lunes, 6 de septiembre de 2010

A propósito…

Hoy, como siempre, las masas se creen superiores a cuanto es distinto de ellas. Resulta, así, que no admiten nada por encima, desdeñan la jerarquía natural de las cosas que, así como en la naturaleza coloca a cada ser en el puesto que le corresponde, entre los hombres hace que las sociedades se rijan por sus mejores individuos.

Por desgracia, ni antes ni ahora supieron las masas discernir blanco de negro, de suerte que cada integrante de esa masa no acierta a ver que puede haber ante él, y así se encierra cada individuo en su particularismo en la falsa creencia de que es mejor que otro, mejor incluso que cualquiera. Esta fatal convicción hace que las masas pierdan la coherencia social necesaria para aceptar al líder, aquél a quien deberían seguir de manera natural, pues sin su guía la masa no es nada.

Es tan fuerte ese sentimiento particularista de las masas que, tal y como dijo Ortega, se sienten capacitadas para autogobernarse, prescindiendo de la estructura jerárquica tan necesaria. Como consecuencia, se produce el lamentable y bochornoso espectáculo que nos toca presenciar. Cree el tonto que no lo es…

El concepto de masa, en sí mismo informe y abstracto, bástenos ahora para dar cabida a todos aquellos que adolecen de criterio y pensando para sí que disfrutan de libre albedrío, éste no es más que ese particularismo que les caracteriza y que confunde sus sentidos haciéndoles percibir lo irreal como tangible, detestando a los mejores e idolatrando a los que se erigen por encima de ellos como iconos. Estos falsos líderes que arrastran a las masas lo son a su vez, pues carecen del especial pálpito que imbuye al guía natural, y conducen al populacho, como rebaño, a los rediles en que parecen y creen gozar de libertad, pero que sólo alimentan las ambiciones, la ira y la codicia de sus falsos profetas. Esta marea desbordante que impera por doquier nos conduce a todos hacia la oscuridad.

Afanados como están en sus triviales pequeñeces, desoyen toda voz ajena, no reconocen más autoridad moral que la suya y se engañan a sí mismos embaucando de paso a ese pueblo masificado y, como ellos, gaseoso.

Están vigentes hoy, como siempre, las clases sociales. Quizá no ya la clásica dicotomía entre burguesía y proletariado, pues ambos conceptos se han acercado tanto que se difuminan hasta perderles el rastro. La primera desvinculándose ladinamente de su pasado vergonzoso para adoptar nuevas camaleónicas actitudes que la indiferencie. El segundo aupándose socialmente a un escalón más amplio al abrigo de eso que dio en llamarse Estado del bienestar, y ocupando posiciones intermedias de mediocridad que les incita a pensar en flirteos con los grupos de poder.

En conjunto, burguesía y proletariado se han acercado tanto que hoy no es posible distinguirlos si no es porque, juntos, conforman el núcleo central de las nuevas masas, las clases medias, en cuyo entorno gravitan grupúsculos de individuos, masa también, pero de distinto nivel socioeconómico. Y a un lado, marginales, ingrávidos, aquellos a quienes nadie escucha, los auténticos guías que, cansados de la falacia, se apartan del camino arrollador de estas masas que machacan a su paso cuanto encuentran, animadas y dirigidas por sus pastores que, en aras de la pretendida igualdad destruyen todo aquello que no alcanzan a comprender por diferente.

Faltos de guías, de hombres excelentes, las ideas se tornan ideologías y éstas incluso economías para satisfacer la creciente demanda de las masas, su necesidad de sentirse superiores sin ser siquiera inferiores. Pero esto no es realmente lo que necesita el hombre, y por eso su imperio debe ser efímero.

6 comentarios:

