domingo, 15 de abril de 2012

Las reglas del juego (o Civiles y ladrones)


Decía Luis XIV que el Estado era él. Tamaña muestra de soberbia, incompatible con el sentir democrático actual, va camino, sin embargo, de convertirse en algo natural, e incluso consustancial, con el rumbo que está tomando la Historia, si es que ésta, como piensa Fukuyama, no ha muerto definitivamente.

Son unos trileros estos nuevos bucaneros –o quizá se trate de corsarios, pero no estoy seguro de si navegan bajo bandera–, que juegan con una increíble ventaja proporcionada, además, por su competidor en tan feroz juego, el Estado. El mercado nunca es transparente, pero el Estado debe serlo, y entonces sus cuentas quedan expuestas como pistas o señales claras por las que moverse con soltura para el mercadeo, iniciándose así una partida con las cartas marcadas y la connivencia latente entre unos y otros para esquilmar al incauto, esa pobre cosa que antes se llamaba el pueblo, después la ciudadanía y más actualmente los consumidores, aunque hoy, consumidos ya éstos, no haya con qué seguir consumiendo dignamente. Hay incluso otro término para definirnos –ignoro quién habrá sido su descubridor y por qué–, el de sociedad civil, imagino que para diferenciar(nos/los) de la otra sociedad, la militar (¿o será por ventura la ladrona?).

Sabiendo tan poco de casi todo, no sabe el escribidor dónde encuentra valor para osar inmiscuirse en la liturgia de la economía, las finanzas mundiales y el sacrosanto imperio de lo verdaderamente oculto: el mercado. Los inversores presionan y deciden y el Estado, que en democracia es tanto como decir nosotros, se humilla y claudica. Maniatados por leyes exigentes, mostramos de forma diáfana (que no me consta lo contrario) cuentas, deuda pública, estadísticas, previsiones, déficit, presupuestos y toda la parafernalia que acompaña inefablemente al quehacer anual, antes quinquenal, de esta España zaherida. Ante semejante exhibición, ¿no tendrán más remedio los mercados que hincarnos el diente, es decir, morder la vena? Tontos serían si no lo hicieran, y faltarían además a su deber, que es el enriquecimiento, al que tienden de forma tan natural como el tonto al cielo.

En tal tesitura nos hayamos, como el galeno inexcusable que ante un paciente difícil se encuentra entre lo que la medicina no puede curar y lo que se cura solo. Y así estamos, abandonados al pairo por mor de capitanes intrépidos que abandonaron la nave hace siglos. O quizá es que nunca llegaron a embarcarse, sabedores de que más allá del finis terrae sólo el abismo del fin del mundo aguardaba su tributo. Hoy no hay patrones dignos del nombre, cuánto menos del cargo. Nos arrebañamos en torno a presuntos, que no otra cosa son, políticos, puestos al servicio, dicen ellos, de la esta España de todos que, por no pertenecer a nadie, disgrégase sin mucho ruido, más ahora que la borbónica casa cae en la infamia, la desfachatez y el ridículo dignos de la más negra leyenda, acercando al Estado, o lo que quede de él no tardando, a la republicana causa que ayer muchos celebraban, y que no será ni mejor ni peor que la monarquía, si acaso, hoy, más ajustada a la realidad que nos toca.

No son, pues, los capitanes que nos mandan dignos oficiales de su alta misión, pero sí, con creces, de los todos nosotros, en conjunto gaseoso, que formamos esa sociedad civil a la que antes me referí, presa y cautiva de tantos ladrones que en España son. Íbamos tan contentos por el mundo con más crédito que fortuna, y ahora ni eso nos conceden, recelosos los de fuera de nuestros excesos y falta de seriedad, e incluso quienes deberían hacer patria, antes ejercen de juglares para congraciarse con tan poderosos señores. Basta ver a ministros que se dicen españoles declarando en plaza extranjera, más en concreto germana, primicias que para sí quisieran los periodistas nacionales. Y es que al trasnochado duende Rubalcaba le ha salido un duro competidor: el gnomo de Guindos, que gusta más, sin embargo, de mejores parajes norteños, sin duda condicionado por su pasado más mundano que provinciano.

