jueves, 3 de marzo de 2011

Las Médulas (II)

En términos geológicos la zona de Las Médulas constituye un yacimiento aurífero de carácter secundario, es decir, sería el resultado de la erosión, arrastre y posterior deposición por parte de las corrientes fluviales de los materiales de origen primario que se encontrarían inicialmente mineralizados en la roca. El sistema básico de explotación que los romanos emplearon en Las Médulas es en realidad parecido al que todavía hoy se aplica a explotaciones de similares características, y recibe el nombre latino de ruina montium, también conocido como arrugiae. En definitiva, se trata de un proceso fundamentado en el empleo de la fuerza hidráulica que constaría de varias fases. En un primer momento se arrastraría y desharía la masa de conglomerado aurífero para, en un segundo paso, eliminar el material pétreo más pesado, los cantos rodados, que se irían depositando en el recorrido de esta masa hacia los canales de lavado; a continuación la la masa enlodada desciende por estos canales produciéndose el lavado y decantación del oro; por último, se vierte agua sobre el material aurífero decantado para limpiar los restos de impurezas y poder recoger el concentrado portador del oro.

Este procedimiento de obtención de oro implicaba en la práctica, como su nombre indica, la ruina de la montaña mediante la excavación de una serie de pozos y galerías que taladraban literalmente el monte delimitando la cantidad de tierra que se iba a mover mediante la introducción violenta en la red de una gran cantidad de agua que producía el efecto de una explosión, arrastrando la masa de tierra hacia los canales de lavado previamente trazados. La montaña, minada por infinidad de galerías, se derrumba sobre sí misma para ser transportada por los canales hasta los lugares de decantación del material con su carga de oro.

En todo este proceso el papel del agua cobra una importancia capital, hasta tal punto que sin duda las explotaciones auríferas romanas constituyen obras de una envergadura realmente gigantesca. En Las Médulas, el trazado de los canales por los que discurría el agua empleada en las diversas fases de la ruina montium alcanza la longitud de un centenar de kilómetros. El agua era captada en los cursos fluviales cercanos y dirigida al lugar deseado mediante pequeños diques, tras lo cual se controlaba su afluencia mediante una red de canales distribuidores.

Los intereses económicos de Roma motivan el cambio señalado en la estructuración del espacio castreño, con la progresiva introducción de modelos de poblamiento más acordes con la explotación aurífera de Las Médulas. Está constatado, junto a cierta pervivencia de los castros, si bien reorientados hacia su nueva funcionalidad económica, la creación de nueva planta de gran número de establecimientos desprovistos de defensas y ordenados urbanísticamente según planteamientos romanos. Además, los materiales constructivos son también romanos: argamasa, tejas, ladrillos... Junto a estos poblados destinados a acoger a la mano de obra de las minas, según se deduce de los útiles de trabajo hallados en ellos, también se encuentran otros en los que se realizarían tareas subsidiarias de la actividad minera, como el aprovisionamiento de materias primas, herramientas y productos agropecuarios.

El enorme complejo de Las Médulas y la infraestructura necesaria para su explotación implicaban la necesidad de contar con una abundante mano de obra que pudiera mantener el ritmo deseado de trabajo. Los textos literarios de los autores clásicos y las fuentes epigráficas indican el carácter eminentemente autóctono, en general, de los mineros que se ocupaban en las tareas de extracción del mineral en las explotaciones del norte peninsular. El Estado romano era el propietario de las minas, y la población indígena local, sin duda libre pero sometida a una fuerte carga impositiva por parte de Roma que se materializa en la prestación de trabajo en las minas, sería empleada en el durísimo y peligroso trabajo de extracción del mineral.

Resulta lógico que sea el propio Estado el propietario de las minas si se piensa en la gran inversión, tanto económica como de infraestructura, que conllevaba la puesta en explotación de un complejo minero, imposible de afrontar por las empresas arrendatarias privadas. Roma destacaba en las áreas mineras a diversos delegados (procuratores metallorum) para la organización y gestión de las minas, de los que dependían una serie de funcionarios subalternos encargados de otras tareas menores. Hay que tener en cuenta también la presencia precisamente en esta zona del norte peninsular del único cuerpo armado que permanece en Hispania desde el siglo I d.C., la Legio VII Gemina, cuyos efectivos estarían encargados de la vigilancia de los transportes auríferos. En el siglo III d.C., fruto de los cambios acaecidos en todo el Imperio, sobre todo en el sistema monetario con la pérdida de protagonismo del oro como patrón valor, la zona minera de Las Médulas, al igual que el resto de las explotaciones del Noroeste peninsular, cesa en su actividad, lo que vendría corroborado, también, por la falta de noticias, a partir precisamente de este momento, de los procuradores de las minas.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...