sábado, 10 de diciembre de 2011

Excusatio non petita…

Nunca fue mi intención, cuando hace más de dos años comencé a manifestarme a través de este cuaderno, molestar a nadie, y mucho menos ofender a nadie. Es verdad que hablo claro, demasiado, a veces –pero no tanto otras, cuando a lo mejor era necesario hacerlo. Es verdad, también, que mis diatribas no son difamatorias, pues, no dirigiéndose contra persona alguna física, nadie a título personal podrá sentirse aludido más que si, en última instancia, se identifica con el colectivo por mí referido en cada caso. Y, sabido es que cuando se habla de, por ejemplo, tontos, nadie lo es…

Resulta, así, que mi función en las páginas de este blog es la de mero transmisor de pensamiento colectivo, denunciando situaciones, hechos o conductas que a muchos perjudican y a pocos beneficia, o quizá sea al revés y uno, al final, no vea el mundo sino desde una perspectiva inverosímil. En todo caso, democrático soy, pues procuro plantear todo asunto desde una posición mayoritaria, generalista a veces, es cierto, pero en eso consiste la democracia, ¿no?, en acatar lo que las masas, en definitiva el pueblo en asamblea o convocado, decide.

Sin embargo, muy mal debo de haberlo hecho para que, sin proponérmelo ni darme cuenta siquiera de ello, surja en el seno de este cuaderno, en sus tripas, en el debate que imaginé fructífero y dilucidador, un agrio enfrentamiento entre personas inteligentes. No es mi estilo, si es que debo tener uno, fomentar la discordia, el desencuentro o la descalificación. Ejercitando la democracia que critico pero respeto, consentí que todo el mundo se expresara con tanta libertad como sus argumentos, si los tuviere, le permitiera, sin hacer uso del derecho de veto que, como administrador, me asiste: no creo en los vetos, sólo en la palabra, que puede tener más contundencia que un mazazo o resultar tan inane e ineficaz como un placebo mal administrado. Este espacio, como reza el lema del blog, es un espacio franco: «Nace La raza de Caín como un lugar donde imperen la libertad de pensamiento y de expresión, con la esperanza de que ambas puedan mantenerse a salvo de cualquier tipo de manipulación, tergiversación, descontextualización o censura».

Lamento profundamente el intercambio de comentarios realizado estos días atrás, que obviamente son muestra de esa libertad, pero que, por lo que puedan tener de desabridos, me descorazonan. Pido disculpas a todos los lectores y comentaristas –muy encarecidamente a Requejo y a Antonio– por ello, exclusivamente en mi nombre y en el de nadie más, pues cada uno es propietario y responsable de su palabra, que usa como mejor le parece y permiten. Les ruego, en fin, que sean tan amables de perdonar mi atrevimiento al traer a este cuaderno artículos que han inflamado las pasiones.

8 comentarios:

  1. No había sido conocedor de la polémica. Tras este post la he seguido en su desarrollo en la anterior entrada. El problema, Javier, es que las palabras las carga el diablo. No hay nada tan potente o agresivo que las palabras, más en un medio escrito donde no vemos las actitudes o el tono de quien habla con nosotros. Las palabras no son vehículo de comunicación salvo que las enfriemos. He seguido la polémica y me doy cuenta de que las palabras no meditadas, excesivamente pasionales, son ocasión de enfrentamiento. Me ha pasado en otras ocasiones. Es un riesgo que se corre en esto de los blogs que me ha llevado a desencuentros que me han creado malestar profundo. Lo peor que puede haber en una polémica es el argumento "ad hominem". Una cosa es hablar de ideas en abstracto y otra aplicarla al terreno personal. Ahí somos extremadamente susceptibles y las palabras, aun sin intención, duelen profundamente y excitan la rabia. Los seres humanos somos muy complejos, y somos frágiles incluso en nuestra intemperancia. Cuando me he visto en una diatriba semejante, me he sentido muy mal. Lo importante es que no vuelva a repetirse, pero eso nadie puede garantizarlo. No hay nada peor que el honor ofendido. Saludos.

