miércoles, 9 de marzo de 2011

Muérete, viejo

Apostados en el rellano de la escalera, los dos tipos tenían una visión bastante completa del exterior a través de la ventana. Parecía que llevaran allí horas y horas, cuando en realidad hacía tan sólo diez minutos que se habían parapetado en tan excelente observatorio. Desde su posición dominaban toda la plaza, escudriñando cualquier movimiento. Aunque era de noche ya, y la mitad de las farolas de la calle estaban apagadas, eso no parecía importarles lo más mínimo. Uno de ellos había ido sacando parsimoniosamente las piezas del rifle de una bolsa negra de deporte, y las había montado con la certeza que proporciona la práctica. Acopló finalmente la mira telescópica dotada de visión nocturna. A través de ella podía ver una rata a 500 metros como si la tuviera delante de sus narices. Y el otro lado de la plaza apenas estaba a 30 metros…

Era un buen lugar, no sólo por la excelente posición de dominio que tenían sobre la plaza sino por el tráfico que solía haber al anochecer, aunque cada vez menos. Tendrían que cambiar de zona... Una sombra quería recorrer la pared del edificio al otro lado de la plaza. Una sombra negra, agazapada, que intentaba con sigilo pero sin éxito pasar desapercibida, ignorante de que unos ojos ávidos ya se habían fijado en ella.

–¿La ves?

–Claro –respondió el del rifle observando detenidamente la sombra, cuyos torpes, lentos pasos delataban su identidad. Aunque el humo del cigarro que pendía de la comisura de la boca le llegaba hasta el ojo semicerrado, el individuo no pareció perder la mirada atenta con la que seguía el movimiento de la sombra.

–¡Dale, dale ya! –le exigía su compañero, nervioso ante la tensión del momento, incierto y lúgubre y con olor a sangre.

–Todo a su tiempo. Todo a su tiempo…

El sujeto del rifle seguía imperturbable a la sombra en su huidiza y pesada marcha. Pareciera tenerla allí mismo, al alcance de la mano. Si se lo proponía podía incluso olerla, saber a qué debía su peste… La siguió todavía un poco más, unos segundos. Cerró suavemente el dedo sobre el sensible gatillo, dejó de respirar y ya. Un ruido apenas perceptible gracias al silenciador y la sombra se fundió con el suelo. Un grito desgarró la noche, la cortó como espesa negrura.

–¡No le has matado! ¡Vaya puntería…!

–¿Quieres callarte, imbécil? Hay otro. Es el que ha gritado…

En el edificio de enfrente, cruzando la plaza, una sombra se agachó sobre la sombra caída, la removió, la sollozó, la desesperó. El rifle volvió a chascar. Las dos sombras se fundieron en una, negra, roja…

–Vamos, vamos…

Los dos individuos bajaron rápidamente los escalones que les llevaban hasta el portal y corrieron la escasa distancia que los separaba de sus víctimas. Llegaron, se detuvieron, miraron alrededor. Nada. Silencio. La noche. Pero del suelo encharcado, ensangrentado, un quejido subía, un ay se resistía…

–Chapucero, ésta no está muerta –ante la mirada átona del tipo del rifle, su compañero de matanza empuñó una automática y apuntó a la cabeza de la anciana. Abrazada al cuerpo inerte de la sombra caída, acaso su esposo, había vuelto la mirada hacia la voz. Los ojos ya vidriosos, casi ciegos de cataratas, apenas llegaron a ver el fogonazo que surgió de la boca del silenciador, apenas notaron la bala romper su frente y penetrar en el cerebro. No sintió dolor, y quizá no supo que moría.

Se apresuraron ambos a rebuscar entre las ropas de los muertos en busca del preciado botín: unos pocos billetes y dos documentos de identidad.

–Mil, mil cien…, vaya, parece que no les ha dado tiempo a gastarse la pensión. Vamos, tú. Por esta noche ya tenemos bastante. Mañana iremos a la M-30 norte. Me han contado que ayer la banda del Terry cazó a más de veinte… Creo que es buena zona. Aquí apenas pasan ya viejos, está demasiado expuesta…


* * *


En febrero de 2018, cuando el volumen de pensionistas alcanzó la cifra crítica de 12.985.969, la Seguridad Social quebró. Rápidamente se tomaron medidas para paliar la situación. El gasto sanitario atribuido a los mayores, en imparable aumento debido a la prolongación de la esperanza de vida, amenazaba con hacer inviable la asistencia gratuita al conjunto de la población, de modo que se promulgó la Ley Orgánica de Irretroactividad de Prestaciones Sanitarias, claramente inconstitucional, según la cual todo ciudadano inactivo o pasivo dejaba de estar incluido en el régimen general de la Seguridad Social, de modo que, salvo que pudiera pagarlo, carecía de cobertura sanitaria, tanto la atención primaria como la hospitalaria y la prestación farmacéutica, e incluso se les negó el acceso a urgencias. En la práctica, esto se tradujo en un incremento de la tasa de mortalidad del 45% entre la población mayor de 70 años durante todo 2018, incrementándose aún más en 2019. Nadie denunció esa ley ante el Tribunal Constitucional.

