Quizá muchos ya estén curados de espanto, y día tras
día hayan adquirido una suerte de coraza que les proteja de todo tipo de agresiones.
Pero uno, aunque solo sea por la intimidad con la ruina, carece de semejante escudo,
y no puede parapetarse sino tras de sí mismo, pobre protección.
No es que venga esto a cuento de nada, pero leí hace
unos días una noticia que probablemente
debería servir de base reflexiva para que nuestros cerebros pensantes (no los
nuestros talmente, sino esos a los que debemos remitir nuestras cuitas, que
para algo han sido tan sabia como democráticamente elegidos), si algo de
dignidad aún les queda, cambiaran la derrota de sus funestas decisiones
políticas, sociales y económicas.
En esta jungla del porvenir –que no sabemos si
realmente vendrá o se quedará, como siempre, en mejor sitio–, lejos de ocupar
un lugar de privilegio en la cadena alimenticia como corresponde al homo
sapiens, la mayor parte de los mortales, incluidos este escribidor y usted que
con tanta paciencia como sufrimiento lo lee, somos un eslabón bastante
quebradizo, absolutamente prescindible, poco menos que comida para las bestias.
La noticia en cuestión resume que el ayuntamiento dela ciudad de Richmond, en la California de los Estados Unidos de Norteamérica
del mundo, ha decidido convertirse,
en cierta forma, en uno de esos fondos buitres de los que tanto se habla
últimamente, aunque nadie sepa, como en todo lo relativo a la económica cosa,
qué son, quienes los amparan y para qué sirven, además de para dar por el saco
a los paisanos. Tal así que este ayuntamiento se pone en contacto con los
bancos acreedores de hipotecas imposibles y les ofrece un tanto alzado por
ellas, so pena de expropiación. Con dos. Eso mismo es lo que parece que quiere
hacer, o quería, porque está la cosa recurrida ante el Constitucional por el Consejode Ministros, la Junta de Andalucía,solo que expropiando el piso en lugar de la hipoteca.
Dirán los juristas que es una barbaridad legal, que
genera inseguridad a los inversores –acerca de estos primos hablaremos otro día–, que el sistema financiero y bancario
correría un serio riesgo de hundimiento en caso de admitirse semejante
intervención –¿les suena de algo lo de la dación en pago, rechazada
fulminantemente por el Congreso con la mayoría popular?–, que sería el fin de
la libre circulación de capitales… en fin, dirán lo que quieran y que mejor se
acomode a sus siempre justificables necesidades, pero, ¡qué cojones!, habría
que hacerlo. Países hay, más adelantados que el nuestro en prácticamente todo,
en los que las personas son algo más que números de largas listas de votantes,
de contribuyentes netos y de espera para una intervención quirúrgica, aunque
sea de juanetes. ¿Por qué nunca miramos a esos países, y, en cambio, nos
admiramos de que el nuestro siga funcionado?
Ahora, tal como están las cosas, un banco con una
cartera de, pongamos, 2000 pisos embargados a sus (co)propietarios, o a punto
de embargarlos, puede venderla a precio de saldo por un 20 o 30% de su valor a
uno de esos llamados fondos buitres. Hay muchas y diversas pruebas de estas transacciones. Así consigue el tal
banco, de un plumazo, borrar los activos tóxicos de su balance y al mismo
tiempo declarar beneficios ante sus accionistas. Esta práctica, que parece
completamente surrealista, es legal incluso si el banco en cuestión ha
fagocitado una importante cantidad de dinero público generado vía impuestos por
usted y yo mismo, entre otros millones de sufridos contribuyentes. Si estas
operaciones sirvieran realmente a un fin social justo, cual sería darle a los
hipotecados de esos pisos una segunda oportunidad mediante quitas y condiciones
realmente humanas de pago, ya que el fondo buitre ha adquirido a precio de
saldo el paquete entero, nada habría que objetar. Si así lo hicieran, el
beneficio sería claro, tanto para esos inversores, que podrían obtener
plusvalías incluso rebajando considerablemente las cuantías de las hipotecas,
como para los hipotecados, que podrían hacer frente a sus deudas y no abandonarían
su hogar, con el subsiguiente desarraigo social que ello implica.
Un ejemplo. El señor X, que está amenazado de
desahucio, le debe al banco A 100000 € de la hipoteca de su casa, aun cuando el
valor de esta en el mercado ha descendido a, pongamos, 75000 €. El fondo buitre
B adquiere esa hipoteca por 25000 €, y a continuación se presenta al señor X,
le dice que es su nuevo acreedor, y que le va a hacer una quita sobre su
hipoteca del 50%. El resultado es que el señor X puede, desde ese momento,
trazarse una nueva y esperanzadora perspectiva vital, porque a esa deuda, más
razonable, sí puede hacerle frente, y ya no tiene que pensar en el suicidio, ni
en el futuro de su familia, ni en dónde vivirá después del temido lanzamiento
judicial… El fondo B, por su parte, obtendrá desde el primer momento de su
inversión beneficios sobre un bien que compró por 25000 € y que, de pronto y
solo con ponerlo en un papel, pasa a costar 50000 €; al mismo tiempo,
contribuirá a estabilizar el tejido social al no enviar a una familia a la
calle. El banco A, según señalamos, se libraría del activo tóxico sin
demasiados trastornos contables, sobre todo teniendo en cuenta que el dinero
que prestó al señor X para adquirir su piso era dinero bancario, es decir,
inexistente salvo en su contabilidad. La administración de justicia, de rebote,
sale beneficiada porque será un caso menos de desahucio atascando la espesa
maquinaria judicial. Y el Estado mismo, por sí o a través de administraciones
subsidiarias, dejará de gastar en ayuda social al señor X y su familia un
dinero que podrá destinar a otras partidas.
