domingo, 1 de agosto de 2010

Del ser y el parecer

No se alarmen los lectores que el artículo de hoy no trata de nada filosófico –¡qué más quisiera yo!–, sino de cosas más mundanas, casi insignificantes. Uno, que no tiene vacaciones en la playa ni en la montaña ni en el campo, da en todo a lo largo de las interminables horas veraniegas, y acaba pensando muchas boberías. Ésta es una más.

Una cosa es lo que son las cosas, y otra, generalmente distinta, lo que parecen. Cada cosa es lo que es, en términos absolutos o cuando menos objetivos –una objetividad, claro, ideal, equidistante de un complejo conjunto de parámetros–, pero también lo que parece, según lo que a cada uno le venga en gana. Podríamos decir, pues, que las cosas (¿la realidad?) presentan una ambigua pero inequívoca dualidad: son, en sí y por sí mismas, y parecen, según quién sea el sujeto actor o pensante.

Pero, ¿a la cosa en sí le importa o preocupa lo que pueda parecer más allá de su verdadera caracterización identitaria? Obviamente no. Sobre todo porque, como cosa, carece de introspección, sentimientos o capacidad para desarrollarlos. Pero, ¿y si esa cosa es a la vez objeto y sujeto, es decir, ente? ¡Ah! Entonces entran en juego otros factores con los que en principio no se contaba, los de carácter subjetivo, dado que, en tanto individuo, persona o sujeto, se está sometido a subjetividad, y por consiguiente a albedrío. Quizá podríamos aplicar entonces el método científico de ensayo-error, y comprobar si, efectivamente, funciona. Un ejemplo: si tenemos la idea de que un señor es tonto, esto es, que nos lo parece, resulta sencillo comprobarlo formulándole unas pocas preguntas clave, de cuyo resultado dependerá confirmar o no nuestra apreciación inicial. Así, del ensayo se derivan dos opciones: es tonto o no lo es (pero lo parece).

Podríamos profundizar en el método añadiendo tantas variables definitorias como quisiéramos, al objeto de aquilatar con más seguridad las respuestas y, por consiguiente, nuestra postura final. Pero, sea ésta cual sea, en el fondo nunca tendremos la completa seguridad de que es la correcta, porque nunca habremos podido prever todas las variables, y nunca seremos capaces de discernir entre lo aparente y lo real con total y absoluta nitidez, porque también lo absoluto puede, a nuestros ojos, serlo o parecerlo. Por eso, y probablemente a pesar de ello, nos conformamos con opinar, sin aplicar a nuestras ideas, posturas, reflexiones o preferencias, más método científico que el de la cotidianeidad inherente a nuestro devenir, ese procedimiento empírico con el que nos apañamos en el quehacer diario.

Porque, en el fondo, uno no tiene por qué saber filosofía, ni lógica, ni literatura, ni matemáticas, ni música, ni historia, ni sociología, ni ninguna de las demás disciplinas que conforman el conocimiento… Para vivir sólo es preciso comer, es la primera y más vital de las necesidades, la urgencia básica. Luego, quizá, si tenemos suerte, aplicaremos a nuestra vida el sentido común, esa otra segunda urgencia vital que diferencia a unos de otros, a quienes parecen tontos de quienes ¿realmente? lo son.

Lamento, en un día tan luminoso que invita a cosas más agradables, haberles tenido entretenidos con estas perogrulladas que, aunque a algunos puedan parecerles interesantes, no lo son en absoluto.

4 comentarios:

  1. ¡Javier!
    Llevaba ya mucho tiempo sin pasar por aquí.
    Grata sorpresa el volver a leerte...

    Yo también me dedico demasiado a las reflexiones veraniegas.

    Ser y parecer, ¿Qué quieres que te diga?
    Creo que lo verdaderamente importante es HACER

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  2. Ya me di cuenta, Miquel, de que te satisface por encima de cualquier otra consideración el momento, los hechos, lo sentimientos que afloran en el "ya", el instante presente efímero. Es consustancial a la época de tu vida que te toca ahora, es, casi, inevitable. Pero pasa. Pasará. Te lo aseguro. El "querer hacer" dejará paso al "querer romper", y luego al "querer no hacer", y después al "quizá no deba", y más tarde al "desde luego no puedo...". Etapas del todo que por sí mismas nada significan, aunque parezca lo contrario. Vida por delante para vivir y sentir. Lo tienes todo, sólo depende de ti...

    Un abrazo.

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  3. Ser, parecer... creo que son dos vertientes de la realidad imposibles de diferenciar. Hubo un tiempo en que practicaba zazen. Nos poníamos largo tiempo en actitud de meditación en una postura milenaria. No buscábamos nada, buscar no es una actitud zen, pero en nuestra inmovilidad observábamos sin juzgar... Esa era la clave, dejar que los pensamientos pasaran sin darles mayor entidad, pensamientos que nos enraízan en el parecer. El ser es más profundo, no tiene sabor ni se puede describir. Es.

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  4. Ciertamente, Joselu, podría parecer que ambas partes de la realidad son indiferenciables, porque las dos tienen vigencia y consistencia. Meditando a la occidental manera, he llegado a atisbar, a veces, esa dualidad cruel, pero las más de las ocasiones se me escabulle entre los dedos, de modo que sólo me queda lo que parece ser, es decir, la sombra cavernícola de Platón.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...