martes, 18 de octubre de 2011

La Historia monstruosa

La Humanidad no ha madurado en términos sociales ni evolutivos, sino que se encuentra en un estadio altamente inestable: aún no ha alcanzado la cima posible y deseable, entre otras razones de peso porque, probablemente, tal cima no existe, es más, solamente la tenemos en realidad como concepto ilusorio.

La Historia es lineal. Sometida al imperio de la certidumbre de los sujetos que la integran, finitos, toda civilización es, a su vez, la suma de los hombres que la conforman, y por tanto predecible y con fecha de término. No creo que exista ese periplo circular que hace repetir indefinidamente los acontecimientos históricos, sino más bien que la uniformidad de lo vivido ¿condiciona? lo que está por venir. La Historia no se repite, antes bien está sujeta a la contingencia humana, que es una, agotable e inestable, y por eso reproduce en su sistema sustentador los mismos errores, las mismas desviaciones e idénticas contradicciones de que adolece el individuo: previsibilidad, incongruencia, desmesura… y, por encima de todo, mutabilidad, al estilo del hombre vario y ondulante de Montaigne. La Historia de la Humanidad es la historia de cualquier hombre, es un sistema, dado que, como decía Ortega, el hombre no tiene naturaleza sino historia.

Puestos en esta tesitura, cuando hablamos de hombres y de su historia, ¿qué hace que Hitler o Pol-Pot sean vistos como monstruos, Pedro I o Fernando VII como seres aborrecibles y, en cambio, Alejandro o César, o incluso el mismo Napoleón, como modelos de gobierno y estrategia? ¿Por qué en unos se excreta la historia y con otros se subliman sus personalidades, cuando, en el fondo, se parte de la misma base sustancial: la política y su mundo orbitario? Aplicaron, y aplicamos, la damnatio memoriae a quienes consideramos indignos de los altos honores que disfrutaron, pero sólo por el hecho de que no nos gusta el desarrollo histórico que culminaron ni las consecuencias posteriores para sociedades o países enteros. Sin embargo, tan dictadores eran unos como otros, quizá incluso menos quienes más nos lo parecen. Pero la Historia la escribe quien obtiene la victoria, y parece claro que no todos pueden ser, en consecuencia, sus redactores. Además, nuestro sistema de valores, con sus inevitables cargas morales y conductuales, no deja de ejercer su influencia en nuestro colectivo subconsciente, de modo que idénticas actitudes y comportamientos se nos presentan, en su virtud, diametralmente opuestos ante nuestra escrutadora mirada de lo bueno, sin atender a la propia congruencia histórica que, más allá de nuestro particular posicionamiento, debería prevalecer.

César no era menos cruel que un dictador actual, si acaso menos sistemático y supersticioso. La esclavitud romana, en función de su relevancia social en términos económicos, no es contemplada hoy como nociva para el estudio de la historia pasada, y, sin embargo, ahora nos repugna semejante orden de estructuración social. ¿Por qué? La democracia griega, en la que tantos se miran, no era otra cosa que una oligarquía de los varones libres adultos de cualquier ciudad-estado sobre el resto de la población, ya fuera ésta libre o no en su conjunto, y que además reposaba, en cuanto a su sostenimiento y viabilidad, en una estructura militar engrasada y en un sistema esclavista que la sustentaba económicamente, puesto que los ciudadanos debían dedicarse a la guerra, la política y la filosofía… Qué paradoja. Probablemente el sistema espartano, tan alejado de la democracia ateniense pero compartiendo sus íntimos principios, fuera menos contradictorio.

Por mi parte, aún conservo mi instinto de animal básico, que me ayuda, al menos, a discernir aquello que me hace daño, aunque no pueda esquivarlo.

15 comentarios:

  1. No sé qué se puede añadir a esto salvo las palabras de Shakespeare de todos conocidas "La vida es una historia contada por un idiota, llena de estruendo y furia, que nada significa (Mcbeth)". ¿Pero adónde nos lleva esto?

    He leído con atención el post, pero sobre todo he escuchado la música que lo inspira. Cada uno cuando escribimos emitimos una sintonía. No sé cuál será la mía, pero ésta está marcada de la pesadumbre trágica de alguien que se considera víctima inocente de la historia.

    ¿Somos culpables por haber nacido en esta historia?

    Un abrazo.

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  2. Aetas parentum, peior avis, tulit nos nequiores, mox daturos progeniem vitiosiorem.

