domingo, 26 de junio de 2011

Esa maldita ameba…

El cúmulo de reacciones químicas que se estaban produciendo en este planeta hace unos cuatro mil millones de años, milenio arriba, milenio abajo, dio como resultado la vida. Fíjate que tontería… Igualmente podía no haber pasado, porque dicen los que saben de esto que no necesariamente las mismas condiciones producen los mismos efectos, dicen. Pero pasó. No se ponen de acuerdo matemáticos, biólogos, astrofísicos, paleontólogos, curas, químicos y políticos.

Para unos la vida es producto de una inverosímil combinación aleatoria de ecuaciones posibles (o puede que no tanto, porque por lo visto ya tenemos vida artificial envasada). Para otros sólo una probabilidad entre no sé cuántos miles de millones, menudo reduccionismo. Algunos más creen firmemente en el Sumo Hacedor, el Demiurgo universal que todo lo ve y todo lo puede. Otros que si la casualidad. Éstos que ni lo uno ni lo otro… Aquéllos que todo es mentira, que somos pura entelequia (¿pero de qué o quién?, pregunto). En fin, que no hay manera de ponerse de acuerdo, ni en esto ni en nada, vamos. Pero pasó.

Y sigue pasando, hasta que seamos tan estúpidos como para iniciar el Gran Holocausto o hasta que el Sol explote. La vida, tan simple y embrionaria hace tantos millones de años, fue evolucionando hacia formas cada vez más complejas, las bacterias, los microorganismos, los vegetales, los peces, los reptiles, los mamíferos, los hombres… una más de las especies vivas, no la mejor ni la peor, una más. Pero, eso sí, la más preparada –quizá sólo por detrás de ratas y cucarachas, si no fuera porque ninguna de éstas tiene capacidad para autodestruirse– sin duda. Somos la única especie capaz de transformar aleatoriamente el medio en que vive; la única que aplica su cerebro a la construcción de objetos mecánicos; la única que ha sido capaz de emanciparse de la tiranía de la naturaleza (al menos hasta cierto grado); la única, en definitiva, que sabe que existe y lo demuestra: sapiens sapiens.

Este increíble progreso de la especie humana no ha estado exento de tributo. Así, por el camino, nos hemos ido cargando a las demás especies, unas veces sin querer y otras con sistema, y a las que sobreviven las sometemos a un férreo control. De paso también hemos convertido medio planeta en el vertedero, despensa y campo de tiro del otro medio. Dicen que el hombre se está cargando todas las capas atmosféricas que nos protegen de los rayos cósmicos y solares… Puede que sea incierto, quiero decir, mentira. Pero muchos lo creen y así lo dicen.

La vida ha prosperado, el hombre ha prosperado. Ha construido supercomputadoras que realizan inconcebibles cálculos en nanosegundos, viajamos al espacio... Somos capaces de hablar instantáneamente con alguien al otro lado del globo, y transportamos energía por cables y ondas por el aire, qué cosas. Todo lo ha hecho el hombre, nosotros, también usted y un servidor… Participamos del todo total que somos incluso sabiéndonos distintos y únicos.

Me pregunto cómo ha podido la especie humana lograr todo lo que hoy conocemos. Y sin embargo, sin proponérmelo, he formulado una pregunta retórica, porque ya sé la respuesta, está implícita, como tantas veces, en el planteamiento inquisitivo: porque somos la especie humana… No es un hombre el que ha hecho todo lo que he dicho. Ha sido la especie, el conjunto. Lo mismo que un hormiguero. Sin reina no hay larvas, ni obreras, ni soldados, pero sin éstas que protejan a aquéllas no habría reina ni comunidad ni nada que proteger… ¿Un solo hombre podría haber hecho todo? Me da que no. Ni siquiera un superhombre que, por maravilla evolutiva, reuniera en su cabeza el saber conjunto de la especie, sería capaz de hacer lo que ya está hecho. Porque se necesita el concurso necesario de otros hombres que ayuden, aporten su esfuerzo, su trabajo o su imaginación al desarrollo conjunto de lo que quiera que se esté haciendo.

El triunfo de la especie humana radica en tres cosas: su tenacidad, su adaptabilidad y su número. Sobre todo su número. Es la cantidad de seres humanos lo que garantiza a la postre la supervivencia de la especie, la clave de su éxito sobre el planeta. Sin el desarrollo cuantitativo de la especie no habría logrado dominar el medio, ni transformarlo, ni interaccionar con él con garantías de lograr su objetivo. Cuanto mayor es el número tanto más aumentan sus expectativas, sus probabilidades de éxito. Las comunidades humanas endógenas, de escasa entidad, con el tiempo fracasan por más que hayan logrado adaptarse al medio. Desaparecen, engullidas por otras especies más agresivas o mejor dotadas o de mayor presencia cuantitativa.

