domingo, 17 de noviembre de 2013

Cainismo

Hay dos tipos de cainitas, los que ves y los que sientes. A los primeros los tienes rodeándote por todas partes, pero a veces, incluso, se les puede evitar…. A los otros no, porque están amparados por el resto de mortales, aunque no lo sabemos, porque suelen ir disfrazados de abelitas. Los primeros te pueden hacer daño, pero es un tipo de lesión apriorística, indiscriminada pero difusa, de poca intensidad y alcance y no difícilmente combatible que suele, además, tener un corto recorrido temporal. Los otros dan donde duele de verdad, y las secuelas de sus feroces ataques involucran a mayor número de individuos, a prácticamente todo el mundo, porque son golpes masivos, perfectamente calculados y controlados, que se mantienen en el tiempo y en el espacio, alcanzando magnitudes realmente extraordinarias.

Entre los cainitas de la primera condición podemos encontrarnos cualquiera cualquier día, porque para convertirnos en uno solamente tenemos que intentar emular al otro, al que está al lado, que quizá es, a su vez, otro cainita portador del estigma. O no, que tanto nos da. Pero por si acaso. Ahora bien, para pertenecer al otro grupo hay que estudiar mucho, ser muy aplicado y además contar con las relaciones adecuadas. Tras el largo camino, la recompensa llega una vez admitidos al selecto club, porque se abren todas las puertas, se ve la realidad real, es como encontrar la piedra filosofal: el mundo al alcance.

Es en esta dicotomía humana donde se radicalizan las relaciones, donde la diplomacia adquiere significado y donde, en última instancia, vivimos, penamos y morimos, verdadera pasión del hombre que somos. Y es que la vida, esta miserable cosa que arrastramos llamada existencia, solo es un acontecimiento fortuito que nos pasa mientras esperamos morir.


2 comentarios:

  1. Si te fijas, Javier, "existencia" parece un híbrido de "exit", salida, e "insistencia", pero no hay tal. Como tú dices, "esperamos", aunque yo creo que "retardamos", a juzgar por cómo se rebela el organismo contra la cesación de sus funciones vitales. Es evidente que en un asunto como el cainismo nadie va a disputarte, teniendo en cuenta en qué blog estamos, la primacía del discurso. Caín, con todo, tiene una grandeza trágica de la que carece su versión hispánica bastante más cominera y de medio pelo. Hasta para el cainismo impera entre nosotros la mediocridad, lo que no evita el daño, de acuerdo, pero lo hace más llevadero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En casa de herrero, cuchillo de palo, que dice el dicho, ¿no? Pues eso va a ser. Cualquiera tendrá tanto o más derecho que el escribidor para defender o combatir toda idea que aquí pueda leerse, porque, si no, ¿dónde está el tan cacareado espacio de libertad del que tanto presumimos, yo el primero? Cosa distinta es, después, que las razones y argumentos aducidos lo sean o, por el contrario, solo presuman de ello.

      De todas formas, Juan, respecto a esa peculiaridad tan hispánica, ¿realmente lo creemos así o, simplemente, somos seguidores de la leyenda, no negra, quizá, pero leyenda, al fin y al cabo? Porque, de ser así, ¿cuántos estaríamos dispuestos a dejar la vida en ese digno pero duro empeño de vivir por uno pero para otro? Buff, ya me perdí...

      Un abrazo

      Eliminar

Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...