domingo, 17 de marzo de 2013

La pirámide


Decía el sabio Teodoro –ya saben, el de «cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba…», aunque Calderón guardara siempre celosamente su nombre, quizá por lo de los derechos de autor– que para lo necesario con poco basta. Y debía de ser cierto en su época, cuando aún no se había inventado del todo el capitalismo, aunque algunos mercaderes de tres al cuarto ya andaban trasteando con ello…

Hoy, sin embargo, ese poco que satisface lo necesario se mide, en primer lugar, por la propia definición de poco, y después, no menos importante, por la de necesidad. En suma, que no parece haber suficiente para todos. Echando cuentas, se ve que a casi nadie satisfizo el negocio, de resultas de lo cual unos dejaron de financiar lo imposible y otros de comprar pisos como si fuera regaliz. Como consecuencia, el sistema ha tocado fondo, se ha destapado el invento y no ha cogido a nadie, según noticias de buena fuente, confesado.

Y ahora, en estos trances, ¿a quién echar la culpa? No me digan, que ya lo sé, quién está pagando las consecuencias, no, sino quién es en última instancia responsable. Lo más justo, equitativo y democrático sería repartir, como en lo demás, solo que en este caso la parte más sustanciosa se la llevan los que sustentan el todo común sobre sus doloridos hombros, es decir, nosotros. Unos, porque se han visto lanzados de sus legítimos hogares sin apenas contemplaciones y legislación en mano; y otros, o sea, los demás, porque de los menguados jornales aún se lleva la Hacienda pública –otra vez nosotros, ¿no?–, parte no magra, precisamente. Pero vayamos por partes.

Si, como dicen voceros y gurúes, hay que echar la culpa del desaguisado a aquellos tontos de baba que se embarcaron en hipotecas desmedidamente grandes para sus bolsillos por pretender vivir por encima de sus posibilidades, es decir, de lo que por origen, dignidad y mérito les corresponde, habrá que hacer un exquisito trabajo de investigación para ver el porqué de esta incomprensible manera de actuar de tanto tonto. Pero no hay que indagar demasiado para comprobar, siguiendo la pista de tanta mierda, que detrás de estos pretenciosos pobres diablos asoma, indefectiblemente, el asesor inmobiliario, conchabado en muchas ocasiones con el director de sucursal bancaria para, en tan solidaria empresa, procurar que a ningún trabajador, nativo o inmigrante, le falte su pisito. No vamos a tratar aquí de las cláusulas de los contratos de préstamo hipotecario que se firmaban, porque al parecer está sub iudice.

Siguiendo nuestras pesquisas, vemos que al final de la calle está el promotor inmobiliario, quien, como Alicia en su maravilloso país, no acabe de creerse lo que ve: ¡el paraíso hecho de cemento, andamios y ladrillos! Pero, sin la necesaria complicidad de los presidentes y directores de cajas y bancos poco o nada podría haber hecho –más o menos lo que está pasando ahora, con grúas oxidándose al viento y esqueletos de hormigón recordándonos nuestra mortal condición. ¿Dónde estaban en esa época dorada los consejos de administración de las entidades, y dónde el presidente del Banco de España, según la ley máximo supervisor del sistema financiero?

Pero, queridos y esforzados lectores, hay más. Si el culpable de esta situación es el ciudadano particular que, sin conocimientos claros y precisos de economía, finanzas o mercados, y sin asesoramiento fiel y comprometido, se ha endeudado por encima de su nivel razonable de renta, ¿podremos en justicia exonerar de la tal responsabilidad a tantos cientos de ayuntamientos que, contando con esos conocimientos y asesores, se lanzaron igualmente a unas enormes obras de infraestructuras, dotacionales y urbanísticas de difícil encaje en sus presupuestos, por lo que tuvieron que endeudarse por encima de los límites aconsejables? ¿Y qué decir de nuestras queridas Comunidades Autónomas, que en el paroxismo de su ambiciosa lujuria acometieron proyectos faraónicos sometiéndose, a su vez, al dios mercado y a la financiación inagotable? ¿Y el Estado, léase Gobierno de la nación, con su cohorte de asesores, técnicos y doctos paniaguados, que igualmente cayó en el error de creer que el maná jamás dejaría de brotar?

Parece, a simple vista y sin tener que recurrir a datos, estadísticas o sesudas interpretaciones de sesudos expertos en humo, que el nivel de responsabilidad va creciendo a medida que subimos en el escalafón social, jurídico y político. Y, sin embargo, los únicos que pagan para que todo siga funcionando, aunque sea a trancas y barrancas, es el último eslabón de la cadena, el más numeroso pero también el más débil, la base ciudadana que tiene en sus manos, paradojas de la democracia, la soberanía nacional. Estamos padeciendo, desde hace algunos años, o más, un fraude, un engaño de magnitudes ciclópeas, una gran estafa piramidal en cuya cúspide se encuentran esos pocos, selectos e innombrables sujetos, oligarcas del poder financiero mundial, a los que hay que seguir alimentando, como si de divinidades terribles y vengadoras se tratara, con el sacrificio del pueblo sometido, este pueblo que solo come lo que le echan.