De modo que sólo somos números, ni primos ni pares, números complejos, con un extraordinario potencial muchas veces poco o nada controlado. Un solo hombre se extinguiría y con él la especie. Muchos hombres hacen posible que ésta se extienda y domine, colonice el medio propio y todos los demás a su alcance, que crece al tiempo que lo hace la propia especie.

Nos cuentan que todo comenzó con una simple ameba, esa maldita ameba...

6 comentarios:

  1. Está claro que se trataba de un microorganismo PATÓGENO. Malditos microbios.

    Aetas parentum, peior avis, tulit nos nequiores, mox daturos progeniem vitiosiorem.

    La edad de los padres, peor que la de los abuelos, nos engendró a nosotros, aún más
    malvados y destinados a tener una descendencia más degenerada.

    Horaci, Odes, 3,6,46

    Sí, ya lo dijo Horacio. Un ser mutante, el hombre, se ha ido adaptado al medio y para ello ha ido cambiando, cada vez a peor.

    Salud

    Francesc Cornadó

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  2. Como estar estamos, da igual, en realidad, de dónde vengamos, porque de lo que se trata es de hacia dónde vamos y de si, por el camino, con nosotros mismos acabamos. De hecho, los genetistas pusieron de moda aquello del "gen egoísta", una teoría que defiende que somos la encarnadura con que el gen se asegura la continuidad y que cuando no le sirvamos cambiará el continente sin ningún miramiento hacia la antigüedad o nuestra vinculación emocional. El descubrimiento de la capacidad de clonar es, en ese sentido, un adelanto espectacular. Me encantaría que me clonasen, la verdad. Supongo que mitigaría en parte la sed de eternidad propia de la especie. La fama al margen de la biología no es lo mismo, ciertamente.
    En cualquier caso, lo específicamente humano es esa capacidad de creación incesante, ese espíritu inquisitivo que no nos deja estar tranquilos con lo que hay, que nos lleva siempre plus ultra, incluso hacia el riesgo de la autoaniquilación. Por el camino la especie ha creado auténticas maravillas, como esta manera de comunicarnos que estoy usando; y mucho, mucho antes, los idiomas que todo lo han permitido, auténticos prodigios.

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  3. Todo lo que tiene vida mata, Francesc, al tiempo que muere. Somos, en consecuencia, patógenos en ese sentido, aunque en una forma puramente biológica. La intencionalidad humana, en cambio, por desgracia no podemos suponerla, porque damos muestras de ella a cada instante. Cuesta creer que Horacio no leyera el mito hesiódico de las Edades... En todo caso, es verdad que nos adaptamos... por la cuenta que nos tiene.

    Un abrazo.

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  4. La curiosidad humana es más proverbial que la del gato, y aunque no tenemos siete vidas, usamos la única con que contamos de manera aprovechable, si no para nosotros, quizá para la progenie, pero no sé, no sé... porque al ritmo que vamos poco o nada les dejaremos, como no sea el probo oficio de basureros reciclantes, para poner orden en el asqueroso planeta que se avecina.

    Ya ves, Juan, unos queriendo pasar a la posteridad aun siendo otros, y algunos más, quizá los menos, deseando finiquito y liquidación. La leche...

    Un abrazo.

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  5. Cuando te leía me venían a la cabeza algunos relatos de Jack Londo, especialmente los de los mares del sur en que muestra las razones de la imposición del hombre blanco sobre todas las demás culturas de todo signo, y desde luego es su tenacidad, su ambición, su adaptabilidad... los que lo hicieron invencible. No todas las culturas son igual de agresivas. En nosotros se produjo una evolución de la ameba un tanto especial, pero el tiempo nos va a ir poniendo en nuestro lugar y el siglo XXI puede ser el siglo de China. Me temo que será así. La ameba tendrá ojos achinados.
    Un abrazo.

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  6. Avancé hace algún tiempo, a modo de cuento, la inminencia del poder chino sobre el planeta. Hoy, no obstante, y en virtud de esa peculiaridad evolutiva que hace posible el cambio de opinión, creo más bien que China, en caso de llegar a establecer su dominio en el mundo, sería solamente de carácter político y además efímero, pues no me parece el chino un pueblo especialmente dispuesto y dotado para ejercer su autoridad más allá de sus fronteras. Esto se debe a sus características biológicas endogámicas: no suelen mezclarse con los demás, no se integran, no interaccionan, y la socialización, como he apuntado en la entrada, es clave en el éxito de la especie.

    Claro está, Joselu, que estas elucubraciones parten del supuesto de considerar a los chinos como sociedad diferenciada y endogámica de la misma especie humana, que es única, porque, en tanto especie, forman parte del conjunto, y a sus designios evolutivos ha de someterse.

    Un abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...