sábado, 12 de junio de 2010

El obrerismo imposible

Siempre me consideré un obrero. Mi padre fue obrero. Y su padre también. E igualmente lo era mi madre. Entre mis hermanos no conozco a nadie que no lo sea. Así que, por tradición familiar, estaba cantado que debía ser obrero. Y así fue. O fui. Pero ahora, al cotejar mi propio estatus, que los políticos quieren encuadrar en esa aberrante definición de clases medias a la que me resisto, compruebo estupefacto y patidifuso que no soy un obrero. ¡Horror! Me han eliminado de la nómina clasista, de la lucha revolucionaria, del ser o no ser del movimiento proletario…

¿Qué va a ser de mí, pobre profesor interino, si no puedo seguir considerándome un obrero? Ni siquiera soy operario, término latino del que deriva en definitiva el vocablo, es decir, trabajador manual. Empecinado a toda costa en seguir siendo obrero, empecé a rascar a ver que sacaba en claro. Y así pude descubrir que hay tantas clases de obreros como de ideologías, es decir, que la tipología del obrero está en función del carácter político de quien la define. Un ejemplo: para el marxismo el obrero es la fuerza productiva por definición, pero para el fascismo el obrero es la encarnación misma del espíritu nacional. El capitalismo, por otra parte, parece beber en las fuentes marxistas –¿cómo podría ser de otra manera?–, y considera que el obrero es el elemento de producción generador de riqueza.

El obrero ha pasado de ser un trabajador en sentido amplio a constituir un grupo exclusivo al que sólo pertenecen aquellos trabajadores que lo hacen con las manos y están, además, asalariados. ¿Un cirujano no es un obrero? Si trabaja gratis quizá no… ¿Y un director de orquesta? Los barrenderos sí y los enfermeros no; los albañiles sí pero los escritores no; los mecánicos sí pero los escultores no. No comprendo nada… Además, ahora ser obrero está muy mal visto. Suena raro. Se habla mejor de trabajadores y trabajadoras, operarios y operarias, compañeros y compañeras… Debe de ser eso, que los obreros son ahora compañeros…

Estoy desconsolado. Una tremenda frustración me invade. Ya no soy obrero, ni operario, ¿ni funcionario? A lo mejor sólo soy un compañero… Entonces, ¿podré hacer huelga?, porque la ley consagra el derecho de los trabajadores a la huelga, pero no dice nada de los compañeros… La leche… ¿Y quién va a hacer la huelga general que ya nos están vendiendo por lo malo que ha sido el presi? No sé, podría preguntarle a algún sindicalista, pero no conozco a ninguno. Quizá supiera responderme un político, pero tampoco conozco a ninguno, no deben de quedar, ya… Y preguntar a un obrero ni hablar, ¿dónde lo encontraré? A lo mejor es que todas las ideologías mataron a todas las personas, a todos los obreros, y ahora sólo quedan compañeros, para ir tirando… Es curioso comprobar que, a pesar de que los obreros han dejado de existir, sus pares complementarios, antagónicos y necesarios en la lucha, los empresarios, son legión. A lo mejor por eso ya no hay obreros, ni lucha obrera… porque ahora somos compañeros y empresarios, o sea, compañeros de los empresarios, quiero decir.

Creo que lo voy a dejar, porque no tengo ni idea de lo que estoy diciendo. Lo releo y sólo soy capaz de quitar una coma o poner una interrogación, pero no comprendo lo que quiere decir el autor con todo esto… Probablemente nada, porque si no puedo ser un obrero, no sé qué voy a ser…

11 comentarios:

  1. Yo de mayor quiero ser obrero,

    pero me pasa lo mismo que a ti, cada vez lo veo más lejos.

    No sé, Javier, hay tantas cosas "que tengo capacidad para hacer" y tan poca cosa que de verdad quiero hacer.
    Mis padres no están muy de acuerdo si me salgo de la rama de ciencias y no tengo ninguna gana de meterme a estudiar algo que ni me va ni me viene.
    Así que no tengo ni la más remota idea de lo que voy a hacer y no le veo solución en un futuro cercano a mis dudas... y encima, ya no quedan obreros.


