viernes, 11 de octubre de 2013

Los inversores, o ¿sabe lo que hacen con su dinero?

No inventaremos nada en esta entrada. Tan solo me haré eco de un asunto que quien quiere saber, sabe, porque una cosa es el conocimiento inducido y otra el razonado –obviaremos el conocimiento infuso, que, como todo el mundo comprende, está reservado para unos pocos privilegiados–. Cabría aún hablar de otro tipo de conocimiento, el experimentado, o sufrido, pero ese es de tan amargo recuerdo que no merece la pena hacer más sangre.

Hablaremos, entonces, de esa pasta que usted tiene en el banco –a buen recaudo, supone. Puede ser mucha o poca, eso es indiferente, no para usted, claro, pero sí para el banco, porque toda, toda, absolutamente toda, entra en el circuito del dinero.

Dado que según un principio universal el dinero ni se crea ni se destruye, sino que solamente cambia de manos, habrá que dilucidar, primero que nada, qué manos son esas que lo agarran y ya no lo sueltan. Sucede que usted hace un depósito en su banco de siempre, o ni siquiera eso, porque es usted un sencillo asalariado que no ha heredado y no tiene más que la triste nómina para todo el mes y medio que debe durarle –con suerte, incluso, porque cada vez más paisanos no tienen nómina ni nada, solo hambre y una rara cara de mala leche que se les va poniendo. Bueno, pues que tiene su nómina de usted en el banco, donde su empresa se la ingresa con cierta regularidad. A propósito, ¿se ha preguntado por qué ya no puede ir a cobrar el sueldo en metálico a la oficina de su empresa? Y, ya puestos, ¿por qué nos obligan a domiciliar todos los recibos, en vez de pagarlos, quien quiera y pueda, personalmente en las respectivas compañías suministradoras? Pues eso forma parte de la estrategia de quienes controlan su dinero para que usted tenga cada día un poco menos y ellos un mucho más, aunque, si lo pregunta por ahí, le dirán que lo hacen para favorecerle a usted y por su comodidad (de usted también, oiga).

Pues ya está la nómina en el banco. Ahora es cuestión de comprobar el correspondiente asiento. Leyendo la letra pequeña de la cartilla verá que el ingreso por parte de su empresa se ha realizado el día 28 (¡qué suerte tiene!), pero a continuación, si presta atención, comprobará que la efectividad de dicho ingreso, es decir, la fecha de valor, no será hasta el día 31, pongamos por caso. Es decir, tres días durante los cuales usted está in albis, haciendo esperar al casero, al del butano y al ciego de los cupones, pero tres días en los que el banco maneja ya su sueldo con carta blanca, con absoluta disponibilidad, con todas las bendiciones legales, alegales e ilegales, y ello solo porque usted abrió un día una cuenta…

Existe una ley, llamada de Peel, probablemente muy poco conocida fuera de los ámbitos bancarios y financieros, que otorga a los bancos un poder prácticamente omnímodo sobre su dinero de usted, pues según la cual la entidad solo tiene la obligación de mantener en caja, es decir, disponible, el 2% del total de los depósitos de los clientes (algunas entidades centrales dicen que esta liquidez se eleva hasta el 10%, pero puede no ser más que una leyenda…). Significa esto que por cada euro que el banco capta en recursos de clientes, únicamente está obligado a mantener en sus cajas fuertes 2 céntimos. Para que lo entendamos todos. Si en su cartilla pone que el saldo es de 1000 €, en realidad el banco solo tiene 20 € suyos en efectivo. Entonces, se preguntará, ¿cómo es que si voy al cajero puedo disponer del total de mi cuenta? Pues, sencillamente, porque el banco juega con la ventaja de conocer mejor que usted las leyes de la estadística y sabe que la probabilidad de que todos sus clientes vayan al mismo tiempo a disponer de todo su saldo es virtualmente inexistente (lo cual no ha impedido, no obstante, la quiebra de alguno de estos bancos-buitre).

