domingo, 30 de octubre de 2011

Una pequeña diferencia

No hace tanto que Gadafi, el Cruel, el Sanguinario, el Terrible, el Terrorista, el dictador libio, clavaba su jaima en los jardines de Occidente. No hace tanto, y sin embargo, al ver las escenas de su captura y muerte hace unos días, me parecía estar contemplando, en realidad, la pasión de Cristo de Mel Gibson, con el debido permiso de los creyentes católicos.

Alternativamente odiado, agasajado, repudiado, querido, vilipendiado, requerido, es sin duda su personaje digno de película, tragicomedia o melodrama tal vez, si no fuera por el reguero de sangre que tanto él como quienes a favor y en contra de él se manifestaron intermitentemente han dejado por el camino.

Las potencias occidentales, con los Estados Unidos al frente, pusieron precio a su cabeza, e incluso fuerzas norteamericanas bombardearon su palacio. Sin duda hubo intentos de magnicidio auspiciados por diversos servicios secretos. Molesto para los intereses capitalistas por su acercamiento al socialismo de corte panarabista a través de su tercera teoría universal, este megalómano cruel aunaba en sí todos los fantasmas de Occidente menos uno: la inmensa riqueza se su arenoso subsuelo. Reconciliado con parte de los países capitalistas, sobre todo europeos, ya que con los Estados Unidos siempre quedó un poso de resentimiento –que, sin embargo, no impidió cierta colaboración de la CIA en algunos asuntos delicados–, se fraguaron jugosos negocios que beneficiaron a ambas partes, obteniendo unos los derechos petrolíferos y otro un hueco en los foros internacionales y enormes cantidades de armas modernas.

Desgraciadamente para Gadafi, este año 2011 trajo al mundo árabe los efluvios de la democracia, que tanto bien hace allí donde se asienta. No supo ver el futuro, no se acomodó al nuevo orden, y rápidamente Occidente se puso en su contra para, como antaño, acusarlo de terrorista y genocida. Pronto las potencias europeas y la de allende el Atlántico se aprestaron, incluso, a intervenir para garantizar la rápida defenestración del líder libio, otrora carismático. Las fuerzas aliadas, amparadas por el mandato legal de la ONU, bombardearon sistemáticamente posiciones leales al régimen por todo el país. Deduzco de esto, como ya dije y ha sucedido otras veces en misiones de las Naciones Unidas, que el Derecho de Guerra es tan válido como cualquier otro. ¿Qué otra cosa, si no, es el Consejo de Seguridad, aparte de un selecto club integrado por las potencias ganadoras de la II Guerra Mundial –con derecho a veto, no lo olvidemos ni por un instante, que deriva precisamente de su aplastante victoria sobre el fascismo mundial, ya fuera alemán, japonés, chino o italiano– y una comparsa de títeres para rellenar los asientos de tan amplia sala?

Sucede con esto, como con todo en política, que sólo se busca el interés económico en toda relación, ya sea ésta uni, bi o multilateral. ¿Cómo entender de otro modo el cambio de postura de los democráticos gobiernos occidentales, que no dudan en acusar de terroristas y dictadores genocidas a los pequeños regímenes dictatoriales que en el mundo son, un día, para, al siguiente, condonarles sus graves pecados a cambio de concesiones económicas? ¿Por qué, en cambio, no se exigen idénticos principios de legalidad a todos los países igualmente sometidos a poderes totalitarios, caso de China, por ejemplo? No creo que nadie ignore la respuesta.

Cuando los Estados Unidos se dieron cuenta del fracaso de sus políticas favorecedoras de las pequeñas dictaduras mundiales, sobre todo en Iberoamérica, no dudaron en potenciar justo lo contrario, es decir, la transición en esos países hacia regímenes democráticos, con la esperanza de que la llegada de la libertad capitalista favorecería aún más sus intereses económicos, disimulados tras ese ideal de justicia universal que con tanto entusiasmo escenifican. Pero me temo que, en el fondo, da igual el régimen político: un país del Tercer Mundo es pobre con o sin democracia.

Y así, haciendo que todo el mundo fuera demócrata, se acabarían los malos, y la miseria, y la pobreza, y los conflictos, y el terrorismo, y todos serían ya buenos. Me pregunto, a estas alturas, a quién podríamos explotar los occidentales si el resto de países tercermundistas alcanzaran nuestros niveles de bienestar y renta. Quizá tendríamos que empezar a comer mierda... Y a ver si llegaba para todos.

9 comentarios:

  1. Amigo Javier,

    Leo su magistral exposición sobre Gadafi y todos los temas relacionados, y me quedo maravillado de su sabiduría, de sus opiniones, y de su clarividente criterio a la hora de juzgar todo lo que está sucediendo actualmente en Occidente. Mis pobres conocimientos no me permiten añadir absolutamente nada a lo escrito por Vd., porque comparto todo lo que Vd. dice en su totalidad, de forma que cualquier cosa que yo opinase sería redundante e innecesaria.

    Confórmese Vd. con que le transmita sinceramente mi total asentimiento y mi admiración más que sincera ante unas opiniones que, por compartirlas en su totalidad, las considero también mías..