    ¿Sabes? A ratos creo que lo único que me apetece es meterme precisamente a eso, al obrero manual, el pescador, el minero, el jornalero. Creo que tiene que ver con el hecho ("el fenómeno") del que hablas, que siento que si no hago eso no perteneceré jamás al movimiento obrero.


    En fin, yo tampoco estoy diciendo mucho en claro así que mejor será callar.

    Pues eso, que no eres el único que siente eso,
    un abrazo

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  2. La duda es terrible, nos atenaza constantemente, pero es necesaria para mantenernos alerta, es la tensión que precisa nuestro cerebro para seguir pensando.

    No puedo ni debo darte consejos. Haz lo que quieras, Miquel, estudia lo que te guste, siempre que cuentes, claro, con el consentimiento de tus padres. Con el paso del tiempo te das cuenta de que las decisiones que un día tomaste, erróneas o no, pesan demasiado en tu vida actual, de modo que es preferible elegir aunque te equivoques que permanecer impasible.

    Si miras el apartado "El autor" verás que soy tardío. Dejé los estudios a los 17, y una década después los recuperé con aprovechamiento. ¿Perdí esos años? Quizá, lo único que sé de ellos es que no merecen la pena ser recordados. Pero aprendí también que siempre se está a punto de empezar otras cosas, otras vidas... Incluso ahora, veinte años después, voy a matricularme en Medicina. De modo que tú siempre podrás elegir después otros caminos, aunque en estos momentos te equivocaras en el que decidas tomar... Pero, hagas lo que hagas, ten presente que siempre es preferible que la decisión la tomes tú a que la tomen los demás por ti.

    Al final, seas obrero o diputado en cortes, lo que cuenta es cómo eres. Aunque el trabajo que realizamos condiciona en cierto modo nuestra forma de vivir, es importante no dejar que se apodere de ella, porque necesitamos tiempo para pensar, para completarnos como individuos, sin que lo laboral aplaste este esfuerzo.

    Un abrazo.

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  3. Me temo que ha desaparecido el orgullo con que un tiempo alguien decía que era obrero. Se hablaba del movimiento obrero con admiración y se pensaba que era una nueva forma de ver el mundo y la realidad. Yo trabajé de obrero en mis años de estudiante en los veranos. De peón en la construcción y lo hacía con enorme satisfacción. Era nada más ni menos que obrero. Mis compañeros me admiraban y yo me sentía parte de esa clase que iba a cambiar el mundo. Llegaba a casa cansado de apilar sacos de cemento o de darle al pico y a la pala, pero estaba contento. Retengo el orgullo con que lo hacía. Mi padre no era obrero, era señorito y nunca lo hubiera entendido. Yo le decía que trabajaba en otra cosa. ¡Qué tiempo aquel en que ser obrero llevaba añadido un sex appeal extraordinario! No veas cómo se ligaba. Conocí en el campo obrero, en las obras, a gente muy interesante: autodidactas, lectores ávidos de historia, pero también a otros miserables, que se aprovechaban y humillaban a sus empleados...

    Seguramente hoy nadie entendería aquella etapa en que fui obrero y lo decía con alegría. Me lo has recordado.

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  4. Ah, la obra... Ningún lugar mejor que ése para saber lo que es un obrero, aparte de las fábricas con sabor a metal, claro. Apenas sobrepasada la mayoría de edad, también pasé por la obra, y luego por el comercio, y después por otros muchos sitios, unos mejores que otros, conociendo a personas entrañables y analfabetas y a otras que de tales sólo portaban el nombre, aunque llevaran corbata. No trato de idealizar la figura del obrero, porque no dejamos de ser parte de ese todo humano que es la colonia, en la cual cada uno debe afrontar su cometido.