Y usted puede seguirse preguntando: si el banco solo tiene el 2% de mi dinero en efectivo, ¿dónde está el 98% restante, aunque no exista realmente? Esto, querido amigo y lector, es un nuevo misterio que añadir al trinitario, porque nunca, nunca, va a tener una respuesta: su banco no se la va a proporcionar, y el poder político, a la sombra del financiero y económico, tampoco va a legislar para obligarle a dársela. Pero sí podemos intuir, y a veces, gracias al trabajo y la constancia de algunos investigadores, saber, que su dinero está sirviendo para todo tipo de actuaciones bursátiles y financieras, no todas legales ni todas justificables: desde invertir en alimentos de primera necesidad para que suban los precios en los mercados, generando grandes bolsas de hambre, hasta patrocinar a corporaciones farmacéuticas con intereses de patentes millonarias, cuya consecuencia es la imposibilidad de acceso a medicamentos claves para la lucha contra enfermedades endémicas en el Tercer Mundo, pasando por la financiación de dictadores de países fallidos, del tráfico legal de armas entre Estados, de organizaciones multinacionales transoceánicas capitalistas, o de grandes burbujas inmobiliarias, de tan amargas consecuencias aquí y ahora.

Si piensa que este escribidor exagera, o actúa movido por el resentimiento, la ira, la estupidez o la demagogia, le sugiero que busque información al respecto, que, aunque no demasiada, la hay (lecturas obligadas, tanto actuales como históricas, de Chomsky, Weber,o Foucault, o visitas a las páginas de algunas organizaciones y también personas), por más que en algunos casos sea intencionadamente dirigida y camufle intereses espurios evidentes, porque sucede con esto como con los sondeos metroscópicos, sociológicos y demagógicos (sondeos, por cierto, encargados por políticos interesados en la manipulación de la cosa social más que por legítimos representantes del poder soberano), que siempre arriman el ascua a su sardina, y de los que, si hemos de creer a pies juntillas los datos ofrecidos, más cabría reflexionar seriamente a propósito del retrato que hacen del universo encuestado, es decir, de la sociedad de la que forman parte. Esta visión, entonces, lejos de ser un sesgo bienintencionado, se convierte en seña de identidad de la estulticia global en que vivimos, nos reproducimos y ni siquiera morimos, pues quedan rastros incólumes –incorruptos, que se decía antaño– de todos nosotros en esos vericuetos cibernéticos en que se ha convertido nuestro espacio, vagando por siempre como ectoplásmicas entidades virtuales. Pero, y ustedes me disculparán, me estoy alejando de la cuestión, que era si somos fiables encuestados o, por el contrario, volubles ciudadanillos del tres al cuarto que mudan de opinión como de calzoncillos (es un decir, porque no todo el mundo tiene suficientes mudas para cambiarse), y lo mismo da que toquen a muerto que a rebato, el caso es tocar. El tratamiento político de una cuestión trascendente –o por lo menos relevante– para el clima social puede generar un desplome en las encuestas e intención de voto pavoroso; pero, si el tal asunto desparece de repente de los medios y se hace a continuación una nueva encuesta con los mismos parámetros, entonces las expectativas de voto del susodicho grupo político suben como acciones en bolsa. ¿Seremos tan tontos como para que solo nos demos cuenta del actualismo de la realidad, sin ver la realidad misma?