La guinda la pone quien, con respaldo de urnas, asegura que la recuperación vendrá de la mano del sector servicios, ese que, tradicionalmente, ha dado sus mejores hijos al país. Y decir servicios es decir, sin paliativos, turismo. No debemos engañarnos: mientras gastamos nuestros impuestos en formar camadas de jóvenes preparados que luego darán frutos fuera, aquí nos conformamos con la mano de obra supercualificada que se encarga de servir cerveza y paella a los guiris. Ése, y no otro, es el motor de nuestro futuro económico, nueva vieja balsa de la Medusa a la ibérica manera, porque, siendo España país netamente terciario, ni siquiera lo es con la elegancia, solidez, constancia y sensatez que caracteriza a otros, como suizos y monegascos.

Y para terminar, como ruido de fondo, todo ello contado, narrado, retransmitido por estas nuevas camadas de periodistas, igualados no por su conocimiento del medio sino por el estúpido acento y cadencia que imponen a su decir, así como el característico y ¿estúpido? caminar de las modelos de pasarela. Pareciera que en todas las facultades de ciencias de la información enseñaran, en aras de la libertad de cátedra, la misma forma de hablar, con idénticas y estúpidas pausas y entonaciones ridículas pensadas para tontos. Pero es lo que tenemos, puede que porque no merezcamos ni más ni otra cosa.

8 comentarios:

  1. Amigo mio, Profesor Don Javier,

    Tengo que decirle que es todo un placer, y un sosiego para el Espíritu, leer lo que Vd. escribe, porque sus reflexiones tienen fondo y forma, impecables ambos. Vd., cuando escribe, dice cosas, y cosas importantes; Vd. tiene la cualidad de apuntar fino y no andarse con componendas ni enunciados vacíos de contenido, como esos que se hacen demasiadas veces para que el lector adicto al halago y la adulación le aplauda a uno por lo que ha dicho, mientras él, en su intimidad, piensa exactamente lo contrario de lo que lee: eso, claro, en el caso de que tenga algún sentido crítico, cosa que no abunda demasiado, porque la mayoría de las veces, como suele suceder en las grandes aglomeraciones de masas, esas a las que son tan adictos los Políticos con sus súbditos, porque no otra cosa son la mayoría de las veces los ciudadanos a los que les venden acémilas que ni siquiera andan, decía,  la mayoría de las veces esos aplaudidores ni siquiera han entendido lo que les han dicho.

    Vd. ha puesto el dedo en la llaga y, en un ejercicio solemne de kátharsis auténtica, nos ha desenmascarado a todos los políticos y a los poderes públicos que nos malgobiernan. Y yo pienso lo mismo que Vd.: ya el que se pretende gobernar los destinos de nuestro país no está al servicio de los ciudadanos, porque eastá exclusivamente al servicio de sí mismo, de su enriqueicimiento personal, y de su buena vida, importándole un bledo y un comino, por no decir una mierda, las repercusiones que su conducta pueda tener sobre los demás.

    Y, para colmo de males, ahí tenemos a las más altas Instituciones del supuesto Estado jugando a armas, y a cacerías reales… con lo costosas que son. La última cacería importante que yo recuerdo es la que describe Virgilio, en el Canto IV de la Eneida, cuando se van de cacería Eneas y la Reina Dido de Cartago, pero, claro, esa cacería estuvo programada por los dioses, para atraer hacia Eneas los beneficios de la reina de Cartago. Claro, eso es un relato mitológico que se remonta a las postrimerías de la Guerra de Troya, tras la diáspora de los Troyanos vencidos, hace más de 3.000 años, y la constatación escrita vamos a situarla en un tiempo aproximado de hace 2.000 años.

    Claro, no debemos extrañarnos de eso, porque sucedió en época mitológica y tiempos pretéritos, pero, vistas las cosas como están ahora, parece ser que no hemos avanzado demasiado.

    Y ahora un apunte final: aquí se parten y reparten recortes y más recortes, pero esos recortes afectan siempre a los mismos, nunca a los poderosos, a los que más tienen, a los que se reparten el producto de la caza.

    Y es que la forma como nos gobiernan da más que asco. Dada mi formación Clásica, tengo que reconocer que tengo bastante nostalgia de las formas de Gobierno de la Antigua Grecia y Roma, a pesar de todas las deficiencias y corruptelas que había, que eran más que abundantes.

    Le envío, amigo mío, un gran abrazo, y toda mi admiración por la clarividencia de sus ideas.

    Antonio Martín Ortiz

    PS.: Habrá Vd. notado mi insistencia en la palabra claro. Es que todo está más claro que el agua cristalina del río de mi pueblo, que se nutre en las nieves de Sierra Nevada.

