sábado, 12 de abril de 2014

Julio César y la guerra civil en Hispania (III)

El posterior desarrollo de la campaña demostraría que César había elegido el camino correcto, aun cuando los resultados no fueran los esperados. Al día siguiente, los soldados pompeyanos entablaron contacto con los cesarianos y les dieron muestras de gratitud por no haberles aniquilado la víspera, a la vez que prometían rendir sus estandartes y les requerían, también, para que César tuviera consideración con Afranio y Petreyo. Es preciso señalar que los legionarios habían aprovechado una momentánea ausencia de sus generales para entablar contacto con el campamento cesariano y obtener garantías de César ante una eventual rendición, de modo que todo el proceso se hizo a espaldas de Afranio y Petreyo (incluso, un hijo de Afranio negociaba con César, por medio de su lugarteniente Sulpicio, en favor de su vida y la de su padre). El primero aceptó serenamente lo que pudiera aguardarle, pero Petreyo se rodeó de su guardia personal y arremetió contra los legionarios que conversaban, exigiéndoles nuevo juramento de fidelidad: poco o nada se había ganado tras las conversaciones de paz, y se volvió, en consecuencia, a la situación de enfrentamiento del día anterior.
Se pusieron en marcha las legiones pompeyanas, de regreso a Ilerda, pero el ánimo de uno y otro ejércitos era completamente distinto, pues, mientras los cesarianos rebosaban vigor y confianza en su general, en las filas pompeyanas había cundido el desánimo y el recelo, y la desconfianza en una victoria, y en su signo, cundía. Las legiones de César perseguían y hostigaban a sus enemigos, de modo que, acorralado y falto ya de suministros de todo tipo, Afranio se declaró ante César vencido, solicitando clemencia para sus cinco legiones. César impuso como única condición que salieran de la provincia y licenciara su ejército. Era el 2 de agosto de año 49 a.C. César había obtenido una importante victoria sin demasiadas pérdidas, al tiempo que privaba a Pompeyo de su único ejército profesional y obtenía la adhesión de un importante número de ciudades hispanas.
Mientras, en la Ulterior, Varrón, quien, aunque nombrado legado por Pompeyo, con quien se había comprometido de palabra, no era menos amigo de César, parecía por fin inclinarse declaradamente por el partido pompeyano a medida que le llegaban las noticias sobre la campaña en la zona de Ilerda. Tales noticias, sin embargo, las recibía por medio de mensajeros de Afranio, quien sin duda ponía especial cuidado en explicarle solo las que le eran favorables, y aun éstas distorsionadas y exageradas. Varrón llevó a cabo una nueva leva de soldados, treinta cohortes, que sumó a los efectivos con que contaba, al tiempo que ordenaba construir naves y hacer acopio de grano, además de recaudar nuevos tributos, todo ello mientras arremetía públicamente contra César.
Sin embargo, cuando finalmente supo el desenlace de las acciones militares en el norte y lo que realmente estaba sucediendo en la Citerior, y temeroso de la reacción de César, Varrón se apresuró a concentrar en Gades todas sus tropas, las naves y el grano, sin otra intención que la de una abierta huida.
César, por su parte, decidió partir al sur a pesar de los urgentes asuntos que le apremiaban en Roma, de modo que envió a dos legiones bajo el mando de Q. Casio mientras él mismo se adelantaba con una escolta montada. Haciendo gala una vez más de su estrategia e inteligencia, anticipó un edicto por el cual convocaba a los legados de las ciudades béticas en Corduba (Córdoba) para que le esperaran. Tal era su prestigio en la provincia –al que contribuía en no menor medida el temor que sus posibles represalias despertaba–, que sus peticiones fueron cumplidas inmediatamente, y la propia Corduba y Carmo (Carmona) desalojaron a las guarniciones de Varrón, e incluso Gades expulsó a las cohortes de G. Galonio y se declaró fiel a César, lo que a la postre se convertiría en motivo principal por el que César garantizó la ciudadanía a todos los habitantes de Gades.
Al mismo tiempo que sucedían estas muestras de sumisión, la Legio Vernacula, reclutada por Pompeyo, abandonó el campamento de Varrón delante de sus ojos. Éste, viéndose abandonado por sus propias tropas, no tuvo otro remedio que rendir a César la otra legión con que contaba, optando por presentarse ante el general victorioso en Corduba para hacerle entrega de las cuentas, el dinero y las armas de la provincia. Después del sometimiento de la Ulterior, César dejó en ella cuatro legiones: las dos de Varrón más otras dos reclutadas en Italia, la XXI y la XXX, bajo el mando de Q. Cornificio, a quien sustituiría más tarde Q. Casio Longino.
Así, sin apenas desgaste militar, con su estrategia por única arma, César se había hecho dueño de la situación en Hispania, concediendo tras sus victorias privilegios tanto públicos como privados a quienes se había declarado a su favor. Embarcado en Gades, partió a Tarraco (Tarragona), de donde marchó por tierra pasando por Narbona y Marsella hasta Italia, conocedor ya de su nuevo cargo como Dictator.
Todos los acontecimientos hasta aquí descritos son ciertamente la base y el origen de los hechos desarrollados en Hispania con posterioridad, y es necesario comprenderlos en toda su magnitud para poder realizar un seguimiento eficaz tanto de los restantes pormenores de la guerra civil que afronta César para alcanzar el poder en Roma como de la última campaña que le trae a Hispania y la derrota del partido pompeyano, verdadera llave en la consecución de ese poder absoluto. César es el eje sobre el cual se mueve institucionalmente el Estado romano, un eje que se abre en época republicana y que se cerrará a través de su sucesor Augusto, con quien se inicia una nueva época en Roma: el Imperio.

2 comentarios:

  1. No sé por qué, pero después de ver Noé me ha venido muy bien este post, tengo voracidad de historias añejas.

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    1. Bueno, Jordim, si fuéramos anglosajones, te diría respecto al contenido de la entrada (y de las anteriores y de las sucesivas, hasta concluir esta guerra civil romana), que it is not an story, but history. Sin que pueda decirse que los historiadores estén en posesión de la verdad (¿qué cosa es esa?), entre la historia humana y la divina existe un abismo que ni siquiera Noé con tanta agua, o Moisés dejando seco el mar, pueden cruzar. La historia no es mitología, como bien supieron los griegos, ni siquiera mitología cristiana.

      No obstante, hay que reconocer al cine, y antes a los bardos y trovadores alegóricos, su oficio, ya que la huella que dejan en la mente colectiva de la humanidad es indeleble, por más que su fundamento haya que buscarlo en la última frontera entre el mito y el logos.

      Agradecido por tu presencia aquí, te envío un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...