¿Bonito, verdad? Ya, pero es el cuento de la lechera,
porque aunque todos los actores de este drama con pinta de tragicomedia existen
y son reales, hay uno al que le falta la esencia necesaria para representar
correctamente su papel: el fondo buitre B. Y ahora, se pregunta el escribidor:
¿qué pasa en una obra teatral cuando uno de los actores falla? Pues que se le
sustituye por otro. Y si es de más calidad y mayor solvencia, mejor todavía.
¡Qué fácil sería, en nuestro ejemplo, reemplazar al actor B por el actor C, un
papel estelar que debería interpretar cualquier administración responsable de
este país, cualquiera…! Porque la alternativa sería, sin duda, empadronarse en
Richmond.
Una desfachatez, un robo tras otro, una pandilla de chorizos que anda suelta y continúa con el desfalco a la ciudadanía, impunes, pero parece que esto no hace mella, parece que la corrupción no pasa factura, pues por lo visto los corruptos ni se apean ni los apean. Estamos viendo como la derecha neoliberal o fascista va siendo votada otra vez en Europa. Lo vimos en Baleares, lo vimos en Valencia y la intención de voto parece que no va a cambiar. Esto es una vergüenza, amigo mío, una vergüenza. No podemos permanecer insensibles, naturalmente que lo notamos y nos toca sufrirlo pero tenemos que resistir, aguantar con estoicismo y formarnos una coraza más fuerte que sus ataques a sabiendas que la historia es este mal negocio que venimos soportando y ver como fluyen los ríos de Babilonia mientras nosotros sentados a la orilla lloramos.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
No podría ser de otra manera, Francesc, porque está grabado a fuego en los genes de la especie. El oportunismo que nos hizo prosperar, crear civilizaciones y conquistar la faz del planeta, es al mismo tiempo virtud y lacra, porque ahora se ha tornado ambición y ansia de supremacía, y conquistado el territorio solo le queda al hombre conquistarse a sí mismo, pero en el más detestable de los sentidos, es decir, uno a costa de otro. Es verdad que siempre fue así, pero ahora, con la velocidad que el mundo ha cogido, es mucho más visible.
EliminarLo peor es que no existe antídoto: es una enfermedad autoinmune, de la que solo podemos dar testimonio sin que nos quepa más que, como dices, sentarnos a llorar por la Babilonia perdida, y quizá también, después de todo, por Sodoma, y por Xanadú, y por Teruel...
Un abrazo
Hombre, Javier, "mero apunte contable" no es, porque el "bien" (o el mal) que es referente de ese apunte tiene fundamento, paredes, puertas y ventanas. Otra cosa es que el precio de ese bien baile al albur de las exigencias de quienes quieren hacer negocio. Al banco le tendría que dar igual que fuera un fondo inversor quien le paga 25 por el piso que el propietario, pero ahí solo se contabilizan pérdidas netas. Si lo compra el fondo, también. No entiendo que puedan presentar "beneficios", porque el valor real del piso siempre está por encima de lo que el fondo paga por él. Otra cosa es que entre nada y 25, el banco diga que esos 25 son beneficio en ve de pérdida, pero, para eso, ha de tener la complicidad de los supervisores de la banca que se lo contabilicen como tales. En cualquier caso, el fondo que compra por 25 aspira a hacer negocio, vendiendo por el doble, por más que al hipotecado le parezca un negocio favorable para sus intereses. ¿No se está haciendo eso ya aquí con el famoso "Banco malo", si no estoy mal informado? Lo que les duele es que la crisis se haya llevado por delante el valor exorbitado de algunos bienes para los que, ahora, se vuelven locos por generar demanda, y de ahí lo de la adjudicación de la nacionalidad a los rusos, chinos, etc. que quieran veranear en España en residencia propia... Eso, que para los propietarios de las casas es una auténtica revalorización de sus bienes, es, para el hipotecado, una losa tremebunda, porque los bancos saben, ya, que "real and profitable business is back"...
ResponderEliminarEn verdad tienes razón en tus apreciaciones, aunque, matizando mis delirios, puedo decirte con absoluta seguridad, por proceder de fuente de primera mano, que para el banco tu piso hipotecado y el mío no son paredes ni ventanas ni, mucho menos, las personas que los habitan, sino simples balances, objetivos que cumplir a final de año por cada sucursal, jefe de zona o delegado regional. Ignoro cuáles con los mecanismos exactos, concretos y facinerosos que usan estos sujetos banqueros para presentar sus cuentas y balances, pero, como en casi todo lo que puedo escribir, algo tiene que haber de intuición pareja a la tarea de documentación a la luz de los resultados reales. Lo que menos me interesa del asunto es bajar a los datos concretos (haciendo abstracción con gran dolor, porque tras cada uno de estos datos hay un nombre, una familia, un drama), esos que, uno a uno, pueden parecer fiables, sino englobarlo todo en una gran masa crítica que dibuje el verdadero rostro del poder económico de estos grupos.
EliminarNo obstante, Juan, ¿acaso dudas de que esa complicidad que apuntas no se produzca en prácticamente todos los casos? De otro modo no se entendería el absoluto descalabro sufrido por gran parte del entramado bancario español, que, mediante ingeniería financiera que a los mortales nos es vedada, hacen ver como blanco lo que en realidad es negro, tal cual dijo Ignacio de Loyola respecto a la Santa Madre Iglesia, por ejemplo.
En medio de las guerras del poder por el poder siempre estamos nosotros, Juan, siempre. Somos las masas, víctimas a la vez que actores, quizá incluso verdugos de nosotros mismos sin quererlo, pero siempre masas, masas necesarias...
Un abrazo