martes, 1 de mayo de 2012

Extinción


Cansado de mi vulgar existencia, subí un día al monte a morir. Me acosté contra una gran encina y cerré los ojos. Llegó el sueño, pero la muerte no. Me incorporé al despertar, sorprendido por contarme aún entre los vivos. Perplejo, caminé por el encinar, suspirando cansadamente… Me encontré con el hermano Marrano, que devoraba bellotas con fruición.

–¿Quieres comer? –me preguntó.
–Gracias, pero he venido a morir…
–¿A morir, dices? ¿Y para eso tanto camino? ¿De dónde vienes?
–De la ciudad inhóspita, de entre hombres crueles como yo… ¿Y tú, por qué comes con tanta ansia? ¿Es que no sabes que quienes son iguales a mí están esperando a que alcances el peso deseado para sacrificarte y devorarte?
–¿Y qué puede importarme eso? Si como engordaré y me matarán… pero si no como moriré igualmente, y además antes y menos satisfecho. Comeré, entonces, y después moriré… soy un marrano.

Dejé al hermano Marrano atrás y subí a un aprisco poco pronunciado. Estaba hambriento, pero, como quería morir, no tenía sentido alimentarme. Me senté sobre una piedra y contemplé el valle a lo lejos. Al poco un halcón vino a posarse cerca de donde estaba, pues tenía allí su nido.

–¿Qué haces aquí, Hombre? ¿Quizá pretendes robarme mi polluelo?
–No hermano Halcón, sólo he venido a morir, no a robar ni a comer…
–Entonces puedes quedarte… ¿Por qué quieres morir?
–En mi vida ya no tengo objetivo, estoy frustrado y triste, y nadie tengo a quien calentar el lecho… añoro un tiempo que no retornará, un tiempo que quizá sólo existió en mi imaginación, pero que ahora ni siquiera puedo evocar… He perdido el vigor y la esperanza en todo. Así, pues, ¿qué me queda, sino morir con dignidad?
–Tienes razón, Hombre. Es mejor que mueras a que arrastres una vida inane, pero te advierto: no hay dignidad en la muerte. ¿Si acaso un cazador me atraviesa con su flecha, y me causa horrible sufrimiento y agonía, y me atrapa  y revuelve la saeta en mis entrañas, moriré dignamente? Si por el contrario, alcanzo el fin de mi vida y la vejez termina con ella, ¿será quizá más digna mi muerte? Sólo existe dignidad en la vida, no en la muerte.

Remontó el vuelo el hermano Halcón, y bajé de las rocas y alcancé un arroyo donde sacié mi sed. Había ido allí a morir y no quise comer, pero bebí para mitigar la aspereza de mi garganta y lo abrupto de mis fauces. ¿Era eso un síntoma de muerte? Cayó la noche sobre el monte, y me acosté otra vez para morir. Mas amaneció un nuevo día y la muerte no llegó. Muerte, ¿por qué no vienes, si eres tan dulce compañera, si colmas a niños y ancianos, si te llevas a los desesperados, a los suicidas, a los infelices y enfermos? Yo me ofrezco, ven… Pero seguí vivo, caminando y cansando mi cuerpo en el camino. Desfallecido, me senté junto al arroyo, donde la hermana Abeja, junto a miles de sus hermanas, tenía su panal.

–¿Quieres miel, Hombre? –me ofreció, voluntariosa.
–¿No sabes que vine ayer a morir aquí, lejos de la ciudad inicua? ¿Por qué me ofreces alimento, entonces?
–Mientras llega o no llega la muerte debes comer, o de lo contrario estarás tan débil que pasará de largo sobre ti sin prestarte atención, porque, debes saber, la muerte es la que elige, y no al revés…
–No te creo. Me engañas. ¿Cómo podría la muerte elegirme cuando soy yo quien la busca, y no tengo modo de encontrarla?
–Ella te encontrará, cuando sea el momento.
–No. No. Soy un hombre, y a nosotros nos es dado poderla encontrar cuando es nuestro deseo y voluntad. Vosotros, hermanos del monte, del bosque y del valle, sólo podéis morir cuando os toca, porque es vuestra naturaleza, pero nosotros podemos decidir cómo y cuándo…
–¿Acaso los hombres no tenéis, también, naturaleza?
–Pero la nuestra es distinta, mejor, tenemos voluntad propia y capacidad de decisión, no estamos sometidos a las leyes del monte… Tú, por ejemplo, te afanas en fabricar miel que luego un hombre recolectará y tendrás que volver a fabricar más. ¿Ves como estás sometida?
–Si no hiciera lo que hago no sería una abeja, sería otro animal, pero también debería hacer algo, porque sería mi naturaleza. En cambio, tú, que te dices hombre, y crees estar por encima de tu naturaleza, no haces nada. Vagas por el monte buscando la muerte como si fueras digno de ella… Márchate a casa y vive. Algo encontrarás…

