viernes, 9 de julio de 2010

…haz que gane el bueno

Recuerdo los domingos por la mañana, el chocolate con pan, el Capitán Trueno… me viene a la mente la canción de Asfalto. Seguro que más de uno la tiene aún en la cabeza. Sólo puedo aportar el texto, porque, aunque he intentado enlazar un sitio con la música, mi pretensión ha sido tan estéril como tantas cosas:

Si el Capitán Trueno, pudiera venir,
nuestras cadenas saltarían en mil,
de él aprendimos, que el bueno es el mejor,
lo que al pasar el tiempo comprendemos que no...

Si el Capitán Trueno, pudiera venir,
nuestras cadenas saltarían en mil,
monstruos gigantes, princesas encantadas,
el malo siempre palma, la chica se salva...
 
Ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno,
ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno,
ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno,
que el mundo está... al revés...
 
A bordo de su barco subiríamos tú y yo,
perseguidos por los años, desde que él los dejó,
en océanos de tebeo, con escobas de papel,
¡haríamos a los piratas retroceder!
 
Ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno,
ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno,
ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno,
que el mundo está... al revés...
 
Ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno,
ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno,
ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno,
que el mundo está... al revés...

Luego, al mediodía, el paseo hasta Cantarranas, a cambiar cromos y tebeos, a comprar alguna novela de aventuras o algún clásico de segunda mano, si se ponía a tiro y buen precio. Incluso a vender algo de lo que llevaba para poder sufragar las compras. Siempre salía perdiendo, y eso lo arrastré toda mi vida, ya que aun hoy soy un completo inútil en lo que a los asuntos económicos se refiere.

Hay cosas que nunca cambian, quizá porque no pueden cambiar, o a lo mejor porque no quieran. Quizá es mejor que sigan igual… Una de ellas es mi capacidad para ilusionarme. Tontamente me aferro a esas cosas a las que todos nos sentimos unidos y que nos reconfortan, una palabra de ánimo, una palmada en la espalda, la caricia materna, la mano paterna que te sujeta, el olor de la ropa recién tendida en el patio los días calurosos de verano… Unas son reales, las otras imaginadas, unas necesarias, las más inventadas. Puede que los más pobres entre todos no tengan ni siquiera recuerdos, nada a lo que recurrir cuando están tristes. Acaso vulnerando las increíbles leyes del tiempo seamos capaces de agarrar de nuevo aquella sensación de cuando parecíamos inocentes.

Entonces, como ahora, añoro a ese Capitán Trueno que siempre vencía a los malvados y malandrines, que siempre terminaba, en la última viñeta de la última página, abrazando a su querida Sigrid, o emprendiendo el regreso junto a Crispín y el tuerto Goliat. En el fondo todo se reduce a una historia de amor, a la lucha salvaje pero gloriosa entre el bien y el mal, como si ambos fueran distintas cosas de sí… Pero, entonces como ahora, el Capitán Trueno permanece callado, incólume, insensible a mis deseos y a mis ruegos, frustrando mi esperanza y al mismo tiempo alimentándola, porque, aunque hasta ahora calla, quizá algún día despierte de su sueño de papel y comparezca en este mundo de hierro para, con su espada, asestar un formidable mandoble que haga estremecer a los villanos todos, que despierte en nosotros ese valor escondido que, a regañadientes, sólo aflora cuando otros nos lo imponen, pero muy pocas veces lo hace de manera voluntaria.

Por nuestra cobardía, por nuestro egoísmo, por nuestras mujeres y hombres, por nuestros amigos, por la música del mar y las alas del viento, por eso y por más, por todo…, los domingos por la mañana, ante el tazón de chocolate caliente, me acuerdo de ti, Capitán, y te echo de menos.

4 comentarios:

  1. Leí El capitán Trueno en todos sus formatos. En aquellos cuadernillos apaisados, en formato gigante y, sobre todo, el Trueno color del que conseguí número a número toda la colección y que encuaderné en varios volúmenes. Todavía conserva alguno mi hermano. Las lecturas de este personaje me son entrañables, es la historia de mi adolescencia, de mi acceso a otras lecturas. Te dejo el enlace al vídeo de la canción que recoges de Asfalto CAPITÁN TRUENO.

