domingo, 21 de septiembre de 2014

La historia virtual (y viral)

A estas alturas de la vida, debería uno tener claro que las cosas son como son. Pero siempre hay motivo para rebelarse, sobre todo cuando se leen, y oyen, bobadas tan grandes que dan ganas de ahorcarse en cualquier baño público. No me cabe duda de que el hombre está perfectamente adaptado, en lo genético, al entorno; pero cosa distinta es la inserción social de la especie, por más que nos asombremos al mirar alrededor y ver cómo crecen las ciudades y proliferan todo tipo de asociaciones: al final, solo cuenta quién tiene la garrota más grande.

Da pena ver cómo cualquier estupidez que a cualquier necio se le ocurre, se transforma casi de inmediato en una estupidez mayor, global y motivo de asentimiento general, con un enorme balido como telón de fondo. Hoy, cuando la información es tanta y tan al alcance de cualquiera, lo cual debería ser entendido como un privilegio democrático, no es menos cierto que los libros son solo para las personas; los demás, nos conformamos con que nos echen de comer.

Porque decir algo, sea o no inventado, o tomar noticias de rumores o del viento, o de la tradición más bienintencionada, y que se convierta en cosa hecha, acerbo de la historia de los pueblos para siempre jamás, es todo uno. Cosa distinta es demostrarlo. Método científico. Y la historia, como cualquier otra ciencia –incluida, según voy creyendo, la ciencia ficción–, está sometida a él (al método científico, me refiero). De modo que una cosa es inventar la historia, a lo que son muy aficionados los políticos que se deben a sus electores –ya sea por intereses económicos, patrioteros, nacionalistos, o todos ellos–, y los tontos de baba que pretenden deformar los hechos acaecidos sin percatarse de que, tras ellos, por suerte, hay personas que se ocupan de comprobar si realmente sucedieron como algunos los cuentan.

La historia, la real, la que encuentra respaldo y razón en los documentos estudiados por los profesionales que se ocupan con rigor de ellos, puede gustar o no, puede coincidir, más o menos, con los intereses espurios, o legítimos, de quien quiera que sea, pero es la que es (cosa distinta es que siempre, siempre, pueda ser sometida a interpretación), porque se fundamenta en la objetividad y/o imparcialidad de quienes analizan y estudian las fuentes. Se argüirá, por otro lado, que estos sujetos también pueden estar sometidos a todo tipo de presiones, intereses o preferencias, y será cierto, por supuesto. Pero las fuentes existen con independencia de nuestros gustos o predilecciones, y aunque uno o varios de los investigadores pretendan arrimar el ascua a su sardina, los demás estarán vigilantes para preservar el rigor científico, que no mortis, de los documentos.

No es la historia ciencia exacta, por supuesto, pero es ciencia. Y, como tal, al ámbito de lo científico se remite. Y lo que está comprobado porque así figura en las fuentes y en ello se manifiestan de acuerdo los historiadores, no es rumor, ni superstición, ni teoría: es historia. Sucede, también, que es muy difícil digerir determinados datos o acontecimientos que uno daba por sentado y que han venido a ser expuestos ahora, verbigracia el método científico de marras, desde su verdadera dimensión, la real, la más digna de crédito porque así lo dicen los documentos, las fuentes, que rara vez mienten aunque alguno así lo pretenda. Porque ahora, con la distancia desapasionada que nos dan los años y el método científico, pueden estudiarse tales fuentes desde una perspectiva rigurosa y no banderiza. Más difícil es, sin duda, garantizar ese rigor cuando lo que se dilucida es la historia reciente, nuestra historia, porque entonces pesan aún, y mucho, factores ideológicos y emocionales que enturbian el entendimiento y distorsionan los hechos hasta retorcerlos para que se dobleguen a nuestras aspiraciones.


2 comentarios:

  1. "Hoy, cuando la información es tanta y tan al alcance de cualquiera, lo cual debería ser entendido como un privilegio democrático"
    No hay ninguna esperanza, amigo, la información se utiliza como engaño e intrumento de enejenación, se arrincona el método científico para el análisis histórico y se utiliza la historia con interés partidista, patriotero, provinciano y con fines nacionalistas intolerantes. La objetividad brilla por su ausencia y se sustituye el buen sentido por el engaño y la mala calidad política, se utilizan proclamas patrioteras para esconder la corrupción. Me da mucho miedo esta deriva insensata.
    Salud
    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es Francesc, así es... aunque todavía no sé si desgraciada o afortunadamente, porque en la intramente del hombre debe de subyacer un resto de ese primitivismo atávico en que fundamentar un nuevo comienzo, si es que nos damos la oportunidad como especie. En lo demás, a esperar y a seguir desesperadamente confiados...

      Me alegra ver que estás de vuelta por estas tierras áridas de la virtualidad, y espero que el descanso veraniego te haya cundido. Se te echaba de menos...

      Un abrazo

      Eliminar

Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...