sábado, 22 de enero de 2011

La política ha muerto. ¡Viva el mercado!

Percibo cierto sentimiento, quizá un rumor, a veces clamor, de que hay que hacer algo. Pero, no sabiendo el qué, andamos despistados y cabizbajos. Mientras en unos sitios el devenir político está tocando a su fin, sobre todo en Occidente, en otros están ansiosos por probar qué cosa será la democracia. En Túnez, país musulmán, laico y corrupto –como lo era Irak, ¿recuerdan?–, están estos días haciendo su revolución, ensayando para el advenimiento de la deseada democracia. El pueblo, anhelante, se ha sublevado contra el tirano para reclamar justicia, igualdad, prosperidad… Es lógico tratándose de conceptos tan novedosos como ajenos a su cultura sumisa a la religión y a las corruptelas endogámicas. Esa revolución, bien vista por la vieja Europa y la nueva América, quizá cuaje en una verdadera democracia, de mal encaje, no obstante, con el dogmatismo islámico, al igual que sucede en Irak, Afganistán y otros lares en que se ensaya. No están preparados para eso.

Pero, al fin y al cabo, hacen la revolución, entre otras cosas porque todo lo que pueden conseguir es mejor que lo que ya tienen, que es apenas nada. Aquí, en cambio, en el mundo cristiano –mayormente– desarrollado, no hay revoluciones ni nada, entre otras cosas porque no hacen falta. ¿Para qué, si tenemos de todo? Libertad, derechos, vacaciones, holganza, tecnología, más derechos… ¿Quién, en su sano juicio, iba a poner todo esto en juego por hacer la revolución? Además, ¿qué revolución? ¿Y contra quién? No lo entiendo. Y tampoco los que nos miren desde fuera (fuera de Occidente, quiero decir). No tenemos nada ni nadie contra lo que revolucionarnos, como no sea contra nosotros mismos, verdadero y único enemigo. Siendo como somos el Sistema, si queremos, ¡qué estupidez!, acabar con él, o tan siquiera cambiarlo, todo debe comenzar por cambiar nosotros, nuestra mentalidad, nuestras costumbres. Si no, vade retro revolutio. De modo que así estamos, sin revolucionar. Y es que no me suena que democracia alguna haya sido nunca sucedida en lo político por una revolución, sino por lo contrario, una involución. Acaso estos chicos enmascarados de Anonymous tengan la solución, no sé…

Además, para quitarnos, a algunos, la peligrosa gana de intentarlo siquiera –lo de la revolución, digo–, nos llegan recados desde los lugares más variopintos, pero todos con un mismo mensaje: tranquilos, que no pasa nada, todo está controlado. Los políticos, que tan denostados son en mil y un lugares, están de capa caída, porque, entre otras cosas, se les nota demasiado la manifiesta incapacidad que les imbuye. Como hombres de paja que son, no hacen, no dicen, no nada. Y si hacen y dicen, lo hacen mal y lo dicen mal. Mejor no hablar. Los poderes fácticos del planeta están estos días, sin reunirse ni nada, deliberando qué hacer con los políticos, que tan pobre balance arrojan últimamente. Andan consultando a sus consultores y asesores para encontrar una rápida, cómoda y, sobre todo, barata salida a estos políticos de tres al cuarto que ya ni para sus más miserables planes sirven.

¿Qué sería de nosotros sin los políticos?, se preguntaban algunos en tertulias radiofónicas varias. No es tan difícil predecir un mundo sin ellos, y ya incluso se están realizando experimentos al respecto, planteando escenarios en que a cada político le sustituye un economista o un corredor de bolsa, o incluso ambos a la vez. ¡Pobres políticos! Se verán obligados a reciclarse, aunque algunos ya tienen hueco en esas grandes multinacionales que ellos mismos se encargaron de privatizar, alentar y enderezar, como Felipe González y Aznar, y la mayoría no tendrán problema en colocarse, o en su defecto pasar a comer la sopa boba a costa del erario público, algo que quizá habría que corregir.

Quítenles a los políticos, esos nobles representantes del pueblo, la secretaria, el despacho, los asesores de imagen y el coche oficial, y verán qué queda: los tratantes*, porque eso son en el fondo, e incluso en las formas muchos hasta lo parecen.

