Pareciera que nos han echado mal de ojo. A todos,
como sociedad culpable de grande exceso, pero también a cada uno, y a unos más
que a otros, claro, que en todo hay gradaciones, incluso graduaciones por ver
quién es el primero. Solo que, en este caso, ser el primero no tiene mejor
premio, sino mayor pobreza, porque en esto consiste el hechizo, en que la
todopoderosa pitonisa del sistema financiero nos ha maldecido haciéndonos más
pobres cada día.
Quienes escribimos en estos espacios etéreos de la
tecnología parecemos muchas veces al margen de todo, porque, aunque hablamos de
esto o de aquello, de cosas actuales o no tanto, lo hacemos desde una atalaya que
a ojos de otros es inexpugnable, como si no nos afectaran las mismas
preocupaciones que a los demás, como si no tuviéramos idénticos o muy similares
problemas, como si un halo mágico nos protegiera… como si fuéramos políticos,
si me permiten la licencia. Por lo que a mí se refiere, algunos critican mi
ambigüedad, y también me echan en cara que llevo al abstracto absoluto los
distintos asuntos que trato en este blog, que generalizo demasiado… Pues bien,
hoy voy a concretar, y mucho, porque me centraré en alguien con nombres y
apellidos, aunque me permitirán, para salvaguardar su intimidad, que no los
facilite.
Ayer un buen amigo –no mi mejor amigo, aunque él así
lo cree, pero sí lo suficientemente cercano como para que me afecte y me duela
cuanto le ocurra– me pidió consejo. Este amigo mío es un buen hombre, por más
que él siempre lo esté negando, un hombre corriente, un hombre cualquiera. Tiene
un trabajo, una hipoteca, un coche, facturas… nada especial, lo que la mayoría de
nosotros. A pesar de no tener hijos, de no ir de vacaciones, de vivir sin
excesos ni lujos, de comprar lo básico para el día a día, siempre está apurado
en lo que a dinero se refiere, siempre anda entrampado, fruto de un pasado sin
rumbo y desafortunadas decisiones. Mi amigo tiene una inteligencia nula en
cuanto a finanzas se refiere. Quiero decir que carece de esa habilidad, tan extendida,
por otra parte, para cuadrar el presupuesto: tanto gano, tanto puedo gastar,
sin pasarme nunca… Por eso a duras penas consigue llevar al día los pagos. Me
consta que, aunque pone interés, no logra que los números le entren…
Con todo, algunos que le conocen opinan, incluso, que
tiene suerte, pues a pesar de haberse visto en alguna ocasión al borde del
abismo económico, siempre ha logrado salvarse en el último momento, si bien es
verdad que con la inapreciable ayuda de su entorno cercano, su círculo cada vez
más magro de familiares y amigos, ¿les suena de algo? Y debe de ser verdad que
la suerte le acompaña como una sombra –tan verdad que incluso él mismo me
confesó que así lo creía también–, pues nunca le falta el trabajo, no como a
esa ingente cantidad de personas que se apuntan a las interminables listas del
desempleo, que han visto desaparecer los atributos que les caracterizaban e
identificaban ante los demás como ciudadanos, y que incluso, en número
creciente, hacen también cola en los servicios sociales para poder pagar la
bombona de butano, el recibo de la luz o, simple y sangrantemente, recibir el
paquete básico de supervivencia para comer esa semana…
Me preguntaba mi amigo acerca del futuro, del sentido
de tanta miseria, de esta estúpida rutina que nos atenaza, esclaviza y deforma.
No lo tengo por tonto del todo, y quizá en el fondo se lo estuviera preguntando
a sí mismo. Me pidió consejo. Y vi en sus ojos cansancio, desesperanza y una
infinita tristeza. Sé que se encuentra al límite de su resistencia, a punto de
declararse vencido. Me dijo que piensa constantemente en su esposa, que le anda
dando vueltas a qué podría ser lo mejor para ella, a si merece la pena seguir
un poco más a ver qué pasa y a si habrá llegado ya la hora de terminar de una maldita
vez. Mi amigo tiene un seguro de vida, uno pequeño, y aunque parezca mentira
dado su manifiesta incompetencia para llevar las cuentas de casa, siempre se
preocupa de tenerlo al corriente de pago. Me contaba ayer, casi llorando, que
ese seguro es la única referencia que ahora tiene del mundo.
De todo esto me hablaba mi amigo. Su caso no es sino
uno de tantos, y probablemente no de los peores. Seguramente ustedes conocen a
personas que lo están pasando muy mal, sin duda. Pero a los otros no logro
ponerles nombre salvo cuando algún episodio sangrante salta a las noticias. A éste,
en cambio, sí. Lo conozco muy bien, lo tengo muy cerca. Si mi amigo hubiera
sabido, anoche, el daño que me hacían sus palabras, estoy absolutamente convencido
de que se habría abstenido de pronunciarlas. Estoy seguro de que se las habría
tragado una vez más, incapaz de molestar a nadie. Pero no lo sabía. Solo quería
que le aconsejara.
Estuvimos un buen rato hablando. Mejor dicho, él
hablaba, se sinceraba, se descargaba. Yo me limitaba a escucharle, intentando
transmitirle una tranquilidad de la que carecíamos ambos. Escuchaba y me dolía
tanta tristeza, tanta amargura… Al final, ya oscurecido, mi amigo se despidió.
Lo vi alejarse envuelto en las sombras del anochecer, sombra a su vez… Ayer no
pude escribir estas líneas: tenía antes que asumirlas como propias. Obvia decir
que, por supuesto, no fui capaz de aconsejarle.
"Yo y mi criado.Delirio filosófico".