La hermana Abeja parecía muy segura de sí, muy categórica. Entró en mí la duda, y se quedó. Anocheció y me acurruqué entre unas hojas secas a modo de lecho, procurando guarecerme del relente nocturno. Y no morí. Llegó el día, y sintiendo hambre, busqué al hermano Marrano para que me diera bellotas.

–¿No eras tú el que quería morir, Hombre? ¿Qué te hizo cambiar de opinión? Ayer la muerte y hoy la vida, qué triste veleidad… Sigue tu camino, que no tengo nada para ti…

Desazonado, trepé por las rocas para buscar el nido del hermano Halcón y apoderarme de su polluelo, pero al llegar el nido estaba vacío, y el halcón revoloteó sobre mí intentando clavarme su férreo pico.

–¡Vete, Hombre, ladrón!

Bajé al arroyo, adonde llegué exhausto, y caí en el borde del agua, bebiendo ávidamente. Sin fuerzas para evitarlo, noté que mi cabeza se hundía en el cauce muy despacio, y el agua penetraba por mi entreabierta boca, por mi nariz, por mis oídos, mojaba mis ojos, que veían a la hermana Abeja tratando de libarme su miel en la anegada boca. Resonaba en mi cabeza su sentencia: la muerte es la que elige…

8 comentarios:

  1. Enigmático relato a modo de apólogo o fábula cuyo alcance o significación desconozco para la intención del autor. La pulsión de muerte fue teorizada por Freud y los psicoanalistas como una tendencia de vuelta al útero materno donde no existía el tiempo ni la angustia. Nacemos para morir, eso es exacto. Yo doy vida a mis hijas sabiendo que algún día morirán, que con mi acto les conduzco a la muerte cierta. ¡Qué extraña es la vida! Y sin embargo, apostamos por ella con curiosidad, sabiendo que todos somos ridículos a pesar de que nos creamos solemnes y trascendentales. Hasta incluso la tristeza es ridícula si la consideramos objetivamente. No hay nada épico ni nada reseñable en el hecho de que vamos a morir. Pasa continuamente. Todos los días mueren centenares de miles de personas y el mundo no se conmueve. Las esquelas son todo un género narrativo que de hecho es bastante aburrido. Estoy por fundar una empresa diseñadora de esquelas, creo que en el fondo me gustaría. ESQUELAS IMAGINATIVAS S.A.

    ¿Te apuntas?

    Un abrazo.

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    1. Me apunto, Joselu, me apunto. Y, ya puestos, habría que ampliar el negocio hacia las pompas fúnebres... me pido maquillador de difuntos.
      El cuento carece de significado, mucho menos tiene alcance ninguno, porque no hay ninguna intención en este escribidor al redactarlo, o quizá sí, pero eso queda para el sillón del psicoanalista, si es que alguno se ve capaz de sacar algo en claro del magma turbulento que merodea por ambos mis hemisferios. En todo caso, no merecería la pena el esfuerzo...

      No hay nada, Joselu, sólo sensaciones, emociones, desgarros del vientre y vómito verborréico de escasa fortuna y ningún arte, engendros que vieron la luz cuando, en realidad, deberían haber permanecido en tinieblas para siempre, olvidados en un rincón de mi memoria al que no se pueda llegar...

      Un abrazo.

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    2. Te parecerá extraño pero los cursos de tanatopraxia así como el de maquillaje de difuntos son extremadamente solicitados. No es fácil acceder a ellos y son caros. Y no es sencillo encontrar un empleo en este sector al que la crisis no ha afectado en absoluto. Es un alivio considerar que algún área laboral y profesional no está en quiebra económica. En La Vanguardia hay un enlace sobre el tema. Te lo dejo por si te interesa el sector EL SECTOR FUNERARIO CRECE.

