lunes, 27 de diciembre de 2010

Democracia versvs democracia

¿Cuántas veces hemos oído, leído, escrito o dicho la manida frase «la democracia es el menos malo de los sistemas políticos conocidos»? Parece que semejante idea surgió de la mente siempre febril del premier británico Winston Churchill.

Pero, se viva amparado por un sistema democrático, o no, a nadie con dos dedos de frente, o siquiera con uno y medio, se le escapa que la legalidad le es impuesta al individuo, y que la base misma del Derecho, en cualquiera de sus formas, comenzando por el ius naturalis, es la coerción. Los hombres se dan a sí mismos leyes que garantizan ciertos derechos, pero que igualmente contemplan los mecanismos correctores necesarios para garantizar su cumplimiento, es decir, su imposición. En este sentido, la democracia no es peor ni mejor que otros sistemas políticos, tan sólo se protege de la inflación de derechos contemplados.

Algo de historia de vez en cuando no puede hacernos daño… Suele establecerse como referente supremo de todas las democracias el paradigma ateniense en la época clásica, pero lo que quizá muchos ignoran es que en esa democracia perfecta sólo los varones adultos –atenienses, claro– eran ciudadanos de pleno derecho, que las mujeres estaban relegadas a tareas propias de su sexo, y que, además, se sustentaba sobre una amplísima base de esclavos, necesarios para liberar a los ciudadanos de las pesadas y engorrosas tareas que podían distraerlos de sus quehaceres políticos. Platón, que no se cuenta precisamente entre los peores pensadores, detestaba la democracia, no sólo por ser la causante de la muerte de su maestro, Sócrates, sino porque el exceso de derechos y libertades producía en el hombre la paradójica situación de verse encadenado a la disipación, el ocio y la más absoluta falta de valores: el demócrata, sin ley que pueda anteponerse al sagrado derecho a la libertad individual, hará en cada momento lo que le venga en gana. Dos mil quinientos años después, ¿les suena de algo?

Un Estado puede ser viable incluso en condiciones precarias, misérrimas. Pruebas tenemos de ello. De modo que aquellos que, en este mundo desarrollado que gozamos, alegan la imposibilidad de que el democrático sistema de bienestar se desmorone porque supondría el fin del Estado se equivocan. Quizá el Estado se vería obligado a modificar su estructura para adaptarse a la emergente situación, pero sobreviviría amparado en el poder detentado por sus instituciones, corruptas o no. En cambio el ciudadano vería conculcados todos sus derechos, obteniendo a cambio nuevas obligaciones.

Es de todos sabido el afán de los políticos por perdurar en la Historia de la manera que sea, y así, quienes no pueden lograrlo por su talla, tratan de hacerlo mediante otros procedimientos, siendo uno de ellos el recurrido y recurrente efecto legislador: hay que cambiar tal o cual ley, o incluso hacer una nueva para que la posteridad conozca quién lo hizo. A propósito, y ya que de cambiar leyes se trata, ¿Por qué no cambiarlas todas, o cuando menos poner su vigencia en tela de juicio?

Esto viene a cuento de la tan loada democracia y el fabulado sufragio universal de que disfrutamos. Un ejemplo claro: la Constitución Española y el ordenamiento jurídico de ella dimanante se votaron cuando yo tenía 15 años, es decir, no podía elegir por mí mismo ya que carecía del derecho a voto. Se da el caso, así, de que en dos o tres generaciones nadie quedará de quienes hicieron o votaron las leyes que seguirán rigiendo las vidas de millones de individuos. No se trata de abolir leyes por el simple hecho de ser antiguas, sino de ofrecer a todo el mundo la oportunidad de ejercer sus más preciados derechos, esos consagrados en las leyes que no hemos votado: igualdad, libertad, sufragio...

Vótense, pues, las normas legales más importantes cada, digamos, 25 años, para que así sigan teniendo vigencia legal o, si es el caso, pericliten. Si no, quizá deberíamos volver a la constitución democrática de la Atenas clásica, en la que un selecto grupo de ciudadanos, reunidos todos en asamblea de directa participación, decidían qué era lo mejor…

10 comentarios:

  1. Quizá sea el menos malo, pero no es perfecto, no. Le falla la base, porque siendo como es que todos los votos tienen el mismo valor, todos debieran ser sustancialmente igual de 'válidos', es decir, surgir de la libertad de elección y del conocimiento de todas las opciones y además, obedecer a lo que honestamente se cree mejor y más justo. La libertad de elección depende absolutamente del grado de formación, del sentido crítico y del conocimiento; por tanto, lo único cierto es que, mientras millones de personas carezcan (carezcamos) de estos mínimos que pudieran convertir nuestros votos en 'sustanciales y coherentes', los resultados de las votaciones y referendums en los que participemos serán, en gran medida, termómetro de cuál de los líderes políticos ha sido capaz de enseñar una zanahoria más apetitosa a la marea de liebres sin rumbo ni juicio a la que muchos pertenecemos.
    Complejo tema, Javier. ¿Lo ideal sería un mundo anárquico de buenos seres humanos? No sé.
    Saludos.

