martes, 31 de mayo de 2011

Los buscadores

Hay una lucha incansable del hombre consigo y con la naturaleza. Un tenaz enfrentamiento que ha permitido a la especie humana llegar desde sus remotos y oscuros orígenes hasta la cima de la evolución, por ahora.

En los albores de la Humanidad, ciertos rasgos caracterizaban tanto el comportamiento como la disposición natural de sus especímenes, que se sabían capaces aunque temerosos, oportunistas pero cuidadosos, salvajes depredadores al tiempo que desarrollaban esa débil protoespiritualidad que conduciría, inexorablemente, hacia la posterior y adulterada religiosidad. Estas características, que sólo se daban en la especie humana, fueron llevando a ésta, era tras era, hacia la civilización, lo que Childe llamó, con mayor o menor fortuna entre sus colegas, la revolución neolítica, que marca la transición entre las sociedades cazadoras y las agricultoras, pues este cambio de régimen alimentario en el hombre induce en último término el nacimiento de la civilización.

El hombre dominaba su entorno, conquistaba progresivamente más y mejores hábitats, y usaba para ello una herramienta tan básica como efectiva: la adaptación. Es verdad que también el resto de animales se adaptan a las cambiantes condiciones naturales, pero ni tan bien ni tan rápidamente como el hombre, y éste es su mayor logro. Por ejemplo, cuando el deshielo de las gélidas llanuras europeas aceleró el aumento de la temperatura tras la última glaciación Würm, hace unos 10.000 años, diversas especies perecieron ante su falta de respuesta a tiempo, como le sucedió a la mayor parte de las especies de mamuts, incapaces de perder su espeso pelaje y de adaptarse a los nuevos requisitos alimenticios con la velocidad necesaria para sobrevivir. El hombre, en cambio, a su adaptación natural al medio suma su adaptación cultural, de modo que su respuesta es prácticamente inmediata ante cualquier variación en su medio, pudiendo rápidamente modificar sus hábitos alimenticios, su vestimenta y su hábitat para afrontar en condiciones favorables su supervivencia.

La selección natural, que tanto define las características físicas de las especies, está, en relación al hombre, en segundo plano frente a su evolución cultural, pues la primera posibilita los cambios fisiológicos adaptativos sólo después de muchas generaciones, en tanto que la segunda, en virtud de su propia esencia, es capaz de dar respuesta rápida y eficaz a requerimientos perentorios de modificación del entorno. El ser humano no sólo transmite a su descendencia la carga genética, sino también la cultural, de inmediata aplicación. Esta facilidad de adaptación es fruto del complejo sistema nervioso humano, que procesa continuamente gran cantidad de datos, cuyo resultado es un mejor y mayor conocimiento del entorno. La civilización irrumpió con fuerza en el medio natural del hombre para quedarse, y fruto de ella la especie progresó.

Hoy, sin embargo, vencida la tecnología hasta el límite del propio conocimiento y dominado relativamente el medio, es decir, antropizado, se impone más el sentido común y una cosmovisión humanista de la realidad que ese afán de progreso del hombre que conlleva, irremediablemente, el poder destructivo del bárbaro. Deudores, es verdad, del primario instinto de conservación que alimentó a la especie durante milenios, permitiéndonos llegar hasta aquí, debemos cultivar más el de preservación de cuanto hemos conseguido. Pero no sé si ello será posible, porque el hombre es por esencia curioso y por definición ambicioso, y esa insaciabilidad lo conduce por otros caminos, buscando todo cuanto aún no ha encontrado.

Siguiendo a Gonzalo Fernández de la Mora, los hombres somos la especie en desazón. El depredador humano luchó con fiereza y prosperó, se hizo hueco en medio de un planeta hostil. Pero, conquistados los objetivos básicos vitales a lo largo de miles de años, el hombre, lejos de conformarse, continúa la búsqueda de nuevos retos, de nuevos desafíos…

6 comentarios:

  1. Durante milenios el hombre ha ido evolucionando, igual que otras especies de acuerdo con la selección natural. No sé si decir que todo decae como decían los clásicos, pero luego se añadió a la natural otra selección, la selección técnica, esto es, aquella que actúa sobre la especie humana y que es debida a los aportes de la técnica, por ejemplo la cesárea, una técnica que permitió que las mujeres de cadera estrecha puedieran alumbrar y de este modo se ha evitado que "la mujer de cadera estrecha" no se haya extinguido, por otra parte ciertas intervenciones en el medio ambiente o avances médicos, técnicas al fin y al cabo, han permitido que a la selección natural se le añadieran los efectos de la selección técnica. repito, no sé si decir que todo decae, pero me parece prever otra selección, ¿podría ser la selección virtual? El hombre dispone de unos medios que le permiten crear unos mundos que solo existen en un universo virtual y que por ahora parece que no sirven para nada, pero ahí queda un mundo por explorar. Puede ser una base de reflexión.
    Salud
    Frrancesc Cornadó

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  2. Más que reflexionar nosotros sobre ello, Francesc, creo que ello nos reflexionará a nosotros enteramente, nos absorberá, nos fagocitará, nos ninguneará y, finalmente, nos esclavizará. Ese tipo de evolución acabará por convertir al hombre en un ser virtual, sin entidad corpórea, al estilo de ciertas películas del género que vi, en las que las civilizaciones eran puro pensamiento. Claro que entonces aún no se había inventado internet.

