domingo, 20 de noviembre de 2011

Lo que somos

Anda la peña con cara hosca, desentendidos los ciudadanos de la cosa pública –pública en tanto de todos, quiero decir. Va uno en el autobús y sólo ve caretos largos, tristones, indiferentes, despectivos, gente que no mira a la gente, personas desvinculadas del entorno, ausentes, desconectadas… Ya no importa la edad ni la condición social ni el sexo-género. Cada uno va a lo suyo, y sin embargo exigen que otros, no ellos, claro, vayan a lo de todos.

El tótem teléfono móvil ha venido a llenar un hueco impenetrable ya en la espiritualidad del individuo. Raro es el que no lo lleva en la mano, esperando la llamada que no llega, o, peor, recibiéndola… a las 7:14 de la mañana, ¿qué cosa tan importante podrá ser? Gente con auriculares en los oídos, lenta parsimonia para desenrollar el cablecito, sintonizar la emisora o elegir la canción en el MP3 ó 4, el IPAD o IPOD o lo que leches sea ahora. Algunos sacan un libro y se reconcentran en el negro sobre blanco. Las escasas ocasiones en que uno puede ver la pasta se da cuenta de que no es literatura lo que leen, sino la última novela de moda, da igual de quien sea…

Todo el mundo mira para otro lado, desvían la cara, no soportan una mirada directa, escrutadora y taladrante, ¿tendrán algo que ocultar? Un rebaño de estudiantes toma el bus al asalto en la parada de la estación del tren, penoso caminar, arrastrando los pies como exiliados, mochilas renqueantes por el suelo. Aunque se conocen, son compañeros de facultad, no abren la boca. Se desparraman por los asientos desocupados y los que no tienen más remedio que permanecer de pie hacen gesto de desagrado, quizá pensando qué coño hará este viejo o aquella señora tan pronto en el autobús, quitándoles el asiento tan preciado, tan apetecible… después de diez horas de cama y antes de cuatro o cinco de pupitre.

Sólo se oye el monótono mensaje grabado anunciando la siguiente parada, el ruido del tráfico en aumento, la propia respiración, toses, carraspeos… y cada uno, y todos, dentro de sí, a solas, impasibles, silenciosos, más náufragos que islas…

10 comentarios:

  1. Ay, Javier, me temo que esto que describes es más un desahogo o una proyección de tu estado íntimo que una descripción fiel de la realidad, lo que no quiere decir que en parte sea cierta. Pero la realidad es mucho más rica y estimulante que lo que aquí refieres. Todo lo que escribimos es en buena medida revelación de lo que sentimos por dentro, y desde luego, yo no lo siento así. Que hoy nos van a dar el mayor batacazo electoral que se recuerda. No me cabe duda. En la adversidad habremos de curtirnos. La historia no acaba aquí. Y sí, puede haber más pesimismo, es cierto pero ¿cómo es posible que en países mil veces peor que nosotros, la gente tenga unas sonrisas maravillosas y sean capaces de cantar y reír? Quizás nuestra desazón y malestar sea debido a que, como niños, nos han quitado el juguete que creíamos nuestro y ahora nos enfurruñamos y decimos: pues ahora no juego…

    Un abrazo.

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  2. Gracias por tus palabras, Joselu. Escribimos lo que somos, lo que sentimos, lo que percibimos o creemos percibir... Y todo ello varía de la noche al día, cambia de piel, muta según brille el Sol o la Luna... Y tienes razón, es el hombre cosa maravillosa y que a menudo hipnotiza, ya sea el cansino estudiante del bus cuya única preocupación acaso sea el próximo examen -o el siguiente botellón- o el niño sonriente que ignora si hoy comerá.

    Miras a la gente y a veces sientes lástima y a veces estupor, y siempre sorpresa, ¿o no tanta? La vida está fraguada en un horno infernal que sólo de tarde en tarde deja escapar un rayo de luz que, ingenuos, confundimos con un nuevo amanecer. Y eso nos es suficiente para continuar, cabizbajos, con lento caminar.