    Hoy no subsite por ningún lado ese sentimiento de clase, de lucha, que forjaron nuestros abuelos con su sangre, arañando a los de la chistera derecho tras derecho con huelgas crueles en las que moría mucha gente, unos a balazos y otros con el estómago vacío. No pretendo idealizar nada, pero no me imagino a nadie, ahora mismo, capaz de sufrir esas penalidades, ni siquiera por todos los derechos del mundo.

    Me pregunto muchas veces, Joselu, si nos merecemos lo que tenemos, ya que poco o nada hemos luchado por ello... Me pregunto si, aun siendo occidentales, comprendemos el significado de la palabra democracia.

    Un abrazo.

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  5. No entiendo ese afán por "ser obrero". ¿Que pensais que tiene de bueno, Miquel, Joselu y Javier? Yo -aunque esporádicamente- también he trabajado de "obrero" (un camarero lo es, ¿no?) y no he tenido ninguna satisfacción especial por ello. A mí me daba -y me da- satisfacción cumplir, no con mi deber, sino con lo que me dicta mi conciencia. Hay pocas cosas que me gusten menos que oír "esto lo hago porque es mi trabajo, es mi deber". Yo procuro hacer las cosas porque creo que mi ética me las dicta así. Otras cosas las hago solamente porque forman parte de mi trabajo, pero de ellas no me siento especialmente orgulloso. Creo que debemos ser las mejores personas que nos sea posible, siendo obreros, empresarios, artistas o toreros. Si lo que queremos decir es que ya no defendemos derechos de grupo y que lo único que buscamos es el beneficio individual, estoy de acuerdo, pero no creo que ello tenga nada que ver con el sentirse como "obreros". De hecho, el seguir las directrices de un grupo implica tener que hacer dejación de algunas aspiraciones en provecho de un bien constituido como común al grupo. Y ello acarrea un riesgo -que muchas veces se ha hecho realidad- de denigrar a todo lo que se oponga a esos derechos de grupo que, al considerados como tales (de una gran cantidad de gente) se llegan a ver como semi-sagrados (aunque no creo que sea un buen palabro este, ya que lo sagrado y lo obrero no se han solido llevar muy bien...). Yo, por mi parte, respeto por igual a un empresario que a un obrero que a un burgués alto o medio-pensionista. O sea, me fijo en lo que hacen y en POR QUÉ lo hacen, no en su etiqueta social. Por sus obras los conoceréis (vuelvo a recurrir a la Biblia...) y me parece evidente que de todo hay en la viña del Señor (esto ya es por tocar las narices, jocosamente, a los anticlericales, a los que también respeto por igual que a los proclericales). Por supuesto que tampoco entiendo a nadie que quiera ser considerado, por encima de todo, dentro del grupo de los empresarios. Creo que, al tiempo que defendemos la libertad como uno de los mayores valores inherentes al ser humano, nos dejamos llevar por la tentación de encasillarnos dentro de etiquetas que reducen nuestra capacidad de ver claro.

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  6. No se trata tanto, Requejo, de un ansia o afán de "ser" o "parecer" nada, como de entender el significado velado que he pretendido situar como trasfondo del artículo. Por supuesto que hay que respetar a los demás (mientras lo merezcan, claro) con independencia de su estatus social, económico, intelectual, cultural, o cualquier otro. Debe ser así en democracia, tiene que ser así. Lo malo, también, es que no hay tantos que entiendan qué es la puta democracia, porque la mayor parte piensan -por decir algo- que consiste en hacer siempre lo que les da la gana, que para eso hay libertad.

    Pero estoy desbarrando, como de costumbre. He dicho, también, que no pretendo idealizar la figura del obrero, por lo menos de ese obrero ideal que muchos tenemos en la cabeza. Un obrero es un tipo como otro cualquiera, que en su momento dio lugar a movimientos sociales de tal calado que fueron capaces de transformar radicalmente el orden político, jurídico y social de los estados europeos, en general. Por desgracia no se logró entonces la transformación de las relaciones económicas, y el obrero continuó siendo la mano de obra necesaria para el sistema capitalista. Entonces había orgullo en ser obrero. Lo he mamado en mi casa y lo he visto reflejado en los rostros de muchos... Se luchaba por mejorar, por conseguir derechos.

