lunes, 23 de julio de 2012

¿Dónde estarán los muertos?


Dice el Libro del Apocalipsis que el día del juicio final, una vez concluido el reino de los mil años y terminado el segundo combate escatológico, Dios se sentará en su trono blanco, y todos los muertos, de pie delante del trono, rendirán cuentas ante él. Y en el Libro de la vida estarán los nombres de quienes obraron bien. Pero, ¿y los que no aparezcan inscritos en este libro? Cuando Dios vaya a buscar a todos los muertos, ¿dónde los encontrará?

En aras de la imparcialidad, y para que Dios tuviera todos los elementos de juicio a su alcance, y no sólo una parte, Mosen Levi Mahmud Rodríguez tuvo la delicadeza, en atención a ese día por venir, de anotar meticulosamente todos y cada uno de los nombres de quienes habían muerto en el mundo. Toda su vida la dedicó a esa tarea, de modo que logró redactar una enorme colección de manuscritos perfectamente apilados y perfectamente alfabetizados de todos los muertos, con sus nombres. Un auténtico Libro de los muertos, que sin duda Dios agradecerá en su infinita bondad porque le ahorrará una enorme cantidad de tiempo. Así, cuando vaya a buscar a todos los difuntos para el juicio, los tendrá primorosamente ordenados.

Sin embargo, ¿cómo sabrá quién es cada uno? ¿Acaso conocerá a todos? ¿O sólo a los que aparezcan en el Libro de la vida? Quizá habría que hacer uso de la apócrifa frase de Arnaud Amalric, abad de la Orden de Citeaux, durante el asedio de Béziers de 1209, cuando sus tropas, en ciernes la masacre de la población, le reclamaron para que les dijera cómo distinguirían a los cátaros de los católicos: «Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos».

Dice el Apocalipsis que quienes no se hallen inscritos en el Libro de la vida serán arrojados al lago de fuego. Dicen que por eso Mosen Levi continúa redactando su Libro de los muertos, para que Dios lo lea y tenga a todos por inscritos y nadie sea condenado a un segundo infierno. Claro que está por ver si Dios se fía más de un hombre de ninguna religión que de su propia contabilidad…

7 comentarios:

  1. Cuenta alguna leyenda que Dios tiene todo el tiempo del mundo. Así que, ahorrarle tiempo al rey del cosmos con listas de nombres que no dicen nada de nadie debe ser un sacrilegio brutal porque aburrir a Dios es obligarle a que adelante el Apocalipsis, como un suicida que adelanta su suicido por desidia a la vida. Hacer cosquillas a Dios y retarle debe ser la única manera de hacer de su inmortalidad algo más que una simple supervisión desgajada en el eterno. Es una pena que la historia se encargue sólo del pasado y no recopile el futuro evidente. Sin embargo, de eso ya me encargo yo. Según mis hipótesis, cuando Dios se encuentre con todos los manuscritos los arrojará al lago de los fuegos, junto con quienes los escribieron. Después montará una fiesta con música: ahí estarán los muertos. Habrá piscinas y toboganes; chucherías y chocolate; orgías y barra libre.

    Afortunadamente, no importa lo que diga el Apocalipsis, sólo importa lo que diga Dios. Su silencio, desde luego, habla por los codos.


    Un abrazo.

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    1. Es una lástima que tus hipótesis carezcan de argumentos constatados que les den validez, pues así no solo vendrían a demostrar que Dios existe y es, lo cual, por otra parte, sabe todo el mundo, sino que además servirían para desmontar el chiringuito catolicón, con sus santos, profetas y demás parafernalia, digo liturgia.

      En serio, Rash, cuando tenga ocasión de ver a Mosen Levi no dejaré de recordarle que puede dar por concluido su trabajo y morirse a gusto de una vez, ya que, al parecer, no tiene recomendación con el jefe.

      Un abrazo.

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  2. Pongo El Apocalipsis entre los libros inútiles, bellos, fantasiosos y con estética de enajenado, es mucho más que un libro de autoayuda como son casi todos los libros sagrados, El Apocalipsis va bien para ir pasando el rato balanceándose en una estética ociosa. El caso es que atendiendo al paisaje que nos dibuja este libro van pasando los siglos y el dolor permanece y la barbarie se perfecciona.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Incluso el libro más inútil sirve para hacer un buen fuego, Francesc, ¡qué gran hoguera con todos los ejemplares impresos...! No obstante, quizá por el peso de la historia, huyo de semejantes fiestas, porque la mente del hombre debe abrirse a la palabra en vez de asirse a ella desesperadamente, y no creo que volver a tiempos del Santo Oficio, que tantas y tantas obras censuró y prohibió, sirviera para poco más que ensalzar aún más aquello que nos desagrada: el adoctrinamiento.

      Un abrazo.

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    2. No, que no vuelvan los Troquemada, ni ningún inquisidor. De ninguna manera hogueras, no. El combate contra el adoctrinamiento y contra los fundamentalismos es el conocimiento, la educación y el pensamiento libre. Alguien dijo que el personaje Voltaire por sí solo ya justifica la existencia del ser humano.
      Salud
      Francesc Cornadó

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  3. Ese fragmento es un elogio de la burocracia asesina. No hay más que recordar el prurito meticuloso de la burocracia nazi tomando nota de todas y cada una de sus víctimas, listados impecables que tanto consuelo acabaron llevando, paradójicamente, a quienes perdieron contacto con sus familiares y vivían en la incertiudumbre de qué hubiera sido de ellos. No sé si se ha estudiado, pero la burocracia ha tenido un papel relevante en los males de la humanidad. En cualquier conflicto lo primero que aflora es la necesidad de "papeles", de "salvoconductos", de "pasaportes" legales o fraudulentos... ¡Qué unida va la contabilidad al mal! A pesar del fragmento, no hay tal "Libro de la vida", los contables del debe y el haber lo son siempre de muerte.

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    1. No teniendo más armas que mi lapicero, trasmutado en teclas por un tecnológico encantamiento (es decir, que no conté ni con la protección del arcángel Gabriel ni con la del Santo Grial ni tan siquiera con la de algún beato menor de quinta categoría), me pareció ciertamente atrevido adentrarme en los resbaladizos territorios de lo escatológico. Pero, como se trataba de la fe cristiana, cuyos apóstoles no acostumbran ya a quemar infieles (¡qué distinto habría sido si hubiera osado nombrar al Profeta!), decidí con todo probar fortuna, Juan, ignoro aún si para mi desgracia o no.

      Pero, ¡qué perspicacia, querido Juan, qué nuevo e interesante enfoque para tan tétrico asunto! Quizá para nuestra ruina los papeles marcan nuestra existencia... incluso una vez muertos. No conozco régimen o sistema político alguno que haya sido capaz de desarrollarse adecuadamente sin la burocracia, desde que los sumerios aprendieron a escribir... Y es que hay que tener en cuenta y siempre presente que la burocracia es, con mucho, uno de los brazos mejor armados del poder en su afán de controlar a la chusma... incluso en el otro mundo. Con todo, vuelvo a preguntar: ¿dónde coño estarán los muertos?

      Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...