martes, 5 de junio de 2012

¿Otro mundo es posible?


Aunque exangüe me declare al forzar la máxima que ondea en este cuaderno, es indudable que otro mundo es posible; de hecho, más que plausible o probable, es ya real, porque el futuro nos acaba de alcanzar. Se ha tomado su tiempo, pero al final, aprovechando los huecos de la aún no escrita teoría cuántica gravitacional, ha irrumpido con fuerza desde los eones de distancia adonde lo habíamos desterrado.

Lejos de las prácticas adivinatorias de nuestros laureados ancestros, de los que venimos aunque no por línea paterna, se hace hoy innecesario observar el vuelo de las aves o la preparación de fastuosas hecatombes para mejor decir el futuro: presentóse de improviso y nos alcanzó, degollando, de paso, a unos cuantos millones de incautos desprevenidos.

Como expiación por nuestros excesos y en desagravio de los dioses del neoliberalismo, con gran regocijo de la clase política corrupta y de los financieros facinerosos, debemos cargar con el grave peso de una deuda que jamás tuvimos –que ni fue nuestra ni nos complació más que una puta ladrona, que nos robó los cuartos una vez dormidos tras el gozo–, quien sabe si por toda la eternidad, cual Sísifo encarnado en sujeto obligado. Todo cuanto los hombres de la chistera ansiaban se ha hecho realidad, pues mareas empobrecidas de la chusma vil merodean por las calles mendigando el pan que otro día dilapidaban. Ya no habrá más Seguridad social –ni siquiera el auxilio social, graciosamente otorgado por la Sección Femenina a los míseros habitantes de las ciudades ganadas para la cruzada de la cristiandad franquista, porque ahora ya no quedan ciudades que liberar– ni Estado de Bienestar, ni estado alguno que no sea el que corresponde a la materia, a cualquier materia… Desmontado el sistema de protección social del que ha disfrutado Europa durante las últimas décadas, nadie queda en pie para hacer frente al omnívoro poder del gran marrano que nos devora.

Viviremos, pues, humillados, inclinada la cerviz siempre presta al descabello mortal que libere la dignidad. Viviremos como gusanos porque no supimos morir como hombres. Ni siquiera luchamos, ni siquiera lo intentamos. ¿Dónde están las barricadas? ¿Dónde los revolucionarios? Ante estas palabras vacías debería imponerse la lucha por la liberación, pero no encontré hombres dispuestos, no hay candidatos al sacrificio, no hay ya héroes en esta Íleon devastada. Nos mataron a todos… Solamente, como canto a la inmundicia de mi humana condición, este panfleto agitador de románticos ecos que llama a nadie a ningún lugar.

Va el hombre por el mundo con más crédito que fortuna, pero, para mi desgracia e infortunio, mis recuerdos apenas cubren ya el poco crédito que me queda. Sí. Decididamente. Otro mundo es, ya, posible…

8 comentarios:

  1. Está claro que otro mundo es posible y lo es en la medida que el ser humano aguanta hasta lo indecible.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Y lo que nos queda por soportar, Francesc, y lo que nos queda... Por lo menos mientras sobreviva el último de nosotros aferrado a su televisor de plasma...

      Un abrazo.

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  2. Quizás otras épocas permitían la liberación que suponían las utopías y la creencia en un mundo mejor, más libre, más puro, más generoso. La historia nos ha hecho viejos. Hemos hecho todas las revoluciones (allá cada uno con su revolución interior) y sabemos que no existen las ITACAS salvo como viaje. No hay expectativas. El ser humano es el que es. Ni la revolución francesas ni la revolución rusa ni la revolución industrial logró transformar su subtexto religioso. Somos así. No podemos rebelarnos porque no sabemos adónde queremos ir salvo a mantener nuestro bienestar. Hubo un tiempo en que se pedía pan, y también cultura. Hoy tenemos ambos, aunque la cultura es depreciada. Nunca ha habido más posibilidades de acceder a la cultura y a la vez nunca ha sido tan poco estimada. No podemos rebelarnos porque sabemos que el sistema capitalista que es una dictadura de bancos y políticos no tiene alternativa y porque representa la realidad del ser humano en estado puro. Quedan intentos individuales, actos de generosidad sin límites particulares, bondad a espuertas por parte de muchas personas… y también miseria, ambición, egoísmo. Todo lo que somos. Nos hemos quedado sin utopías cuando hemos constatado que muchas de estas utopías terminaron siendo infiernos. No hay salida salvo la individual, y tal vez la colectiva en pequeños grupos que quieran hacer algo mejor.

    Pero no es una perspectiva peor que la de cualquier otra época. Es siempre lo mismo. El ser humano reúne luces y sombras, ahora y en el neolítico.

    Queda eso: la condición humana, frágil e imperfecta.

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  3. Pues me parece que la clave la da Joselu al decir: No hay salida salvo la individual. Perdón Joselu, esa idea, imbuida en nuestras mentes, es precisamente la que hace imposible la salida. Las únicas salidas son las colectivas y es solamente con la fuerza de la multitud con la que puede uno oponerse a unos pocos. Llegará el día, tal vez lejano, en que la marea de esa multitud desborde. Llegará inevitablemente, porque el sistema no tiene límites en su anhelo de deshumanizarnos. Y la frontera de lo soportable es ancha, pero existe.
    Sé que es predicar en el desierto, pero insisto: No se puede criticar la revolución rusa desde los conceptos forjados en el inconsciente colectivo por el capitalismo, aliado con los traidores a esa revolución. Insisto: no es lo mismo un sistema que pretende acabar con la explotación humana , lo consiga o no, que otro sistema que lo que pretende es extenderla y perpetuarla.
    Saludos cordiales.