    Un abrazo.

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  3. Seguir al ínclito Fernández de la Mora me parece mucho seguir, Javier, la verdad... Con todo, un título suyo, "El crepúsculo de las ideologías", tuvo excelente fortuna y aun progenie, porque el ínclito es casi el paráclito de FAES...

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  4. Siguiendo a, Juan, es frase hecha y por demás manida. No suelo seguir a nadie (sea persona, partido o equipo deportivo), error del ego y la vanidad, pero ello no es óbice para emplear cierta terminología frecuente. En todo caso, y sin entrar en el fondo de ninguna ideología, pues detesto todas por igual, busco lo aprovechable en cada lectura, con independencia de quién lo haya escrito.

    No me considero más de derechas que de izquierdas, si acaso de abajo, como hoy mismo he oído decir al candidato Humala, al que tampoco sigo. No debería preocuparnos tanto qué escriben los autores sino qué hacen los demás con lo escrito. Cierto nefasto personaje del siglo XX aprovechó la idea del superhombre de Nietzsche para justificar el genocidio más grande de la Humanidad. De la misma forma, los líderes soviéticos se apropiaron del marxismo hasta retorcerlo. Sabes, igualmente, que Ortega y Gasset, por encima de sus posicionamientos filosóficos, es tenido por muchos, sobre todo por los defensores del todos somos iguales (que confunden con el todos tenemos los mismos derechos), como hombre del régimen. Hoy existen en el mundo países varios de distinto pelaje ideológico autoritario bien vistos por las paternalistas democracias occidentales, casi igual, salvando las distancias, a lo que sucedió en la Europa entreguerras.

    Y, siguiendo sin seguir, sería interesante saber si el mismísimo Platón podría hoy ser considerado por los puristas un fascista, pues tampoco creía gran cosa en la democracia..., y eso que buena parte de las ciudades-estado griegas se gobernaban mediante sistemas democráticos... fundamentados en una ingente masa de esclavos, claro.

    Quizá toda esta palabrería se interprete como un alegato en mi defensa, pero tampoco. No hace al caso la expresión excusatio non petita, accusatio manifesta. No pido disculpas, razono respuestas.

    Un abrazo.

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  5. Tampoco era mi intención "interpelarte" sobre lo que sea justo, legítimo y necesario tomar de cada cual, que para eso están ahí todos, a nuestra disposición. Se trataba, y a lo mejor he equivocado el tono, de un comentario cuasi festivo. Con todo, a veces conviene distinguir actos y actitudes, hechos y discursos, "decantar", en definitiva, una posición personal frente a lo real y los realistas, porque los juicios descontextualizados tienen eso: nos ponen una venda en los ojos, creyendo abrirle los ojos al entendimiento.
    Por lo demás, me parece estupendo el sentido de orientación de Humala: "de abajo" es una excelente autodefinición. De lo que se trata es de que no se le suba a la cabeza el trato con las alturas y le coja precisamente ese mal, el de la altura, que te descoloca, física e ideológicamente.

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  6. No tienes por qué preocuparte, Juan. Sabes que en esta casa tienes derecho de palabra en mayor medida que yo mismo. Y si ahora te contesto no es por cerrar el debate con una última intervención, sino por purita cortesía, como dicen allende.

    Sucede, a veces, que los comentarios, incluso amistosos, de personas cercanas suscitan un animado intercambio de opiniones, como si una chispa encendiera el adormecido intelecto y diera pábulo al debate incruento de la razón. Y esto ocurre, al menos a mí, en mucha mayor medida con los comentarios de amigos que con ímprobas y pretendidas ofensas de desconocidos anónimos.

    En todo caso, dista mucho mi entendimiento de conocer una ínfima parte de lo que me rodea, de modo que, a veces, indefectiblemente, yerro, quisiera creer que por accidente y nunca alevosamente. En fin, que el discernimiento es difícil arte que no me cuenta entre sus virtuosos. Aun así, sigo repudiando toda ideología -salvo la de Groucho, claro.

    Un abrazo.


    (No sé qué coño pasa con Blogger que no me reconoce como propietario de mi blog, y tengo que apañarme con la url y el nombre para firmar los comentarios. Como no me deje publicar más entradas...)

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...