Escrito esto que llevan leído, amaneció el día de hoy, domingo, fecha de autos, y varias noticias motivan cierto abundamiento en el asunto. Ignora el escribidor si la ley que está en trámite parlamentario, junto con la iniciativa legislativa popular avalada por tantas firmas, entrará al trapo de una vez por todas y decidirá no solo sobre los intereses de demora abusivos y otros aspectos menores, sino sobre lo que realmente es importante, como la desigualdad de negociación que se da en prácticamente todos los casos cuando nos sentamos en el despacho del director de sucursal bancaria, y también después en la propia notaría, donde un señor que aprobó una oposición hace caja ufanamente leyendo de corrida cuatro muletillas idénticas a todos los protocolos sin explicar, a quien tiene la audacia, sangre fría y evidente falta de consideración hacia la autoridad notarial, de preguntar sobre algún aspecto que no tiene muy claro, lo que realmente significa esa letrita pequeña de nada…

No. Dicen los políticos, siguiendo los dictados de los banqueros y tratando de alarmar a la sociedad, que la dación en pago obligatoria por parte de los bancos supondría un enorme desajuste de todo el sistema financiero, que debería entonces, para contrarrestar el agujero de capital que previsiblemente se produciría, endurecer extraordinariamente las condiciones en que presta dinero a los ciudadanos. Sobre esto se pregunta el escribidor varias cosas. Primero, ¿cómo es posible que puedan decir, sin reparo ni vergüenza, que deberían endurecer tales condiciones, si hoy mismo, sin estar admitida la dación, es tarea prácticamente imposible obtener un crédito, y quien lo consigue debe para por él unos intereses astronómicos, aun cuando el precio oficial del dinero es del 0,75%? Segundo, ¿cómo pueden tener la desfachatez de asegurar tal cosa, banqueros y políticos, cuando en otros países presuntamente civilizados y occidentales la dación, esté o no regulada, es práctica común y perfectamente asumida? Y tercero, y quizá más importante, ¿pretenden hacernos creer que con una tasa de morosidad hipotecaria de en torno al 3% –incluyendo todo tipo de inmuebles, de los que habría que ver cuáles corresponden a primera y única vivienda–, la admisión de la dación en pago provocaría esa temible caída del sistema financiero? Obvian decir, también, que en este país el bien más preciado de cualquiera –en realidad por desgracia– es su casa, y que se está dispuesto a casi todo, incluso a pasar hambre, para no perderla, y que cuando una familia solicita, casi implora a su banco, esta drástica medida, no suele ser por gusto propio, sino porque no ven otra manera, dadas las abusivas condiciones de su contrato hipotecario, de no arruinar su vida futura, de poder comenzar de nuevo, de tener otra oportunidad…

Si la extrema estupidez y ambición de banqueros y promotores condujo al estallido de eso que llamaron burbuja inmobiliaria, con las desastrosas consecuencias que hoy vivimos, cabría preguntarse en qué grado de esa misma estupidez, dentro de una escala infinita, se halla nuestra clase dirigente, porque parece hora ya de que también pinche la burbuja política.

Y que, después de todo, estos delincuentes de guante blanco nos acosen y derriben con el dinero que el Gobierno recauda de nuestros impuestos…

2 comentarios:

  1. Auténtica resonancia magnética que levanta el mapa piramidal de la crisis siguiendo al pie de la letra el viaje excepcional del crudísimo documental americano "Inside Job" en que desvelaron las responsabilidades de quienes, para mas inri, siguen ocupando puestos de máxima responsabilidad. Recordemos que nuestro ministro Güindous fue alto cargo de Lehman Brothers para España y Portugal... Por otro lado, es cierto que la boba confianza del español medio en los apoderados de las cajas de ahorros ha llevado a la ruina a no pocos incautos, en una demostración de lo populares que son las tesis roussonianas sobre la infinita bondad natural de la especie... Eso unido a la desoladora ausencia de la afición a leer diarios, ver telediarios o escuchar noticiarios, porque abusos de confianza de esos apoderados se han retransmitido desde hace decenios.
    Sea como sea, la pirámide levantada es testimonio de una verdad rotunda como su cubicaje.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si uno tuviera, por tener algo, las siete vidas del gato, no le importaría, gustoso, entregar una o dos por ver si la humana salvación -no esa salvífica superstición alimentada desde hace tanto, sino la que presupongo real aunque efímera- consumaba al fin. Pero, como de minino solo me queda el bigote y algunos bufidos, dejaré para mejor ocasión tan supremo como estéril sacrificio, no sea que me tomen la palabra -e incluso las restantes vidas- y ardamos todos juntos inflamados de orgullo y vanidosa prepotencia, talmente esa con la que se envuelven nuestros sabios dirigentes y en la que se refugian sus meritorios.

      Un abrazo.

      Eliminar

Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...