«El cristianismo español era sólo una débil capa que cubría una realidad más cruda y tangible: el enorme grado de incultura religiosa que tenían tanto la población laica como el bajo clero.
A pesar de la confusión en las jurisdicciones, se produjo un paciente esfuerzo para cristianizar España, esfuerzo en el que si bien participó la Inquisición no lo hizo como protagonista debido a que sus métodos represivos y la aureola que la rodeaba infundían más temor que cultura. De todas formas, el Tribunal estaba en una posición especialmente fuerte para moldear la cultura popular dado que todos los procesos se iniciaban desde abajo.
Aunque la Inquisición desempeñó un importante papel en la Contrarreforma, ni éste ni su actuación en, por ejemplo, los casos de brujería, deben sobrevalorarse. Debido a que cada vez con mayor frecuencia los inquisidores eran juristas mejor que clérigos, el Santo Oficio no aplicó la tradicional pena de muerte a las brujas, pues se consideraba que éstas eran más unas pobres dementes visionarias que deudoras de hoguera por herejía y práctica diabólica. Recuérdese que por las mismas épocas los tribunales civiles españoles y los inquisitoriales europeos consideraban de obligado cumplimiento la pena de muerte para los casos de brujería, por lo cual en realidad la Inquisición española dio muestras de mayor tolerancia y progresismo que los organismos paralelos de su entorno.
Pese a que el Santo Oficio aspiró a controlar al conjunto de la población española, lo cierto es que, en la práctica, muchos sectores sociales escapaban a su acción, unas veces por falta de medios materiales y otras por la existencia de obstáculos que excedían tanto sus prerrogativas jurisdiccionales como políticas o religiosas.
Es cierto, sin embargo, que renombrados personajes de la vida intelectual, espiritual y política sufrieron la persecución y el castigo del Tribunal, como el arzobispo de Toledo Carranza, la familia del doctor Cazalla en Valladolid o el estadista Olavide, por citar algunos casos significativos. Asimismo, numerosos miembros de la nobleza y el alto clero se hallaban bajo sospecha y sometidos a investigación. No obstante estas excepciones –que en algunos lugares parecen ser más bien la regla– el poder que la Inquisición ejercía sobre el conjunto de la sociedad era difuso, más apoyado en su aureola de fama y temeroso respeto que en una acción material real. Además, tal control se desarrolló por épocas y según diversas categorías, pues partiendo de la inicial preocupación por los judaizantes el Tribunal fue extendiendo progresivamente su radio de acción hasta acabar involucrando a los cristianos viejos.
La Inquisición no alcanzó a la totalidad de la población, ni siquiera a una parte importante, con su acción material, pero estuvo siempre presente en todos los espíritus, en todos los hogares, y ese fue su verdadero poder de control social: todos la tenían en mente, desde el humilde campesino hasta el más alto cargo de la Iglesia o la nobleza. Y es que nadie en España podía considerarse completamente a salvo del Tribunal.
La sociedad española era profundamente religiosa, pero una religiosidad que perdía aquí su sentido universal para afianzarse en un localismo exacerbado que hacía del párroco la raíz misma del catolicismo, dotando a la Iglesia de una fuerza que descansaba más en el carácter particularista y propio de la religión que en el fanatismo de la fe. Esta fuerza es la que sirvió a la perfección a los intereses inquisitoriales en su tarea de control, creando un clima de tensiones contrapuestas que llevaba a amplios sectores de la sociedad a sentirse apesadumbrados y sometidos. No obstante, siempre imperó el sentido tradicionalista por encima de cualquier otra consideración, y nunca se pensó en encauzar los odios contenidos contra el Estado o la nobleza, y mucho menos contra la Iglesia o su brazo armado.
No menos evidente que el control social ejercido por la Inquisición, y precisamente de su mano, resultan sus innegables connotaciones de carácter político. Si bien y de derecho el Consejo de la General y Suprema Inquisición era un tribunal eclesiástico sometido a la autoridad de Roma, la realidad era ciertamente distinta. Ya desde su fundación el Santo Oficio fue un Consejo centralizado que estaba íntimamente ligado a la estructura del poder estatal. La monarquía española controlaba de tal modo el Tribunal que realmente se llegó a una completa identificación de intereses. La Inquisición era un apéndice básico del Estado, precisamente un medio de control eficaz de la sociedad, y todos los intentos por parte de Roma de interferir su acción o reducir su jurisdicción terminaron en rotundos fracasos.
Las actividades y el desarrollo de la vida española en su conjunto eran controlados por la Suprema a través del complejo aparato inquisitorial, y quizá los sonados casos de importantes autos de fe no fueron sino parte del montaje, una pantalla para encubrir mediante la pretendida pureza espiritual la realmente deseada pureza social».
Extractado del artículo del autor «La Inquisición española: realidad de un mito». Hoy existen otros mecanismos de control social, político e ideológico, mucho menos evidentes pero terroríficamente más eficaces. Entre todos ellos destacaría, sin dudarlo, esa cosa llamada liberalcapitalismo, sobre la que, si me lo permiten, hablaremos otro día.
Buenas tardes, Javier;
ResponderEliminarLeyendo tu post me vienen a la cabeza las inquisiciones que vinieron posteriormente, esas policías de la moral y las buenas costumbres que sirvieron al Estado (o a cualquier otro amo) para, digamos, mantener a el orden en sus lindes. En todos los casos, desde la Inquisición original hasta las otras organizaciones, hubo, por un lado, seres extremistas que pervirtieron, pocas o ninguna vez en su provecho, el sentido con que se habían concebido (si se quería exterminar a la población porque sí no hacía falta poner excusa), y por otro lado, hubo quien se aprovechó no por extremista, sino por sacar partido a algo que ya estaba ahí y se lo permitiría; estoy pensando en las delaciones, la traición al vecino o al cuñado. Y ahora pues igual, pero con otras formas, como dices al final. Con dos guardaespaldas y una cohorte de abogados, por ejemplo, hay quien tiene suficiente para amargarle a uno la vida. Y a veces sobran los guardaespaldas.
Un saludo.
En efecto, Elfi, la "Inquisición" es una cosa inacabada, incompleta, y que por tanto debe continuar para perfeccionarse... a costa de quienes la sufren, que hoy, si no me equivoco, es el conjunto de la sociedad toda, tan globalizada, tan redonda. No hay, por consiguiente, que hurgar mucho en nuestra historia para cerciorarnos de ello, pues al margen de dictaduras o "dermocracias" el hombre es, en lo sustancial, el mismo.
ResponderEliminarUn abrazo