La distribución urbanística de Clunia desde su designación como capital del convento jurídico corresponde a la propia de una ciudad romana en todos los sentidos, es decir, desde los primeros momentos del siglo I de la Era, bajo la dinastía Julio-Claudia, estaba dotada de los edificios característicos para el normal funcionamiento de las instituciones municipales, como las sucesivas campañas de excavaciones arqueológicas han corroborado a pesar del alto grado de destrucción y horizontalidad que presentan las ruinas. Así, junto a la ermita de Nuestra Señora de Castro se hallan los vestigios del Foro, el centro neurálgico de toda ciudad romana, con los restos de las edificaciones destinadas a albergar los organismos oficiales de la ciudad, tanto civiles como religiosos. La basílica, edificio destinado a la administración de justicia, cierra el Foro por el lado norte, y un templo seguramente dedicado a Júpiter, en el que se han hallado diversas lápidas consagradas a esta divinidad, se localiza en la parte sur. En uno de los laterales porticados, donde se ubican las tabernas destinadas a los comerciantes, podría documentarse otro pequeño templo de tres salas destinado quizá al culto municipal al emperador.
Una mención especial requiere el teatro de la ciudad, construido en la falda del cerro que se orienta hacia Peñalba de Castro y cuyas gradas están labradas en la propia roca aprovechando el desnivel. Su considerable tamaño indicaría la existencia de un apreciable volumen de población en Clunia. Hasta no hace mucho solamente por referencias de autores antiguos teníamos noticias de las murallas de la ciudad, pero recientemente, aplicando la técnica de la detección vía satélite y la fotografía aérea, ha sido posible comprobar la existencia de unas extrañas alineaciones en la zona suroeste que una vez observadas de cerca resultan ser la cimentación de la muralla original tallada en la propia roca del cerro, detectándose también la presencia de los restos de una de las torres. La ausencia de la muralla en sí se explica, como en el caso de las demás edificaciones, por la continua depredación de las piedras de la ciudad a lo largo de los siglos, de modo que la práctica totalidad de los bloques originales de Clunia se hallan repartidos entre las edificaciones de los municipios vecinos.
Otra serie de restos constructivos se dispersan por la ciudad dando cuenta de su relevancia durante la época romana, como por ejemplo un gran edificio palaciego cercano al Foro en el que se encontraron varios mosaicos del siglo II d.C., unas pequeñas termas igualmente localizadas al lado del Foro y otro conjunto termal imperial de mayor envergadura hacia el norte, las Termas de los Arcos. También han aparecido varias esculturas, como una de la diosa Isis de bellísima factura y otra de Júpiter sentado en su trono, así como un pequeño torso de Venus. Los hallazgos epigráficos de Clunia, por su parte, son indicativos de la actividad pública de la ciudad al mencionar tanto a sus magistrados como las dedicatorias realizadas a diversas divinidades romanas e indígenas o las muestras existentes de culto imperial.
Ya en su periodo como reducto celtibérico Clunia destacaba por ser una ceca acuñadora de monedas, en concreto denarios con leyendas ibéricas, lo que corroboraría su importancia como una de las ciudades de los arévacos. Bajo el emperador Tiberio, a principios del siglo I d.C., la ciudad acuña monedas romanas hasta que Claudio suprime definitivamente las emisiones, encontrando en estas monedas nuevas evidencias de diversos magistrados de la ciudad a través de sus nombres y cargos. El hecho de que no aparezca numerario de la época de Augusto, tan corriente en el resto del país, avalaría la idea de que fue bajo el reinado de Tiberio cuando Clunia adquiere su categoría de ciudad romana.
Probablemente uno de los aspectos más significativos de Clunia durante su etapa romana sea la relación que une a la ciudad con Servio Sulpicio Galba durante el periodo de conspiraciones contra Nerón. Galba recibió el gobierno de la provincia Tarraconense, en cuyo territorio se encuentra el conventus Cluniensis. Convencido por fin a sublevarse contra los abusos de Nerón, los desfavorables acontecimientos políticos le hicieron retirarse a Clunia a la espera del desarrollo de la guerra civil. Es entonces cuando le llega de Roma la noticia de la muerte de Nerón y su elección como nuevo emperador por parte del Senado. Es el año 68 d.C., y en reconocimiento a tal hecho otorgó a la ciudad su propio gentilicio, de modo que Clunia será conocida desde entonces como Clunia Sulpicia, recibiendo más adelante, en algún momento entre esta fecha y el reinado de Adriano, el título y status de Colonia, pasando a ser entonces su denominación Colonia Clunia Sulpicia.
Ante la ausencia de información literaria, son los restos arqueológicos los que nos pueden informar acerca de los momentos finales de Clunia como ciudad romana, pues se sabe que durante la Edad Media no estuvo ocupado su solar por ninguna población. En este sentido es probable que la ciudad fuera destruida por un incendio a fines del siglo III d.C., tras lo cual ya no se recuperaría nunca el anterior pulso ciudadano, debido entre otros factores al proceso general de decadencia que sufren prácticamente todas las ciudades romanas durante el Bajo Imperio. Los hallazgos monetarios indicarían la destrucción y abandono de al menos la zona central de la ciudad hacia el año 284 d.C. A pesar de estos sucesos la ciudad todavía da muestras de vida durante el siglo IV d.C. como demuestra el hallazgo de más monedas, cerámicas tardías y diversos objetos.
El abandono definitivo se produciría en época visigoda o musulmana, y durante el periodo de reconquista cristiana las noticias que conocemos de un núcleo habitado son ya relativas al actual emplazamiento de Coruña del Conde.
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