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    1. Querido amigo Antonio, algunos no podemos vivir sino de quimeras mitológicas que nos den consuelo y descanso, como si fuéramos Odiseo retornando a los dulces brazos de la que no se cansa de tejer (y destejer). En esa espera nos confortamos los mortales héroes que sustentamos el mundo de manera más eficaz que infinitos Atlas… ¿Para qué engañarnos? No es posible otro mundo a no ser que los mundanos sean otros… Los que ahora quieren cambiar ven en realidad tan lejana toda mutación que no se cansan de pedir, incluso exigir el cambio para prolongar su huida hacia delante.

      Podemos hablar, escribir, incluso gritar, desgañitarnos señalando con el dedo acusador, afear las conductas irresponsables e injustas de quienes, teniendo la responsabilidad del mando, se dedican al flirteo con el poder. Podemos hacer todo esto y más cosas, pero, ¿de qué habrían de servirnos, si somos incapaces de darnos cuenta de la verdadera dimensión de nuestra ruina, que es más moral que económica, porque los ciclos materiales se suceden con parsimonia o prontitud, según el caso, pero nuestros sentidos, tan atrofiados que de no ser por la tecnología ya habríamos desaparecido como especie, son inmutables al paso del tiempo, impermeables al dolor y el sufrimiento del otro, testigos mudos, estos sí, de los acontecimientos que con palabras vanas denunciamos? Larga y complicada pregunta, mas retórica...

      Tenemos sobre nosotros tanta desgracia que sólo podemos atraer más, cargados hasta la médula con estos imanes nefastos que nos impiden andar. Ya no tengo palabras, si acaso unas pocas más con las que contestar a quien quiera preguntar…

      Un abrazo.

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  2. Sí, es difícil, sin estar al cabo de la calle de tantas disciplinas como están involucradas en el misterio de la crisis, aventurar opiniones que tengan, además, poder de consuelo y veneno de convicción. Reniego de la servidumbre a los mercados, pero no es menos cierto que hay algo (acaso mucho) de perverso en un mecanismo que consiste en desarrollarse a partir del dinero ajeno (la deuda), sin el cual es imposible cualquier inversión, pública o privada. No entiendo que tdos hayamos de vivir entrampados para poder vivir. Habrá de llegar el momento en que, duela o no, hayamos de enfrentarnos a nuestra miseria, ¿no? Soy un enamorado de la ópera, pero no puedo permitirme más de un espectáculo al año. Es obvio que podría pedir un crédito y sacar un abono para toda la temporada, pero, ¿cuánto podría aguantar antes de que las deudas se me comiesen el sueldo, si eso mismo lo hiciera para el resto de mis aficiones (gastronómicas, artísticas, vacaciones, etc)? Por otro lado, ando reflexionando mucho, desde el estallido de la crisis, de la insensatez y de la alegría (primas hermanas) con que se "exigen" puestos de trabajo buenos, bonitos y rentables. La famosa lucha por la vida ha pasado ya a mejor vida, sepultada por la conciencia lata de los derechos omnipotentes... Todos quieren trabajar, nadie quiere crear trabajo. Todos quieren un buen sueldo, pero nadie quiere arriesgar ni un euro. Todos echan pestes contra las deslocalizaciones, pero ni dios acepta ser trasladado de provincia para poder seguir "disfrutando" del puesto de trabajo, etc. Entiendo que Rajoy y Cia. han llegado al poder para cumplir órdenes y que les den golpecitos en la espalda (o les retuerzan el cuello, como a Guindos) y que les importe un cojón de mico el país, pero no es menos cierto que ese camino lo emprendió Zapatero en vez de levantarse contra la supuesta "dictadura de los prestamistas" y reconocer que "todos" nos apretábamos el cinturón hasta quedarnos incluso sin una de las tres comidas. A quienes hemos sido austeros por convicción, esta crisis nos resbala. Yo la veo como un poderoso escarmiento. Humano ha de venir de humus, guste o no, venga o no.

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    1. ¿Cómo replicar a tan contundente argumentación sin hacer herida de la propia ignorancia o, como poco, caer en el ridículo del atrevimiento? No puedo responderte con coherencia porque, en efecto, muchos, entre los que me incluyo, hemos sido excesivos: unos, movidos por ambiciosos fines, deseando la ganancia fácil en el país de las oportunidades perdidas; otros, pobres ilusos, persiguiendo sueños –quizá delirios– a más de utópicos, irresponsables.

