jueves, 17 de mayo de 2012

Hormigas codiciosas


Parece ser que el hombre, al fin y al cabo, no deja de ser un animal, uno más y no precisamente el mejor. Hay tantas cosas ancestrales en nosotros, que a duras penas hemos logrado prosperar como seres superiores, no así como especie compacta apta para colonizar cualquier espacio.

Que hay animales con muy mala prensa que son dañinos en esencia, al margen de su naturaleza, es sabido por todos: las ratas que destruyen las instalaciones eléctricas royendo los cables; los lobos que matan ovejas por placer, arruinando a los ganaderos; el zorro que provoca una carnicería en el gallinero para cobrar una sola pieza (si las gallinas se estuvieran calladitas…); las termitas que intencionadamente socavan verdaderas obras arquitectónicas de madera; los topillos que se dedican al apareamiento compulsivo con el único propósito de infestar los campos; los conejos que se olvidan de sus enfermedades correspondientes para hacer otro tanto…; en fin, todo eso que todos saben.

Pero, ¿y el hombre? Ese mamífero bípedestacionado sobre el mundo todo… ¿es nocivo para la salud? Para la suya, quiero decir. Aunque así sea, parece mucho más pernicioso para la estabilidad y buena marcha del resto del planeta, pero eso es motivo de otra historia que ya contaré. Ahora me interesa la cosa humana en su faceta más prosaica, en su vertiente puramente materialista de la que resulta dificilísimo separarse. Hablo del hombre en política. No del político, que es cosa digna como decían nuestros clásicos, sino del individuo que ejerce la política con mucho ánimo de lucro, sin emoción, con poca o ninguna imaginación y, además, extemporáneamente.

¿Hay políticos profesionales? Entiendo que estos serían así como gestores de la cosa pública, personas especializadas en el alto entramado que el aparejo del Estado despliega para ejercer sus funciones de gobierno, control, reparto y reprensión. Pero estos individuos no parecen estar disponibles para el cargo, antes lo rehuyen, sabedores de la doble trampa que les aguarda. Y no me refiero a los tecnócratas, esa casta que parece nueva sólo porque suena mucho ahora como tabla de salvación, pero que es tan antigua como el mundo. No. Hablamos de políticos al uso, más o menos diletantes, pues desgraciadamente parecemos condenados a cargar con ellos como si de parásitos se tratara.

Los políticos, al menos estos que tenemos, más parecen rebaño advenedizo que lisonjea al pastor para tratar de engañarlo, si los referimos al poder supranacional omnipresente que nos gobierna, o, por el contrario, al hablar de ellos como nuestros representantes, pastores inexpertos que no sólo no saben silbar ni tirar piedras eficaces a sus perros sino ni tan siquiera encontrar corral a resguardo cuando hay tormenta. No acuden a la llamada electoral ávidos de sufrimiento y dispuestos a darlo todo por sus vecinos, ciudadanos del país; antes al contrario, llegan para cogerlo todo y todo tergiversarlo y enredarlo, y hablan de miles de millones como usted y yo hablamos de cientos de euros, pero con una diferencia: lo que nosotros manejamos es dinero real, indispensable para comer cada día, mientras que lo de ellos es pura especulación enteléquica, porque ese dinero no existe. Si a cualquier ciudadano se le acaba el paro deberá mendigar entre familiares y amigos las migajas que tengan a bien darle para sobrevivir, mas eso no le salvará, en el peor de los casos, del desahucio o incluso el suicidio. A estos políticos, aun en el caso de que se les termine el crédito electoral, les esperan doradas jubilaciones, mullidos asientos en consejos de administración, conferencias por medio mundo y un reconocimiento con el que nunca soñaron. ¿Cómo explicamos esto a quienes sufren el rigor de esta mal llamada crisis, a quienes se enfrentan a diario al frío, al hambre, al sonrojo y la pérdida de dignidad en tanto que los otros, los padres de la patria, sonríen ufanos en mil foros sabedores de que, aunque el país entero se suma en la miseria, ellos, que han tenido el encargo y la responsabilidad de arreglar las cosas pero lo han arruinado todo, seguirán gozando de crédito?

Nuestra cobardía nos corroe y atenaza la mano, que tiembla ante el golpe certero que debería ser dado. Los indignados parecen un grupo de personas sensatas que reclaman lo indispensable para los demás, pero quizá su indignación sea demasiado benevolente, quizá ha llegado el momento de volarlo todo antes de que estos políticos, los que hay y los que hubo y los que vengan, nos lo roben todo, como hormigas acaparadoras preparándose para un largo, largo invierno.

