Hoy, el escribidor no tiene nada que decir, no
encuentra nada que motive su escaso vigor… No tiene conocimiento de sí, ni
apenas del mundo. Hoy, la tristeza, que no es nada comparable a cualquier otro
sentimiento humano, ocupa un lugar vacío en el tránsito de la vida, y marca el
fracaso del individuo frente a sí mismo. Hoy, al escribir estas palabras,
vuelve al seno primigenio, donde la inconsciencia es frontera de la realidad…
Hoy se humilla, sereno, casi seguro de nada. Mañana solo es un adverbio de tiempo.
Muchos días me siento así igualmente. Entiendo ese sentimiento de tristeza. Escribir es una terapia, sea para uno mismo o sea en público en el blog. De esos momentos de tristeza surgen muchas veces fragmentos de luz porque ese sentimiento es poderoso. A mí al menos me interesa profundamente. Estos días leo una biografía de Kafka que desgrana sus años de fertilidad creativa y el lector se queda abrumado por la aridez de la vida de este escritor checo, oficinista en una empresa de seguros, angustiado, temeroso, con sentimiento de impotencia (personal y sexual), corresponsal con una mujer como Felice Bauer durante cinco años en que la vio en contadas ocasiones. Era vegetariano y naturista. Pero predominaba en él el sentimiento de tristeza aunque a veces era reidor, a pesar de su mente atormentada. En esos momentos escribió obras como La metamorfosis, probablemente el relato más famoso del siglo XX. La tristeza nos hunde dentro de nosotros mismos presentándonos un paisaje árido y gris, y el mañana solo existe como adverbio de tiempo. ¡Cómo te entiendo! Hoy caminaba en el supermercado hundido en mi desolación que me asalta cíclicamente. Supongo que es genético. La tristeza tiene mucho de genética. ¡Qué le vamos a hacer! Un abrazo.
ResponderEliminarHace tiempo hablamos sobre este asunto de los paralelismos, ¿te acuerdas? Con todo, probablemente no sea algo tan infrecuente, ya que, en esencia, y al menos emocionalmente, todos los individuos somos la misma y única cosa. Fíjate, Joselu, en la vida mediocre y gris que llevaba Kafka, y en la prodigiosa mente que se escondía detrás de eso... Salvando todas las distancias que haya que salvar, desde luego, pues ni por asomo dispongo de su portentosa cabeza, sí que encuentro cierta similitud, al menos en lo apagado y triste de mi propia existencia, con la que no me queda más remedio que identificarme plenamente y, como te sucede a ti -y creo que a muchos-, aprender a entenderla e incluso a disfrutar de esos estados anímicos tan contundentes como devastadores. No es que seamos especiales, sino que, simplemente, somos...
EliminarGracias, Joselu, por la compañía...
Un abrazo
me gusta como escribes
ResponderEliminargracias por seguirme
un abrazo desde Miami
Gracias a ti.
EliminarUn abrazo
A veces la nada puede ser tremendamente expresiva y comunicativa. Ánimo y que la tristeza no te invada por completo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Si solo fuera tristeza, Moisés, bienvenida... Pero hay, además, un poso lúgubre de amargura, de desesperanza, de hastío, de náusea tremenda y feroz que me invade... Tanto hay, que nada cabe ya, aunque mañana, que no existe hoy, me quitará la razón...
EliminarUn abrazo
Lo buenos de4 días así es el contraste que se consigue con otros futuros.
ResponderEliminarPero siempre caigo en la misma trampa, Jordim: el futuro no existe.
EliminarUn abrazo
Let me disagree... El futuro existe con mayor contundencia que el presente, que es tan huidizo... No hay manera de hincarle el diente sin que des el bocado al aire. Con el futuro es distinto: lo "elaboras" y lo retienes contigo tanto como lejos tú lo pongas o como cerca quieras atraerlo. En última instancia, es muy difícil para el ser humano no vivir en el futuro, renunciar a él. Incluso es más fácil renunciar al pasado. Dicho de otro modo, yo aún estoy pensando qué quiero ser cuando sea mayor..., y sé que me condiciona totalmente el presente que se me va al galope. Un estado de postración exige un esfuerzo de dique casi contranatura, de ahí nuestra tan socorrida frase de que el tiempo todo lo cura. El tiempo no, sino nosotros que tendemos el puente hacia él... No sé si me explico. Me temo que no. ¿O sí? No sé.
ResponderEliminarTe explicas tanto, Juan, que quizá debería borrar esta entrada, o rehacerla totalmente, dando de paso una oportunidad a ese futuro imaginado. Tan es así, que si no fuera por ese bálsamo en que ponemos nuestras esperanzas y anhelos, ¿qué tendríamos, aparte de un pasado hosco, muchas veces bochornoso, y casi siempre incomprensible? Mi reflexión, la que escribí, solo era fruto de un instante, que se retuerce y quiere perdurar, como si fuera ajeno a mis deseos; solo es una sensación, una vaga distorsión de esta realidad que me consume, y en la que no hay asidero ni referencia ni otra cosa que la intensidad de la emoción con la que te enfrentas, a solas, que es como mejor se enfrenta uno a sí mismo y a los fantasmas... Saber que se es nada, o que no se es, descorazona y, al mismo tiempo, reconforta.
EliminarTe explicas, querido Juan, te explicas... ¡Por el futuro!
Un abrazo