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  4. No recuerdo de quién es la frase; ni siquiera si es así; corregidme: "¿Tambien se cantará sobre los tiempos oscuros?. -Sobre los tiempos oscuros también se cantará."

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  5. A la Revolución Rusa no se la critica desde esos supuestos conceptos que nos habrían inoculado como un virus maléfico, sino desde el despotismo criminal de su clase dirigente, desde la perpetuación de la injusticia constante y desde la extirpación de cualquier libertad que, desde aquí y ahora, España, 2012, nos parecen imprescindibles para poder seguir viviendo cada cual su vida y participar en la de todos. No sé si la multitud salva, pero lo que sí sé es que arrolla...
    Decía Bergamín hablando del laberinto de la novelería que salir del laberinto no era ganar el juego, sino perderlo. Pues algo así pasa, me parece, con nuestra imperfecta sociedad. Después de todo, los auténticos seres libres que en el mundo han sido, lo han sido siempre contra corriente, contra lo establecido y arriesgándose al desprecio, la miseria y el olvido. Se ha de tener mucho coraje para seguir el propio camino contra todo y contra todos, si es preciso.
    Si he de hablar por mí, el ejercicio de la libertad no me ha granjeado más que enemigos y soledad. Pero no me quejo, como es lógico. Son los gajes del oficio de ingenuo: etimológicamente: "nacido libre".

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  6. Queridos amigos, Joselu, Animal, Juan. Me permitiréis que responda conjuntamente a vuestros comentarios, pues veo en ellos las suficientes muestras de homogeneidad como para participar de conceptos comunes a los que me gustaría referirme a continuación.

    Desde los orígenes de la especie, el hombre ha desarrollado los mecanismos necesarios para aprovechar los recursos a su alcance. Los necesarios, sí, pero… ¿suficientes? Siempre tuve la convicción, utópica pero no por ello con menor fuerza, de que el sistema correcto, aquél que haría del ser humano un animal perfeccionado, tendría forzosamente que darse a conocer durante el siglo XX, una vez que, probados los demás sistemas, imperfectos socialmente, nos daríamos cuenta de que el camino estaba equivocado. Claro que, en aquella época, aún no me había dado cuenta del altísimo grado de soberbia y estupidez que nos caracterizaba en tanto sociedad compleja.

    Fracasados a lo largo del siglo XIX los intentos casi infantiles de lograr la sociedad perfecta (véase Saint-Simon, Owen, Fourier…); fracasada estrepitosamente en el XX la Internacional por las tensiones nacionalistas; fracasado después el socialismo soviético; fracasado, también, el modelo chino tras arrimarse peligrosamente a Occidente; y, sobre todo, fracasado indiscutiblemente –por más que todos opinen lo contrario– el neocapitalismo ultraliberal autoimpuesto tras los mencionados fracasos, ¿qué nos queda ahora? Si el capitalismo funciona, disfrazado de falaces democracias, es única y exclusivamente debido a su propósito último de garantizar el triunfo del esfuerzo individual, cuyo premio final será la riqueza y el poder a ella inherente. Este anhelo de todo hombre de prosperar, cuidadosamente conducido por el capital, dio como resultado el triunfo del capitalismo sobre los demás modelos –propiciado también por las propias aberraciones de éstos.

    Continúa...

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  7. Desde mi inacabada comprensión del mundo, del hombre y de su historia, puedo decir, probablemente errando mucho, que el patrón-valor impuesto por nuestros antepasados hace ya mucho tiempo, es decir, el dinero, es el principal causante de la mayor parte de los desequilibrios que impiden la consecución de una sociedad mejor y más estable. No presupongo, lógicamente, que en un hipotético mundo sin dinero se terminarían los problemas, porque la ambición y la estupidez del ser humano son proverbiales, pero sí podrían darse unas nuevas relaciones entre nosotros que no tuvieran el pesado lastre que la posesión, control y manipulación del dinero implican. Por eso, el nuevo patrón-valor debería ser el trabajo, que es, en definitiva, lo que verdaderamente mueve el mundo. Quizá la excesiva capacidad normativa de nuestra sociedad, que da por válidos preceptos erróneos, debería ser revisada completamente para poder dar paso a un nuevo sistema de valores que respondiera de forma eficaz a las necesidades reales del individuo.

    Respecto a las revoluciones, me atendré a la definición que del concepto nos da la mecánica, antes de que pudieran considerarse otras acepciones de carácter social o político: revolucionar es dar vueltas, no estrictamente dar la vuelta a, sino sólo eso, dar vueltas, marearse. La revolución no es más que otro ejemplo del sofisticado control que el poder ejerce sobre las atribuladas muchedumbres hambrientas, a las que, mediante el canónico cambio violento de instituciones y sistemas, procura una espita a través de la cual satisfacer sus primarios y sanguinarios instintos de venganza, arrebatando momentáneamente al Estado este privilegio para mejor asentar las bases de un futuro más dirigido si cabe, incluso bajo la apariencia de cualesquiera sistemas o regímenes supuestamente democráticos.

    Así, la revolución francesa, la rusa, la tecnológica y las que estén aún por venir, no son sino esa expresión sublime del mismo planteamiento: cambiarlo todo para que todo siga igual, pero, eso sí, con la connivencia, aquiescencia y participación activa de lo que llamamos pueblo. Y algunas veces, incluso, ni siquiera aporta la sustitución de las tradicionales élites de poder por otras nuevas.

    Un abrazo a todos vosotros.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...