      Sería ahora prolijo juntar alegatos en mi defensa, siquiera fuera para el propio consuelo, de no ser porque no hay justificación posible para la estupidez. Tras la ruina económica más absoluta, cargo estoico y frugal, como siempre fui, con las consecuencias y las deudas adquiridas, y a cada uno voy dando lo suyo de mis espaldas doloridas. Por eso, quizá, me conforta dar también a otros lo que no me pidieron, aunque ni ellos ni nadie se enteren jamás de la afrenta. Levantado de nuevo para vivir a costa de la propia muerte postergada, me enfrento cada día a mí y al mundo, sabedor de que nada tiene remedio porque nada es como nos dicen.

      Tras este panfleto gris, me permitirás decir también, Juan, cosas no menos dolorosas por más sabidas. Una, la principal, es la mierda que, con deudas o sin ellas, nos hacen trasegar a diario para seguir creyéndonos libres, no importa aquí ni el color de la porquería ni el de los que nos la arrojan. Si no hacemos más es o porque no nos atrevemos o porque, y viene a ser lo mismo, atreviéndonos tememos las consecuencias. Y quien osa las paga, que en eso tengo experiencia. Otra, no menos importante, es el derivado espurio del arrebañamiento, que no es otro sino la sumisión a los nuevos dogmas sociales imperantes: podrá la grey reivindicar todos los derechos que están esfumándose, pero nunca abogarán por cumplir las obligaciones inherentes al oficio de ciudadano. Llegados a este punto, más nos valdría abolir la ciudadanía y declarar la esclavitud como forma social preferida, pues, al menos, tendríamos amo reconocido que nos procurara el sustento.

      Asumiendo culpas y responsabilidades, y con la parte correspondiente a cada una de ellas prorrateada, no harían mal estos políticos en secundarme y ponerse a la cabeza de los humildes servidores de la cosa pública, sirviéndola de verdad, pero ha de ser motu proprio, ya que nadie viene obligado a obligarlos. Como esto es tan enteléquico como el origen de la aventura humana, podemos tener la certeza de que no va a darse, así que, si nadie lo remedia, y disintiendo en esta ocasión de tu opinión, Juan, creo que la magnitud de esta crisis no hace posible que a nadie le pase por alto ni nadie pueda sentirse a salvo de sus garras devastadoras. Y cuando digo nadie me estoy refiriendo, naturalmente, a la chusma que nos amontonamos en los bancos de las galeras y no a otra cosa.

      Un abrazo.

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  3. No considero justo lo que dice mi amigo Juan Poz y es que esta crisis le resbala por haber sido austero. Me recuerda poderosamente la fábula de la cigarra y la hormiga, y nunca me he sentido identificado con la actitud de la previsora hormiga que luego deja perecer de frío a la cantadora cigarra. Esta crisis no es solo de los que no han sabido ser previsores. Considerar esto así, me parece inquietante y una cierta mirada altiva. No me resbala la crisis porque siento cercano a mí a los que lo están pasando mal, a los que son desahuciados, a los inmigrantes que se han quedado con una mano por delante y otra por detrás, a los parados que creyeron en la estabilidad de su puesto de trabajo, a los mayores que han perdido el empleo y ya nadie les volverá a contratar, a los que han perdido sus ahorros engañados por los bancos con las acciones preferentes. No puedo participar de un modo de ver las cosas como el de Fernando Savater que también ha sabido colocarse y ganar el premio Planeta (con lo que sabemos de él) y poner como centro de su pensamiento las carreras de caballos y la filosofía de tocador. No, no puedo aceptarlo. Creo en los hombres que se implican, aunque sea emocionalmente, con el estado de la humanidad. Creo en la plataforma de afectados por la hipoteca que están luchando por evitar legalmente los desahucios. No creo que podamos mirar la crisis como si solo concirniera a los otros, a los tontos que se habrían dejado embaucar... Esta crisis es de todos, es de valores, no puedo aceptar que Juan Poz vea las cosas desde un cierta altura, cuando hace falta su fuerza, su energía, su acción y su pensamiento para ayudar en lo que sea.


    No puedo creer que en el fondo Juan Poz se nos esté haciendo radicalmente conservador.


    Un abrazo.

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    1. Más que cuestión de fe, o de valores, es principalmente la perspectiva la que nos atenaza las más de las veces, Joselu. Sobre todo cuando vemos dos puntos de fuga, y mucho más si no hay ninguno... En el caso de este escribidor estaría claro un posicionamiento a favor y en contra de la misma cosa, fruto de su inmadurez, ignorancia y hasta con la complicidad del inexistente Zodiaco. Pero no soy quien para aventurar hipótesis sobre los demás. Sólo puedo, como hice, respetar la diversidad de opiniones y argüir mal que bien algunos trazos... sólo eso. Ni se puede ni se debe hacer más, que cada uno es dueño de sí y celoso guardián.

