lunes, 25 de abril de 2011

Stultorum

Es el tonto un ser excepcional, un superviviente contundente. Ha colonizado el planeta imponiendo su satisfactorio modo de vida y de estar. No deja pasar ocasión sin demostrar su portentosa capacidad de adaptación, pergeñando, ora sí, ora también, complejas estructuras que corroboren cuanto su lúcido hipotálamo discurre. Permanece a salvo de la duda y la enfermedad mental, pues posee una vacuna especial: no escuchar.

A todos asombra con su habilidad social y su cháchara elocuente, haciéndose hueco sagazmente en reuniones y celebraciones, así bautizos o inauguraciones. Abarca todo el espectro amplísimo de la sabiduría, pues de ella se siente imbuido frente a quienes lo denuestan sin piedad. Blanco de envidias y maledicencia, se erige en paladín de la vehemencia, en oráculo de verdad, en transmisor de conocimiento y en fuente infusa hasta la saciedad.

No teme al ridículo o la vergüenza, es osado, bizarro y sin prudencia. Vigía de Occidente, de Oriente, de Poniente y de la Estrella Polar, situado en la cúspide de la evolución social, es observatorio de la realidad, termostato del pulso vital, por encima del bien y del mal. Bien que a todos parece, mal que a nadie puede causar. Prodigio de la Naturaleza, no encuentra descanso en su lucha tenaz contra el filósofo, el científico, el cínico, el crítico… Valedor de las viudas, se vanagloria de ser contumaz, de irreflexivo y locuaz, y no duda en sacrificar a todos en el altar por mantenerse firme en su propósito de salvaguarda de la Humanidad.

Es tonto el necio, es mendaz, es doctor en cultura popular, es estelar. Es medio tonto, o tonto entero, o de cuatro canteros. Es tonto de la tontería, compendio singular de la historia de las naciones, es azote de infieles y paganos para mejor defensa de espurias opiniones. Es torero sin capote, campeón de capirote, sandio y lerdo monigote que a todos vence con su afán.

Se yergue el necio con porte galán, se recorta su figura contra el horizonte crepuscular, y al contemplarlo todos saben que a salvo están, pues siempre hay un tonto de guardia que mira el dedo que señala a la Luna. Descansan tranquilas las mentes preclaras, duermen plácidos niños y vírgenes, languidece el día, pero tras el día vendrá un día más, y el necio fiel ahí siempre estará.

Y ya concluyo, damas y caballeros, esta rueda de feria, esta chirigota pueril; ya me oculto parsimonioso entre las brumas de la ignorancia, ya me escondo sonrojado tras la estulticia sin fin, que a la postre, amigos, tonto fui y atontado estoy, pues de necios devengo y hacia la tontuna voy.

4 comentarios:

  1. ¿Valedor de las viudas? ¡Válgame Dios, así les va!

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  2. ¿No se habría de añadir: "y en el camino nos encontraremos"...? Porque arrieritos tontitos, al cabo, acabamos siéndolo todos, de una u otra forma, con mayor o menor intensidad... Los hay lúcidos y los hay que "se hacen" el tonto por exigencia del guión, argumento con que justificaban el desnudo tantas actrices en los tiempos aquellos en que se iniciaron en nuestras pantallas. En fin, tantos tontos hay que tanto monta ser tonto como atonta, al cabo, no serlo, a fuerza de no serlo y parecerlo o fingirlo.

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  3. Bienvenido, Outsider. Ya sé que las viudas no necesitan hoy paladines, pero los tontos se empeñan...

    Tras dar una vuelta por tu blog, tengo que reconocer que escribes dignamente sobre las cuestiones que te motivan. Desde tu perspectiva religiosa, pero dignamente. La raza de Caín es un lugar de encuentro, sin pretensiones, donde quien más escribe (éste que ahora lo hace) es ateo devoto. No significa nada. Entre mis (escasas) amistades hay personas de distinto pelaje, incluso curas y catequistas, pero ninguna de ellas es mala persona, porque simplemente dejaría de contarlas entre mis seres queridos.

    Bienvenido de nuevo y que la palabra sea vehículo sin fin.

    Un abrazo.

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  4. Qué tontería, Juan, que siempre terminemos hablando de estas cosas. Pero la sandez es tan recurrente y da tanto juego..., aunque sea para reírse de uno mismo.

    Creo sinceramente que en el fondo todo el asunto se reduce a una doble tipología: los que al mirarnos en el espejo nos reconocemos (tontos, claro), como los chimpancés, y los que ni siquiera eso, a los que habría que calificar, entonces, de tontos profundos, tanto, que no son capaces de verse reflejados.

    En fin, que está todo por hacerse, por más que nos digan que no, que se inventaron los inventos que tenían que inventarse. Ves, otra tontería... Lo dejo, que si no corro el riesgo de ponerme a cavilar.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...