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  2. Dado, Zim, que los buenos seres humanos no existen (no al menos quienes reúnan los tres calificativos a la vez), me temo que un anarco mundo como el que planteas estaría en llamas desde mucho antes de su inauguración, a la que sin duda se apuntaría, también, el político de turno.

    No es que la democracia haya fracasado del todo, ya que sigue estando vigente ¡qué remedio!, lo mismo que el supercapitalismo, el mercado y el laissez faire generalizado... Si al menos, como bien señalas, contáramos con esos votos de calidad...

    En fin, mil gracias por pasarte por esta tu casa en tales días de vino y rosas.

    Un abrazo.

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  3. No creo que fuera muy deseable una votación cada 25 años sobre todas las leyes fundamentales, incluida la constitución que es un marco de referencia, un campo de juego que no puede ser cambiado en función de los equilibrios políticos de cada momento. Su valor precisamente es que trasciende las circunstancias concretas. Pensemos en la extraordinaria vigencia de la Constitución americana que ha incorporado famosas enmiendas, pero que la hacen un elemento excepcional. Y data del siglo XVIII. No quiero ni pensar qué podría salir ahora como constitución en una realidad política envenenada por la polémica partidista o por los nacionalismos insaciables. El momento en que se redactó la constitución de 1978 fue excepcional e irrepetible. Sin embargo, yo no la voté porque no me atraía su voluntad de pacto con el pasado al que no se juzgaba. Ello fue, no obstante, lo mejor de ella. Salíamos de una dictadura, y sabíamos lo que ello significaba.

    Estoy de acuerdo con la consideración de Churchill. La democracia es imperfecta, muy imperfecta, pero ¿qué alternativas hay? Todas las conocidas me estremecen.

    Un abrazo.

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  4. Las leyes no pueden ser inmutables, Joselu, porque nada en la vida lo es. Como parte del desarrollo histórico y social que acompaña al hombre, y como su expresión misma, la ley debe también acompasarse a este devenir, so pena de perder vigencia y sentido. Como bien dices, la Constitución de los Estados Unidos tiene más de dos siglos de existencia, y sigue siendo efectiva, pero debes tener en cuenta, también, que ha sufrido más de dos docenas de enmiendas, que son, en realidad, las que garantizan esa validez admitida por todos.

    Panta rei (πάντα ρει), Joselu. Lo que no evoluciona, revoluciona. En todo caso, gracias por tu punto de vista. Sería interesante que los políticos debatieran en, al menos, la misma medida en que tratamos de hacerlo los ciudadanos de infantería.

    Un abrazo.

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  5. No me convence la idea de contentarnos con la democracia actual porque sea el mal menor.
    Creo que deberíamos aspirar a sistemas mejores, pero tampoco me decido por la idea de votar sistemáticamente leyes cada determinados períodos de tiempo, creo que hay que modificarlas cuando sea pertinente, transcurrieran los años que fueran, porque la sociedad evoluciona a distintos ritmos, y creo que en general bastante más rápido que lo hacen las leyes, lo que causa no pocos problemas.
    Ahora bien, tampoco deberíamos seguir el ejemplo americano de sociedad conservadora e intolerante con todo lo que vaya en contra del sistema por ellos conocido e implantado (ya les gustaría exportarlo a todo el planeta y restregárnoslo por las narices...)
    Ala y que seáis un poco malos hasta el año que viene.

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  6. Parece que hay cierta reticencia a revotar -que no es errata, no, que quiero decir volver a votar, medio metido a académico que ando- las mismas leyes con una cierta periodicidad. Vale. Sólo lo planteaba para dar a todo el mundo, democráticamente, la opción, siempre democrática, de manifestarse respecto a lo sustancial de aquello que gobierna su vida. Pero quizá tenga más sentido -¡al cuerno lo democrático!- reformar lo que haya que reformar, como afirmas, Oki, o incluso legislar ex novo, si llega el caso.