  1. "carecen del especial pálpito que imbuye al guía natural". Tendrás que reconocer, Javier, que como descripción del líder auténtico, frente al falso que tú censuras, y con razón, se aproxima mucho a la petición cristológica: Quien cree en mí no morirá jamás..., o a la clásica tautología de Yahvé: "Yo soy el que soy". Un "pálpito especial" y un "guía natural" son concepciones que proceden de la magia, del mundo mitológico, no de la razón. ¿Cómo, de qué manera, se reconoce ese pálpito sin miedo a equivocarse? ¿De qué modo la naturaleza -más allá del macho alfa de las manadas- produce un líder inequívocamente reconocido como tal? Permite esta discrepancia puntillosa, pero la labor intelectual ha de ser, siempre, la crítica de los conceptos. El liderazgo lo otorgan siempre los liderados, como pasará con Rajoy si éste llega a presidente del país, por ejemplo; o como pasó con Aznar, quien usó el atentado que sufrió por parte de ETA para reivindicar que "tenía carisma", el pobre infeliz. Estoy de acuerdo contigo en que los poderes culturales dominantees perfilan la individualidad para ajustarla a la masa, e incluso para anularla en beneficio de esta última, de modo que sea más cómodo gobernarla; pero, sin subestimar su poder, siempre ha habido personas libres con conciencia de su dignidad, de su libertad, personas que se han negado a dejarse avasallar por esos poderes, y que han luchado desde presupuestos muy modestos, pero con absoluta determinación: Rosa Parks es el mejor ejemplo que se me ocurre a bote pronto. A retardado, la lista sería no pequeña...

    ResponderEliminar
  2. Nada más lejos de mi intención, Juan, que establecer vínculos de equivalencia o analogía con aspecto alguno de la exégesis cristológica, en la que no obstante creo por existir –la exégesis, digo, no Jesús. Si te lo ha parecido así, sólo se trata de simple correspondencia semántica, al estilo de esas películas que dicen “todo parecido con la realidad es simple coincidencia”. Dicho esto, coincido contigo en el origen mágico de la figura y cualidades del guía, que procede de un tiempo en que la magia precedió a la religión. Acerca de este asunto, sin embargo, estoy preparando unas notas que aún tengo desordenadas, por lo que me perdonarás si no me extiendo demasiado aquí. La sociedad humana funciona en lo esencial como cualquier otro grupo animal, pero superponiendo conductas inducidas, que no aprendidas, que vuelven el sistema perverso basculándolo hacia esos líderes “elegidos” que sólo son reflejo individual del general deseo de poder.

    En mis tiempos de Universidad, tenía un compañero profesor, cura él, que solía hablarme del voto de calidad. Argumentaba que no debería valer lo mismo el voto de un ciudadano formado, consciente y sensato que el de otro burdo, desnaturalizado e ignorante, porque el daño que el voto de este último era capaz de hacer en manos de los demagogos desvirtuaría el valor de aquéllos.

    El hombre inteligente mide, aquilata su posición, su razón, y en función de estos parámetros elige. El simple se deja engañar. Pero ambos gozan de idénticos derechos democráticos, derechos establecidos por la ley humana, no por la natural. Más aún, podría superponer a ambos otra clase aún de hombre, el que ni elige ni se engaña, el que no participa en el sinsentido global. Es mucho suponer, pero es. Coincidirás conmigo en que el voto, en democracia, pocas veces es pensado, sino las más inducido, o abducido, que dirían los modernos filósofos. Son llevados al lugar donde se les requiere. Es simple cuestión numérica. La masa pesa.

    Es siempre un placer departir contigo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Comentando el comentario, "El hombre inteligente mide, aquilata su posición, su razón, y en función de estos parámetros elige. El simple se deja engañar"; quizá en lo que estoy de acuerdo es en que el primero es quien verdaderamente 'elige', entendiendo la palabra como la opción libre, coherente, consciente y fundamentada ... Sin embargo, tengo mis dudas de que ese primer hombre, inteligente y formado, no sea también susceptible de dejarse engañar. Hay tantas formas de enfrentarse al mundo, las personas inteligentes sacan conclusiones tan distintas unas de otras, incluso contrapuestas muchas veces, que o se acepta que existen varias verdades, varias posibilidades de 'acertar', o sólo algunos de ellos escogen bien, no se dejan engañar (pese a su inteligencia y su formación).
    Me planteo en mi simpleza este razonamiento cuando, careciendo de la 'gracia' de la fe como carezco, pienso en las muchas personas inteligentes y formadas, profundas, que declaran su condición de firmes creyentes. Montones de personas a quienes admiro y respeto, personas cuya inteligencia, formación y capacidades están muy por encima de las mías, han llegado a concluir que Dios existe, y que merece ser tenido en cuenta a la hora de planificar sus vidas ... Uno de los dos bandos está equivocado, uno de los dos se ha dejado engañar, y lo ha hecho pese a su inteligencia y su formación. Esto sería extrapolable a cualquier otra cuestión social, política o filosófica ... Vuelvo con mi simpleza a extrañarme ante el hecho real de que personas inteligentes y formadas defiendan postulados racistas, autoritaristas, insolidarios, excluyentes ... Debe haber algo por encima de la inteligencia y la formación, algo que planea sobre ellas y que inclina el timón de la decisión para optar por unos u otros caminos, pero ¿hay algo o alguien que pueda conducirnos inequívocamente a 'la verdad'?
    Disculpa esta disgresión respecto del tema que tratabas en tu artículo. Un cordial saludo, Javier.

