dilación. Como resultado del embrollo, y a falta de algo digno de verdad en que figurara el noble pueblo como protagonista, tuvieron a bien refrescar el episodio de las Comunidades. Bien sabían entonces y ahora estos polítiquillos que el pueblo jamás fue ni será artífice de nada que no sea su propia destrucción.

Resumiendo. Ni tal día como hoy de hace cuatrocientos ochenta y nueve años se enfrentó el pueblo al rey opresor ni pamplinas parecidas, como no quieran ver ustedes a ese pueblo reflejado en los rostros de los burgueses de las ciudades castellanas o de los nobles que velaban por sus intereses, porque, siendo puristas, también eran pueblo, ¿no? La revuelta comunera no fue sino una rebelión de la burguesía ciudadana y de la baja nobleza para defender sus prerrogativas y privilegios económicos y políticos frente a un monarca que aspiraba a un incremento de impuestos para financiar sus planes políticos y religiosos en Europa. EL pueblo, antes como ahora, convidado de piedra. Ganara quien ganara, siempre perdía. ¿Qué están celebrando hoy, entonces, esos miles de sujetos concentrados en Villalar, atiborrándose de dulzaina, tintorro y panceta?

Llegados a este punto, y con una nueva perspectiva sobre la que meditar, ya me dirán para qué sirve la conmemoración de este día como no sea para satisfacer los espurios intereses políticos de unos mangantes de sombrero alto y dar un día de descanso a las sufridas clases obreras –perdón, trabajadoras– de esta tierra siempre agostada, centenariamente esquilmada pero, eso sí, muy comunera.

5 comentarios:

  1. El nuestro es un país de conflictiva Historia pero de innumerables historietas que, como los pícaros, sirven a cualquier amo. Ya decía Joaquín Costa que habia que cerrar el baúl del Cid con siete llaves, dando a entender que el sustento ideológico del ppaís no podía hallarse en la ficción, sino en la realidad. ¿Y que las altas jerarquías del estado rindan pleitesía al Santiago matamoros en Compostela y a él le encomienden nuestro bienser y nuestro bienestar? En este país prosaico sobra ficción deplorable a espuertas.

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  2. Creo, Juan, que por sobrar hasta sobraríamos la inmensa mayoría de españolitos, incluidos moros y criatianos, todos de mentira, claro.

    Un abrazo.

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  3. Nos falta algo que celebrar todos juntos a los españoles, pero ya no tiene solución. Cada comunidad celebra sus mitos e historietas locales cargándolas de épica. Tengo la impresión de que España a la larga carece de sentido. Esta mañana me he paseado por el centro de Barcelona, lleno de banderas catalanas, y no he visto ni una española. Bueno, miento, había una republicana. La Generalitat y el Ayuntamiento lucían sendas senyeras en solitario. Y lo entiendo. Por aquí España se siente como ajena, distante, agresiva. Castilla y León, como no va a ser menos, tiene su fiesta "nacional", pero no nos entendemos, ni nos entenderemos. Lo digo con hondo pesar. Cada región, nación, comunidad, mira el mundo desde su propia mitología y escasea lo que tenemos que compartir. España se deshará tarde o temprano, espero que no sea al estilo yugoslavo y sí al de Checo-Eslovaquia.
    Aprenderemos a vivir ignorándonos, y lamentaremos no compartir liga, sólo eso.
    Los que encarnemos el pasado (como yo) procuraremos quedarnos en un rinconcito sin hacer mucho ruido y siguiendo pensando en lo que pudo haber sido y no fue. En fin...

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  4. No merece la pena ser nostálgico por algo que nunca fue, Joselu. España no es más que una entelequia, y fíjate quién lo dice, uno de Valladolid, ombligo patrio de todo lo que es, nada sospechoso de ser o parecer nacionalperiferista, creo.

    Comparto contigo el sentimiento de que un día, quizá no tan lejano, España dejará de ser como la conocemos ahora, y lo curioso es que no me duele. ¿No hay democracia? Pues que esté quien quiera... Hace ya bastante tiempo escribí unas notas sobre estas cosas, palabras que en su momento consideré duras o poco convenientes, pero las rescataré, ya que hoy al parecer se puede hablar de todo sin que se ofenda a nadie.

    Un abrazo.

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  5. No es exclusivo de Hispanistán lo de la legendarización de los hechos, pero sí es llamativo que todo lo que tiene que ver con el dinero, algo tan vil y sucio, se intente disfrazar de cuestión histórica, de carácter nacional y de orgullo patrio.
    Sobre la independencia de los que la desean, claro que llegará, lo que me sorprende es que aún nos empeñemos en que no ocurra: cuando los que gobiernen procedan de centros de estudios empresariales en su mayoría, venderán la independencia a los que la piden a cambio de una cuota millonaria y vitalicia, y les cerrarán el grifo de la representación a nivel mundial (tendrán que ganarse la confianza del mundo, empezar a divulgar su historia, su lengua y su literatura), a la liga de fútbol, a la lotería nacional, al ejército, a la policía..., no sé cómo no se la han vendido ya. A lo que hoy llamamos Hispanistán le hace falta dinero, y tanto Catalunya (supongo que será su nombre futuro) como Euskal Herria tienen. Es todo una cuestión económica: ninguna región pobre quiere ser independiente, ya es casualidad. Por mí, que se queden con la independencia que tampoco quieren por motivos económicos, porque les costaría también mucho dinero (turismo del resto del país poco cohesionado, negocios con el país del que intentan huir, pero sólo un poco, y el más que probable boicot dentro y fuera de sus fronteras).
    Teatro todo.
    Un saludo a todos.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...