lunes, 13 de agosto de 2012

Silencio


Tiene uno la impresión, desde este trono en tierra de nadie que ocupa, de que el mundo se ha parado, salvo por la chirriante monserga olímpica de los cojones… Nadie dice nada, y a pesar de la crisis nuestra de cada día, pareciera que todo hijo de vecino, incluidos parados, políticos de guardia y tontos varios, andan vacacionando por ahí, desvirgando playas meretrices y apuntalando el bienestar del Estado.

Se esfumó la gente, la Alemana, el Francés, el Gallego y quién sabe quien más. Hasta la prima esa y su señora madre de ella estarán de chiringitos por Marbella, o algo así. ¿Es porque estamos en agosto o es porque sí, porque el devenir cíclico del hombre precisa de estos momentos de calma para templar gaitas?

Tiene uno –y a lo peor algún otro– la impresión de que todo es un cuento chino, artificial, sofisticado, indecente, pero maquiavélicamente burdo, para que todos nos confiemos más y mejor, porque «no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo», ya saben… De resultas de toda esta sarta de bobadas que uno escribe, enredando con las palabras y sin poder demostrar la hipótesis, que para eso lo es, piensa uno que el problema no es él (uno, quiero decir), sino ellos…

Talmente podía haberse llamado este amago de escrito Puto mercadeo… A elegir.

2 comentarios:

  1. Entre 45 y 50º, Javier, agosto, de agostar, lo dice todo: agota, y no hay quien escape a la ley despiadada de la estación. Con todo, y por lo que he visto en diez días de trashumancia estival, no todo el mundo dice la verdad, ni fuera de aquí, ni aquí. Los agobios turísticos le recuerdan a uno las constantes , ¡eternas!, jeremiadas de los labradores y ganaderos. ¡Ah, si lográramos saber el patrimonio y los ingresos de todos y cada uno de los españoles censados! ¡Ya teníamos sorpresa e indignación para quince generaciones!

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    1. Piensa el necio, siempre desconfiado, que le engañan siempre. Y uno, que solo lo es a medias (uno y tonto), no puede sustraerse a tamaña sentencia sino, indefectiblemente, por mitades enteras. Quizá en otra vida me sustancie en abogado peleón, y entonces, ¡voto a bríos!, entonces impugnaré la ambición toda, que toda es perniciosa, no solo un poco, a ver si hay tribunales a aceptarlo.

      De todas formas, Juan, será la calor, será la pobre y mísera estampa de este escribidor, pero qué pocas luces manifiesta uno, hay que joderse...

      Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...