    Con respecto a los americanos, no todo lo que llega de allí es malo, no tan malo, al menos. Su sentido de la democracia es, creo, superior al nuestro de largo, y no sólo porque nos lleven dos siglos de ventaja, sino porque la asumen y entienden mejor, aunque luego su sociedad adolezca de tremendas contradicciones, como la desprotección casi absoluta de las clases más empobrecidas, o el liberalismo salvaje de que suelen hacer gala, y eso, desgraciadamente, sí tiene eco a este lado del océano, sí es exportable.

    De todos modos, seguiremos trabajando por un mundo mejor, que sí es posible, desde nuestra pequeñísima parcela de minúsculo poder.

    Un abrazo.

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  7. De acuerdo podemos estar en que el sistema democrático no resuelve todos los problemas de la sociedad. ¿Que sistema lo hace? Y, aún más ¿qué sistema lo podría hacer? Realmente no se me ocurre ningún otro mejor. Claro, todos tenemos en la cabeza una serie de ideas que el gobierno de turno no pone en práctica, ya sea porque está plegado a las exigencias de los verdaderos (¿?) poderes que dominan el mundo, ya sea porque su modo de enfocar los problemas difiere del nuestro. Esto podría ampliarse a todos los centros de decisión, desde nuestra Comunidad de Vecinos hasta la ONU (pongamos por caso). Creo que, aun defendiendo el derecho de cada cual a pensar que las autoridades de turno hacen las cosas mal, hemos de asumir que dirigir a 45 millones de personas, 6.000 millones o lo que sea no es tarea fácil. El ejemplo de la Comunidad de Vecinos quizá es muy cercano a la mayoría de nosotros, que en uno u otro momento, hemos tenido que "dirigir". Nosotros mismos nos hemos percatado durante ese año de que lo que pensábamos que se hacía en un santiamén no era algo tan evidente a la hora de la verdad. La idea tan acariciada por muchos de nosotros de que un grupo de elegidos, EN EL QUE ESTARÍAN INCLUIDOS AQUELLOS QUE PENSARAN COMO NOSOTROS MISMOS -O NOSOTROS MISMOS DIRECTAMENTE, LLEGADO EL CASO- resolvería todos los problemas, no se revela tampoco como la panacea de todos los males. Siempre habrá otros -o nosotros mismos directamente- que pensarían que las cosas deberían hacerse de otro modo. Y además pensarían que los miembros del grupo de elegidos en realidad se pliegan a otros intereses ocultos o que se mueven por intereses propios. Va en la naturaleza del ser humano social el pensar así. ¿Cuántas veces un votante del PP ha pensado que el Sr. Zapatero no hace las cosas mejor porque no puede, porque hay circunstancias que se lo impiden, etc.? ¿Cuántas veces un votante del PSOE ha pensado que la actitud del Sr. Rajoy no responde solamente a un interés por desgastar al Gobierno para así poder llegar él al poder? Dejemos que nuestra actual democracia se perfeccione por sí misma, que equivale a que cada uno de sus ciudadanos se perfeccione a sí mismo, y veamos lo positivo de ella en vez de sólo lo negativo. ¿Quién está mejor con Franco que ahora? ¿Quién está mejor con Hu Jintao que con Obama? Los que vivimos bajo un régimen democrático debemos sentirnos privilegiados, lo que no significa que nos conformemos con lo que tenemos. Si no nos gusta lo que hay, cambiemos de voto, asociémonos de otros modos, pero mantengamos siempre un sistema electoral y de control popular que nos permita decidir, aunque sea de vez en cuando y limitadamente, una parte de lo que queremos ser. Otra parte corresponde a nuestra esfera privada, a la que quizás debamos achacar aspectos que, por echar balones fuera, achacamos a nuestros dirigentes políticos. Y me adhiero a la idea de inviabilidad de votaciones cada equis tiempo sobre aspectos ya votados, salvo que la voluntad popular o los dirigentes políticos -ELEGIDOS POR NOSOTROS- decidan lo contrario. Además, ¿por qué limitar esas re-votaciones a las leyes principales? ¿Por qué no re-votar la Ley del Aborto, la LOE, la LRU, la Ley de Reforma Laboral, etc.? Ya se modifican esas leyes de vez en cuando POR PARTE DE NUESTROS REPRESENTANTES. Reitero que debemos asumir que ellos las modifiquen como crean conveniente. Es un mal menor que, llegado el caso, podemos intentar revocar, por medio de manifestaciones, huelgas generales, o nuevas elecciones. De todos modos, estoy dispuesto a escuchar ideas sobre mejores formas de gobierno.

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  8. Pertinaz estáis, maese Requejo, que hasta por duplicado queréis hacer hincapié en vuestras ideas. Permitidme el atrevimiento de haber suprimido una de las dos, pues si con una ya me abrumáis, imaginad con dos...