    Reconfortan tus palabras sensatas, y el prodigio de tu presencia. Gracias por venir.

    Un abrazo.

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  3. Amigo Don Javier,

    Me ha encantado este análisis que nos regala hoy de lo que es la vida diaria de la mayoría de ciudadanos de este siglo XXI, en la Unión Europea. ¡Menudo rebaño de caras, sobretodo jóvenes, el que se ve por todas partes: en el autobús, en el metro, en la calle, en todas partes!…

    Como bien dice Vd., aquí somos ya muy pocos los que no hemos perdido todavía, no diré ya la práctica del habla, porque los oyentes son escasos, sino el deseo de hablar, de conversar, de mirar a los ojos a los demás. Ahora tenemos que vérnoslas con una juventud que no cede el paso a los Mayores, a los Ancianos, que sólo están pegados a esos artilugios (MP3, MP4, móvil, y qué sé yo) que son los nuevos dioses, la reciente idolatría, sin los que ya no pueden vivir.

    Estos rebaños de jóvenes están ausentes del mundo, han perdido el sentido de la vida en Sociedad, sólo compiten por ver quién descarga más música de Internet, música, en general, que no soportaría nadie que tenga un poco de sensibilidad, y que haría horrizar al propio Beethoven a pesar de su sordera total al final de sus días.

    Y hablando de Beethoven, que es uno de mis ídolos, pienso yo que, si hubiesen sido capaces los médicos de colocarle en las orejas un artilugio de ésos, le habrían curado la sordera, porque habría quedado horrorizado.

    ¡Y luego nos extrañamos de que nuestros jóvenes escriban como escriben! ¡Es que ya no hablan! Y consecuentemente han perdido la capacidad de hablar: ahora los más aventajados se limitan a emitir sonidos, y, si se ponen a escribir, dibujan signos,

    ¡Bravo, Don Javier, por este análisis!

    Le envío un abrazo.

    Antonio

    PS.: Como siempre, hoy van a ganar los económicamente fuertes, para que nada cambie a mejor, sino a peor.

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  4. Pero no son sólo los jóvenes los que parecen ausentes, Antonio, sino igualmente gentes de diversa extracción social y edad, o eso creo. Vivimos en una permanente tensión por lo novedoso, en un mundo donde la mayor parte de las cosas suceden a velocidad vertiginosa, y en el que, a pesar de los avances en longevidad, nos hacemos viejos prematuramente al sentir sobre nosotros la gravedad de todo cuanto no alcanzaremos jamás a comprender.

    Ignoro si las caras que veo reflejan precisamente esto, lo cual sería suponer a todo el mundo un alto conocimiento de sí mismos en una sociedad en que la verdadera comunicación es un lujo, o si lo que traslucen es, precisamente, esa incomprensión.

    Por otra parte, ya los clásicos se quejaban de la juventud de sus días, de modo que podríamos decir que se trata de un mal endémico inherente a la edad adolescente, qué duda cabe, si bien en los tiempos actuales nos parece que el asunto se agudiza precisamente porque lo vivimos en carne propia en vez de leerlo en libros de historia.

    Un abrazo.

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  5. Disiento: aparte de a las primeras horas de la mañana dondo todo el mundo parece ir todavía medio dormido, las hordas de jóvenes que aquí abordan los buses parece que están más sordos que Beethoven, porque aquí chillan como posesos y no queda nada de ese silencio maravilloso del que hablas.
    En fin, que parece que pasamos del silencio dormido (incluído móvil en las orejas o no) al berrido chillón que te hace desear llegar cuanto antes a tu parada o incluso bajarse antes y descansar las orejas de una vez...

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  6. Pues uno ya no sabe qué será peor, entonces, si los autistas de aquí o los hiperactivos de allí. ¿No podría haber, en este caso como en otros, un justo medio aristotélico que conformara a la mayoría, y ya cada uno se pudiera poner más a un lado o a otro de tal imaginaria línea?