    Este texto es la demostración palpable de que todavía existen en nuestro país y en Occidente mentes privilegiadas, como la de Vd., amigo Javier, que son capaces de analizar los hechos de forma objetiva y transparente.

    Le envío un gran abrazo,

    Antonio

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  2. No me canso de agradecerle su buena disposición hacia este escribidor, Antonio. Cuanto redacté sobre Gadafi y los altos planes geoestratégicos occidentales son aspectos que a ningún observador atento escapan. Hago extensible esta afirmación al resto de asuntos políticos, sociales o económicos tratados en este blog.

    No son sino pequeños esbozos de actualidad acuciante, lejos de dogmatismos de cualquier tipo, pues no gusto precisamente de posicionarme en tal o cual ideología, todas por igual detestables a mis ojos por lo que de despersonalización del individuo implican. Son sólo eso, repito, páginas de la Historia que un día alguien escribirá oficial y convenientemente y que ahora oso aventurar, a riesgo, cómo no, de equivocarme una vez más.

    Un abrazo.

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  3. Escuché a Gadafi hacia abril o mayo gritando ante los micrófonos con voz histérica profiriendo amenazas brutales contra los traidores, borrachos, vendidos a occidente… Les prometió la venganza y la muerte por su traición al pueblo libio. Su voz me resultó aguda y terrorífica. La historia había cambiado y él no se dio cuenta. Estaba enloquecido. Seguramente que hubiera podido huir y refugiarse con millones de dólares en algún país que le hubiera acogido si él hubiera tirado la toalla. Sin embargo, él gritó que sufriría el martirio y resistiría hasta el final. Aquella Libia era suya, la creyó suya, y no supo o no quiso reconocer la realidad. Su final es simbólico igual que las imágenes de los matones que lo asesinaron.Esa pose con la pistola de oro de Gadafi es icónica de la miseria humana. No merecía esa muerte, nadie merece esa muerte. ¿Creyó hasta el final que el pueblo libio se uniría a su lucha? ¿Creyó esquivar el destino? ¿O lo asumió hasta la última gota como Cristo en tu alusión del comienzo de tu post?

    Algunos ven sólo en Gadafi la imagen de una "loca" que había salido del armario y era refinadamente cruel con sus rivales y opositores.

    Lamento su final, pero el personaje no daría para una novela. Su martirio vino precedido de esos grititos llenos de furor asesino propios de una histérica en el peor sentido freudiano del término.

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  4. Hoy más que nunca la realidad, por mor de la inmediatez de las comunicaciones, se convierte en mercado iconográfico, pero también es, por eso mismo, iconoclasta. Nada dura mucho -bueno, menos Gadafi, que parecía eterno-. Este libio esperpéntico pudo serlo porque fue él quien moldeó su propio país a partir de la arena del desierto.

    De todas formas, Joselu, la figura de Gadafi no me ha servido sino como excusa para poner en tela de juicio la supuesta legalidad del orden internacional, un sistema que en la práctica es dirigido y manipulado según los intereses de unos pocos. Siempre ha sido así a lo largo de la Historia, de una manera más o menos velada o difusa, pero hoy, cuando la aspiración es la justicia universal, la extensión de la democracia y el desarrollo de los pueblos atrasados, asistimos impávidos a la tutela de nuevos poderes. Poco hemos progresado.

    Un abrazo.

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  5. "un sistema que en la práctica es dirigido y manipulado según los intereses de unos pocos", escribes, pero ten en cuenta, Javier, que a esos pocos ya les iba bien con Gadafi en el poder, ahora que, abandonadas las veleidades filoterroristas y en declive total el antiguo potente movimiento de no-alineados, se había entregado en cuerpo y jaima a los negocios en estado puro. Quiero rebatir con ello la idea, a mi parecer perniciosa, de la conjura global. Si algo os enseña la Historia es que en ella puede pasar cualquier cosa, que las previsiones son incompatibles con su desarrollo, que no progreso, porque no existe tal cosa como el progreso histórico, por más que ciertos avances sociales nos induzcan a pensar que sí. Conviven en nuestra sociedad, como el propio caso de Gadafi ilustra, extremos de excelsa bondad y de maldad absoluta. Quizás cueste pensar en terminos de presente total, sobre todo porque el relato histórico exige el indefinido, pero no olvides que, para convencernos de que ese es el verdadero sentido de la Historia, hemos inventado el "presente histórico", tiempo también propio de la Historia, quizá el más propio. César siempre está cruzando el Rubicón.
    César no cesa de morir apuñalado en los idus de marzo.

