viernes, 18 de marzo de 2011

La educación como obra de arte y ensayo

A lo largo del amplio recorrido histórico de la cultura en cualquiera de sus manifestaciones, no es infrecuente la remisión a ciertos aspectos no convencionales de determinados autores e incluso movimientos estéticos o literarios. Ello tiene cabida terminológica bajo el concepto arte y ensayo, que viene, así, a diferenciarse de lo artístico en su sentido extenso para aludir a aquellos autores que, lejos de preocuparse por los aspectos formales de su obra, propugnan como fin último la libertad más absoluta en su quehacer creativo a través de la experimentación formal y la originalidad. Un ejemplo arquetípico podría ser el cine de Fellini, director y guionista de reconocida genialidad que, sin embargo, presentaba en su época de madurez películas de escaso o nulo interés para los circuitos comerciales.

Parece evidente que sin el componente comercial todo intento de puesta en escena está condenado al fracaso. Ocurre con la educación, con el sistema educativo, como con cualquier otro sistema, exactamente igual. Al no estar concebido para generar una rentabilidad económica, no al menos en los términos en que ésta suele ser entendida por los expertos en la materia, el sistema educativo, necesario en tanto factor de cohesión inherente a las democracias occidentales, se presenta sin embargo obsoleto, alejado de la estructura social en que se incardina y fuera de su circunstancia. Asistémico, diríamos. Es por eso necesario dotarle de nuevo sentido, de brío y actualidad. Pero, en ese proceso regenerador, catártico, incluso, se impone la originalidad, la genialidad del legislador, quien, consciente de su papel en la Historia, trata de dotar al sistema educativo de la suficiente ambigüedad como para parecer original sin dejarse arrastrar por las corrientes innovadoras que caracterizan al conjunto de la estructura manipulada hábilmente por los beneficiarios y/o destinatarios de las plusvalías.

Tratando de parecer coherentes, finalmente lo logran, pues concluyen su trabajo estructurando un entramado educativo –que en general abarca a todo el espectro geográfico del mundo desarrollado, por encima de ligeras variaciones de un país a otro– que al mismo tiempo es deudor de los intereses macroeconómicos del Sistema con mayúsculas y también aglutinador pseudocoercitivo de las masas informes y desocupadas que constituyen la verdadera reserva estratégica de Occidente: los escolares. Así, de una estructura educacional escolástica y academicista, se pasó, desde hace unas décadas y en el transcurso de muy poco tiempo, a un sistema educativo donde lo primordial no es qué aprende el discente, sino que consuma el producto que se le ofrece: la educación a la carta.

El desarrollo social de los últimos decenios en esa área mundial desarrollada, que grosso modo abarca Europa occidental, Norteamérica, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda y algunos enclaves asilados más, es decir, poco más o menos la décima parte de la población total del planeta, favorecido por la potenciación de la democracia como modelo político, ha llevado aparejada una atrofia de la capacidad de raciocinio del individuo-ciudadano que le reduce, en la práctica, a la triste condición de simple sujeto-consumidor. El factor decisivo en este proceso es, por encima de cualquier otro, el interés de la superestructura económica, sólidamente fundamentada en el neoliberalismo y su red clientelar de corrupción institucional, de asegurarse la supremacía sobre el conjunto de sistemas que componen la compleja estructura social. Y encontró la herramienta perfecta en el servilismo de los estados adláteres, todos democráticos y desarrollados, que se encargaron de instaurar un nuevo régimen de vaciamiento sensorial a través de las corrientes neopedagógicas impuestas al sistema educativo, de suerte que no es ya objetivo prioritario formar individuos con conciencia sino sujetos amorales e ignorantes que cumplan los parámetros impuestos pero no declarados: servilismo, falso inconformismo, dependencia de los medios de comunicación de masas, relajación de la capacidad de razonamiento, incluso atrofia de la función motora. El resultado es la creación de una nueva sociedad, blanda, insensible, empalagosa y desnaturalizada que tiene como único fin y objetivo el hedonismo en estado puro, el goce de los (pocos) sentidos (que le queda), el dejar hacer como máxima y el conformismo atroz con cualquier situación nueva que pueda producirse.

El sistema educativo así decantado, con visos hiperrealistas extenuantes, centra su prioridad en generar una masa informe de egresados sin más fin que no hacer nada que pueda poner en riesgo su privilegiado estatus de estúpidos ignorantes manipulados por los canales comerciales de todo tipo. Muñecos teledirigidos que caminan sin rumbo, a la espera del resorte de activación que los ponga en espera. Una sociedad formada es una sociedad sana, inteligente, que exige claridad, resultados y honestidad. Si falta esta base social suficientemente preparada, las expectativas son tan siniestras como para desear, quienes sean capaces de percatarse de ello, estar en otra parte.