    La edad de los padres, peor que la de los abuelos, nos engendró a nosotros, aún más malvados y destinados a tener una descendencia más degenerada

    Horacio, Odas 3, 6, 46

    Coincido contigo, amigo Javier, la historia no se repite, no es cíclica, es una línea descendente, siempre hacia abajo.
    La historia nos ha enseñado que todo esto es un mal negocio.

    salud

    Francesc Cornadó

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  3. Amigo Profesor Javier,

    Lúcido está Vd., y más que lúcido, cuando dice que no existe la cima a la que pueda evolucionar la Humanidad. Yo diría que es una utopía la tal evolución a lo máximo de mejor, y, como utopía que es, nos vale para funcionar y para ir mejorando, con la idea bien clara de que nunca llegaremos a la cumbre. Pasa como con el Comunismo, que no dejó de ser una máquina que nos impulsaba hacia adelante, pero sabiendo que nunca llegaríamos al final.

    Genial la idea de que la Historia de la Humanidad no es circular, sino lineal, porque, si fuera circular, los mismos acontecimientos deberían repetirse, y eso nadie lo cree posible. Historia uero testis temporum, lux ueritatis, uita memoriae, magistra uitae, nuntia uetustatis (Cicerón, De Oratore, II, IX, 36 [Pero la historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, anunciadora de la antigüedad] es lo que pensaban los Clásicos.

    Genial su explicación de lo relativo que es el concepto que solemos tener de los hechos pasados, dependiendo de cómo nos haya llegado la información. Desde el momento en que la Historia, con mínimas excepciones, es escrita por los vencedores, éstos se convierten en buenos, y los vencidos en malos. Así es de relativo todo lo que nos envuelve.

    Me parecen magistrales sus referencias a las Sociedades Esclavistas de Grecia y Roma, Sociedades impropiamente llamadas democráticas; y acertadísima su opinión sobre la Sociedad Espartana, quizá mejor, aunque menos democrática.

    Después de dedicarme largos años a los estudios de las Sociedades Clásicas, fue para mí un gran descrubimiento la lectura de la Historia de Roma de Kovaliov, libro que con toda seguridad ha leído Vd. Para mí la lectura de ese libro fue uno de los más grandes descubrimientos que hice después de haber pasado por la Universidad. Con su lectura, me hice consciente de que las Sociedades Clásicas no eran tan dignas de admiración, porque, entre otras, llevaban la lacra del esclavismo establecido.

    Le felicito por este texto y le envío un gran abrazo.

    Antonio

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  4. No sé si es lineal o circular, pero de lo que no cabe duda es de que la Historia es una caja de sorpresas, a cual más impactante. Poco hay predecible en ella, lo que aleja la disciplina académica del furor cientificista (¿o cientifiquista?) con que algunos historiadores se han aplicado, diagrama va, estadística viene, a reivindicar ese imposible estatus científico. ¿Quién, dos meses antes de la revuelta Libia, se hubiera atrevido a pronosticar que Gadafi saldría por piernas del Poder, o que lo mismo le pasaria a Mubarak? Un cro de carcajadas hubiera acogido el pronóstico, sin duda.
    Desde que conocí el concepto de intrahistoria, de Unamuno, he sido muy escéptico respecto de los relatos de la Historia, de todos. No me cuesta reconocer que unos están mejor pergeñados que otros, porque todos tienen algo de mecanismo, de artefacto. Desde lo general hasta los detalles. En el nacionalismo catalán, por ejemplo, la escritura interesada de la Historia es ejemplar, algo que ocurre en ci ertos países chovinistas, comenzando por Francia, que es el modelo. Hay algo de mercadotecnia en esto de "vender" los relatos y tener éxito. ¿Qué hubiera sido de la tiranía de César en la Historia, sin el drama shakespeariano y sus devaneos egipcios? ¿Por qué triunfó el concepto francé de América Latina, en vez de Hispaoamérica o Iberoamérica, que son más propios? Tengo cierta prevención ante el género literario de la novela histórica, a pesar de las grandes obras que en él se han escrito, como las inolvidables "Memorias de Adriano", por ejemplo, y ello se debe, estoy convencido, a ese esceticismo ante los deturpadores relatos de la Historia, siempre dispuestos a legitimar lo que se tercie.
    El único ejercicio de relato histórico que me ha llamado la atención desde hace uchas décadas ha sido el de la Historia de la vida privada, cinco volúmenes que voy coleccionando poco a poco, con gran deleite.