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  6. si todo el mundo viviera como nosotros, harían falta 5 planetas.
    más de lo mismo sucede con mil países más, como Guniea Ecuatorial... Peor no hace falta ir a dictaduras. Lo de IsRAEL es sangrante, y se les sigue vendiendo armas ligeras.
    Pasa lo de siempre. Es un teatro, un puro teatro. Todos lo sabemos, pero ¿queremos renunciar a este nivel de vida? Yo sí, porque pienso que renunciar a este nivel de vida es algo positivo. Las teorías del decrecimiento van en esa línea. Pero aquí ni Dios se da por aludido nunca.
    uno hace feliz a los demás siendo feliz él mismo
    si uno es feliz, cambiamos el mundo y, por lo tanto, lo demás viene solo. Muchas personas intentamn complacer a los demás y delegan su responsabilidad en otros. Por el camino se pierden a sí mismos...
    http://www.alestedeleden.blogspot.com

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  7. C1

    Por mis propios conocimientos de la ciencia en la que no me canso del honor de ser discente, no creo equivocarme al señalar que la economía gobierna el mundo, ahora y antes, aunque no de la misma forma. Hablemos, pues, de Historia.

    Cualquier factor que podamos tomar en consideración y que posea algún valor se convierte en dinero. Sucede que hasta hace quizá algo menos de un par de siglos, cuando los movimientos expansivos colonizadores europeos comenzaron a poner el pie en medio mundo buscando recursos naturales con que alimentar las calderas de la industrialización, podíamos hablar de una multiplicidad de economías, cada una de un ámbito tan extenso como permitiera el poder generatriz del que emanaba. Sería interminable su nómina, pero pondré dos ejemplos muy básicos: por un lado la superestructura económica organizada y centralizada, cuyo exponente podríamos encontrarlo en Roma y su vasto imperio territorial; y por otro la microeconomía de subsistencia de cortísimo radio y más reducido aún volumen que dominó Europa durante buena parte de los tiempos medievales. Es verdad que son extrapolaciones, y es verdad que entre ambas, tanto espacial como cronológicamente, se sucedieron todo tipo de variantes, en función de una casuística de factores de diversa naturaleza, como el grado de organización social, el poder militar, la masa de población, el desarrollo cultural y tecnológico…

    Por economía surgieron el poder, la diferenciación social y la esclavitud. Por desarrollo de los sistemas económicos las religiones sustituyeron con éxito a la superstición y la magia. Por una mezcla de todo ello las sociedades alcanzaron cada vez mayores cotas de complejidad, extendiendo su área de influencia en la medida en que eran capaces, al amparo de su eficacia económica, de dominar o seducir a otros pueblos, funcionando como una tela de araña donde el hombre siempre es la mosca.

    Continúa en C2.

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  8. C2

    Con el paso de los siglos, esas estructuras económicas, en principio desconexas, autárquicas y autosuficientes, evolucionaron necesariamente al tiempo que lo hacían las herramientas financieras y tecnológicas a su servicio, hasta que, a partir de un momento inconcreto del siglo XX, la tela de araña dio amparo a la totalidad del planeta, de modo que ya no es posible eludir los continuos flujos de capital que se generan incesantemente, en apariencia de forma arbitraria pero íntimamente interconectados, resultando que la teoría de la conspiración, que suena a manido recurso, cobra en mi pensamiento vigencia extrema. Y así hoy, cuando todo depende de todo, no creo posible imaginar un plano físico ideal donde las infinitas partículas se muevan en infinitas e impredecibles trayectorias caóticas. Antes al contrario, sucede en economía como en política, que el poder en la sombra ha sembrado nuestra cotidianeidad de tal incertidumbre que pareciera todo como imprevisible y fortuito, y ciertamente en dependencia directa de nuestra capacidad de decidir y obrar.

    Mucho me temo que, de la misma manera que el demócrata convencido, engañado mil veces, cree firmemente que su voto decide el nuevo rumbo que tomará la política de su país, en sentido contrario el ciudadano corriente piensa, o supone que piensa, que los hilos de la economía se mueven al albur de los vientos que soplen, sin nadie responsable, y ello sólo porque la intoxicación informativa se ha encargado de hacer depositario de todos los males económicos que nos aquejan a esos volátiles, invisibles –e inexistentes, añadiría yo– mercados. Pero la verdad puede ser otra, por ejemplo que nada ni nadie apartará al dinero de su objetivo, que no es otro sino crecer y multiplicarse en infinita mitosis matastásica en la que, una vez consumido el organismo huésped, terminará por fagocitarse a sí mismo.

    Las leyes de la física regulan incluso el caos, pero nada pueden cuando tratan de aplicarse a la humana condición, que no es otra cosa sino metafísica. A la postre, Juan, no creo que la Historia sea tan imprevisible, ni que estemos tan condenados a repetirla, ni que sea por tanto circular, ni que la vivamos continua e indefinidamente como actual, pues, siendo todo un continuo y heracliano devenir, pienso: panta rei.

    Un abrazo.

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  9. Renunciar a todo, o casi... Suena a utopía, Diego. Un hombre es capaz de prácticamente todo, incluso de renunciar a su comodidad, pero el grupo, la sociedad, la masa... no veo cómo podría renunciar a nada, salvo de una manera impuesta, casi cataclísmica, que nos hiciera volver a la caverna de donde, al parecer y según algunos, aún no hemos acabado de salir, al menos en el plano más propiamente humano.

    Bienvenido y gracias por opinar.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...