domingo, 31 de enero de 2010
Nevado de luna (elegía de la niñez)
¡Qué velo guardabas,
niña,
qué secreto abisal,
qué silencio sepulcral
oculta tu sonrisa pía!
¡Cómo a tus pies
vertían,
sollozos la noche
y la tristeza mía!
¡Vivir es probar a pasar!
Fresca flor tu alegría
ayer vio perder su color,
de mármol selló tu semblante
presencia fugaz, itinerante,
te impuso su rigidez
y a mí…
me viste su ley,
donde el negro
arde su blanco,
¡con tal fuego…
tal espanto!
De este escollo
a dos pasos,
respiro y muero a la vez,
preguntándome
¿por qué…?
¿por qué la primavera mía
se ha quedado tan fría,
sin el gozo de su estío,
sin la caricia otoñal,
y sin calor para calentar
el invierno de sus venas?
¡Qué vértigo me da ver
tu belleza horizontal
caer,
en un abismo, caer!
Sin poderme negar
a creer,
oigo el sentido pesar
de una multitud que vela
tu alma,
sirena pequeña,
tan cerca como yo
del mar.
Asciende a su nocturno hueco
tu voz, mi fe
y mi verso,
que intacta
su gracia tornara
en el loco dolor
de su espejo
a ese gran firmamento
que al dejarnos sin Edén
sentencia desde hoy
al más amargo
desdén.
De la agonía el comienzo.
Ni sé si sumo o
si resto.
Soberana gobierna
la muerte
sin ángel que la sujete,
su trono aquí levantado
inerte a tus pies
me vence.
Se recoge
en las órbitas
de tu silente mirar,
dura y única
verdad.
¡Aura de verde
esmeralda
que vuelve a su creación
los ojos!
Delirio que hollando
en mis huesos vas,
cristalizando tu daga
en tu dolor
expira
mi enlutada libertad.
¡Vivir es probar a pasar!
Y. M. S.
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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...