miércoles, 18 de abril de 2012

La ocasión


Cuando se carece de principios, o estos no tienen principio ni fin, o sea, que son infinitos y no tienden a nada, y cuando hacemos de la capa un sayo, suceden, como hoy, episodios del más genuino sabor hispánico. Ver al Rey con cara de niño arrepentido mirando a ninguna parte y diciendo: Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir, me ha resultado tan patético como indigno.

En lugar de esta patochada escénica, mejor habría hecho el Rey en callar y reservarse para palacio, donde, en convenientemente convocada rueda de prensa, debería haberse manifestado de esta guisa, pongo por caso:

Hoy, tras haberme enfangado hasta las trancas, debo pedir perdón, y se lo pido, a todos los españoles que en tan alta e inmerecida estima me tenían y que arrostran un sinfín de penurias y sacrificios. Desconocedor de mis privilegios, me excedí en ellos. Por lo tanto, desde este mismo momento renuncio a la Corona de España y abdico en la persona del Príncipe de Asturias, mi hijo y heredero. Y pido perdón también a todos los elefantes…

Así, con resolución y también con dignidad, mirando fijamente a la cámara como cuando aquel inolvidable 23F…

De los excesos borbónicos pocas veces tiene el ciudadano noticia, que ya se encargan las brigadas de la basura de recoger la mierda y borrar los rastros. Son actitudes comprensibles en tanto individuos, pero reprobables por su posición en la más alta institución del Estado, tan alta que El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia…, como reza el artículo 56.1 CE, donde dice, además, en el párrafo 3, que La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sin embargo, y sin rascar mucho, la propia Constitución en su artículo 64.1 nos da la respuesta al bochornoso episodio real: Los actos del Rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno y, en su caso, por los Ministros competentes. Además, el 64.2 depura responsabilidades: De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden. Pero, como no podía ser de otra manera, don Mariano estaba a por uvas. Buen gallego, es antes flemático que flamante, y todo sin dejar de ser Presidente. ¿Alguien le ha exigido responsabilidades por esta real metedura, siéndonos indiferente ahora si el Rey se fue de caza con su permiso o sin él?

País de españoles… 

12 comentarios:

  1. Y yo, Don Javier, que me creía que la Edad Media era ya Historia. Pues resulta que no.

    ¿Para qué tenemos que creer en Dios, si ya tenemos Reyes en los que, por la Constitución que nosotros mismos (ellos) hemos votado, tenemos que creer?

    Buenos noches, Don Javier.

    Antonio

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    1. Debemos creer, querido amigo Antonio, so pena del castigo eterno, ya sabe, en este mundo y en los otros...

      Un abrazo.

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  2. Hemos coincidido en el tema de hoy, aunque con enfoques bien diferentes. Está bien ese juego de perspectivas. Un abrazo.

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    1. Sí, Joselu, es estupenda la conjunción. Recuerdo ahora uno de nuestros primeros encuentros, también a propósito de la coincidencia de entradas respecto a ciertos Mundos paralelos.

      Un abrazo.

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  3. Sabes lo malo de todo esto Javier.Es que sin darnos cuenta y no tienes que alejarte mucho solamente ir al blog de Joselu.Ya estamos formando un piquete los unos contra los otros....

    Somos poco unidos y muy fanfarrones : no quiero perder el respeto...pero esta es la tríste realidad.Tenemos los que nos buscamos.

    Totalmente de acuerdo el Rey tenía que haber convocado una rueda de prensa y disculparse de otra manera.Pero el otro día fué visto y no visto, en el telediario de la noche me parece que el jefe de protocolo o no se quién ya sabía esto de la cacería...claro que sí!

    Un abrazo

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    1. Nadie está contra nadie, Bertha. Solamente se trata de ejercicios literarios de muy libre interpretación. Y de contradicción, también, porque, estando esencialmente de acuerdo consigo mismo, este escribidor a veces se flagela reinterpretando lo escrito y lo pensado, y lo dicho y lo negado. Paradójico asunto, pero presente.

      No veas, por tanto, enfrentamiento en el sano ejercicio de la escritura, antes puentes y lazos de entendimiento, que si de la escritura no se pasara, muchos conflictos se ahorrarían los hombres aficionados a las puñadas. Claro que, para eso, habría que suponer a todos los hombres la capacidad de leer y entender lo leído... En fin, que algo fanfarrones sí somos, por lo menos el que suscribe, y sin duda (aunque la duda sea el lema de este blog), nos lo merecemos.