    Agradezco tu exposición de motivos, que más merecía ser artículo que comentario, y veo sin sorpresa que no eres partidario, como tampoco el resto de comentaristas, de una permanente revisión de las principales leyes. Te noto demócrata convencido, crítico pero convencido defensor del sistema menos malo, y también, quizá, sólo quizá, consumidor de ese mismo sistema. Me explico. Tenemos, todos, cierta tendencia a delegar las responsabilidades en quienes, por capacidad, arrogancia o engaño, parecen reunir condiciones para ser efectivamente responsables. Aunque luego resulte un fiasco, como sucede vez tras vez, seguimos votando entusiásticamente, ora a unos, ora a otros, pero siempre entre quienes nos sirven en bandeja para que los consumamos, con la ingenua esperanza de que esta vez sí, ahora lo harán mejor. Y mientras, en tanto dura el tormento interelectoral, nos acomodamos en el sillón a comernos lo servido, como si estuviéramos viendo una película mala, pero sin poder levantarnos hasta que acabe, so pena de un democrático coscorrón.

    ¿Ésa es la democracia que queremos, una en la que, con votar cuando toque, ya hemos cumplido nuestra sagrada obligación y por ende derecho? ¿Una en la que sólo se pidan responsabilidades a los votados cada cuatro años -conste que lo de pedir responsabilidades es un decir? Una democracia debería ser un sistema en el que la condición de ciudadano se la gane uno a pulso, no que se la regalen para ripio del conjunto social, y cuyo cometido se limite a votar cada cierto tiempo. Pero habría tanto que hablar al respecto que, temeroso de aburrir, claudico.

    Decía Platón, quizá tomado de Sócrates, que la República no sería en verdad justa y eficaz hasta que los filósofos se hicieran cargo de su gobierno. Entonces nadie en su sano juicio estaba dispuesto a tolerar tal cosa, y hoy no hay ya, desgraciadamente, filósofos que nos puedan gobernar.

    Gracias por tu aportación, Requejo, ha sido un placer.

    Un abrazo.

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  9. Agradezco la decisión de vuesa merced de suprimir una de mis entradas, que se coló por culpa de un duende megabytico... Efectivamente, me confieso defensor del sistema democrático y -lamentablemente- consumidor del mismo; lo que no quita para que me postule como partidario de un control mucho más férreo de las decisiones de nuestros dirigentes; que yo sea acomodaticio no significa que defienda esta actitud; me avergüenzo (no mucho, la verdad) de mi acomodamiento interelectoral. Sin embargo, veo que vuesa merced también es pertinaz en la defensa de una clase "superior" (de filósofos o sabios, parece querer vislumbrarse a través de sus palabras). Me permito insistir, a fuer de pecar de pesaíto, en bajar a un terreno "práctico" e intentar dilucidar la manera como se elegiría a esa clase intelectual: ¿pondríamos como Presidente de España a Eduardo Punset? ¿como Vicepresidente Primero a Juan Goytisolo? ¿Ministro del Interior a José Antonio Marina? Al final, estamos en un círculo vicioso: no parece lo más adecuado que los intelectuales se nombren a sí mismos como los gobernantes del país; por tanto, deberían ser los demás ciudadanos los que los eligieran... ¿no es esto lo mismo que las elecciones actuales, con la diferencia políticos frente a intelectuales-sabios-filósofos? Por otro lado, ¿hemos de asumir sin más que un intelectual sabe dirigir mejor los destinos de un país, comunidad autónoma, etc. que un político al uso? Abogo más bien por mantener el sistema actual, profundizando en la concienciación de los ciudadanos, en su educación integral, en un cambio del sistema de valores dominantes y en su control de las instituciones (o sea, lo contrario de lo que hago yo). Y no queramos que estar presente en el momento histórico de la perfección, porque eso nos está vedado. Si alguien piensa que merece algo mejor que lo que hay (que lo piensa casi todo el mundo), quizá debería pensar también que podría sufrir algo peor: imagínese vuesa merced en la piel de un gambiano, una iraní, un ruso o una yemení...

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  10. Quizá, Requejo, esos sabios a los que aludes no supieran dirigir la nave mejor que quienes están ahora al timón, pero probablemente serían más justos con los que andamos en la sala de máquinas y en el velamen. Quizá sea verdad -al menos sería deseable- que debemos profundizar en el sistema actual, cambiar el proceso educativo, concienciarnos todos... pero mucho me temo que no serán éstos, los que ahora están, quienes lideren ese proceso. Ya han dado muestras de lo que saben hacer.

    En definitiva, ante la complejidad de todo, me declaro incompetente, como la AN.

    Un abrazo turronero.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...