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  2. Amigo Don Javier,

    Con su permiso, y abusando un poco de su hospitalidad, voy a intervenir en este debate, en un intento sincero de hacer algo para que las aguas vuelvan a su cauce, del que nunca debieron salir.

    Creo que Vd. no tiene por qué pedir disculpas, porque no ha hecho nada para provocar este debate, desafortunado por parte mía –porque sólo quiero opinar sobre mí mismo-: lo único que ha hecho Vd., y ello hay que agradecérselo, es dejarnos su foro para intercambiar ideas libremente.

    El problema está en que, a veces, como apunta el Sr. Joselu, las cosas se desmadran, y lo que era la expresión o defensa de una idea –cada uno es legítimo que tenga las suyas-, se convierte en un dardo dirigido ad hominem, sin que ello signifique que el emisor tenía esa intención. De este tipo de debates, no obstante, todo el mundo sale enriquecido, porque se aclaran ideas y posiciones.

    Por lo que se refiere al cruce de palabras entre el Sr. Requejo y yo mismo, tengo que aclarar que mi intención no ha sido en ningún momento herir ni ofender personalmente a nadie, ni al Sr. Requejo, por supuesto. Otra cosa es que, casi con seguridad, haya saliado de mi pluma alguna palabra desafortunada o inapropiada, que haya podido ofender a alguien.

    Si éste es el caso, aclaro, una vez más, que no fue mi intención, y, como de humanos es errar y de sabios rectificar, al decir de Cicerón en sus Filípicas [XIII, III, 5] [Cuiusuis hominis est errare, nullius nisi insipientis in errore perseuerare –Propio de cualquier hombre es errar, de ninguno sino del necio lo es permanecer en el error-], yo retiro y me retracto de todo lo que de impropio haya podido haber en mis comentarios; y le insto a Vd., Don Javier, a que siga enriqueciéndonos con esas propuestas de temas a debatir que merecen todos nuestros respetos y nuestro interés.

    Cordialmente,

    Antonio Martín Ortiz

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  3. En modo alguno, Javier, eres responsable de este intercambio, agrio, en efecto, de opiniones. Por ello te pido, humildemente, que sigas trayendo a este espacio todos aquellos temas que consideres de interés, sean objeto de una diatriba acalorada o no, puesto que ello no depende de ti, sino de las personas que opinan a partir de dichos temas. Yo me excuso -ante ti, ante las otras personas que suelen colaborar en este blog (incluido Antonio, por supuesto) y ante todos tus lectores-, en todo lo que pueda afectar a mis manifestaciones, que únicamente pretendían expresar una manera de pensar, en cierto modo diametralmente opuesta a lo expresado en este blog, tanto por parte de su "director" como de aquellos que vierten sus palabras en él. Sí es verdad que incluí unas palabras, que son aquellas que Antonio mencionó en su última intervención en el anterior artículo, que reflejaban un estado de enfado expresado muy visceralmente por mi parte; incluso lo hice con maneras maleducadas. Lo reconozco -sería necio no hacerlo porque lo evidente no requiere mayor demostración-. Ello no quita para que considere que el resto de mis consideraciones fueran duras, pero dentro de un grado de corrección adecuado, y no merecieran -en mi opinión- una serie de calificativos -unos explícitos y otros, creo yo, implícitos- fuera de lugar, ante los cuales me sentí impelido a reaccionar y contestar. Ahí queda el rastro de todas nuestras manifestaciones, para que cada cual saque las conclusiones que considere pertinente, si tuviera algún interés en ello.
    De todos modos, no hay que sacar las cosas de quicio, Javier. En dos años, como bien dices, es la primera vez que ocurre una cosa así, y creo yo que -en fin, el ser humano no es perfecto...- tampoco es para tanto.
    Insisto en que seguiré atentamente tu blog, interviniendo cuando considere oportuno y tú me lo permitas.