      Un abrazo.

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  4. Quiero ver sentados en el banquillo de los acusados a todos los corruptos, a todos los estafadores, a los banqueros responsables de tanto desagüisado, quiero transparencia en las cuentas del Estado -en todas las cuentas- y cuanto más alto sea el rango más transparencia, quiero que la altura del banquillo sea la misma para todos, quiero jueces imparciales que no se amedrenten y que no sigan consigna política alguna, no me basta con que se pida perdón, quiero que se pasen cuentas, me interesan más las matemáticas que las palabras.
    salud

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    1. ¡Ah, Francesc, si sólo se tratara de matemáticas...! Guardo algunas odas frustradas a tan egregia disciplina en este baúl de recuerdos y cajón de sastre y también desastre. Pero no, es más que eso. Es cuestión de grandeza de espíritu, de amplitud sensitiva y de simple ejercicio de humildad, cualidades de las que no sólo los políticos y sus adláteres andan escasos, sino de las que nosotros, el pueblo, tampoco andamos sobrados, a tenor de lo visto, oído y leído día tras día... Si al menos alguien supiera qué hay que hacer y cómo, porque lo que este escribidor anda maquinando no creo que le sirva a nadie de solución, si acaso de bálsamo...

      Un abrazo.

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  5. Coincido contigo en lo patético que resultó ver a un jubilado pedir perdón como un chiquillo al que han pillado casi con la escopeta en la masa... Sentí enorme vergüenza ajena y me confirmé en la intuición ancestral: este hombre es más corto que la falangeta del meñique. Lo propio, si hubiera tenido "visión de la jugada" era tomar una decisión sensata y realista: abdicar y olvidarse de lo que no puede cumplir: estar al servicio del Estado en uerpo y alma todos los días del año. Llegado el momento, los reyes han de saber dimitir también, como ministros o presidentes, aunque aquí en España sean, lso que lo hacen, raras avis, de quienes todo el mundo hace befa y escarnio.

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    1. No compartiendo ni ideales reales ni republicanos -ni, por qué no decirlo si estoy en mi casa- ningún otro ideal de urdimbre humana o divina, incluyendo los que un día quizá pude tener, no puedo dejar de esbozar pálida y tenue sonrisa al contemplar, desde atalaya tan inmensa como es el enajenamiento propio, cuanto acontece a mis alrededores, que los tengo diversos y dispares, y en mucha mayor medida que la orteguiana circunstancia.

      Tan sorprendente como humana reacción, si proviene de la propia cabeza del Rey es efectivamente ñoña e insensata, que mejor habría hecho, cual presidente gallego cualquiera, saliendo por puerta trasera; y si fueron sus asesores los que la idearon, imagino que serían los mismos que le aconsejaron -o no le desaconsejaron- regalarse unos elefantazos en tierra enemiga.

      Como quiera que fuere, o fuese, estamos como antes: como antes del real traspiés; como antes de los fatídicos cien días de gloria popular; como antes del zapatazo socialista; como antes de todas las elecciones; como antes de la caída del Imperio Romano... como siempre, vamos.

      Un abrazo.

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    2. Javier: He visto a vuestro rey en ese trance y efectivamente daba verguenza ajena.Pero no menos verguenza producen los presidentes o primeros ministros que mienten descaradamente a sus representados cotidianamente...dicen y se des-dicen a los pocos días. La palabra, para ellos: un mero medio para decir NADA. Estamos como siempre, vamos!
      Un abrazo

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    3. En efecto, Ana, puede que su comportamiento sea tan reprobable como el de tantos políticos, pero él debería estar muy por encima de ellos, pues es el Jefe de nuestro Estado desde hace casi cuarenta años al frente de una institución, la Corona, que aglutinó el consenso necesario para afrontar la transición con garantías, y, por lo menos hasta hace unos días, gozaba de un respeto casi unánime. Como hombre puede equivocarse; como Rey no debe. Es verdad, también, que ha tenido el coraje para airear la vergüenza personal públicamente pidiendo perdón -lo que no comparto en la forma, como expongo en la entrada-, cosa que en España no hace ningún político, y en esto deberían imitarlo muchos... Reyes y hombres tenemos que no nos merecemos, ¿o sí?

      Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...