Cuando el perro muerde, quien en realidad lo hace es su dueño, que se sirve del animal para manifestarse impunemente. De la misma forma, cuando nuestros infantes y adolescentes actúan, son sólo reflejo de la red de manipulación de la que penden, perfectamente establecida y dirigida por las cabezas pensantes del régimen neoliberal, que a través de los lazos sociales establecidos, cada vez más tensos, encuentran en educadores, padres y sociedad en su conjunto el caldo de cultivo adecuado para la génesis de esta nueva raza humana que adolece de hiperafectividad y que se encuentra con niveles elevados de saturación respecto a factores tan perjudiciales como ambición, egoísmo, necedad, ignorancia y sentimientos de una superioridad inverosímil que nace de su propio egolatrismo. Y todo, sin embargo, a pesar de ellos mismos, por cuanto carecen de la conciencia necesaria para darse cuenta de nada.

Pero, hablando en estos términos, pareciera que nosotros sí sabemos lo que ocurre. ¿Es realmente así, o somos sencillamente otro débil eslabón irreflexivo jugando a los dados? Puro arte y ensayo. Creo que debo de estar enfermo…

6 comentarios:

  1. Creo que la escuela moderna es producto de unas corrientes pedagógicas que tenían muy buena intención. El pensamiento comprensivo, la inclusividad, la adecuación a la diversidad del alumno... Sin embargo, algo ha fallado. Se puede decir que los mayores errores vienen de las mejores intenciones. Hemos creado una escuela hiperdemocrática. No pienso que su objeto sea crear seres acrílicos e ignorantes. Todo lo contrario. Pretendía crear ciudadanos críticos. Pero no ha funcionado al menos por lo que yo veo todos los días. Sistemas más rígidos tenían una mayor capacidad de generar tensión intelectual. Creo en la escuela autoritaria, me gustaría que los alumnos se levantaran cuando yo entrara en clase y se dirigieran a mí llamándome señor y de usted en la mejor tradición de la escuela francesa. La democracia llevada a sus últimos extremos paradójicamente es demoledora para la propia democracia, puesto que si todo es cuestionable, la misma democracia es cuestionable. No me extraña que mis alumnos de bachillerato me pidan insistentemente que les ponga el Cara el sol en youtube cuando les intento contextualizar los años sesenta y me dedico a que escuchen Al vent de Raimon, L'estaca de Llach y A galopar de Paco Ibáñez. Nos dan donde nos duele. Queríamos hacerlo críticos y nos han salido mayoritariamente anodinos, pasivos, apáticos, consumistas y además les encanta y añoran la autoridad que nos dedicamos entusiasmadamente a demoler. Se aburren de tanta democracia. Es aburrida. La película La ola no era ninguna tontería. Los modelos fascistas podrían llegar a entusiasmarles.

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  2. Dudo mucho, Joselu, que nuestros adolescentes se sientan atraídos por otra cosa que no sean ellos mismos y el placer sensitivo en cualquiera de sus manifestaciones, ¡ojo!, el placer sensitivo nada más. En ellos cuerpo y mente parecen formar entidades distantes y distintas. Pueden llegar a caer en redes clientelares fascistoides de la misma manera que pueden formar grupos musicales aunque no tengan ni idea de solfeo o armonía: por simple estupidez.

    Si no se modifica el sistema educativo el futuro está perdido de antemano. Pero para lograrlo habría, primero, que cambiar las pautas sociales, la sociedad misma, y buscar un punto intermedio entre esa pedagogía hoy fracasada y el principio de autoridad, esencial en cualquier sociedad seria.

    Es verdad que la democracia se autodestruye y deja paso a nuevas formas de gobernar la república. Los clásicos griegos ya lo sabían...

    Un abrazo.

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  3. Me declaro lego en materia de pedagogía, no sé nada de sistemas educativos, pero me temo que con la educación está pasando lo mismo que vemos en otras parcelas del corralillo del mundo, esto es: el valor del espectáculo.

    Lo observo en la arquitectura, se proyecta para la foto y no para garantizar un habitat humano digno y racional, se proyecta para satisfacer la vanidad del arquitecto y del cliente que le hace el encargo. Lo que importa es la apariencia y, evidentemente, el dinero.

    Por lo que parece, la educación sigue los mismos derroteros, se educa en el espectáculo y en el utilitarismo mercantil más adocenado. Todo esto conduce a la pérdida de valores como el esfuerzo, la concentración en el estudio y la relajación de la capacidad de razonamiento. Con esto desaparece el pensamiento racional y la capacidad de crítica naufraga, lo cual resulta satisfactorio para los truculentos miembros de Bildeberg, paladines de la sociedad neoliberal.