Decía Ulrich Renz que el hombre, aunque salió de la caverna en cuanto pudo para irse a vivir cerca de un frigorífico, está biológicamente condenado a ser el simio gordo. Ese mono adiposo que entonces respondía a un patrón de supervivencia, como el oso hibernante, ahora engorda por deseo expreso del mercado, que lo quiere así. Tiene su lógica. Que se lo pregunten, si no, a los millones de obesos compulsivos que deambulan por los alrededores de las grandes superficies del próspero Occidente en busca de una hamburguesa o una bolsa de patatas fritas, talmente como si fueran muertos vivientes.



* Con todo el respeto debido a esta entrañable figura del folclore nacional. Para aquellos de ustedes cuya poca edad les haya privado del conocimiento directo de estos personajes, les sugiero que lean algo sobre el idílico mundo de las ferias de ganado, en las que el tratante tenía un protagonismo incuestionable. Sin pretender ser exhaustivo ni tendencioso, algunas cosas interesantes sobre ellos pueden verse aquí, aquí y aquí.

6 comentarios:

  1. Hace años que el poder político, que ahora llaman "los mercados" le está echado un pulso a los gobiernos. El poder económico contra el poder político, menudo combate. Está claro que con estos gobernantes tan esmirriados el combate acabará pronto, por KO absoluto, y los políticos tendidos en el ring. Ya hace unos años que el Club Bildeberg se reúne y planifica las estratégias de dominio, la última reunión fue en Sitges, no hicieron ningun comunicado (sus reuniones siempre son secretas) pero parece que el futuro está trazado: privatizaciones, consumismo voraz, adelgazamiento hasta la anorexia de la política, superestructuras mundiales por encima de los gobiernos, directrices de las multinacionales, control de la producción energética al servicio del capital más despiadado, etc.
    A este espectáculo de la lucha despiadada asistimos como espectadores pacientes que sólo (lo he acentudado)vamos de vez en cuando a las urnas para no decir nada. Para apoyar a un púgil caquéxico e histriónico.
    Está muy mal la cosa, querido Javier.

    Salud
    Francesc Cornadó

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  2. La pena es que en esta feria, las reses con las que tratan son todas de sólo dos 'patas' ... y con unos cuernos cada vez más inofensivos, si no ausentes.
    Un abrazo, Javier.

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  3. Muy mala, Francesc, muy mala. Y algunos peores ciudadanos ni siquiera vamos a votar de vez en cuando, para ver qué se siente. Sé que es peligroso no hacerlo, pero puestos a vivir en el filo...

    Un abrazo.

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  4. A la feria, Zim, va ganado de todo tipo. Ahora abunda más el de tipo humanoide, pero es que está de moda... Puestos a elegir, prefiero esas otras ferias, las de los caballitos y el tren de la bruja y el algodón dulce.

    Un abrazo.

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  5. La huelga general, el Gal, el caso Roldán, Filesa... no lograron restarme un ápice de la admiración que sentía por González. Era un hombre que lograba cautivarme. Sin embargo, con su contratación por Gas Natural, creo, por primera vez se me ha venido abajo totalmente y me he dicho: es igual que todos. Algo murió de mi apreció a la política en este contrato. No sabe el daño que le ha hecho en cuanto a imagen pública. No creo que sea un caso aislado. Y ya no tiene remedio.

    En cuanto a eso de las revoluciones, hay que decir que cambiaremos, ya lo creo que cambiaremos, pero a la fuerza. Nada hay en nosotros que lleve a ello, pero otros vendrán y nos lo harán irremediable. Y será contra nosotros, hundidos en nuestro sopor. Los bárbaros siempre han salvado a Roma. Saludos.

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  6. ¿Quién no ha sido idealista alguna vez, Joselu? Sobre todo en ciertas edades más tiernas, más inexpertas... Pero incluso en la madurez hay todavía personas que mantienen su firme convicción en los más altos ideales, quizá por falta de conocimiento real, quizá por perseverante y esperanzada convicción. Personajes de la vida pública que lo tenían todo (reconocimiento, solvencia, respeto), que hicieron en su momento un buen trabajo, poco a poco se resquebrajan en la senectud, se doblegan ante el capital que tan ardorosamente combatieron... ¿Qué necesidad tienen, ya?

    Otros ancianos, en cambio, maduran sus ideas a la par que sus cabellos, y se manifiestan tan íntegros que son un verdadero ejemplo, sin claudicar nunca, sin arrastrarse jamás. Ahora, que incluso en China se empieza a cuestionar el respeto ancestral a los mayores, sería buen momento para volver a poner el gobierno de los pueblos en manos de la experiencia sosegada de las canas.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...