domingo, 17 de julio de 2011

Termancia

La primitiva ciudad arévaca de Termes se localiza al suroeste de la provincia de Soria, en el actual término municipal de Montejo de Tiermes. Se erige, como es habitual entre los celtíberos, sobre un emplazamiento en altura estratégicamente orientado y fácilmente defendible en la margen izquierda del Manzanares. El nombre original de la ciudad fue el de Termes, tal y como nos indican la mayor parte de las fuentes literarias clásicas y los epígrafes conocidos, aunque Diodoro de Sicilia y Apiano la denominan también Termantia. Así, como Termes, será conocida en épocas celtibérica y romana, pero más adelante, durante la Edad Media, y más concretamente a partir del siglo XIII, la evolución del castellano transforma el nombre en Tiermes, cuya perduración hasta nuestros días se evidencia en el municipio de idéntico nombre.

Si bien los más antiguos restos arqueológicos encontrados en la ciudad indican que el emplazamiento ya estaría ocupado desde la Edad del Bronce, más o menos a fines del segundo milenio a.C., es con la cultura celtibérica cuando se aprecia una mayor intensidad en el hábitat, documentada también por el descubrimiento en los últimos años de la década de los 70 de la necrópolis de incineración de Carratiermes. Las sucesivas investigaciones parecen confirmar que el pueblo arévaco controlaba todo el territorio, dominando al resto de poblaciones celtíberas del país. De todas formas, la dureza del clima y lo abrupto del terreno, ya mencionados por las fuentes clásicas, obligaban a los celtíberos a explotar la ganadería como fuente básica de riqueza.

La primera vez que Termes aparece mencionada es con motivo de las guerras celtibéricas de mediados del siglo II a.C. en la obra del historiador Apiano, cuando los romanos, tras derrotar a los vacceos, no logran someter a sus aliados de Numancia y Termes. Después, en el año 98 a.C., el cónsul Tito Didio conquista la ciudad trasladando a sus habitantes al llano y prohibiéndoles construir murallas. A partir de este momento toda la zona entra plenamente en la órbita romana y comienza el proceso romanizador que propiciará la adscripción jurídica y administrativa de Termes, convertida en municipio romano, al conventus Cluniensis.

Toda la estructura del cerro sobre el que se asienta la ciudad es de blandas rocas areniscas, lo cual explica que gran parte de las viviendas documentadas sean de carácter rupestre, es decir, excavadas en la roca para afrontar mejor las duras condiciones climáticas, constituyendo uno de los aspectos más destacados tanto de la ciudad celtibérica como de la posterior ocupación romana, época a la que corresponden la mayoría de los vestigios encontrados y que indican una cierta relevancia de la ciudad hispanorromana. Como es lógico en todo núcleo indígena de población suficientemente romanizado, se hace necesaria la presencia de órganos institucionales de gobierno, como una curia o senado ciudadano y unos magistrados. En el caso de Termes se documentan perfectamente ambos a través de una tessera hospitalis, una inscripción grabada en una lámina de bronce mediante la cual la ciudad de Tiermes ofrece su hospitalidad a unos habitantes de la cercana ciudad de Uxama. Firman el pacto los quattuorviros o magistrados supremos de Termes.

Los restos arquitectónicos que nos documentan la etapa romana de Termes son prácticamente los mismos que en toda ciudad romana de importancia, con una organización urbana en torno al Foro imperial, centro neurálgico de la actividad ciudadana en sus vertientes administrativa, religiosa y mercantil. En función de ello contaría con una basílica para acoger al tribunal de justicia, los templos de las principales divinidades y las tabernae o tiendas para la actividad comercial en los pórticos laterales. Sin embargo, y aunque la zona del Foro está claramente identificada, aún no se han puesto al descubierto estructuras bien definidas, aunque sí se han recuperado una escultura del dios Apolo y la cabeza de un emperador en un área que podría corresponder a un templo.

Se han podido identificar, en cambio, otras construcciones de la ciudad romana. Así, parte de las termas en las que los ciudadanos se relajarían con el baño. También las huellas de los cimientos de una pequeña edificación en la zona más alta del cerro que podría corresponder a un templo. Igualmente destacan tanto el Castellum Aquae como el propio acueducto de la ciudad. El primero es un gran depósito terminal para el abastecimiento de agua, de estructura rectangular, en tanto que el acueducto que abastecía de agua potable a los termestinos es una de las obras públicas más importantes de la ciudad, de la que por desgracia sólo se conoce una parte mínima del trazado con dos tramos de su recorrido, uno en la ciudad y otro en las afueras que se prolongaría hasta la fuente, el manantial donde nace el río Pedro.