Conste, para terminar, que todo lo que lleva usted leído, aunque ha sido escrito por mi pluma, no ha sido dictado por mi cabeza. Si consentí en volcarlo en esta página fue solo para mejor entendimiento de las gentes, muy habituadas al dinero y sus manifestaciones, pero poco a su ausencia o carencia. Este escribidor detesta el dinero, lo desprecia, y cree que estaríamos mejor sin él –y, de paso, el mundo estaría mejor sin nosotros, pero claro, no hay que ser tan radical–, y el único problema que encuentra en el camino hacia su abolición es que en todas partes se lo piden…


11 comentarios:

  1. ¿No viene todo, en el fondo (de las minas) de que el patrón oro sea la medida de todas las cosas, un pedrusco? Que el sistema económico, y el bancario dentro, está construido sobre una ficción es algo evidente, y de ahí las "fantasías contables" que tanto deleitan a las brigadas de investigación de los delitos económicos. ¿Cuando se dieron cuenta los alemanes de esa realidad ficticia? Cuando en la inflación del 23 tuvieron que llenar una maleta con millones de marcos para ir a comprar una barra de pan o cuando un famoso escritor se gastó sus últimos ahorros -millones, claro- en un billete del U-Bahn, el metro de Berlín, para hacer un último recorrido por la ciudad antes de dejarse morir de hambre. De ahí les viene a los alemanes ese temor al déficit y a la inflación, y no es para menos. Que hay demasiados "supuestos" falsos en la economía también lo vivieron los argentinos con el dramático "corralito", un temor que nos rondó a nosotros cuando a nuestra prima arriesgada le dio por el alpinismo sin oxígeno. En el fondo, Javier, mirado desde la óptica literaria, es un reconocimiento a la potencia de la ficción, a su carácter de piedra angular de nuestra construcción social. Es lo mismo que el cura de Valverde de Lucena deseaba para sus convecinos,que no despertaran del sueño de la fe religiosa que les prometía un paraíso inaccesible.

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    1. Hay que ver, Juan... Esto es la monda: uno, que aborrece el dinero, parece sísificamente (resultará que me equivoqué al poner la tilde en este palabro, seguro) condenado a tenerlo siempre presente: en sus pensamientos, en sus escritos, en sus paganas oraciones... ¿No terminaremos nunca con este círculo infame? Romper una piedra con otra piedra, podríamos probar, ¿no?

      Un abrazo

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  2. Amigo Javier, Profesor Javier, tengo el gran honor de felicitarte por esta exposición tan clarividente de los manejos y la gestión de quienes detentan el Poder actualmente en Europa y en España. Tengo familiares que han sido estafados por BANKIA (Léase Rodrigo Rato, Miguel Blesa, Caja Madrid, y toda la serie de sinvergüenzas que son sobradamente conocidos, y que están cobrando indemnizaciones y jubilaciones millonarias con el dinero producto del latrocinio hecho en las Cajas de Ahorros).

    Quiero con ello decir que el tema me es más que conocido, y lo que siento es vergüenza ajena de tener que soportar a unos Poderes Políticos y Económicos que huelen que apestan. Y no digamos ya nada de las presiones que se ejercen sobre los Jueces que intentan aplicar la Justicia, esa misma que algunos dijeron que es igual para todos, con la esperanza de que nos lo creamos, como si fuéramos imbéciles todos.
    Me encanta eso que dices de que el dinero no desaparece, sino que se desplaza, o cambia de bolsillo: una Verdad como un templo, y, si no, que se lo pregunten a ese 13% más de millonarios que hay ahora en España, a pesar de la crisis. Es una vergüenza pensar la cantidad de nuevos pobres que eso ha provocado ahora en España.

    Felicidades, amigo mío mío. Con tu permiso, enlazo mi FaceBook con esta ”Entrada” del Blog.



    Te envío un gran abrzo.

    Antonio

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    1. Querido Antonio, puede que efectivamente haya un 13% más de ricos, no tenemos manera de comprobarlo salvo por la información que nos llega filtrada convenientemente, pero de lo que estoy seguro es de que hay un porcentaje aún mayor de tontos. Todos los que aspiran a ser un día parte de ese club de millonarios; todos los que desean llegar a la cima, a triunfar en los negocios, en el deporte; todos los que admiran, como adolescentes aneuronadas, a esos ídolos.media creados para engordar a los cerdos; todos los que fibrilan porque su equipo pierde o gana... Tantos tontos que ni siquiera es posible contarlos.