Para erradicar el fraude en la percepción de pensiones, se dictó un Decreto-Ley que anulaba las cuentas corrientes de todos los pensionistas que no estuvieran acogidos en residencias, y les obligaba además cada mes a cobrar personalmente y en metálico su pensión entre los días 1 y 5, previa rigurosa identificación. Además, mediante otra ley, a los pensionistas propietarios les fueron embargados/confiscados sus bienes para contribuir a hacer frente al pago de sus propias pensiones. Quienes no lograban ser acogidos por sus familias se vieron de la noche a la mañana en la calle. El incremento de la mortalidad entre los mayores de 65 años por causas violentas fue brutal, llegando a convertirse en el primer factor de muerte entre ellos, por delante de los infartos cardiacos y cerebrales y las insuficiencias respiratorias.

Achacaban las autoridades esta violencia con los ancianos al hecho de cobrar en efectivo su pensión, lo que motivaba que fueran víctimas de delincuentes y drogadictos. Sin embargo, también entre los residentes en centros geriátricos aumentaron considerablemente las muertes violentas. Circulaba el rumor de que el Instituto Nacional de la Seguridad Social ofrecía 1.000 € por cada DNI de pensionista que se entregara, pues automáticamente el jubilado en cuestión era dado de baja del sistema de prestaciones. De hecho, en ningún caso la policía encontró dinero o documentación en los cuerpos de las víctimas, que eran usualmente incineradas o entregadas a las Facultades de Medicina al no reclamar nadie los cadáveres. El Gobierno negaba todo y la oposición callaba. Mientras, la ciudadanía miraba para otro lado.

Gracias a estas medidas extraordinarias, justo tres años más tarde, en febrero de 2021, el balance de la Seguridad Social volvió a ser positivo. El número de pensionistas era entonces de 1.253.481, todos ellos acogidos en residencias. Pese a todo, ninguna de las leyes dictadas fue derogada, aunque, fruto del consenso de todas las fuerzas sociales, se reformó el Capítulo VII entero, artículos 160 a 170, del Real Decreto Legislativo 1/94 por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social, para prohibir la jubilación.

8 comentarios:

  1. Que mal cuerpo me has dejado...

    ResponderEliminar
  2. Negro futuro el que presentas, Javier. Lo peliagudo es que a veces la realidad supera a la ficción. Veremos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. No te aflijas aún, Paco, porque si malo es contarlo, mucho peor debe de ser sufrirlo. Pobres viejos, que no se tienen ni a sí...

    Un abrazo y bienvenido.

    ResponderEliminar
  4. En cierta ocasión aprendí, y ya para siempre, que el futuro siempre te acaba alcanzando y pasa sobre ti con toda su gravedad. Sólo es cuestión de aprender a esquivarlo, Luis.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Estremecedor. Hubo una película que seguro que conoces que se llama Soilent Green, cuando el destino nos alcance. Es una de las antiutopías más sangrantes que he visto en cine y hace más de 25 años que la vi. Y sí es cierto, el sistema de la seguridad social terminará por no poder pagar la asistencia a la tercera edad ni sus pensiones. La mitad de mis amigos y familiares no tienen hijos por diversas causas. La natalidad es bajísima y si no fuera por los inmigrantes que la han hecho subir algo estaríamos bajo mínimos. Además sabemos que el planeta ha de estabilizarse en 9000 millones hacia 2050 y ello implica una reducción fortísima de la natalidad en países subdesarrollados que se multiplican velozmente para compensar la mortalidad infantil. Tu terrible antiutopía tiene mucho de verosímil. Lo experimentaremos en carne propia. A no tardar mucho.

    ResponderEliminar
  6. Estupenda película, en efecto, Joselu. Terrorífica y al mismo tiempo esclarecedora de la condición humana. El mundo camina entre tinieblas que apenas podemos despejar, solapándose indistintamente ambición, egoísmo y estupidez. El sistema falla, el hombre falla, y sin embargo seguimos actuando como si nada importara salvo YO y mi tiempo vital. Lo demás concierne al otro, y es por todos sabido que el otro no soy yo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Tu tienes acciones en los bancos y haces esto para que nos "acongojemos" y nos hagamos un plan de pensiones? (Total para que nos lo confisquen también...)
    Voy a dejar de hacer cursos de idiomas y de fiscalidad y voy a apuntarme a uno de "Tiro con escopeta", digo, para poder defenderme y llevarme a alguno por delante cuando llegue el momento...

    ResponderEliminar
  8. No sólo tengo acciones en los principales bancos, Oki, sino que además soy consejero delegado de casi todos. No, en serio, al menos de un par de ellos...

    Si haciendo cursos nos libráramos de los sombríos tiempos que se avecinan... ahora mismo me apuntaba a media docena. Pero me temo, ¡oh, cielos!, que viejos seremos, y en el camino nos encontraremos.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...