martes, 7 de mayo de 2013

Más de uno...


Vía crucis,
impenitente y ebria.
Otra vez muerte a mi rostro.
Atrapas, otra boca, sí,
y siempre la misma.
Dolor que no me deja abrir los ojos.
Me castiga tu verbo
¡maldito...!
El corazón se recoge.
Dentro quedó el agua separada de su sangre
y en su calor evaporó la lágrima decorativa.
En la procesión de apariencias, sin rostros,
sentí el peso que las iglesias llena.
Era entre ellos semejante a una gota
que todos golpean y empujan
en la ola de la fingida piedad que les olvida y...
sólo tú, rosa cálida, piedra encallada en la cruz,
me hablabas.
Llorábamos juntas tantas pérdidas.
Espera sin sueño, desperezas la nada
que acaba con vacío en los genitales rotos.
Velas el gozo de la clara madrugada
que se ha vuelto, más que gris, luz enterrada.
¡Otra voz en tus arcas!
Reprimes los besos de vida que tuvieron.
Locos los dedos, se clavan las uñas
y arañan lo que fueron.
Tragedia que inflama la existencia,
absurda, ínfima.
Reclamas, acometes,
¿desde dónde?,
¿con qué justicia?,
¿con qué rabia?,
¿con qué ira?
Si no eres prudente...
¿a qué vienes?
¡A qué vienes...!
Eres paz que no se aprende.
Trepas por muros que sorprenden.
Te sujetas a las esquinas que borrar quiero
con la apetencia animal que ni calla ni olvida.
El grito exhaló inconsciente,
la sangre con su flujo incesante de dolor.
Desde entonces la boca me sabe a ti,
que te ríes en mi gozo, porque inflexible y dura
te sabes.
Me suspendí en tu golpe de tierra y su eco
de hierro sobre mi frente cayó.
Como humo a los ojos
me invade tu presencia febril.
Velada sombra que penetras por la piel,
te arrastras en los corazones.
Ladrona de alientos sin fin.
El alcohol y el hielo huyeron de la sangre.
Se sumaba el silencio y te sentí regenerándote,
mas no redimiste las faltas.
Cuando un semblante palidece tal vez importa o dignifica la ausencia del que esposa.
Luego, después, a solas, consume y quema
las internas fibras que lo amaban.
Siempre he ignorado por qué la muerte
gusta de mirarse en ciertos rostros.
El llanto va y viene como marea,
como cáncer de luna que en las manos no llena
su triste levedad de ser.
Se desdibuja y dibuja siempre en la curva
que no esperas.
Va mordiendo la carne, luego bebiendo lo que queda.

Persisto en el aroma de las flores,
cuyo lento sentimiento
acompaña hasta morir.


Y. M. S.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...