sábado, 4 de diciembre de 2010

Nofiucher?

No one would have believed, in the last years of the 19th century, that human affairs were being watched from the timeless worlds of space. No one could have dreamed that we were being scrutinized as someone with a microscope studies creatures that swarm and multiply in a drop of water. Few men even considered the possibility of life on other planets. And yet, across the gulf of space, minds immeasurably superior to ours regarded this Earth with envious eyes, and slowly, and surely, they drew their plans against us…

Nadie hubiera creído, en los últimos años del siglo XIX, que los asuntos humanos estaban siendo observados desde los mundos del espacio intemporal. Nadie habría podido soñar que estábamos siendo examinados como alguien con un microscopio estudia criaturas que pululan y se multiplican en una gota de agua. Pocos hombres consideraban incluso la posibilidad de vida en otros planetas. Y, sin embargo, a través del abismo del espacio, mentes infinitamente superiores a la nuestra miraban la Tierra con ojos envidiosos, y lenta, inexorablemente, trazaron sus planes contra nosotros...

Así comienza la Guerra de los Mundos, de Wells, inicio del que me he permitido hacer una traducción más o menos libre, porque nadie tiene la obligación de saber inglés.

Siempre ha sido recurrente en la ya larga historia de la especie humana echar mano de lo que nadie podría desentrañar jamás para tratar de justificar lo inexplicable. Si al principio nuestros ancestros elevaron a las alturas a los fenómenos de la naturaleza en tanto fuerzas que eran incapaces de controlar, andando el tiempo le buscaron las vueltas a eso de lo inexplicable para justificar todo tipo de abusos y exacciones sobre el común. Inventaron como consecuencia de este proceso el tótem, al que confirieron poderes sobrenaturales, mágico-místicos primero y metafísicos después. Idearon más tarde las cosmogonías, las teogonías y todas las demás agonías que hoy arrastra la humanidad. Y ya, en el clímax de la creatividad, dieron rienda suelta a su imaginación y descubrieron el monoteísmo como punto de referencia y perfeccionamiento del ya largo proceso religioso incubado.

Esto que digo, desde nuestra perspectiva actual, ¿no les suena a ciencia-ficción? A los no creyentes, claro. Los defensores de la fe, la que sea, verán en mí al demonio, sólo por decir esto, y aunque servidor no haya roto nunca un plato. Pero, como básicamente escribo para desahogarme, y no pensando en quién pueda leer estas líneas, no debo pleitesía a ningún poder, credo, censura o magnate de la cultura. Siempre me gustó la ciencia-ficción, algo que, andando el tiempo, puede tornarse en profecía, pues hoy la parte ficticia del binomio se ha convertido en ciencia en estado puro. Hay en cualquier novela del género, en la película más infantil y rudimentariamente filmada, un halo especial que arrebata la imaginación y nos envuelve en una nube de misteriosas levitaciones de fantasía. ¿Quién no se ha imaginado a bordo de una nave espacial que recorre velozmente las insondables distancias siderales? ¿Alguien se ha sustraído a poner cara, y forma, a esos marcianos de la infancia, los alienígenas de ahora?

Hoy, no obstante el romanticismo que envuelve al género, la ciencia-ficción es tan real, y está tan cerca de nosotros, que apenas le damos ya importancia. Los japoneses, celosos de su raza –que no es otra que la humana, por cierto– y de su tradición, se rodean de todo tipo de robots, humanoides o no, para realizar las más variadas tareas domésticas y evitar la entrada de inmigrantes ante el envejecimiento de su población. Cuando subimos al coche, nos dice que debemos abrochar los cinturones de seguridad, enciende las luces, conecta el limpiaparabrisas, nos avisa del riesgo de helada y de que tenemos la rueda de repuesto desinflada, calcula la distancia que podremos recorrer con el combustible que queda en el depósito y la ruta más corta y segura, limita su propia velocidad y hasta se aparca solo. En casa todo puede funcionar ya, si tenemos el dinero necesario para pagarlo, mediante ordenadores inteligentes y responsables que encienden y apagan luces y las regulan según nuestro estado de ánimo, asan el pollo para que esté listo cuando llegamos por la noche, abren el embozo de la cama previamente desincrustada del suelo por un sistema neumático y hacen la colada, con planchado incluido. Una máquina agrícola es capaz de sustituir a un centenar de jornaleros, y otra en una cadena de montaje ensambla mejor y más rápidamente cualquier producto que el más eficiente de los operarios. Tenemos teléfonos que se conectan a la nube, sirven de ordenador personal y, además de molar por los colorines y los politonos, podemos hablar con cualquier colega que esté a la vuelta de la esquina o al otro lado del mundo. ¿No era esto ciencia-ficción hace un par de décadas?

El futuro se presenta incierto, pero se impone con fuerza, cada segundo un poco más cerca, más cerca… y ya pasó. Pero, enseguida, se acerca un nuevo futuro, dominado por el acaso, el albur, la magia de qué pasará. La ciencia ha desbancado a la ficción en su misión de sorprendernos. Los avances tecnológicos se suceden a vertiginosa velocidad, sin solución de continuidad… ¿hasta cuándo? Lo último parece venir de la mano de la nanociencia, la nanotecnología, y la biogenética, con la transferencia de los datos almacenados en soportes inertes a cultivos de bacterias que actuarán como macrobases de información, supercomputadoras .