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  5. Nadie es inocente del todo, Joselu, ni individualmente ni como grupo. Tampoco me considero por ventura víctima, ello sería tanto como reconocer en mí al cordero y en los demás el trasunto de los degolladores que hacen la ronda nocturna. No. Mis palabras van más allá del yo, que poco o nada puede, o mejor dicho, nada espera, es decir, desespera.

    Es verdad que cuando uno escribe suele hacerlo sobre uno mismo, que es así tomado por medida y canon, porque somos lo más cercano a nosotros que tenemos a mano. Pero no es menos cierto, al menos en lo que a mí concierne, que siempre se busca un punto de fuga, una inflexión necesaria que nos permita alejarnos para poder aclarar la vista, parpadear varias veces, y tratar de ver el mundo con otros ojos. No siempre se consigue, pero cuando sí, ha merecido la pena.

    Sobre la Historia se puede decir de todo, y no precisamente bueno, pero prefiero reservarme, con tu permiso, para intentar justificar lo injustificable ante Poz, que también merece una respuesta.

    Un abrazo.

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  6. Francesc, supongo que las odas horacianas encuentran más sentido en la mente de quien conoce las Edades de Hesíodo, pues unas y otras vienen a contarnos lo mismo: la degeneración del hombre en tanto individuo y, consecuentemente, su declive como especie, pero no en términos biológicos, pues es el depredador más eficiente de la naturaleza, sino en el aspecto más íntimo que a la ética y la dignidad humanas atañe, donde, ahí sí, ha fracasado por el momento.

    En ese sentido, sin duda, la Historia sí es un mal negocio, pues de su balance de resultados ningún jefe estaría orgulloso.

    Un abrazo.

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  7. Comparto los planteamientos que refleja en su comentario, Antonio, más que por coincidir con los míos, por ser resultado de la reflexión. Sí quisiera añadir, no obstante, algo en relación con la referencia que hace Ud. a Kovaliov. Si para mi formación fue útil su Historia de Roma, no fue expresamente por su interpretación marxista, sino más bien porque aportó una nueva visión de tan amplia época y sucesos al hilo del materialismo histórico, aunque es cierto, también, que el clima político de la URSS en esa época pudo condicionar el resultado final de la obra.

    Es apreciable el esfuerzo de Kovaliov porque supone un contrapunto a la Historia oficial vigente hasta el momento, de la misma forma que la Geografía del subdesarrollo de Lacoste vino a ofrecer una perspectiva diferente acerca de los problemas geopolíticos en el mundo frente a la escuela tradicional o academicista imperante.

    No se trata de dirimir si la Historia de Roma de Mommsen es mejor, o preferible, o más objetiva que la de Kovaliov. No es esa la cuestión. Mommsen fue tratado como un revolucionario por la intelectualidad de su época, pero la historiografía marxista, por su parte, no dudó en acusarlo de burgués antirrevolucionario. ¿Era Mommsen una cosa o la otra, o quizá ambas? La objetividad es una falacia, como bien sabe quien escribe, diga lo que diga por ocultarlo o minorarlo. Se toma partido, y en ese rol puede que algunos traten de ser lo más críticos posible incluso en los límites de su objetividad. Pero no es malo ser subjetivo, es más, debemos serlo para huir de la asepsia cauterizadora. La Historia sangra, y nuestro deber es saber por qué y explicarlo, desde nuestra perspectiva personal pero sin someter nuestra pluma al mejor postor. De la confrontación crítica entre varias escuelas, entre varias tendencias, obtendrá el lector avezado una visión mejor que si sólo tiene acceso a una de las partes.

    Por tanto, Antonio, considero tan valiosa una obra azul como una roja, diga lo que diga cada una y tome el partido que desee, porque de su justo análisis se obtendrá el mejor destilado, o eso creo sinceramente. No se trata de ser partidario de una escuela u otra, de una visión política de la Historia o de otra. Es mejor confrontar ambas, o incluso más de dos si es posible, para extraer la conclusión que a uno convenza más, incluso si no es la más acertada y/o aceptada.

    Un abrazo.

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  8. Juan, tanto da si la Historia es lineal o circular o picuda, lo realmente importante es que es un arma formidable en manos de quienes tienen la competencia para escribirla, reescribirla o incluso inventarla.