5 comentarios:

  1. Coincido plenamente contigo Javier, estos políticos que tenemos son, como tu dices, un rebaño advenedizo que solo procuran llenarse los bolsillos y prepararse un futuro de rentas vitalicias millonarias. Esto está llegando al límite, lo sabemos todos pero luego los más corruptos reciben la mayoría de los votos de la ciudadanía. Los indignados reclaman con demasiada benevolencia, es como si pasaran un algodón perfumado por encima de la desfachatez de los que mandan. Se van cumpliendo las previsiones del club Bildelberg: debilitamiento de la política, protestas muy controladas, privatizaciones masivas, fortalecimiento de las organizaciones supranacionales, concentraciones bancarias y de multinacionales... El pulso que mantienen los mercados con los estados lo están ganando los primeros.
    Tengo muy pocas esperanzas, lo veo todo muy negro y creo que dentro de poco habrá hambre real más que democracia real. Me pilla en la edad de la amargura pero sufro por nuestros hijos que las veran muy crudas.
    Salud amigo.
    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Ah, Francesc, es cosa realmente admirable que nuestros políticos, lejos de avergonzarse y pedir perdón y partir para el exilio en reconocimiento de su ineptitud y su servilismo financiero, se pavonean ante nosotros como si de auténticos salvadores -no sé si de la patria o de qué- se tratara, quizá conocedores del efecto hipnótico que sus reiteradas mentiras tienen sobre las crédulas, inanes y bizcas masas!

      Cuando todo va mal, miramos hacia donde nos encaminan nuestros anhelos, y justo allí, agazapado, habrá siempre un político esperando para ofrecer su mano salvadora a las pobres gentes desnortadas, seres que en su fragilidad y falta de conocimiento necesitan desesperadamente creer en algo, lo que sea, para depositar en ello su vida misma. Lo que no saben es que, de esta manera, sólo parecen prolongar su agonía a la espera del certero tajo que les arranque de la ilusión comprometida.

      Como decía en la entrada, prosperará la especie en abstracto, pero somos tan temerosos y previsibles que formamos un magma sustancioso al pairo de los vientos que azotan el mundo bajo nuestros pies. Habrá hambre, sin duda -aunque sólo sea un pobre eufemismo que cubre con su hipócrita veladura la realidad que muchos habitantes del planeta viven desde siempre-, y cuando escasee el alimento deberemos guardarnos de nuestro vecino, de nuestro amigo y de nosotros mismos, porque comer es la primera, y acaso única, necesidad y realidad del hombre, animal al cabo.

      Un abrazo.

      Eliminar
    2. Sí Javier, cuando escasee el alimento, deberemos estar atentos al movimiento del vecino que ahora esconde la daga debajo de su túnica elegante y cívica, guardarnos del vecino, de los falsos amigos, de los apañamundos...
      Salud
      Francesc Cornadó

      Eliminar
  2. Literariamente, Javier, "volarlo todo" es una expresión aceptable en tanto y cuanto expresa la desesperación objetiva de quien quiere un cambio radical o una destrucción total. Otra cosa es, espero que coincidas conmigo, la posibilidad de acción individual en el contexto social en que nos movemos y desde el condicionamiento de la vida persnal de cada cual (obligaciones, pareja, trabajo, hijos, compromisos, deudas, ¡dudas!, etc.). Me quedo con lo último, las dudas y, sobre todo, con la distancia enorme a que me veo de agentes sociales que en modo alguno me representan y mucho menos hablan por mí, por supuesto. ¿Que entonces sólo queda ahogarse en la desesperación? Puede. Hagámoslo, con todo, de la manera más artística posible, y con el mayor decoro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Qué puedo decirte, Juan, que no haya argumentado ya mil veces? ¿O quizá sólo lo pensé? Tengo por oficio la desesperación, y es la desesperanza mi compañera de fatigas. Tan es así, que a menudo creo que nunca fui otra cosa que ese pobre reflejo en el espejo que no alcanza a comprender lo que ve...

      Ignoro si será aceptable lo que digo, siquiera sea en términos literarios -que poca o ninguna literatura cabe en mí-, pero, coincidiendo contigo en la percepción de nuestra realidad individual (individuos somos al fin y al cabo, por más que nos arrebañemos para sobrevivir) y en la capacidad que podamos tener para modelar nuestro entorno más inmediato y cercano, el círculo familiar, sin duda, no descarto la opción de la vía activa, por otra parte igualmente socializadora, ya que de hacer partícipes a cuantos más mejor se trata.

      No obstante, dadas mis reticencias al apareamiento compulsivo con todo tipo de animales, prefiero la tarea socavadora solitaria de quien se conoce asocial en su esencia -sin ser, por supuesto, sociópata- y efímero en la distancia. Quizá a esto que digo le convendría más una actitud de tipo anarcoide que inevitablemente deriva y encuentra su fundamento en cierto nihilismo militante. Pero, como tampoco me satisfacen plenamente las consignas libertarias que deshojan margaritas, pues al final no sé.

      Me ahogaré, sin duda, y, lamento disentir, Juan, no veo en ello nada digno ni decoroso, que es cosa muy mala no poder respirar lo que quieras, y mucho menos ante un público ansioso. En todo caso, si de resistir se trata, resistiremos... hasta el final, como ocurre siempre. ¡Qué remedio!

      Un abrazo.

      Eliminar

Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...