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  4. Pues yo seguí la polémica y, la verdad, no vi tanta acritud como algunos han visto ni me pareció que, en el fondo, hubiera una discrepancia radical, puesto que todo el mundo pone por delante sus convicciones democráticas, su convicción de que el diálogo es la piedra de toque de ellas y la necesidad de recurrir a la palabra, por enérgicas que sean, para defender las propias posiciones, legítimas y respetables. Claro que yo no soy la persona adecuada para dar lecciones de urbanidad, teniendo en cuenta el libelo que estoy publicando, pero lo considero un ejercicio literario que me exime de guardar las formas que un debate público exige y cuyas normas, el respeto a las personas y la falta de respeto hacia las ideas, si son contrarias a las nuestras,acato de buen grado. Ya lo decía Machado: "No todas las canas son venerables..." Pues eso.
    Insisto, no me he sentido incómodo en ningún momento y me ha parecido que debates de esta naturaleza, latinismos incluidos, enriquecen.
    Un afectuoso saludo a los contendientes reconciliados.

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  5. Pues sí que lamento no haber participado en la trifulca, con lo que a mí me gusta, jajaja, pero tiene arreglo. Con todo respeto os diré que me parece mentira que pueda considerarse a la discusión anterior un agrio enfrentamiento.
    Considero más que legítimo que el administrador de un blog encauce la información que en éste se muestra para apoyar o defender las ideas que le parezcan justas. Así que desde ya expresaré que en nada puede molestarme si el amigo Javier decide borrar este comentario; mientras lo borra o no lo borra, sacaré los pies del plato.
    Amargo enfrentamiento, pero verdaderamente amargo, es el que sufrimos a diario todos los ciudadanos de este país, aherrojados por los que se llaman nuestros servidores, pero que realmente sirven a la oligarquía que nos gobierna.
    ¿Cómo me puede representar a mí un señor que no conozco, al que no puedo saludar en la calle, con el que si pretendiera conversar sus escoltas me lo impedirían?. Encima este señor, si me representara, tampoco puede votar en el parlamento lo que estime yo deseo que vote, sino que está obligado a votar lo que le manden. "¡Amos, anda!"
    La realidad de nuestra "democracia" es que en la cumbre de nuestra gobernación están unos pocos "señores", dueños de las multinacionales que verdaderamente dirigen el mundo. En cada país son necesarios los servidores suyos más inmediatos, los como capataces que manejan la zanahoria y el látigo; su misión es moderar los impulsos de los pueblos, estimulando aquí y reprimiendo allá de modo que la inmensa masa de esclavos produzca y consuma; si es posible creyéndose libre de hacerlo y libre de elegirlos. Si estos capataces ostentan privilegios, no es porque los pueblos se los den o se los quiten, sino porque a los amos les conviene retribuir a sus más cercanos colaboradores. Y así la pirámide se va ensanchando desde arriba y cada escala de colaboración recibe su correspondiente beneficio, hasta llegar al puramente siervo, que solamente puede disfrutar de pan y circo.
    Así que, enfangados en esta tragedia, comprenderéis que los contendientes "agrios" a mí me parezcan personas exquisitas.
    Un abrazo a todos, a los buenos y a los revoltosos.

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  6. Siendo imposible contentar a todos, ni siquiera a tantos, porque siempre que alguien diga , alguien responderá no, puede ser más recomendable un ejercicio de introspección, en esa eterna búsqueda en la que estamos.

    Gracias a todos, amigos míos, por dar vuestra opinión.

    Un abrazo.

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  7. Amigo Animal de Fondo,

    En primer lugar quiero congratularme de que todos los contendientes hayamos establecido lo que Séneca llamaría la tranquilidad del alma, de que hayamos esclarecido algunas ideas, y de que, finalmente, podamos todos utilizar el tratamiento de amigo, pues yo, en estos momentos, tanto al Profesor Javier, como al Sr. Requejo, y a Vd. mismo, Sr. Animal de Fondo, los considero amigos de verdad, aunque, como es lógico, cada uno tengamos en la cabeza, oen  la olla, como la llaman nuestros jóvenes de ahora, ideas que pueden ser discrepantes, o diferentes.

