martes, 13 de julio de 2010

Levántate y anda…

Cuenta el Evangelio según San Juan que Jesús, poco antes de su pasión, resucitó en Betania a su amigo Lázaro de entre los muertos: “¡Lázaro, sal fuera!”, gritó a la entrada de su sepulcro (Jn, 11 43). Un milagro que no por antiguo carece de vigencia. Si entonces no había sagaces corresponsales que dieran cuenta de los acontecimientos (salvo los historiadores oficiales de los distintos regímenes, claro, incluyendo el cristiano; vamos, como hoy), ni tampoco notarios que dieran fe, hoy, en cambio, sí podemos comprobar fehacientemente la existencia de tales asuntos. Los Lázaros son infinitos, somos muchos…

Ante la contundencia de una catástrofe natural la humanidad toda se vuelca y prodiga en ayuda y colaboración. Pero sólo mientras los efectos devastadores del desastre anidan en las cabezas, porque luego, idas las aves a otra parte, dejan el cálido lecho tan yermo como antes, despoblado de ser. Vuelve el rico a su riqueza, el pobre a su pobreza… Haití, siete meses después de la desgracia que asoló su tierra, sigue siendo Haití, en sentido literal. Nada ha pasado en realidad, sólo el terremoto. Sus habitantes son tan pobres como antes o más, la ayuda se evaporó, mal gestionada o cruelmente apropiada, la reconstrucción está pendiente… Pero los haitianos siguen andando.

Hay otras catástrofes, tan naturales como los terremotos y las inundaciones, pero más silenciosas: el hambre y la miseria endémicas de tres cuartas partes de la población, dentro y fuera de las también naturales fronteras de eso que llamamos Tercer Mundo. Legiones de muertos vivientes deambulan por el mundo ansiosos, misérrimos, sin nada que llevarse a la boca. Desnutridos, famélicos como jamelgos osamentosos, claman en silencio ante las imágenes de opulencia y desenfreno ético que inundan los tortuosos pedregales de sus países. Aspavientan cual molinos, desencajada la faz, por un trozo de sitio, por un mendrugo de caridad. Y caminan, aun arrastrándose, miserables engendros de la humana especie. Andan.

Pero también en el primer mundo cabe otro aún, el cuarto. Esa crisis que ha devastado las economías nacionales de países enteros arroja un balance igualmente penoso entre nosotros. No se ha reformado nada, no se ha fusilado a nadie. Incluso nos han quitado más dinero para ocultar las licencias de financieros y banqueros, para sanear sus ubérrimas arcas. Estando así las cosas, mal o peor, además nos suben los impuestos y nos bajan los sueldos, por mor de la recuperación. Pues aquí también, en nuestro país, hoy pletórico por el fantástico, apoteósico, increíble éxito de nuestra gloriosa selección nacional de fútbol*, que nos dará de comer durante siglos, se pasa hambre. Si hemos de hacer caso a las estadísticas, siempre con las debidas reservas, cerca de doscientas mil familias han perdido sus casas, sus únicas viviendas (ignoro si incluyen también aquí a los especuladores que se lanzaron a comprar pisos para revender y a los promotores de dudoso pelaje que crecían al calor de la hoguera), en los últimos dos años y medio, es decir, desde que el lobo asomó las orejas por encima del Aneto. ¿No les parecen muchas personas? Pero no pasa nada. Todo es legal. El Gobierno, en vez de ayudarlas a poderse mantener en sus casas mediante un sistema eficaz de gestión económica, intermediando entre ellas y sus acreedores bancarios, prefirió ayudar a éstos, justificándose con la vana y banal falacia de que son el motor económico y financiero del país. El resultado ha sido, es, esos dos centenares de miles de autos de embargos judiciales. Miles y miles de personas lanzadas de repente al vacío por la acción coercitiva del Estado. La Justicia es ciega, o puede que sólo mire mal… Dura lex sed lex, decían los romanos.

Y así estamos, cientos de miles de españoles, lanzados, alzados, desahuciados de nuestras casas y de nosotros mismos, enajenados y alienados por el sistema, por el capital, por la ambición y la desidia, por nosotros… Pero continuamos andando. ¿Cómo detenerse ya? Es curioso que unos milagros se repitan hasta la saciedad y otros no, por ejemplo el de los panes y los peces. Debe de ser debido a la escasez de unos y a la esquilmación de otros… En cambio el de Lázaro…, es un milagro recurrente, pero milagro al fin y al cabo, ¿o no?

 

* Me asalta una duda al respecto: cuando los jugadores de fútbol, que son trabajadores del sector privado, y muy privado, actúan en la selección nacional, ¿se convierten en funcionarios en virtud de su representación de los intereses de España o lo hacen a título personal y privado? Porque, si es el primer caso, habría que hacer dos matizaciones: primera, que nunca jamás funcionario alguno, salvedad hecha de los victoriosos generales romanos, tuvo un recibimiento tan glorioso en la madre patria; y segunda, que deberían bajarles también el sueldo, ¿no? Y si es el segundo caso, como, por ejemplo, esos pesqueros españoles que actúan en los mares del mundo a título privado, según se puso de manifiesto cuando los secuestros en aguas somalíes, no entiendo el recibimiento que se les ha dispensado por parte de las instituciones del Estado. Porque ningún barco gallego es recibido así a su entrada en puerto, aunque venga con las bodegas a rebosar. Será porque no hay campeonatos mundiales de pesca de rodaballo…


2 comentarios:

  1. No te había visitado, pero poco antes de partir vengo a tu página y encuentro este atormentado exordio sobre la iniquidad humana. He pensado en qué decir y es difícil no concordar contigo que todo lo que dices tiene fundamento. Nos hemos olvidado de Haití, tras dos semanas de atención masiva de los medios de comunicación. Nuestra capacidad de vigilancia se satura y hemos de cambiar de asunto. El otro día salió una noticia sobre la reconstrucción de L'Aquila en Italia donde hubo también un terremoto. Más de un año después decenas de miles de personas todavía no tenían hogar y vivían en campamentos. Si esto pasa en la rica Europa, ¿qué no pasará en la mísera Haití? Pero no es maldad... Pienso que cada uno vive adentrado en su propia realidad que ocupa totalmente la conciencia, y le cuesta salir de ella, salvo lo que despierta su interés en los medios de comunicación, pero esta atención es parcial y discontinua. África se hunde en la pobreza y se desangra en guerras intestinas y tribales. Es otra realidad que tenemos ahí. El mundo es ansí. No obstante hay mucha buena gente que, pese a todo, sigue luchando para que las cosas sean mejores.

    Los doscientos mil embargos que mencionas de pisos por no poder pagar la hipoteca es un hecho realmente inicuo. Han perdido lo esencial engañados por un bienestar económico y la aparente fluidez financiera. Luego ha venido la realidad y les ha hundido. Me pongo en su piel y me estremezco. Vi un programa sobre los actos jurídicos que llevaban a quitarles el piso y me horrorizó la brevedad de la ceremonia. Apenas treinta segundos de fórmula jurídica les dejaba en la calle.

    Duras reflexiones en un verano.

    Un cordial saludo, Javier. Me alegra de que una conciencia vigilante como la tuya también contemple el mundo.

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  2. Sí, Joselu, pienso, como tú, que no es maldad lo que mueve a la gente, al menos a la inmensa mayoría. Sólo es estupidez, una de sus múltiples caras menores. La verdadera maldad hay que dejársela a los más espabilados, los de la chistera.

    Gracias por pasarte. Que tengas buenas vacaciones.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...