    Tradicionalmente se le ha dado poco o ningún valor a la Historia como disciplina científica, y creo poder asegurarte que ese fue un grave error que sólo en el siglo XX comenzó a subsanarse. La Historia fluye siempre hacia adelante, y, sin embargo, el trabajo del historiador tiene justo el camino contrario, pues debe tratar de explicar el pasado desde el presente al cual pertenece. Es, en ese sentido, una visión sesgada de la Historia, sometida tanto al arbitrio subjetivo de quien la escribe como al dictado férreo del tiempo o época en que lo hace. Y la tarea del historiador no es en absoluto fácil, porque debe decidir qué es historia. Un ejemplo, siguiendo al profesor Carr: de todos los millones de seres que cruzaron el Rubicón, solamente interesa a la Historia la figura de César. ¿Por qué los demás hombres no? Porque ningún otro que cruzó ese río tuvo en sus manos el poder de cambiar el curso político de Roma. Esto, no obstante, refleja un alto grado de subjetividad en quien decide qué es Historia y luego lo escribe. Si has leído la respuesta que di a nuestro amigo Antonio, huelga que redunde aquí sobre el asunto.

    Pero el trabajo del historiador, aparte del grado de subjetividad inherente que conlleva, debe someterse a un método científico para que su resultado sea admisible historiográficamente: es el método histórico, que consiste en la búsqueda de datos, su crítica y la síntesis del material. Éste y no otro debe ser el objetivo del historiador, un proceso arduo que conlleva el conocimiento y manejo de las fuentes precisas para su consecución.

    Como ves, hay en la Historia más cosas que las superficialmente observables, y, como en toda disciplina, se forman en ella buenos, mediocres y malos historiadores, mas no en función de la escuela a la que pertenecen o del sesgo que dan a sus trabajos, sino de la calidad de los mismos, que no es sino resultado de la mejor o peor aplicación del método científico. Los cuentacuentos son estupendos, y prácticamente cualquiera es capaz de inventar una historia. Contar la Historia, incluso con la subjetividad propia de cada individuo, es tarea más espinosa que, como todo en la vida, requiere cierto entrenamiento y una buena dosis de rigor crítico.

    Con la esperanza de no haberte cansado, te envío un abrazo.

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  9. Amigo Profesor Don Javier,

    Ya se lo he dicho alguna vez, pero lo repito ahora: es Vd. un Historiador de Primera Línea y las opiniones que nos transmite a todos sus lectores son altamente valiosas y profundas. Se lo digo de verdad: aquí, en su espacio, se ha establecido un debate de altos vuelos, en el que todos aprendemos de todos. También todos sus comentaristas demuestran un nivel más que alto. Yo me lo paqso muy bien, y aprendo mucho, leyendo todo lo que aquí se escribe. En concreto me han interesado mucho, y han aumentado mis conocimientos y mi interpretación de muchas cosas, las observaciones que hace Vd. sobre Kovaliov y Mommsen. Se nota que es Vd. un experto en su materia. Ahí va mi reconocimiento y mi Felicitación.

    Seguiré al tanto de sus nuevas publicaciones para aumentar mis conocimientos y mi comprensión de la Realidad Histórica.

    Le envío un gran abrazo,

    Su admirador, Antonio

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  10. De nuevo me abruma Ud. con su generosidad, Antonio, de la que no me considero en absoluto merecedor, pues únicamente trato de ejercer mi oficio, si es que lo tengo, con los mayores rigor y criterio de que soy capaz.

    Los buenos historiadores se forjan en otras fraguas, de metal especial. Sólo aspiro a comprender cada día un poco mejor cuanto me rodea leyendo mucho. Y, aun pecando de atrevido, escribiendo poco.

    Un abrazo.

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  11. Yo sí creo que la Humanidad evoluciona hacia mejor. Hace tiempo que pienso -puede que erróneamente, pero pienso así- que, sin ir más lejos, en España no podrían darse las crueldades que acontecieron en nuestra aún reciente Guerra Civil. Aunque es cierto que existen personas a las no les repugnan ciertas atrocidades -véanse los asesinatos de ETA-, en general creo discernir una tendencia hacia "lo correcto", entendido este concepto como aquello que respeta los derechos fundamentales del ser humano. El reciente "cese definitivo de la lucha armada" de la mencionada organización terrorista viene en parte forzado por un cambio en la sensibilidad social del conjunto (=gran mayoría) de la población vasca. Esto mismo podría extenderse a las sociedades desarrolladas en general. Otra cuestión es que la manipulación informativo-educacional de ciertas estructuras de poder apunten a modificar esta sensibilidad. Pero en su conjunto, no parece que esto ocurra (desde luego, los conflictos bélicos intraeuropeos han disminuido su número desde el final de la 2ª Guerra Mundial hasta la actualidad). Tarea pendiente es que esto mismo se extienda a otras sociedades no europeas (quizá incluso a parte de la norteamericana) y que el sentimiento de solidaridad y generosidad se amplíe por parte de los ricos hacia los pobres. No obstante, la corriente de fondo está ahí. ¿Soy demasiado ingenuo?
    Por otro lado, sin ser yo historiador, me extraña que en tu argumentación sobre la falta de democracia en la sociedad griega antigua no tengas en cuenta que cada sociedad se mueve en un contexto histórico determinado (y, principalmente, con unas mentalidades determinadas). Imagino que, en su momento, los mecanismos político-sociales de Grecia eran mucho más democráticos de lo que podía imaginar un bárbaro centroeuopeo, pongamos por caso... Los avances se dan progresivamente: evidentemente, nadie desearía volver al tiempo de principios de siglo XX en España (entre otras cosas, no estaba reconocido el voto femenino), pero el desarrollo político de aquel entonces era muy superior al del siglo XVII ¿o no?