Sólo es un paso más en el camino hacia la verdadera inteligencia artificial, viva, que hace poco, en otro sentido, emprendió Craig Venter. Y ya ni siquiera estamos seguros de dónde puedan estar los límites a nuestra capacidad de desarrollo. Aún así, ¿hay solución para esta especie dominante que apenas se controla? ¿Hay futuro?



Pd.: No pretendo plagiar a Joselu con el título de la entrada, aunque sea bajo la forma de su transcripción fonética (el contenido es sustancialmente distinto, además). Como Platón, creo que las ideas están por ahí, y hay quien tiene la suerte de atrapar alguna… aunque sea repetida.

6 comentarios:

  1. Sí, desde luego, hay futuro, pero será muy diferente de lo que habíamos imaginado e incluso muy distinto a lo que la ciencia ficción más elaborada hubiera podido idear. No sé por dónde irá. En las novela de anticipación o en las pelis más imaginativas no estaba presente un instrumentos que es cotidiano hoy día y es el teléfono móvil. La ciencia ficción es un género interesante. Tengo en la mesilla Pórtico de John W. Campbell que está esperándome a que pueda ponerme a su lectura. No sé cómo será el futuro porque está lleno de incertidumbre. En cualquier caso, como decía, será totalmente distinto a cualquier recreación sociológica o literaria que se pudiera haber hecho. En el siglo XIX nadie pudo imaginar ni por asomo cómo sería el siglo XX. Lo mismo nos pasa a nosotros. Cuando empiecen los ordenadores cuánticos o estos que utilizan bacterias como discos duros, la actual informática será tan anticuada como los molinillos de café manuales. ¿Será bueno? No me atrevo a contestar.

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  2. No, Joselu, siento discrepar pero era la mía una pregunta retórica. No tenemos remedio. Como especie, digo. Aunque tomados individualmente somos capaces de lo mejor, reunidos sólo conseguimos prosperar de manera oportunista, como los perfectos depredadores que somos. Así que, o desmontamos por completo el sistema para volver a encajar las piezas de nuevo, cosa que no parece tener el apoyo de casi nadie, o no hay futuro para estos que somos. No es sólo que no sepamos cómo va a ser el futuro, sino que no lo tenemos, y no hablo en sentido figurado sino literal. El mundo se nos escapa entre los dedos como la arena seca de la playa. El futuro no será bueno ni malo, ni mejor ni peor para unos que para otros. Sencillamente, no será.

    Un abrazo.

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  3. El futuro es ya, como el pasado, porque sólo existen en el presente inmediatísimo y efímero, lo que no nos impide dejarnos llevar por la esperanza y las proyecciones. La ciencia, es cierto, parece destronar a la ficción. El descubrimiento de las bacterias que se "alimentan" de arsénico, en vez de hacerlo de fósforo, que era lo mandado, y que lo incorporan a su cadena de ADN, abre unos interrogantes como las copas de pinsapos. La sorprendente teoría de que nosotros apenas somos la encarnadura, la carcasa, de nuestros genes, y que cuando no les seamos útiles se despojaran de ella y buscarán un nuevo "hogar" donde albergarse me parece cada vez más una realidad de tomo y lomo.
    Desde que supe de la clonación, y contra el parecer de iglesias, gobiernos y 'gentes de orden', me declaré a favor de ser clonado, y aun hoy me sigue atrayendo la posibilidad real de serlo, por más que, por edad, me sea imposible ver el desarrollo del "monstruo"... Ahora bien, después de haber visto imágenes de Corea del Norte, se me enfriaron los ánimos... Hasta que vi claramente la diferencia: los coreanos del norte, sobre todo en el ejército, son replicantes, no clones, aunque en aquel rigidísimo sistema totalitario no creo que haya mucha diferencia entre unos y otros, la verdad.

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  4. Ay, Juan, ni Corea del Norte merece ser el futuro de la Humanidad (aunque quizá ésta si mereciera un futuro norcoreano) ni habría clones, o malvados replicantes bladeruneros, suficientes para aplacar tan larga lista de espera, pues uno mismo que suscribe estaría dispuesto al sacrificio en aras de la ciencia, o de la ficción, que tando da, como Isabel y Fernando, ya sabes...

    Un abrazo.

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  5. Pues claro que hay futuro. Mientras existan personas que amen lo habrá...
    Es más, el futuro ya está aquí ¿o no os acordáis de cuando érais pequeños y pensábais en el futuro que viviríais cuando tuviérais los años que teneis ahora? Ahora es el futuro. Y nunca fue predecible en realidad.

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  6. Oki, cuánto tiempo... Celebro tu regreso, si es que alguna vez te fuiste. El futuro puede atender a diversas interpretaciones, no sólo dependiendo de quién lo perciba, sino del estado de anímo de una misma persona actora. Si lo tomamos como inmediatez que un día será y ya es, porque ese día ha llegado, entonces "hay futuro": es la vida que nos va pasando (a muchos por encima). Pero, si por futuro entendemos ese constructo inexistente de un tiempo que está por llegar, y que de hecho puede que no llegue nunca, "no hay futuro", porque somos incapaces de construirlo entre todos. El futuro, para el conjunto de la especie, se asemeja mucho a las célebres "calendas graecas", irremisibles.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...