Junto al Castellum Aquae se descubrieron un total de diecinueve tabernas o tiendas que formarían parte del macellum, el mercado ciudadano. Se conocen también, en la ladera noroeste de la ciudad, los restos del pequeño teatro, concretamente sus gradas, que están excavadas en la propia roca. Destacan en toda la extensión de Termes diferentes restos constructivos que corresponden a casas privadas, como las dos llamadas Casas del Acueducto o la Casa de las Hornacinas, además de otros edificios de carácter rupestre. En uno de ellos cercano al Foro se han podido recuperar mosaicos fechados en el siglo I d.C.

La actividad económica y comercial de Termes también sería destacada en el periodo romano a juzgar por los numerosos hallazgos de monedas de diferentes épocas y de restos cerámicos que indicarían la existencia de centros alfareros de producción tanto para utensilios de uso cotidiano como para materiales de construcción, sobre todo tejas y ladrillos. También existiría un alfar destinado a fabricar cerámica de lujo, la terra sigillata.

Termes contaba, por último, con un recinto amurallado que se extiende por tres de los lados de la ciudad. Sólo el lado occidental, de más difícil acceso natural, no está protegido por este paramento. Esta muralla se levanta sobre construcciones de los siglo I y II d.C., que es la fecha válida para la inmensa mayoría de las construcciones y materiales romanos de la ciudad. Tanto la técnica como los elementos constructivos y el hallazgo de monedas tardorromanas indican que la construcción de las murallas de Termes puede fecharse en la segunda mitad del siglo III d.C.

Durante el Bajo Imperio la ciudad, como tantas otras, experimenta un proceso de decadencia y progresivo abandono fruto de las nuevas circunstancias sociales, económicas y políticas que terminan con la actividad de la vida ciudadana. Nada se sabe de ella durante las épocas visigoda y musulmana, aunque el hallazgo de una necrópolis visigoda en la zona del Foro parece indicar que el cerro no se despobló en su totalidad. Sin embargo, no será hasta el siglo XII cuando vuelve a tenerse noticia de su nombre, apareciendo Tiermes como una de las aldeas que el obispo de Sigüenza recibe del rey Alfonso VII.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes Javier. En primer lugar darte las gracias por esta clase de historia que nos has dado. Queda todo dicho si digo que llevo más de una hora investigando en la web sobre los pueblos celtíberos y el pueblo de Termes en concreto. Vamos que me ha picado el gusanillo de la curiosidad y no podía quedarme solo con tu artículo, necesitaba instruirme un poco más.
    Y leyendo esto he llegado a preguntarme: por qué actualmente se empeñan o nos empeñamos en hablar de nacionalidades, regiones o pueblos como algo cerrado, cuando la historia nos demuestra que las diferentes culturas o tradiciones se trasmiten como la gripe. Somos lo que somos porque el pueblo invasor fue a su vez invadido y ambos dejaron lo bueno o lo menos bueno que tenían.
    Un saludo

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  2. Gracias por tu comentario, Delfi. Hablando de nacionalismo, tan devastador para los intereses comunes de la Humanidad, no creo que nosotros, como individuos, nos empeñemos en otra cosa que la cotidiana tarea de sobrevivir. Sin embargo, en tanto grupo, tribu, pueblo o nación, somos las personas humanas bichos de mucho peligro, pues, pronto dados a supercherías y demagogias, seguimos adocenadamente al hechicero de turno atrincherados en valores, tradiciones y máximas religiosas de dudoso o ningún fundamento pero que cumplen a la perfección el papel para el que fueron ideados: el control social.

    Te dan un fusil, un uniforme y una lata de atún, te arengan y te encomiendan la defensa de la patria y tú miras a todos lados sin encontrar por dónde huir. Sin embargo, si a tu lado, delante y detrás de ti ves a otros de semejante guisa, no dudas ni un instante de las palabras sonoras que te alimentarán durante la batalla.

    Esta alegoría es válida en tiempos de paz especialmente, cuando los fusiles con los que nos arman son la ignorancia, la envidia, la ambición y la desconfianza hacia el otro, el diferente, el distinto... por tanto nuestro enemigo.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...