    Hoy, cuando ya no hay obreros sino pequeñoburguesesacomodadosdelasputasclasesmediasalasquedesgraciadamentepertenezco (aunque quizá no por mucho tiempo), nadie mantiene la llama de la lucha. Y lo que me apena más es comprobar que todos estos que piensan que ya no son obreros porque gozan de un nivel de vida "medio", en el fondo son pobres sujetos carentes de aspiraciones, de moral y de respeto por sí mismos que lo único que pretenden es medrar y sobrevivir a cualquier precio...

    Seguro que me equivoco, pero tanto da, porque aunque estuviera en lo cierto, carecería igualmente de cualquier transcendencia.

    Gracias, Requejo, por tu aportación, siempre interesante y necesaria.

    Un abrazo.

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  7. Requejo, pensaba responderte, pero Javier acaba de resumir todo lo que pienso mucho mejor de lo que lo haría yo.

    Sólo puedo aportar, como joven preparándose para entrar en el mundo laboral, la sensación que cada vez me rodea más de perdida de esa lucha obrera, de esa voluntad de cambio.


    Entre nosotros, en mi instituto, uno de los públicos más grandes de la provincia, no he visto todavía un movimiento social de ninguna clase que llegue a calar en la gente.

    Lo que Javier denuncia y yo también siento es precisamente eso, la pérdida de las ganas de luchar, la relajación que nos envuelve y el sentimiento de hastío que flota en el ambiente.
    No pretendemos identificar al obrero como el ser supremo si no ensalzar el valor de la libertad y de la lucha para conseguirla (especialmente desde el proletariado),
    "el obrerismo imposible" entiendo yo, es más bien una petición de vuelta a la lucha, una carta para avisar de que nos estamos descuidando.

    ¿O me equivoco Javier? Yo lo veo así

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  8. Siempre he sido reacio a encuadrarme dentro de una etiqueta (que no de un grupo, mientras las características del mismo estén bastante definidas y no dependan de modas o circunstancias externas al mismo). Eso me lleva a rechazar (no de plano, pero sí de inicio) muchas iniciativas movilizadoras (tanto en mi época pasada de estudiante como en mi época actual de trabajador); quizás ello conlleve ciertas injusticias y descalificaciones globales, lo cual no deja de resultar una paradoja según mi forma de pensar. Sin embargo, procuro contemplar y reflexionar sobre los razonamientos de cada cual. Por cierto, Miquel: considero -desde una perspectiva externa, debido a mi edad y mis circunstancias personales, por lo que quizá me equivoque- que los jóvenes hoy se sienten muy desapegados de la política estándar; y lo veo lógico, ya que por lo general y , sobre todo en las altas esferas, no vela por el bien común, sino por intereses particulares. Sin embargo, también creo que, si buscas un poco, encontrarás movimientos de tipo social que buscan un fin altruísta de cambio (limitado tal vez, pero cada uno debe moverse en la medida en que sus posibilidades se lo permitan) de la sociedad. No soy de los que descalifican a la juventud por completo (ya sabes, no etiqueto ni hago generalizaciones típico-tópicas); no creo que ni yo ni mis generaciones precedentes seamos el culmen de la rebeldía (¡sería casualidad!). Si buscas estas organizaciones y encuentras alguna que te llene (o medio-llene) quizás veas que alguna de tus aspiraciones de "ganas de luchar y acabar con la relajación que nos envuelve" quedan en parte satisfechas. Y siempre será en parte, ya que el sentimiento de lucha del que hablas siempre nos convertirá en seres insatisfechos con la realidad social. Es inevitable. Lo principal es llegar a sentir el espíritu inconformista y eso ya lo tienes.