    Este espacio se ha convertido en una especie de Restaurante de Lujo, en el que hay varios tipos de manjares: cada uno aporta el suyo. No voy ahora a detenerme en loar las exquisiteces de cada uno, incluido el mío propio, para no entrar en nuevas polémicas, pero sí me va a permitir Vd., Sr. Animal de Fondo, que opine algo sobre Vd., porque ya nos conocemos bastante, porque nos vamos encontrando en diferentes lugares, en su propio foro, el de Vd., Sr. Animal de Fondo, en el mío propio algunas veces, y en esta mansión de lujo, que es el foro del Profesor Don Javier García de Castro.

    Es Vd., Sr. Animal de Fondo, un hombre con gran sentido del humor y de la ironía, con gran capacidad de diálogo, con enorme vitalidad, porque ha demostrado ser capaz de decir lo que desea, aún a sabiendas de que algunas de sus opiniones no son compartidas por otros, pero tiene Vd. la habilidad de hacerlo de una forma tan exquisita que provoca, por lo menos en mí, una buena sonrisa, y un hartón de risa. Es precisamente eso lo que me ha pasado al leer su último comentario: no estoy del todo de acuerdo con lo que dice, pero me encanta oírlo, o leerlo. Es ésa una de sus grandes virtudes.

    Deseemos todos que el Profesor siga deleitándonos con sus estupendas parrafadas, para que podamos todos pasarnos unos ratos bien divertidos y harto enriquecedores.

    Les envío a todos, amigos míos de verdad, un respetuoso saludo, y un gran abrazo,

    Antonio Martín Ortiz

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  8. Querido amigo Antonio, muchas gracias por expresar y sobre todo por sentir esa visión tan positiva; es verdad que tengo un tal vez excesivo sentido del humor, del que se suele llamar negro.
    Pero alude usted a una cuestión que pudo ser relevante en mi vida si la hubiera resuelto de otro modo; así que, con la esperanza de que pudiera servirle a algún adolescente -como yo fui y me empeño en seguir siendo- que ronde por este blog, me apetece contarla.
    Recién pasada la pubertad comencé a advertir que mi análisis de la realidad no coincidía con el de la mayoría de mis compañeros. Esta contradicción, en un muchacho que, por serlo, no las tiene todas consigo, hace que surjan dudas sobre la propia capacidad de inducir. Aficionado a la lectura, el contemplar que mi tara se reproducía a lo largo de los siglos en otros seres, me consoló y curó de raíz cualquier inseguridad que la discrepancia con mis contemporáneos pudiera ocasionarme. Leí una vez: "Si no es este tu siglo, todos los otros lo serán". No concordaba con los vecinos de mi edificio; ¡qué le vamos a hacer!, me dije. He tenido por amigos a Epicteto y Marco Aurelio; por eso guardo un gran amor a los que han sido mis verdaderos compañeros de la vida: unos pocos vivos, a los que he querido con pasión; muchos muertos, por los que siento no menos afecto y agradecimiento. Cada uno tiene que encontrar una sociedad que le respalde y le permita vivir.
    Y con respecto a usted, querido Antonio, creo saber que sobran las palabras; desde el primer instante nos comprendimos y nos pusimos al mismo lado. Ese lado que tan bien explicaba San Julio Cortázar, llamándolo "el lado de acá". En la vida real, como en el socialismo real, importa más este lado que las opiniones.
    Y al amigo Javier tengo que decirle que no me tome en cuenta el que diga no, porque eso no quita nada ni al respeto que le debo ni a lo que verdaderamente disfruto con sus opiniones, que en su mayoría comparto. Ya he dicho que pretendo ser un eterno adolescente, pero mentí. Pretendo ser un eterno niño. No me olvido, y la anécdota es real, de que un día de mi plena infancia me prometí a mí mismo: nunca seré como esos señores adultos que se consideran tan importantes. Así que, Javier, disculpa; lo que me importa es que sepas el interés y el agrado con que te leo.
    Un abrazo a todos. ¡Gracias por esa sonrisa!

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...