Cuando un hombre, pongamos un político, es elegido por los ciudadanos, a quienes se supone mayoría de edad en la cosa pública, desde ese mismo instante se debe por entero a sus electores, y no al viciado aparato de su partido. Su responsabilidad consiste en ejecutar aquello que le procuró la confianza del pueblo, esa cosa difusa que creemos ser. No obstante, este predicamento se diluye rápidamente en aras de los intereses espurios de la formación política a la que pertenece. Y resulta así que lo dicho se torna dije y se estira el tiempo indefinida y lentamente hasta diluirse en nada todo lo anterior. Deduzco de esta argumentación que en realidad no necesitamos partidos que nos engañen y manipulen sino hombres que cumplan promesas.
¿Por qué ningún político con ejercicio de poder o que tenga probabilidades reales de ejercerlo habla claramente, como se espera de ellos por parte de la ciudadanía —entiéndase esto último como el conjunto de ciudadanos, y no sólo una parte de ellos? Su lenguaje está desfasado, es demagógico, alejado de los intereses de aquellos a quienes exigen el voto, y mucho más irreal, desde luego, que el que empleamos quienes proclamamos la necesidad de un mundo diferente, por utópico que pueda parecer a una mayoría de bobos.
Cuando hace un par de años estalló esa anunciada crisis financiera que a ¿todos? pilló desprevenidos, rápidamente se reunieron líderes mundiales para buscar soluciones a los problemas que ellos mismos habían consentido, alentado, propiciado... Una cumbre y otra cumbre, los expertos internacionales en la materia argumentando tal o cual medida correctora –sepan ustedes que un economista no es más que un adivino que predice con extraordinaria exactitud el pasado–, incluso importantes nombres en política hablaban de refundar el sistema neoliberal, de cambiar las reglas de la economía de mercado… ¡Ja! Como si eso fuera posible manteniendo en el timón a quienes han hecho naufragar la nave.
Después de todo este tiempo, ¿qué hemos conseguido? NADA. Unas pocas quiebras de entidades financieras señaladas, alguna tímida dimisión, reflotar y sanear las arcas de la banca privada con dinero público, grandes discursos, pocas expectativas… En resumen, humo. Nadie ha refundado nada, nadie ha derribado al capitalismo, nadie ha ido a la cárcel, bueno, sí, un tal Madoff, pobre… Esperaremos a la siguiente crisis, que llegará, no les quepa la menor duda. Quizá entonces…
Así, pues, ¿quién manda aquí, quién debe tomar las decisiones, las que sean? ¿Acaso los políticos, desde sus lóbregas guaridas? ¿Los banqueros en sus despachos insonorizados del último piso? ¿Quizá los financieros en el parqué? ¿Tal vez sea un ignoto cerebro en la sombra de la conspiración tantas veces aludida? ¿Los niños, a quienes adocenamos con enseñanzas falaces en lugar de educarlos en valores humanos? ¿O puede que ninguno de ellos, en realidad, porque las cosas son así y funcionan solas, porque sí, sin más…?
No sé dar respuesta a las preguntas que planteas o que sugieres. No se sabe la dimensión auténtica de la crisis, se quiere transmitir que estamos saliendo ya porque el sistema se mantiene por la confianza que tenemos en él. La campaña estoloarreglamosentretodos.org no estaba mal ideada, pero ha sido pasto de la derecha a la que ha molestado porque quieren transmitir que todo va muy mal para ganar las elecciones próximas sin mover un dedo. Cuanto peor, mejor, es el mensaje que envían. El problema es que se salga o no, no ha habido una reflexión sobre el modo de crecimiento, sobre poner límites a la especulación, sobre nuestro modo de vida. Nadie quiere dar malas noticias y no sé si en el fondo ésta es una buena idea. Tienes razón en realidad nadie parece conducir la locomotora, funciona sola y se se sabe adónde va. Yo, al menos, no. Un cordial saludo.
ResponderEliminarEfectivamente, el sistema parece ir solo, alimentándose de todos nosotros, devorándonos en aras del bien supremo que es la supervivencia de la especie, y aunque no nos digan adónde va, las señales indican que al abismo. Quizá haya que levantar los adoquines y hacer barricadas. ¿O ya no quedan adoquines?
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Javier.
ResponderEliminarMe da la impresión de que en la cárcel deberían estar muchos, demasiados, y todavía no hay sitio para todos. Veamos: el cuerpo al completo de los economistas del Estado, a no ser que demuestren que les dejaron ciegos, mancos y mudos cuando hablaron por primera vez de crisis (debió de ser cuando el majo de Álvarez Cascos dijo aquello de que los españoles pueden pagar sus pisos aunque suban, así que la vivienda en España no es cara, o algo así); los asesores de ZP que le dijeron que evitara hablar de crisis hasta el día después de la reelección, los del partido de la oposición, que estaban preparados pero tampoco quisieron hacer nada para frenar las subidas de precios de la vivienda mientras estuvieron en el gobierno y en las mismas siguen en la oposición, sin hacer nada que no sea pedir que bajen los sueldos, se abaraten los despidos y se rebaje el IVA -presión fiscal para los empresarios que lo pagan- para que no haya tanta economía sumergida (se han pasado los mejores años de la economía española pidiendo contención salarial y en los peores, claro, que bajen los sueldos); en fin, que habiliten un par de islas (en una no caben) y los depositen allí mismo, que todavía son capaces de mantener la mirada a la gente cuando nos dicen que se preocupan por nosotros. Se vayan todos.
Y ahora una huelga general..., no la convocan porque no va nadie, claro: ¿quién, con la que está cayendo, va a abandonar un día su trabajo? En fin, otros que tal bailan, los sindicatos. Gracias a la crisis, que ha matado la fe en el que nos tiene que representar. Y en que esto lo vaya a arreglar nadie. Cada uno se rasque lo suyo, dicen.
Un abrazo.
Quizá sea por eso, Elfi, que no están en la cárcel: como no caben tantos, mejor dejarlos fuera para que reflexionen sobre lo que han hecho, tengan tiempo para arrepentirse, se den con el cilicio -los creyentes, digo-, decidan cambiar de vida y arreglar las de los demás con un montón de nuevas ideas y se vayan a la cama sin cenar aprovechando que ya mismo es Semana Santa.
ResponderEliminarO mejor, digo yo, que se queden como están, no sea que todavía nos lo pongan peor...
Un abrazo.