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  9. El problema que veo, Requejo, no es tanto la existencia de movimientos sociales, si no la poca afluencia de gente, el inmovilismo de la sociedad ante cualquier tema (los jóvenes sobre todo) y la poca imaginación.
    Por ejemplo, yo estoy metido en el área joven de Greenpeace y actúo en un grupo de teatro, también acudo a actividades del Foro Social de mi ciudad y participo en la vida cultural de ésta en la medida de mis posibilidades.
    Lo que me disgusta es la falta de iniciativa de una mayoría, incapaz siquiera de emitir un juicio, y la poca innovación de los que si que opinamos, que nos vemos encasillados y no somos capaces de aportar nada nuevo, así que nos volvemos parte del sistema, ayudando a la inmovilización...

    No sé, las cosas debieran de cambiar, pero para eso no sólo hacen falta palabras si no actos.
    Yo por mi parte, ahora poco puedo hacer, bajo la responsabilidad y tutela de mis padres, no obstante, en unos años ya me veréis por el mundo metido en proyectos.

    Un abrazo Requejo

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  10. Hay un cuento de Clarín que he utilizado muchas veces en mis clases. Se llama "Un jornalero". En él se describe el enfrentamiento entre un "trabajador de la cultura" y un grupo de "trabajadores manuales". A partir de un malentendido, tomar al intelectual por un burgués, se argumenta un elogio del trabajo intelectual que debería figurar en letras de molde en todas las aulas. Los conceptos que en este foro se han debatido forman parte de una historia social tan cambiante que resulta poco menos que imposible decantarse por una identificación. No me considero precisamente de derechas, pero no me gustan unos sindicatos a quienes "mantiene" el gobierno con el presupuesto. Del mismo modo que rechazo casi visceralmente que de esos mismos presupuestos salga dinero para subvencionar una institución como la Iglesia Católica o cualquier otra del mismo estiilo. Soy un currante desde los 18 años y he trabajado en sectores muy diversos, emergido y submergido, pero no estoy de acuerdo con esa huelga general que nos anuncian en un tiempo en el que la supervivencia de muchas empresas dependen de ccierta flexibilidad laboral. En este país, curiosamente, aunque lleve uno trabajanddo toda su vida para una empresa, sigue considerándola como su "enemiga", no como la fuente de su bienestar. Es cierto que quienes la fundan le sacan un beneficio que ya quisieran quienes trabajan en ella, pero ¿crear una empresa es un privilegio o una aventura? Del mismo modo que trabajar en la Administración se ve ahora como un privilegio, incluso a pesar de los descuentos, y antes nadie consideraba oportuno opositar para unos "sueldos de mierda". En fin, que a la que uno arroja sobre el tapete dos conceptos, todo se complica hasta casi convertirse en un laberinto del que difícilmente se puede salir.
    Siempre les recuerdo a mis alumnos que poesía viene del verbo griego poieo, que significa "hacer", pero un hacer manual, artesanal.

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  11. Parece verdad, Juan, que los conceptos caminan por sitios tan indeslindables como quienes los defienden apasionadamente. Me considero un obrero, sin orgullo, pero obrero, no importa dónde ejerza mi trabajo, en el taller o en el aula. Estoy en contra de las huelgas que hoy se plantean, pero también del espíritu codicioso de los empresarios; en contra del gobierno e igualmente de la oposición y de todos los que gravitan alrededor a la espera de la dádiva. Muchas veces estoy en contra de mí por pensar como pienso, y otras por no pensar. Un mar de dudas. Imposible cambiar, ¿cómo cambiar lo demás?

    La esencia del individuo se esconde tras esa máscara socializadora de las clases y la lucha descolorida de las ideologías. El afán de dominio (no de superación) promueve la ambición y la violencia, y si uno no se entiende consigo mismo, ¿cómo hacerlo con el otro?

    Puestos a polemizar, y aunque no soy fumador, prefiero la taberna de ambiente irrespirable y olor a sardinas y aguardiente a la sala aséptica con caramelos en cestitas y lacayos de librea donde se reúnen los de la chistera. Nobleza obliga... Es efímera la sensación, porque la mayoría de esos aguardentosos estibadores darían su brazo derecho por sentarse en el sillón de cuero y comerse uno de esos caramelitos, pero...

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...