      Un abrazo.

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  2. Me pareció bello tu relato Javier.
    Los seres humanos somos animales extraños. He pasado los últimos 30 años de mi vida dedicándome a conducta humana, es apasionante todo lo que he visto y escuchado.
    Es interesante ver como mucha gente se preocupa tanto por lo que le sucederá a su cuerpo después de su muerte...

    Te envío un abrazo.

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    1. Si la muerte fuera el final no habría de qué preocuparse... Pero para los creyentes, o por lo menos para gran parte de ellos, la vida tras la muerte es tan real como la que ahora disfrutan, o más. De ahí, supongo, esa preocupación por el envoltorio con el que deberán presentarse cuando les toque. En fin, que cada uno se entretenga con lo que pueda y quiera, que tan lícito es creer como descreer, aunque no lo sea tanto hacer dejación del uso de la razón...

      Un abrazo.

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  3. Nos comemos al cerdo en chuletas y freímos al pollo en la sartén para conseguir fuerzas y seguir caminando en una existencia donde pisamos a los escarabajos y a las hormigas o fastidiamos el sistema respiratorio de un mosquito con un spray del Mercadota o de Carrefour, comprado a gusto del consumidor con el dinero conseguido en la monótona trayectoria laboral que desgaja la vida de muchos. Más tarde, merendamos las manzanas robadas al manzano y sesteamos en estas cuevas sofisticadas. ¿Y después? Después decimos que somos libres y nos reímos del resto de la jungla mientras la división celular va jugando con nuestros telómeros y nos desgasta a cada instante, haciéndonos conscientes de una muerte cuya dueña juega a su antojo. Todo responde a unos patrones, a un esquema animal generalizado, pero no vamos a aceptar que éste no es el sistema evolucionado que promete y garantiza nuestro desarrollo humano y que no es más que el método repipi y rebuscado de subsistir en una selva donde la muerte se lleva a quien le da la gana y cuando le da la gana.

    Saludos y despidos.

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    1. Y, ¿dónde queda, entonces, nuestro libre albedrío, ese que venden en catecismos para monos de feria? Si acaso alguna vez lo tuvimos, o nos tuvo, que mejor dicho estaría, se difumina con cada bocanada de aire que anhelamos, que necesitamos para sobrevivir un poco más, incluso a nosotros mismos... Somos yerro, y muerte, que la sembramos por doquier sin sentido ni razón alguna; y somos circunflejos, y moles y tancredos sonrientes que caen y caen; y somos ambición y devastación, y mierda antes que barro..., pero, a fin de cuentas, somos, y esa desgracia es lo único que tiene valor para la mayoría, desconocedores de su propia condición inane, servil y lamentablemente vacía.

      Un abrazo.

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    2. “Cada proteína es un ser humano y está formado por aminoácidos, que son sus instintos más incontrolables. Después de esto, nuestras humanas proteínas son vertidas de los ribosomas (la vulgar sociedad esquizofrénica) al retículo endoplasmático rugoso que es el colegio. Allí se relacionan las unas con las otras, y cuando quieren darse cuenta ya están liándose entre ellas mismas para formar familias que sigan con el patrón establecido. A veces se ve a familias enteras unidas, con sus secuencias procedentes de varias especies, con sus funciones similares y con su mismo origen evolutivo, pero ellas no aceptan ninguna dependencia genética y se creen libres, incluso aunque sean esclavas de bases nitrogenadas que les obligan a ser lo que son. Veréis, cuando las proteínas salen del retículo endoplasmático rugoso con su cúmulo de oligosacáridos (mochilas llenas de “conocimiento”), ellas creen que van a poder ir a cualquier parte: ir a un cilio, a un flagelo, ser un receptor de membrana… ¡es mentira!, ¡es todo mentira!, no hay posibilidad de renunciar al destino.”

      Es un párrafo de uno de los relatos más infumables que he escrito a lo largo de mi vida: la comparación de la sociedad con la biosíntesis de proteínas. Pero, en cierto modo el determinismo de ese proceso biológico me pareció que rozaba un símil con la naturaleza del trayecto de la humanidad, sigue pareciéndomelo. ¿Libre albedrío? ¿Qué es eso?

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...