martes, 4 de mayo de 2010

El mejor idioma

Hoy estaba dispuesto a presentarles un nuevo artículo interesantísimo, pero no he tenido más remedio que dejarlo para otro día porque, en medio del trasiego técnico para colgarlo, he hecho un descubrimiento capital, diría más, he tenido una revelación, algo así como si fuera un hálito de ciencia infusa: he atisbado, por fin, entre las brumas semiinconscientes de mi ignorancia, que no es preciso, como en su día aquí dije, ponernos de acuerdo toda la humanidad en usar un mismo idioma para entendernos, porque ya existe. Es el ansia.

Lo tenía ahí mismo, que digo ahí, aquí, conmigo, acompañándome, persiguiéndome, impidiéndome dormir… el ansia. Qué tranquilidad, por fin, tras tan prodigioso hallazgo… Hablen el idioma que hablen, que para el caso nos da igual, políticos y empresarios comparten un mismo interés, una común finalidad, tienen sus cerebros ocupados en la misma porquería, el ansia… Se entienden de maravilla, es este lenguaje más efectivo que el gestual. Ambos, políticos y empresarios, ven una moneda y les brillan los ojos, se deslumbran por el interés generado. Ven una persona y no es una persona, es una inversión, un voto, un beneficio…

Mágico idioma que tiene sus iconos, sus registros idiomáticos, su semántica, su teoría, su vocabulario propio… codicia, avaricia, ambición, crisis, deuda, desempleo, embargo, desahucio, hambre, capital, mitin, plusvalía, estructura, miseria, miserables, suicidio… Un lenguaje universal perfecto, que incluso el común de los mortales entendemos por estar habituados a él desde la niñez, por tener que sumergirnos en él, por soportarlo, por alentarlo, por no destruirlo…

El ansia mueve el mundo, no el amor ni la religión. El ansia disfrazada de economía, de democracia, de sostenibilidad, de ecologismo político, de desmesura y desesperación. ¿Qué otra cosa, si no, hace que seamos capaces de crear enfermedades antes que las vacunas que las curan? ¿O de firmar tratados de paz que previamente necesitarán una guerra que los justifique? ¿O de invadir un país sencillamente porque podemos? ¿O, cosa más mundana y cercana, de alegrarnos hasta lo inverosímil porque al vecino le va mal, no, le va peor que a nosotros?

Capaces de detectar una bolsa de petróleo en la corteza oceánica, a más de un kilómetro bajo el nivel del mar; capaces de construir a gran distancia de la costa una plataforma gigantesca que extraiga el crudo; capaces, en suma, de chupar con largas mangueras de la bolsa hasta dejarla seca… y, sin embargo, ante el menor contratiempo, incapaces de solucionarlo. El ansia del beneficio económico domina las inversiones, que se tornan especulaciones y que no prevén una partida para los más que probables accidentes. La tecnología aplicada en sentido contrario no da beneficios.

Incomprensible mente humana, ansiosa y desequilibrada, fraudulenta, mezquina…, capaz, en cambio, de lograr la maravilla del lenguaje universal. Por fin.

4 comentarios:

  1. También existe el ansia de ser, de crecer, de construir, de ayudar, de ser generosos, de dar, de amar... Probablemente no podamos esperar demasiado del ser humano, dominado por la ambición, pero sí que podemos contemplarlo con ternura, con ironía, con cierto escepticismo tranquilo. El artista no condena, observa e intenta comprender viendo que nadie es totalmente bueno ni nadie totalmente malo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Cierto, Joselu, pero uno, que no es artista ni cosa parecida, condenado a vivir dentro de sí, sin posible huida, no tiene más remedio que condenarlo todo, denunciarlo todo indiscriminadamente, incluso a uno mismo, que al mismo tiempo se reivindica y se contradice, se afirma y se desdice.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. "condenado a vivir dentro de sí, sin posible huida".
    Perdona, Javier que me meta donde no me llaman, pero la afirmación que extracto ahí arriba me ha producido un desasosiego de tal naturaleza que me he visto empujado a exponerte mi inquietud porque tal estado sea el tuyo personal. No soy persona rousseaniana, y me inclino más a pensar en la teoría del hombre como un lobo para el hobre, pero igualmente he defendido siempre como un principio irrenunciable la libertad individual para escribir el propio destino. No ignoro que la circunstancia orteguiana nos condicionan a veces hasta límites inhumanos, pero el ser humano es el que siempre, aun en los momentos más terribles, es capaz de esperanza y de cambio. Otra cosa es que esa circunstancia sea el alibi de nuestra pereza o de nuestro acomodo, que a veces pasa. En fin, espero y deseo que no seas víctima de un determinismo tan atroz. Saberse insignificante o con escaso poder para cambiar lo que no nos gusta no implica necesariamente que nuestra acción humana no tenga sentido. El pensamiento enseguida le da alas a la ambición y se desinteresa de su humano radio de acción. En fin, disculpa el atrevimiento de estas reflexiones.

    ResponderEliminar
  4. Juan, sé que es un gesto deferente hacia el anfitrión, pero ni necesitas disculparte por tus reflexiones ni, por supuesto, te metes en sitio alguno donde no te llamen, ya que, como bien sabes, desde el mismo instante en que nuestros pensamientos ven la luz de la red, ya son públicos, y por tanto abiertos y susceptibles de todo tipo de interpretación (además de tergiversación, apropiación e incluso sodomización, que de todo cabe).

    No es mi deseo preocupar a ningún lector con mis dislates y disparates, y aun así te agradezco tu apreciación, porque no viene sino a corraborar lo que tantas veces digo y pienso: que el hombre es uno y lo otro. Y sigo sometido al imperio de los sentidos, ya que mantengo que la existencia es pródiga en ellos, por más que carezca de ese SENTIDO que le quieren dar las creencias espirituales pero que tanto necesita la humanidad en su conjunto.

    Quizá la acción humana posea algún sentido, como dices, que yo desconozco o por miopía no acierto a ver, aunque es verdad que somos una casualidad, insignificantes si no fuera por el número, y aun así...

    No me considero determinista, no al menos de manera tajante ni en su componente filosófica, si acaso "levemente" pesimista. Pero es que, en general, no me considero cosa alguna... sólo voy siendo, con esa libertad que mencionas, y de la que, lo repito, no puedo huir.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...