    Me alegro de que podamos compartir lecturas de una lejana adolescencia. Un abrazo.

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  2. Gracias, Joselu, por traer aquí el enlace de la canción. Es lo que intenté pero sin fortuna. Desgraciadamente no conservo ninguno de aquellos bellos ejemplares, y me conformo con los que reeditan de vez en cuando los periódicos con el suplemento dominical. Reconforta volver a leer aquellas historias que nos hacían soñar, imaginar otros mundos. Mundos que desgraciadamente hoy no parecen ya caber en éste.

    Un abrazo.

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  3. La evocación del pasado es una necesidad; la nostalgia, un fracaso del presente. Contundente, lo sé, pero de la nostalgia lo que más me gusta es la palabra, creada por Johannes Hofer en 1688, a partir de dos palabras griegas: dolor y regreso. La nostalgia, así pues, "por definición" es dolorosa. La banalización que se ha hecho de ella la ha convertido en motivo de complacencia absurda en el pasado, siguiendo el casposo refrán del "cualquier tiempo pasado fue mejor", tan injusto siempre, y si no, que se lo pregunten a los homosexuales a los que empalaban, embreaban y después calcinaban en las hogueras por cometer el famoso "crimen nefando".
    Pero lo que yo quería decir -¡me pierden los proemios!, salvo en elsexo, que siempre son tan bienvenidos y agradecidos...- es que entre el Capitán Trueno y el Jabato, yo me quedé siempre con el segundo, o mejor dicho, que ése es el quid de la cuestión, entre Sigrid y Claudia, yo ¡siempre! me quedé con las encantos de Claudia frente a la severidad monacal de las túnicas de Sigrid, tan becqueriana ella. Por otro lado, la lucha contra los romanos me era más simpática que la lucha contra los "moros", aunque entre Goliat y Taurus, la verdad, apenas veía diferencias, pero sí que me parecía singular la figura de Fideo, tan cercana al bardo de Asterix.
    Hasta mis 15 años no leí ningún libro con sólo letra entero. Pero quizás fueron muchos miles los tebeos que llegue a leer. De hecho, la famosa Colección Historias la leí completa en los dibujos, y ya es curioso que nunca sintiera la necesidad de seguir la historia completa. Justo lo contrario que en mi madurez: ahora soy incapaz de leer un cómic, a pesar de las obras maestras que hay en ese campo. En fin... Gracias por el post y este viaje al pasado...

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  4. Gracias a ti, Juan, por acercarte hasta aquí. De chaval ya intuía que el Capitán Trueno y el Jabato eran una y la misma identidad desdoblada a lo largo de un lapso de algo más de mil años, si hemos de ser rigurosos con el tempo histórico. Ambos por igual me fascinaban, y sin duda mucho tuvieron que ver en mi interés, después, por la "res publica", esa cosa inaprehensible que es fuente de la Historia. Quizá exagere, pero asi lo sentí entonces y ahora.

    Claro que hoy, desde nuestra perspectiva, puede que estos héroes de tebeo no sean tan inocentes como entonces pudieran parecer. Se gestan ambos paladines en la misma época, en plena dictadura, y aunque no parece ser la intención de su mentor, ambos terminan convirtiéndose en esforzadas encarnaduras del espíritu nacional (con permiso, claro está, del inefable Guerrero del Antifaz), uno contra los paganos romanos, otro contra los infieles musulmanes, los dos pueblos invasores para el régimen. Ahora es más lícito contemplarlos como culturas eclectizantes, gérmenes de lo que somos, razón constituyente del yo contemporáneo. Curioso resulta, sin embargo, que su autor, Víctor Mora, fuera un declarado antifranquista que trataba de luchar contra el régimen desde el papel, apadrinando a sendos guerreros de la libertad. Creo que poco o nada consiguió salvo hacerse famoso.

    Sin duda hay más cosas detrás de estos héroes de papel de las que a simple vista se detectan, y que tantos ratos inolvidables nos hicieron pasar. Pero como en otras cosas, nos quedamos sólo con lo que nos inteteresa, sea evocación, nostalgia o añoranza, quizá incluso olvido de lo que fuimos.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...