viernes, 27 de agosto de 2010

Clunia (I)

La ciudad hispanorromana de Clunia, cuyo nombre latino completo es Colonia Clunia Sulpicia, se erige desafiante al viento sobre el Alto del Castro, un cerro amesetado en forma de estrella situado entre los municipios burgaleses de Peñalba de Castro y Coruña del Conde. Pero el origen de esta ciudad es celtibérico, como demuestran su propio nombre y los diversos restos arqueológicos, cerámicas y estelas entre ellos, que se han encontrado en diferentes excavaciones y que pueden ser adscritos a la cultura prerromana del pueblo arévaco, en cuyo territorio la incluye Plinio denominándola finis Celtiberiae.

Es con motivo de las guerras sertorianas desarrolladas en la mitad norte de la Península Ibérica en los años 70 del siglo I a.C. cuando recibimos la primera noticia de la ciudad, al señalarnos Tito Livio que Pompeyo asediaba a Sertorio y sus partidarios indígenas en Clunia a fines del año 75 a.C. Algo más tarde, el año 56, Clunia es de nuevo asediada por los romanos debido en esta ocasión a su alianza con los vacceos, siendo sometida durante la campaña militar del año siguiente. Años después el propio emperador Augusto se hará cargo de la última fase de la anexión de los territorios hispanos a Roma, que concluirá con la derrota de cántabros y astures en 19 a.C. A partir de este momento Augusto organiza administrativamente Hispania en tres provincias, realizando con probabilidad también nuevas subdivisiones interprovinciales conocidas como conventus, aunque sólo en época de Claudio alcanzarán una verdadera institucionalización.

Un convento es básicamente una delimitación de carácter jurídico para lograr una mayor eficacia en las relaciones de Roma con los habitantes de las provincias, en especial todas las cuestiones referidas a la administración de justicia. Clunia pasaría a ser, así, la capital de una de estas nuevas unidades administrativas, el denominado conventus Cluniensis, cuya jurisdicción territorial se extiende por los cursos medio y alto del Duero, el valle alto del Ebro y las áreas del norte hasta llegar al mar, incluyendo por tanto a diversos pueblos prerromanos: cántabros, várdulos, carisios, berones, autrigones, turmódigos, vacceos, arévacos y pelendones. Esto sucede casi con toda seguridad en época de Tiberio, es decir entre los años 14 y 37 de la Era, momento en que la ciudad indígena adquiriría el estatuto de municipio romano.

En su nueva función de capital de un convento jurídico, la antigua ciudad indígena se convertirá en un importantísimo foco romanizador de su entorno, a la vez centro administrativo, de justicia y religioso de un extenso territorio que incluía a prácticamente toda la antigua Celtiberia. Además, se encontraba ubicada en una importante vía romana que comunicaba toda la zona norte peninsular desde Asturica Augusta (Astorga) hasta Caesaraugusta (Zaragoza), con fácil acceso también hacia el norte.

2 comentarios:

  1. Esa lista de pueblos prerromanos me trae a la memoria una novela de Ferlosio, El testimonio de Yarfoz, que leí subido a la nube de la maravilla: por la concepción, por el lenguaje, por la imaginación y por la naturalidad narrativa. Me swigue pareciendo una joya de las prometidas "Guerras barcialeas", de las que sólo ha publicado la novela de la que te hablo. ¡Y quince más, si igual de buenas, me leería de esos pueblos inventados por Ferlosio! Por eso me gustan estas crónicas, porque me recuerdan el mundo antiguo de esa novela.

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  2. Resulta frecuente, Juan, que la realidad supere a la imaginación. En no pocas ocasiones, cuando veo películas "históricas", compruebo tras un reposado análisis que casi siempre el guionista "edulcora, disfraza o recrea" el dramatismo de los verdaderos hechos históricos para, eso sí, dotarlos de mayor vigor visual, de una estética más acorde con el pensamiento único actual. Pero, en definitiva, la realidad es real, y pocas veces se ve reflejada en la pantalla, aunque sea en 3D.

    Esos recuerdos que todos solemos tener del mundo romano, de la época medieval, son tan sólo eso, recuerdos de carácter romántico-épico que en poco o nada se asemejan a la certeza histórica.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...