martes, 1 de diciembre de 2009

Microcrisis

Osado como soy al adentrarme en los campos oscuros de la psicosociología, de la que existen tantas definiciones como autores, y seguro de que habrá ya mil ensayos sobre el asunto, no puedo resistirme a sacar estas notas de mi cabeza, sin que sirvan para otra cosa que aliviarme la desazón, que no es poco.

La felicidad, esa cosa perseguida que según los entendidos no existe en realidad —se prefiere hablar de bienestar subjetivo—, es un acúmulo de pequeños detalles, de estados de ánimo, de simbolismos secretos que sólo en la intimidad adquieren significado... Importantes acontecimientos en la vida de las personas, ya formen parte de la identidad, ya de la circunstancia, son asumidos como naturales, inevitables, son parte intangible de lo que nos forma, fortaleciéndonos o empequeñeciéndonos, pero haciéndonos, en definitiva. Y los resistimos y asumimos.

Sin embargo, con frecuencia ese ser paciente, casi impermeable e impertérrito ante tanta tragedia y miseria, es capaz de transformarse súbitamente, asumiendo un rol que antes acaso no era capaz de atisbar siquiera por parecerle impensable. Este cambio tan drástico es inducido por el pensamiento inconsciente, depositario de las emociones automáticas que por tanto no precisan ser elaboradas por el individuo, sino que atienden a un estado reactivo reflejo y, en este caso, explosivo. Esta respuesta no razonada arrasa con lo que de ser consciente haya habido, y así, la solidez más inexpugnable puede, en ocasiones, derribarse con una simple mirada que contenga el germen de la duda, o del rencor, o de la ira, o de la mentira... Eso basta para arruinar, como poco, una vida.

Creo, entonces, que son los pequeños detalles los que realmente logran encender pasiones y acabar con la templanza. Pareciera que los grandes asuntos nos quedan tan lejos, pobres ciudadanos infantes, que nada tienen que ver con nosotros, con nuestra vida cotidiana, con el día a día. Una gran crisis financiera puede arruinar al país y llevarse por delante a miles, millones de pequeñas economías, pero nada cambia en el fondo, cada uno sigue como puede a lo suyo, a salvar lo que de salvable quede, como en un naufragio sin mar. Sin embargo, un mal gesto, una palabra inapropiada o equivocada, una nimiedad absolutamente evitable, puede llegar a desencadenar tamaña tragedia que cambie por completo la vida del infeliz que la cometa o sufra.

Estas microcrisis, que con tanta frecuencia se prodigan, son las que de verdad gobiernan nuestro quehacer y orientan ese futuro que de otra forma no sería condicionado por la simple presión de lo enorme. ¿Quién puede ser feliz sabiendo que tantas cosas pequeñas pueden fulminarte?



2 comentarios:

  1. Muy buena entrada. Creo que tienes toda la razón y que, si bien esos ínfimos detalles a los que te refieres no bastan para arruinar toda una vida (salvo en casos extremos), sí son motivo suficiente para amargarte un día, y la vida no es sino una sucesión de días, con todo su enorme fardo de pequeñas cosas entre las que sobresale, sólo de vez en cuando, alguna con envoltorio especial. Afortunadamente, también ocurre lo contrario: diminutos gestos y detalles de propios y extraños consiguen transfigurar el gris más plúmbeo en explosión de colorines (a veces).
    Un saludo cordial.

    ResponderEliminar
  2. Efectivamente, zim, se puede (e incluso debe) enfocar el tema de hoy TAMBIÉN de otra manera: Retomo tu última frase, Javier, «¿Quién puede ser feliz sabiendo que tantas cosas pequeñas pueden fulminarte?» y le doy la vuelta: «Quién puede estar triste sabiendo que tantas cosas pequeñas pueden enaltecerte?» ¿Por qué un niño llorando no puede recuperarse y reír, de modo que su risa nos haga reír a todos? ¿Por qué hemos de ver SIEMPRE la misma fatalidad en el devenir diario de nuestra existencia? ¿Por qué no vemos lo bueno que hemos generado(casi seguro que existe) y solo consideramos lo negativo? Y, por otro lado, ¿por qué -en muchos casos, no en todos- achacamos lo malo a los demás, al sistema, etc. y no consideramos que parte de lo malo que nos ocurre nos lo hemos ganado nosotros mismos? Por lo tanto, en nuestra mano está a menudo poder dar la vuelta a nuestra situación. Y, sensu contrario, también podemos recordar que parte de lo bueno de lo que disfrutamos -o podríamos disfrutar, pero de manera absurda no lo hacemos- también nos lo hemos ganado a pulso nosotros mismos. Si reflexionamos sobre ello, quizás la visión de nuestra existencia podría cambiar y hacernos ver que estamos más cerca de ese "bienestar subjetivo" de lo que creíamos.

    ResponderEliminar

Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...