      Comparto contigo el ruido de fondo, no exclusivamente cuanto se refiere a la manida crisis, una más de las que la Historia cuenta, aunque la andanada nos ha dado de lleno, sino todo lo relativo al hombre en su conjunto, puesto que en su seno vivimos por más que en ocasiones anhelemos, algunos, partir al exilio.

      Un abrazo.

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  4. Quizás pueda entenderse como altivez que "me resbala" la crisis, pero ello se debe, sin duda a que me expresaba en términos estrictamente individuales, esto es, que a mí, respecto de mí, la crisis me resbala, esto es, que no le dedico ni un segundo de mis preocupaciones, incluso aunque me empobrezca, porque jamás he vivido en "las cosas" y nunca he tenido aspiraciones materiales más allá de las elementales: cobijo, vestido y alimento, amén de libros de segunda mano que son el 90% de mi biblioteca, es decir, que en términos económicos mis herederos habran de pagar para que un chamarilero les libre de ella. Es evidente, Joselu, que no soy insensible a los desmanes que la derecha cavernícola está cometiendo, pero, incluso en esta situación de imposición de medidas cuartelarias, no puedo dejar de pensar en la responsabilidad individual de cada cual. Del mismo modo que no creo en los pueblos, ni en sus derechos, sino en el derecho constitucional y en los derechos individuales, tampoco creo en que la responsabilidad individual haya de ser sutituida por el paternalismo ni por el despotismo ilustrado, y ni siquiera por la caridad cristiana. Sigo pensando, al modo cervantino, que cada cual es hijo de sus obras y, al modo Perlsiano, que cada uno escribe el guión de su propia vida, y del mismo modo que yo quiero me respeten incluso en mis equivocaciones, lo mismo hago yo con los demás: que no me salven, por favor. Si me he equivocado, asumiré mis equivocaciones y las consecuencias de ellas. Aborrezco la compasión, la caridad y el paternalismo. Pero también me parece maravillosa la solidaridad. Y lo de la plataforma de afectados por los desahucios me parece lo más efectivo que se ha hecho ante esta crisis, bastante más que la huelga general, por ejemplo. Ello no quita, sin embargo, que, en el fondo de ese y de otros movimientos no lata esa tendencia al paternalismo que tanto aborrezco intelectual y emocionalmente, porque priva de la libertad al sujeto que recibe el bien que se le ofrece. Ignoro si es la única forma de organizar el movimiento ciudadano, pero ha de haber otras en las que se salvaguarde la libertad individual -incluso para equivocarse, ya dgo-. Por otro lado, Joselu, desde mi puesto de Secretario, enfrentado a las dificultades económicas de quienes más sufren la crisis, los inmigrantes, puedo decirte que la indiferencia es la única posición que no puedes adoptar, porque estás forzado a resolver cuestiones perentorias como dar de comer a quien no tiene, y eso sí que son palabras (y gastos) mayores, pero no dudes de que sé siempre de qué lado he de estar. ¿Habias llegado a dudarlo? No lo puedo creer.
    La vida es el territorio de los sentimientos encontrados y de las contradicciones constantes, pero no hay más remedio que convivir con ello.
    Gracias por tu "acicate", aunque las espuelas siempre dejan rasguños...

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  5. Diálogo en el alma diría yo, Juan Poz y Javier, si esta crisis nos enseña algo es a abrir en canal nuestros valores, nuestras perspectivas, nuestro sistema de creencias. Mi intervención, sin duda, es motivada por el afecto y el amor al debate. Me sentí mal por no haber hecho huelga el 29 de marzo. Tuve una íntima conversación conmigo mismo y llegué a la conclusión de que era inútil. Luego lo pensé a la vista del desarrollo de la jornada y me di cuenta de que solo por romanticismo había que haber estado allí. Y es que en el fondo solo nos queda el romanticismo. Y este debate con Juan Poz y con Javier no es sino un debate conmigo mismo, el último y legítimo destinatario de estas reflexiones que he hecho y que espero que se advierta su carácter de indagación en la psiquis colectiva y nuestra. Esta crisis es compleja y no ha tocado fondo. Pone en cuestión todos nuestros presupuestos, que se ven golpeados. No volveremos a ser los mismos. Es bueno que debatamos a corazón abierto, sin piedad, y a la vez con profunda empatía por el destinatario del mensaje. Un abrazo a los dos.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...