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  12. No creo que seas ingenuo precisamente, Requejo, pero sí optimista, lo cual no es malo en sí mismo, salvo porque, quizá, no te permite ver qué pueda haber de peligroso en cuanto te rodea.

    Hay cierta sustancia en la Naturaleza que el hombre aún no ha aprendido a manejar: la cosa humana. Debemos separar el progreso científico, técnico, incluso jurídico, si quieres, del avance social, de la justicia y de la integración verdadera, porque sus caminos, antes que coincidir, son divergentes. Más de todo puede que signifique en algunos lugares mejor vida, pero siempre será a costa de otros -incluso de aquellos que lo disfrutan, a la postre-. El sistema no puede crecer indefinidamente alimentándose de sí mismo, cualquiera puede saber esto, incluso sin ser economista. Luego habrá que echar más carbón a la caldera para que la máquina no se pare. De dónde salga ese combustible lo ignoro, pero no creo que sea tan impensable esa regresión en términos sociales, económicos y políticos (ya lo estamos viviendo, de hecho) como para no tener presente que, no ya en España sino hasta en la civilizada Europa, cualquier cosa es posible. ¿Retrocesos sociales y jurídicos? Sin duda. ¿Conflictos y estallidos de la población? Altamente probable. ¿Guerra, finalmente? No la descartes...

    Por otra parte, no creo haberme expresado en el sentido de que en la Grecia antigua no hubiera democracia. Cosa distinta es qué democracia había. Claro que, como bien apuntas, cada época atiende a su propio contexto social y político, y ahora mismo en Occidente no comprendemos más fórmula política que la democracia, esa que, como mancha de aceite, tratamos de extender a toda costa por todo el planeta, sin caer en la cuenta de que, a lo peor, lo que para unos es bálsamo se torna veneno para otros, porque, precisamente, su tiempo histórico no es el nuestro, no está aún maduro.

    En fin, Requejo, sé y sabes que los griegos tuvieron su democracia, pero no todos los griegos, claro. Valdría aquí traer a colación la máxima orweliana, que reproduciré en inglés, con tu permiso, por ser lengua de uso común en todas partes: All animals are equal, but some animals are more equal than others.

    Un abrazo.

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  13. Amigo Profesor Don Javier,

    Solemne y magistral su último comentario. Las referencias a la Antigua Grecia y su democracia son de una clarividencia más que soberana, imponente. Nada tengo que añadir a su comentario, salvo decirle que quedo gratamente complacido de poder compartir pensamientos y opiniones con una persona como Vd., que tiene un pensamiento propio de los Grandes.

    Que tenga un buen Fin de Semana.

    Mi felicitación y un abrazo,

    Antonio

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  14. Le agradezco profundamente su empatía, Antonio. Siempre es bienvenido a este espacio para ensancharlo con sus conocimientos.

    Un abrazo.

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  15. Muchas gracias, Profesor, por sus palabras. Tenga por seguro que me tendrá siempre en su foro como un asiduo lector, como un alumno dispuesto a ampliar mis conocimientos.

    Y ahora una sugerencia: los textos que Vd. nos regala se leen con cierta dificultad, porque el trazado de la letra es muy débil. Si Vd. consiguiera ponerlos en negrita, se leerían con mayor facilidad. Supongo que Vd. conoce la fórmula. Si se diese el caso de que no la conoce, se lo puedo explicar yo, porque es muy fácil. Por correo electrónico le doy mi teléfono, por si en algo le puedo ser útil.

    Le envío un gran abrazo,

    Antonio

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...