    Por lo que veo, y veo poco, pues este no es mi terreno, los sistemas de enseñanza fomentan la diversión por encima del esfuerzo, favorecen el juego por encima del estudio, propugnan las materias utilitarias antes que el conocimiento teórico. Aquí lo que vale son los manuales de instrucciones para acceder al mercado laboral, todo sin plantearse nada. Las matemáticas, los autores clásicos, el dibujo y la filosofía ceden a los programas informáticos, la literatura de campanillas, el photoshop, el tratamiento de imágenes y a los manuales de autoayuda.

    Es el espectáculo de la didáctica bajo la bambalinas de la estupidez y todo con la aquiescencia de los educadores, los padres, los medios de comunicación y el poder que se frota las manos (no digo que se lava las manos, no, digo que se las frota)

    Menudo espectáculo.

    Salud

    Francesc Cornadó

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  4. Te has expresado con elocuente claridad, Francesc. No es preciso entender poco ni mucho de una materia para poder opinar, siempre que se posea sentido común, claro. Al menos el necesario para, si es el caso, abstenerse de opinar. Aunque pueda parecer un trabalenguas, creo que lo dicho resulta evidente.

    En la educación, como en casi todo en la vida, falla casi todo y triunfa la necedad de los obvios. Impera la linealidad y una desmedida demagogia disfrazada de pedagogía sincera. No es tanto el daño que se evita como el que se causa, en aras de esa blandura ñoña que tan bien sirve a los intereses económicos, creando problemas donde no los hay para aplicar soluciones que no arreglan nada. Y todo, finalmente, para lo ya sabido: el sistema que se nutre de eslabones de endeble estructura que ni siquiera juntos forman más cadena que la necesaria para ahorcarse con ella.

    En fin, tendremos que acostumbrarnos o, si no, romperlo todo, o mejor, desmontarlo para que nadie resulte lastimado.

    Un abrazo.

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  5. Todo se inicia en el "todo vale", en el yo tengo "mi verdad" y expresiones semejantes, coincidentes todas ellas en una desmesurada autoafirmación, usualmente de la ignorancia, emparentada con la arrogancia, y no solo en la rima, y una puesta en tela de juici0 de cualquier jerarquía, como si todas las opiniones fueran iguales y como si la igualdad del derecho a voto, por ejempplo, llevara aparejada la igualdad de razonamiento o de formación. Ya recordé en el blog de Joselu lo que decía Gracián sobre los necios y lo peligrosos que son, pero, como él mismo escribió cuando trató el tema del entetanimiento, al Poder, con la mayúscula de su fuerza, le vienen muy bien los ciudadanos ignorantes, aunque sean arrogantes: su horizonte de reivindicaciones siempre va a caer del lado de lo material, aunque nunca se sabe, cuando el pueblo sale a la calle, qué es lo que acabará llevándose por delante...
    Como profesor de nuestro actual sistema educativo he de confesar que mi temor principal es el contagio de la imbecilidad, la degradación de mi capacidad expresiva y razonadora y la disminución de mis sensibilidades ética y estética. ¡Profesión de alto riesgo! ¿Cómo precaverse contra esas serias amenazas? Redoblando el interés intelectual por cuestiones y realidades que, desgraciadamente, están a años luz de la profesión, aunque, a menudo, eso suponga cierto aislamiento y, hasta cierto punto, pecar de elitista, o mejor dicho, de estilita...

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  6. Recién acabó de leer tu comentario, Juan, como dirían nuestros paisanos de allende el mar, y raudo acudo al encuentro, que me has pillado en estas labores de entretenimiento de lo cotidiano.

    Que es verdad que la nesciencia impera por doquier, sí. Que no es menos cierto que son muchos e insignes los que de ella se han ocupado a lo largo del tiempo, también; bástenos recordar al nombrado Baltasar Gracián, a Ingenieros, a Ortega, a Saramago... Sin embargo, por mucho y muchos que se dediquen a combatirla con la pluma, es su raigambre tan fuerte y popular que hace mella, transversalmente, como es usual decir ahora, en todos los estamentos de la sociedad-sistema. No sólo son necios los pobres, de pecunia y de mente, sino también los mediocres -éstos mucho más- y quienes se niegan a admitirlo. Alcanza tal estado incluso a las altas jerarquías políticas y culturales, y a parte de esos que se autodenominan pomposamente intelectuales, que es la estulticia patrimonio de la humanidad, como bien sabes y los demás, al parecer, desconocen, siendo esta ignorancia parte misma constitutiva de la tal tontería cósmica.

    No sé si podría decir algo más antes de que termine sonrojándome por la parte que me toca y por la impotencia en la lucha -¿cruzada?- que a veces me impongo. En fin, que estando a todas luces de acuerdo ambos, los dos estamos también, por lo mismo, condenados al olvido, oprobio del ostracismo social. A veces incluso me comprendo.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...