martes, 12 de enero de 2010

Mundos paralelos


Acostumbramos, pletóricos, a enseñorearnos de cuanto nos rodea con un ligero ademán de aires versallescos, no por su riqueza sino por su afectamiento. Cuando pensamos en voz alta solemos hacer tanto ruido que las palabras apenas se oyen, de suerte que no nos enteramos de nada, y seguimos tan tranquilos en la certeza de ser únicos e irrepetibles, sin percibir a nuestro alrededor otra realidad que la propia, la que creamos a nuestra soberbia manera. Somos homocéntricos –o antropocéntricos, si les resulta más grato al oído–, pero no en la armónica forma renacentista que hacía del hombre canon y medida de la belleza múltiple, sino en un sentido estricto: somos el centro de nosotros mismos, aunque nadie quiera reconocerlo.

El Universo, eso que está ahí afuera, al alcance de cualquiera que desee aprehenderlo, es al tiempo cobijo y ausencia del hombre sensato y racional. Al tomarnos la molestia de mirar, nos sorprenderá cuán fácilmente podemos ver. Sin embargo, estamos al mismo tiempo tuertos, porque solemos ver sólo a medias la realidad que nos rodea, y curiosamente esa mitad que alcanzamos a comprender es por cierto la que mejor conviene a nuestros intereses. Vivimos, pues, cómodamente instalados en esa media realidad, lugar conocido y habitable donde nos sentimos seguros. Y no tenemos la menor intención de aventurarnos en ese otro mundo hostil, que nos acecha desde la mitad de nosotros que tememos. Podría tratarse, a lo mejor, de un mundo más deseable que el que ahora disfrutamos, o no. Pero, en todo caso, para averiguarlo es preciso dar el salto, atreverse, osar… y eso no se paga muy bien hoy, cuando, como digo, estamos tan mansamente acomodados en esta media realidad que no es, sin embargo, sino eso: tan sólo la mitad de lo que podríamos, la mitad del mundo…

Vivimos una vida a medias, seguros no obstante de que es la única realidad posible. Y quizá así sea, pero puede que también sea de otra forma, y nos estemos perdiendo algo. Puede que estemos incompletos en este mundo. Puede que haya otros mundos en los que tengamos reflejo, mundos que no andan tan lejos… Como a la mosca tras el cristal de la ventana: si está dentro quiere salir; si está fuera quiere entrar. En todo caso, vemos el Universo ante nosotros, tan cerca y tan grande… pero nos asombramos de no poder cogerlo. Y lo que quiera que sea que nos lo impide es diáfano, tanto como el cristal que se interpone entre la mosca y la nada.

Convendría como poco antes de ser creyente o ser crítico ser al modo natural del niño curioso, y observar por qué a menudo las cosas no son lo que parecen. Nos sentimos consternados ante su emoción, contrariados, sorprendidos, desilusionados. Es lo natural...

2 comentarios:

  1. Fascinante hipótesis que viene a encontrarse con la que recojo, sacada de Redes pero que coincide con intuiciones anteriores mías, en mi blog. La naturaleza de la realidad es misteriosa, mucho más de lo que pensamos y esta intuición de que hay otro lado en el que existiría nuestro reflejo o nuestros avatares es nueva y tenemos que digerirla, pero hemos de empezar a acostumbrarnos a ella. No sé adónde nos llevará pero es nueva y sugerente. Un cordial saludo.

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  2. Natural (y lo más fácil) es ver el mundo desde nuestro punto de vista. Complejo (y, por tanto, más laborioso) resulta ver las distintas realidades que existen aparte de la que vemos -o queremos ver- a primera vista. Hace falta tener un interés -social, económico, religioso, meramente intelectual...- para recoger todos los matices e incluso realidades completamente opuestas a lo que inicialmente hemos contemplado. Y que ese interés vaya acompañado de una cierta voluntad, que deberá ser tanto mayor en cuanto más diferencia exista respecto a nuestra visión primera de las cosas.
    Nos quejamos de lo amarga que nos parece la vida, pero no somos capaces de dar pasos en busca de otra vida mejor. Nos falta esa voluntad y nos sobra orgullo para reconocer nuestras carencias afectivo-intelectuales. Preferimos echar las culpas al "sistema". Los que se llenan la boca con este argumento son los que más agradecidos deberían estar a que exista el "sistema": ¡qué excusa más oportuna para no tener que mirarse a uno mismo!

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...