viernes, 27 de enero de 2012

Difunta


¿Cómo estás? Es difícil responder a eso. La persona por la que preguntas nos ha dejado. Con tanto ruido, o ha abandonado el planeta o se ha emboscado en algún monte en busca de un buen nogal.

Ella es más de nueces…

Aunque a juzgar por su fastidio ya debe de estar próxima a la estrella más lejana, si sois amigo tal vez consigáis verla en sueños.

Lo último que dijo fue: «Tarde, ya es tarde para todo. La estupidez pesa más que el mundo. Los dioses, ¿no esperarán que cargue con eso? Me voy para no tener que perder el sentido del humor. Sin encontrar placer en ofender, ¿qué deber me obligaría a aguantar? ¡Poca lumbre tendrán estos locos de atar si, para ganar amor, con odio se han de alimentar! Con peor suerte que mi destierro pagaréis la vuestra: el llanto».

Y. M. S.

4 comentarios:

  1. La entrada corta el aliento y, al menos a mí, me deja sin palabras, perplejo ante la certidumbre de la muerte. Estoyu convencido de que resistiré mejor la mía que la de mis queridos. Un nogal es buen espacio para el descanso, desde luego.

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    1. Mors certa, ubi eras?, preguntó el suicida que no fue. Semejante trance es la singladura del desierto, la prueba última donde afrontar el arrojo, la presencia y la vivencia de lo inminente, que pocos saben mensurar.

      Y, como dice mi esposa en este su pensamiento, es más la apariencia que la realidad, mucho más lo efímero que lo trascendental, y, por supuesto, infinitamente inabarcable el plácido sentimiento de tranquilidad... con unas gotas de desdén, también.

      Un abrazo.

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  2. Amigo mío, Profesor Don Javier,

    Enigmático texto el que nos presenta Vd. esta vez. No acabo de comprender todo el contexto. De todas formas, me parece a mí que el prever la propia muerte, e incluso desearla, antes que seguir viviendo entre la ignominia y la basura, es un acto heroico y digno de tener en cuenta.

    Quizá sea la muerte el acto más natural y más previsto de todos los que pasan por nuestra vida: al menos, ante la muerte, todos somos iguales, pero iguales de verdad.

    Desde luego que, cuando la náusea sartriana se ha apoderado de alguien, no quede otra salida que ir a la espera del fin.

    Sigo sin comprender del todo. Trátese de quien se trate, Requiescat in pace.

    Le envío un abrazo.

    Antonio

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    1. Amigo mío, acabo de ver su comentario en esta entrada, cuando ya creía que estaba cerrada. Disculpe, pues, mi demora en contestarle.

      Tengo que decirle que todo el mérito del texto es, en esta ocasión (bueno, y también en las demás, porque es la musa que sopla en mi oído), de mi querida esposa Yolanda, cuya inteligencia, estilo y buen gusto sobrepasan de largo los que este escribidor pudiera tener. Por tanto, el sentido último y real del texto sólo ella lo comprende, pero no atiende a mis requerimientos para que intervenga en los comentarios, de modo que me conformo con que me preste de vez en cuando algún poema o pensamiento, que oportunamente firmo como suyos. Aun así, querido amigo, y aunque la mente de las mujeres es más intrincable que las nuestras, me atreveré a decirle que quien escribe tiende a hacerlo siempre en primera persona. Y, como en el viejo concurso Un, dos, tres..., hasta aquí puedo leer.

      Le agradezco muchísimo el esfuerzo que se ha tomado para intentar comprender el texto y comentarlo, al igual que a mi amigo Poz, pues no resulta en absoluto fácil hacerlo cuando se trata de poesía prosificada, al menos no lo es para mí, y dicen los poetas que un poema no puede, ni debe, ser explicado...

      Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...