    ResponderEliminar
  4. No necesitas disculparte, Zim. Trataré de argumentar mi respuesta, que quizá no esté trazada sobre la razón en abstracto, pero sí sobre mi razón, que es lo único que tengo para vivir. Al modo cartesiano, la explicación de lo divino dejaría hoy descolocado a cualquier creyente. Razón y fe entran en conflicto, pero ya no nos sirve la reflexión salomónica de Descartes, ¿verdad? De modo que es necesario afrontarlo de otra forma.

    Elige quien puede. Y puede más quien tiene mayor inteligencia y la domeña y la ejerce. Pero hay, quizá, cosas que ni la inteligencia más portentosa puede elegir, porque se trata de aspectos de nuestra vida en íntima conexión con una parte del cerebro que no controla la volición sino el comportamiento emocional, de suerte que "aunque queramos no podemos" hacer sino aquello que nos dicta "el corazón", en términos que podemos perfectamente entender.

    ¿Cómo, si no, podrían casar y convivir inteligencia y fe? Si Dios es "irrazonable", en el sentido de que la razón no es suficiente para explicarlo, ¿dónde queda, en la mente del ser inteligente, es más, del científico, el espacio suficiente para conciliar semejante despropósito? Quizá, si me permites el atrevimiento, osaría decir que no necesariamente la inteligencia se manifiesta de manera visible, muchas veces, y que lo que otras tenemos como inteligencia no es sino una pátina de brillantez que oculta en realidad las carencias insondables del individuo. Es decir, si alguien a quien tenemos por inteligente, o muy inteligente, o científico, manifiesta su creencia en Dios, sólo me cabe concluir dos cosas, a riesgo incluso de equivocarme: ese sujeto no es tan inteligente como parece, o, en su defecto, Dios existe.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. ¿Moral de esclavos y moral de señores? Las masas se han rebelado como dijo Ortega, pero eso no es malo en sí mismo. ¿Quién es líder y de qué? La estructura del mundo camina hace tiempo hacia la red. Estamos en ella. Y en ella no hay jerarquías heredadas. Cada uno ocupa el lugar que ocupa. Y se interrelaciona con otros semejantes. Son círculos concéntricos. El saber ha salido de sus enclaves habituales y se expande exponencialmente quién sabe dónde. ¿Hay lugar para la sabiduría en este maremágnum? Nadie está libre de la crítica, nadie es un líder por que sí. Ortega inició la reflexión pero hoy ha llegado a un punto que él no pudo imaginar. ¿Es peor? Es nuestro mundo. Ya no hay líderes. Detesto esa figura. Quiero pensar que la mente es colectiva y que cada uno se conecta a ella según su propio saber o conocer. Y cada uno aporta su porción de realidad. Ya no hay lugar para los profetas ni para los sabios admirados. Cada uno es una partícula de una red extremadamente compleja. Pero sus terminales conectan con el conjunto. De la capacidad de establecer conexiones deriva nuestra influencia, nuestro círculo. Saludos.

    ResponderEliminar
  6. La red de que hablas, Joselu, puede ser tan compleja como queramos, pero no comparto tu idea de que todos conectemos con ella. Si así fuera, la sociedad humana semejaría un hormiguero, o una colmena, en la que cada individuo participa del todo común y a ese todo pertenece y se debe. Cada uno ocupa EL LUGAR QUE LE CORRESPONDE. Pero eso no pasa en nuestra sociedad, ¿no te parece? Ojalá fuera así, porque de ese modo todo funcionaría.

    Pero las cosas son según su naturaleza, y como parece que nadie, o muy pocos saben realmente el lugar que ocupan, y muchos menos ocupan el que deben, se plasma evidente y necesaria la figura del guía, ese líder que no te gusta. La realidad, a nuesto pesar, está por encima de anhelos o deseos. Asunto distinto es la caracterización de ese guía al que aludo, y que pasa por el acatamiento consensuado para no padecer a tiranos de diverso pelaje. Desgraciadamente, y vuelvo así al inicio de mi artículo, no parece, a tenor de los varios miles de años de Historia que arrastramos en pesado equipaje, que se sepa elegir correctamente.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...