    Creo que no, y así me contesto yo solo. De modo que lo que tú dices, Oki, bajarse del bus por la vía rápida, ya que no podemos bajar a los demás, por lo feo que queda en democracia...

    Un abrazo.

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  7. No ya el arte de la oratoria, sino el propio gusto por el razonamiento bien construido y la frase adecuada con las palabras exactas es algo que ha desaparecido de nuestro espacio público, de nuestra ágora, más conectada hoy que nunca a la cháchara intrascendente y espacial ("¿Dónde estás?" es hoy el saludo de rigor, que ha marginado al clásico "Hola, ¿cómo te va?" o al efusivo: "¡Hombre, que alegría verte!"). Llevo unas cuantas clases "castigando" (en su sentido medieval) a mis alumnos a guardar silencio durante 30 o 40 minutos, para que descubran el verdadero sentido de la palabra y la horrorosa faz del grito, tan cerca de la animalidad. Luego, poco a poco, nos vamos acercando al orden cortés de la conversación.
    Son tristes los resultados de ayer, pero recuedo que más de medio país echaba pestes de los socialistas y de su incapacidad para gobernar la crisis y enfrentarse a los famosos mercados, luego no podemos quejarnos ahora de que el relevo lo haya tomado quien esperaba tan tranquilamente a ver pasar el cadáver de su enemigo.
    La democracia exige travesías del desierto y sacar enseñanzas de las adversidades, sobre todo si las hemos propiciado nosotros mismos con nuestra escasa fortuna en el arte de gobernar.
    Lo que me pregunto es qué pasaría si el PSOE ambiara su tradicional "responsabilidad" por una oposición a cara de perro, estilo PP. ¿Conseguirían dentro de cuatro u ocho años otra mayoría absoluta?

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  8. El simplismo social en el lenguaje, la expresión y el pensamiento se impone, Juan, de una forma tan apabullante como el rodillo popular el domingo. Lo peor, me temo, es que ambos llegaron para quedarse, si no por siempre, que es mucho tiempo, sí al menos durante una larga, larga temporada.

    Tampoco deberías preocuparte en exceso por el relevo del bipartido único, como lo denominaba un bloguero, porque es algo que está perfectamente asegurado según la Ley d'Hont. Hagan lo que hagan, el uno en el poder y el otro en la oposición, tienen el compromiso tácito de turnarse, cada 4, 8 ó 12 años, o sus fracciones correspondientes si hay adelanto, pero siempre, eso sí, con el permiso de los diligentes, sabios y consumados ciudadanos votantes que votan. O sea, que no te preocupes por la sucesión, que está garantizada.

    Un abrazo.

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  9. Pues la realidad que describes es la misma que yo veo: sabían que su única oportunidad era separarnos, hacernos creer que la salvación individual puede existir, que lo importante es escabullirse del destino que les sucede a los otros. Y parece que, por el momento, lo han conseguido. Somos infinitos, pero peleamos de uno en uno; así es tan fácil vencernos.
    Lúcida y amarga, así veo yo esta entrada; lúcida y optimista, espero la siguiente.
    Abrazos.

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  10. Ignora el hombre -o si lo sabe tanto le da- que el éxito de la especie radica en la cooperación. Somos, como las hormigas, animales gregarios, necesitamos la presencia y ayuda del otro para poder avanzar.

    Sucede, sin embargo, que unos pocos, grandes conocedores de la debilidad humana, aprovechan su posición ventajosa para obtener beneficio de esa cooperatividad, modulando el esfuerzo común en su provecho, y sembrando al mismo tiempo entre la población mundial la desconfianza por el otro, el ideal de (falsa) independencia y el sentimiento de propiedad como un fin en sí mismo.

    Eso es, Animal, lo que tenemos, y por eso lamento profundamente decirte que no cabe en mí el optimismo. Sólo disfruto, como tantos, de breves instantes de felicidad.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...