      Como anécdota, fiel reflejo de lo que siento y veo a diario, esta mañana, al comprar el pan muy temprano, el buen hombre de la tienda, doliéndose de lo mal que va el país, me dijo: "Antes, te levantabas con las victorias de Alonso, de Nadal, de la Roja... Pero este desastre de ahora indica claramente que España va mal de verdad...". Solo pude contestarle, mientras me marchaba cabizbajo: "Por suerte para esos Alonsos y Nadales, ni tú ni yo comemos de lo que ganan ellos, sino de nuestro puto trabajo..."

      Un abrazo

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  3. Parece que el sistema económico, el sistema bancario y hasta parte del sistema de pensamiento y casi todo el sistema de vida occidental ( y estimo que también "los otros" a estas alturas) están construidos sobre una ficción, pero una ficción con tanta apariencia de realidad que nos hace olvidar que la realidad pasa por otros lugares que no solemos frecuentar. Me pregunto como llegamos a este estado de cosas, reflexionar sobre todo ésto me está agotando. Cada vez me aparece con mas freuencia la sensación que uno siente cuando hace una reanimación y no hay respuesta, cuesta dejar de hacer las maniobras porque eso es aceptar que el otro está muerto, por el otro lado aparece el sentimiento de claudicación por saber que todo es esfuerzo inútil.
    Con el corralito que menciona Juan, a los argentinos nos dieron las doce campanadas y en la huida dejamos bastante mas que el zapatito, nos creímos el cuento, nos sentimos princesas y el hada madrina nos abandonó sin final feliz.
    Lo realmente llamativo es que - como si estuviésemos viviendo una especie de trance colectivo - seguimos transitando los mismos errores. Y lo mas complejo es que salirse del " sistema" implica convertirse en un paria social, tal el caso de tantos jóvenes ni-ni (ni estudian ni trabajan) pero que aspiran, además de otras sustancias, a convertirse en triunfadores por arte de una aparición en los mass media, por ejemplo.
    Desde hace tiempo que no le veo la viabilidad a este sistema...pero deben ser los años que me están pesando.
    Un abrazo

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    1. Puede que el origen de todo este tinglado fuera un principio de orden, de imponer sensatez normativa al caos en que se movían distintos sistemas cambistas. Puede que sucediera así, aunque, conociendo al hombre, cuesta creerlo, Ana. Lo más probable, aunque eso forme parte de la historia jamás contada, es que la codicia, la ambición, el ansia de poder y la supeditación del todo a cualquiera de sus minúsculas partes, estuvieran detrás de la imposición regulada de una economía que de real solo tiene el sufrimiento que genera en la mayor parte de la humanidad, da igual el lugar del que hablemos.

      Sobrevivimos a nuestro pesar, y esa carga genera tanta insatisfacción como vergüenza por asistir impasibles a la terrible existencia que nos consume y agota, como bien dices. No nos queda más remedio que seguir a bordo, a pesar de todo. Pero haríamos bien en cambiar al timonel...

      Un abrazo

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  4. El follón económico les encanta a algunos...

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    1. A casi todos; si no, ¿a qué tanto tragar incluso protestando?
      Gracias por la visita, jordim.
      Pasaré por tu casa, con tu permiso.
      Un abrazo

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  5. He sido muy escueto... :) Quería decir que la confusión le encanta algunos, la económica es para la mayoría de la gente algo críptico y cerrado.

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    1. Te entendí a la primera, pero quiero decir exactamente lo que dije: pese a no entender (yo el primero) absolutamente nada de economía global, sí sabemos que no llegamos ni a mediados de mes; pero, aun así, seguimos genuflexionando con regularidad pavorosa, esperando la nueva dosis de humillación para mayor gloria del sistema económico al que, algún día (que para casi todos nunca llega), aspiramos a pertenecer por arriba, en vez de socavarlo hasta destruirlo por completo.

      Un abrazo

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...