ResponderEliminarUno, que piensa que sabe mucho, descubre maravillado casi cada día que apenas alcanza a comprenderse a sí mismo. Y cada día, Juan, te asemejas más al dardo certero, te agrandas a mis ojos como el sol amaneciendo, y uno solo puede sentirse desvalido y desnudo, y a veces, también, intensamente avergonzado. Gracias.
EliminarUn abrazo.
Yo no sabría qué decirle a tu amigo, pues da la sensación de que se ha empeñado en conseguir algo fuera de su alcance. Si tiene trabajo, coche, una hipoteca que va pagando de aquella manera... y aún así se considera desdichado, no sé qué decirle. Únicamente, que quizá sea verdad que no ha conseguido en su vida todo lo que quería, ni si quiera parte de lo más importante. Pero eso es muy común. Lo que ocurre es que la mayoría de la gente no es consciente de ello y piensa que le va muy bien. Y a tu amigo lo que le ocurre es que es "demasiado" inteligente y se da cuenta de sus errores y sus carencias. Pero no es del todo inteligente: me da la sensación de que solamente ve de lo que carece y no es del todo (aunque quizá sí en parte) consciente de lo que tiene. Pero no lo valora suficientemente. Y eso le limita en su forma de actuar y de pensar. No puede quitarse de la cabeza lo que le falta. Es una obsesión. Es algo cuasi (o sin cuasi quizás) enfermizo. No lo reconocerá como tal. Empieza a ser incurable. Solamente se puede curar él mismo. Aunque tenga amigos como tú, que le animen y le digan que ese no es el camino, él no creo que tenga intención de cambiar. Es muy simple: un simple "click" en la cabecita y su manera de ver el mundo cambiaría. Sin embargo, ese "click" es fácil para los demás, no para él. ¿Qué hacer? No lo sé. Me gustaría ayudarle, y decirte qué debería hacer él. Pero no me veo capaz. Posiblemente tenga una gran capacidad para moverse por el mundo, pero su empecinamiento en ver lo negativo le bloquea. Además, creo posible (tú me dirás) que le vayan ocurriendo cosas positivas (no tanto como él desearía, pero ¿a quién le toca el gordo? Y, lo más importante: ¿quién lo gestiona adecuadamente?) Si echamos una mirada hacia atrás, todos comprobaremos que hemos cometido grandes errores. Pero lo más importante es mirar hacia delante y ver qué podemos hacer de positivo en lo que nos queda por vivir. No qué nos gustaría, sino qué PODEMOS hacer. Ser posibilistas. A tu amigo esto le parecerá una derrota. Y lo es. Pero intentar lo imposible no solo le resultará una derrota, sino que le destruirá, a él y a los que le rodean.
ResponderEliminarEspero que no, Requejo. Confío en que sepa reaccionar y ver que ese camino es en realidad autodestructivo. Sin embargo, si eso es lo que realmente quiere, no creo que esté en nuestra mano hacerle cambiar de idea. Y, sin embargo, quizá no todo esté perdido, porque mi amigo me pidió consejo, que, en las circunstancias en que está, debe ser entendido como una petición de ayuda, ¿no te parece? Y si alguien se da perfecta cuenta de la situación que afronta y es capaz de acudir a otro, hay que ver en ello una vía, una salida del agujero terrible de la desesperanza...
EliminarCon todo, ni tú ni yo ni nadie es capaz de llevar al límite tan desalentadora situación, no al menos para ser capaces -y audaces- de dar el solicitado consejo, que a veces, solo a veces, con tan demasiada facilidad como proporcional irreflexión facilitamos. Ello no obsta para que, cuando lo vuelva a ver, trate de darle algún tipo de ayuda, si no la que pidió, una que al menos le conforte, que con eso muchas veces es suficiente, porque, y lo digo con conocimiento real, un gesto, una palabra, es mayor tesoro que esa lotería de la que hablas.
Gracias por tus reflexiones. Te envío un fuerte abrazo.
Todos conocemos historias de desolación, de penuria, de carencia, de crisis económica familiar… Por algunos siento solidaridad y por otros no… Mi misma historia no sé cómo acabará. La incertidumbre se ha adueñado de nuestra vida. Pareció que todo iba a ser el mejor mundo de los posibles y que el crecimiento iba a ser indefinido y continuo. Santa inocencia. Yo sospechaba que algo no funcionaba y me admiraba de que aquello fuera posible. Lo cierto es que la sociedad del bienestar nos llevó a la cúspide de la imbecilidad social y colectiva. No es cierto que la abundancia nos conduzca a reflexiones más artística o profundas. Eso creían artistas como Lorca. Pero no es así. Esta crisis muestra la fragilidad de nuestra sociedad y nuestro estilo de vida… Tal vez cuando estemos en la tierra comencemos a sentir y a pensar seriamente. Tal vez no. No lo sé, Javier. Pero sé que hay mucha gente que lo está pasando mal. Algunos son dignos y otros sencillamente imbéciles que fueron totalmente inconscientes en la etapa de las vacas gordas.
ResponderEliminarEs imposible erradicar la imbecilidad del mundo, Joselu, imposible. Y no es que sienta lástima por quienes pretendieron lo que no eran ni tenían ni podían, allá ellos y que cada cual se responsabilice de sus actos u omisiones... Pero, si toda la desgracia de este desgraciado país debe recaer sobre ellos, es injusto, porque, al fin y al cabo, son en última instancia los prescindibles del sistema depredador que los ofreció -y ofrece aún- como víctimas en aras del enriquecimiento ilícito de otros que, más ambiciosos que imbéciles, inflaron la gallina... y no han pasado por caja. Sobre esto estoy ahora mismo trabajando. No sé si hoy o mañana pariré algo parecido a un artículo.
EliminarUn abrazo.