domingo, 20 de abril de 2014

Julio César y la guerra civil en Hispania (IV)

El deterioro del gobierno de Hispania y el resurgir del partido pompeyano
No corresponde al presente trabajo referir los sucesos que siguieron, fuera de la península ibérica, a los capítulos de esta primera guerra civil en Hispania, pero baste saber que, tras varias campañas más, César derrotó a Pompeyo en Farsalia, en tierras griegas, en junio del año 48 a.C. Esto motivó la huida del vencido a Egipto, donde sería asesinado por orden de Ptolomeo XIV. César era ya, de facto, el único dueño de Roma. Tan solo el deseo de venganza de los pompeyanos podía ya interponerse en su camino triunfal, lo que, en efecto, ocurrió, pues la antorcha de Pompeyo será recogida por sus hijos, quienes continuarán la guerra civil contra César trasladándola de nuevo a tierras hispanas.
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Mientras César se llenaba de gloria tras las victorias de Durazo y Farsalia, la situación de la provincia Ulterior se enrarecía por momentos. A su frente había situado César a Q. Casio Longino como propraetor, pero lo cierto es que su administración era tan detestable, que muy pronto se ganó el aborrecimiento total de sus gobernados. Sus exacciones y abusos le acarrearon el odio incluso de quienes le ayudaban en sus desmanes, hasta tal punto que se produjo una nueva conjura contra su vida en Corduba. Tras la consiguiente represión, parte de sus tropas se le enfrentaron, y la situación habría degenerado rápidamente en lucha abierta de no haber sido por la intervención de M. Lépido, proconsul de la Citerior. A Casio le sucedió Trebonio en el gobierno de la provincia, pero la situación social y militar se hallaba ya tan deteriorada que el recuerdo de Pompeyo se revitalizaba cada día con más fuerza en el ánimo de los provinciales.
            En efecto, se había preparado el camino para el resurgir del partido pompeyano en Hispania acaudillado por los hijos del difunto Pompeyo, Cneo y Sexto Pompeyo. Los restos de la facción senatorial resistente, derrotada en Thapsos, habían optado por abandonar África y buscar refugio en Hispania para reorganizarse en la Ulterior, aprovechando el clima de inestabilidad política que se vivía en la provincia. Además, la existencia de amplias clientelas pompeyanas que databan de la estancia de Pompeyo en Hispania para reprimir la rebelión de Sartorio, les garantizaba un amplio apoyo social. Sin embargo, también César contaba con una nutrida clientela (no en vano, durante sus mandatos en la provincia Ulterior como quaestor en 68 a.C. y propraetor en 61, se había preocupado por establecer lazos de amistad tanto con los colonos itálicos como con los indígenas hispanos, llegando a alcanzar un gran prestigio en la provincia a través de su eficaz administración), de modo que la guerra civil que vivían los romanos derivó en otra guerra civil paralela, ésta de carácter indígena, que provocó la división de ciudades enteras apoyando a ambas facciones respectivamente y que explica la extrema crueldad que alcanzó el conflicto. Resulta indudable que el desarrollo de la guerra se vio fuertemente mediatizado por las simpatías que ambos líderes despertaban entre los hispanorromanos, pues sus respectivos ejércitos se nutrieron sobremanera de habitantes de la propia península.
Después de huir con Escipión a África tras la derrota de Farsalia, Marco Catón gobernaba la ciudad de Utica, y fue allí donde convenció a Cneo Pompeyo hijo para que, al igual que su padre, no dudara en tomar las armas para salvar la República de quienes, en nombre de una falsa justicia, pretendían adueñarse de ella. Así las cosas, instigado por Catón, Cneo Pompeyo desembarcó en las Baleares con un nuevo ejército tras abandonar Utica. El mal gobierno de Casio motivó que la legión II y la Vernacula se pasaran a Escipión, lugarteniente de los hijos de Pompeyo en África. Mandadas por T. Quinctio Scapula y Q. Amonio, reconquistaron la Baetica para los pompeyanos, aunque algunas pocas ciudades permanecían aún fieles a César.

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