Hay que ver. Toda la vida leyendo El Quijote –mucha gente, porque este
escribidor nunca lo concluyó del todo, que conste– y todavía anda la peña a por
uvas. De tarde en tarde, desde que me enteré de lo de las estadísticas en el
blog (o sea, que muy amablemente te dicen los administradores del Google quién,
cómo y cuándo visita tu cuaderno), les echo un vistazo. Sobre todo cuando no se
me ocurre nada que escribir, o se me ocurre pero no lo escribo por respeto a
quienes tengan el atrevimiento de leerme.
Total, que desde hace ya unos meses resulta que la
mayor parte de las personas que vienen de visita a estas páginas lo hacen
buscando desesperadamente conocer el nombre del burro de Sancho Panza. Hay que
joderse. Y todo por una poco afortunada entradita que publiqué hace algo más de un año.
Uno, que reconoce su ignorancia y suple a veces sus
carencias con imaginación, leyó lo suficiente del reseñado y famosísimo libro
como para saber que, simplemente, no tiene nombre. Que no se le llama de
ninguna manera más que a voces o rucio, vaya. Pero, claro, siendo la basca
tanta y buceando en tanta información como hay por ahí, que es para
atontolinarse uno, no faltarán advenedizos que le pongan nombre al pobre
pollino, y hasta denominación de origen manchega le adjudiquen, oigan.
Bueno, pues que lo sepan todos de una vez: el burro de Sancho Panza no tiene nombre
(al menos no aparece en El Quijote). Ni falta que le hace. Como la mujer de Lot
en el Antiguo Testamento*, vamos, y así lo aviso a quienes tengan también esta irritante
duda. Y dice uno: ¿a qué tanta intriga de las personas por conocer el nombre
del pobre burro?
* En ningún momento aparece
en la Biblia el nombre de la famosa
mujer de Lot, si bien en el judaísmo se le hace llamar Yrit, que traducido al
cristiano sería Edith, según las interpretaciones de Baal
Haturim al pasaje de Génesis 19:26 y del libro Pirké de Rabí Eliezer 25. En ambos casos se trata de
estudios que pretenden ofrecer explicación a diversos pasajes de la Torah, en la más pura tradición talmúdica.
Rufio, Javier, no aparece en D.Quijote, simplemente porque no es palabra castellana. Rucio sí lo es y ese es el nombre con que llama Sancho a su jumento. Parecidas a rufio son rufo y rufo, proxeneta la primer y "de pelo rizado(ensortijado dice el diccionario, más cursi) la segunda. Me he ido de excursión y me ha salido un reportaje de El Mundo en el que el periodista, que todo lo trabuca como D. Belcebú, llama rufio al rucio de Sancho. Estas son las deturpaciones típicas de la falta de lecturas.
ResponderEliminarPor otro lado, es evidente que "el nombre hace la cosa", y de ahí la sana curiosidad por el nombre de ellas. De hecho, D. Quijote no llega a ser quien es hasta que no se "bautiza como tal D.Quijote de la Mancha". Y si algo agradece a Sancho es que lo rebautice como "El caballero de la triste figura."
Aún recuerdo una polémica suscitada por Sciascia sobre si aparecía la palabra mafia en D.Quijote. En un pasaje de su artículo dijo algo sobre "el busilis de la cuestión" Y tardaron dos días en publicar no sé cuántas cartas en las que se divagaba sobre si busilis aparecía o no en D.Quijote.
Este fue el origen de la confusión:
http://elpais.com/diario/1987/03/08/opinion/542156412_850215.html
Corregido, Juan. Mis humildes disculpas. ¡Qué vanidoso se vuelve uno cuando cree que sabe ya unas pocas cosas! Suerte que quedan hombres como tú, siempre prestos... y atentos.
EliminarEs verdad que las cosas, y hasta las personas, no existen hasta que no se las nombra, que así hacían los romanos al cabo de unos días con los vástagos reconocidos.
Gracias por la corrección y un abrazo.
¿No será que nos identificamos con el burro y pretendemos ponerle nombre al igual que a todo hijo de vecino? A los cerdos y a las gallinas no se les busca nombre con tanta ansiedad. ¿Y si, mal que nos pese, la condición humana está subordinada a nuestro rebuznar constante y lo manifestamos explícitamente poniendo nombres a los burros?
ResponderEliminarLo que existe no necesita ser nombrado para existir: la luz existía antes de que las palabras la conceptualizasen. Las palabras nombran aquello que se ha descubierto que existe, pero de la existencia al descubrimiento de la existencia puede haber décadas, siglos e incluso vacíos del eterno ahogados en una inmensa coz.
Un abrazo.
Pues cierto individuo le ponía nombre a sus cerdos. Bien es verdad que solo tenía uno cada año, que le duraba justo hasta que empezaba a helar. Y al del año siguiente le ponía el mismo nombre, que por cierto era el suyo propio. Para no equivocarse, sería.
EliminarTengo que reafirmarme en lo dicho, Rash: "...las cosas, y hasta las personas, no existen hasta que no se las nombra". No es cuestión de abrir un debate ontológico por estas nimiedades (y creo que hace unos días decía algo sobre esto en tu blog, aunque ahora no recuerdo si en este sentido o todo lo contrario), pero ser y existir difieren sensiblemente aunque estén ligados de forma irremediable. Se existe, como dices y con independencia de observadores ajenos, pero para llegar a ser debes formar parte de algo más concreto, más cercano. Y creo que ello es así porque, en el fondo, contra todo planteamiento lógico, solamente existe lo que nos da la real gana.
En realidad no deja de ser un lío tremendo de terminología conceptual en el que, por si acaso, no me adentraré para poder continuar siendo lo que soy y que ignoro, aunque pensándolo bien, indubitadamente -¡qué palabra!- existo, con nombre y todo.
Un abrazo.
Siiiiii todos queremos tenerla tan grande como un burro, por eso nos identificamos tanto. Además de eso a algunos nos gusta hacer burradas. Será por eso que polla viene de pollino :)
Eliminarbueno de mi parte se que el profesor de la facultad nos pidió en modo de investigación saber cuantas veces se menciona al burro y como se llama...me parece interesante la idea de investigar eso y supongo q como es pregunta regalada todos lo buscan..
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