No inventaremos nada en esta entrada. Tan solo me
haré eco de un asunto que quien quiere saber, sabe, porque una cosa es el
conocimiento inducido y otra el razonado –obviaremos el conocimiento infuso,
que, como todo el mundo comprende, está reservado para unos pocos
privilegiados–. Cabría aún hablar de otro tipo de conocimiento, el
experimentado, o sufrido, pero ese es de tan amargo recuerdo que no merece la
pena hacer más sangre.
Hablaremos, entonces, de esa pasta que usted tiene en
el banco –a buen recaudo, supone. Puede ser mucha o poca, eso es indiferente,
no para usted, claro, pero sí para el banco, porque toda, toda, absolutamente
toda, entra en el circuito del dinero.
Dado que según un principio universal el dinero ni se
crea ni se destruye, sino que solamente cambia de manos, habrá que dilucidar,
primero que nada, qué manos son esas que lo agarran y ya no lo sueltan. Sucede
que usted hace un depósito en su banco de siempre, o ni siquiera eso, porque es
usted un sencillo asalariado que no ha heredado y no tiene más que la triste
nómina para todo el mes y medio que debe durarle –con suerte, incluso, porque
cada vez más paisanos no tienen nómina ni nada, solo hambre y una rara cara de
mala leche que se les va poniendo. Bueno, pues que tiene su nómina de usted en
el banco, donde su empresa se la ingresa con cierta regularidad. A propósito, ¿se ha preguntado por qué ya no
puede ir a cobrar el sueldo en metálico a la oficina de su empresa? Y, ya
puestos, ¿por qué nos obligan a domiciliar todos los recibos, en vez de
pagarlos, quien quiera y pueda, personalmente en las respectivas compañías
suministradoras? Pues eso forma parte de la estrategia de quienes controlan su
dinero para que usted tenga cada día un poco menos y ellos un mucho más, aunque,
si lo pregunta por ahí, le dirán que lo hacen para favorecerle a usted y por su
comodidad (de usted también, oiga).
Pues ya está la nómina en el banco. Ahora es cuestión
de comprobar el correspondiente asiento. Leyendo la letra pequeña de la
cartilla verá que el ingreso por parte de su empresa se ha realizado el día 28
(¡qué suerte tiene!), pero a continuación, si presta atención, comprobará que
la efectividad de dicho ingreso, es decir, la fecha de valor, no será hasta el
día 31, pongamos por caso. Es decir, tres días durante los cuales usted está in albis, haciendo esperar al casero, al
del butano y al ciego de los cupones, pero tres días en los que el banco maneja
ya su sueldo con carta blanca, con absoluta disponibilidad, con todas las
bendiciones legales, alegales e ilegales, y ello solo porque usted abrió un día
una cuenta…
Existe una ley, llamada de Peel, probablemente muy poco conocida fuera de los ámbitos
bancarios y financieros, que otorga a los bancos un poder prácticamente
omnímodo sobre su dinero de usted, pues según la cual la entidad solo tiene la
obligación de mantener en caja, es decir, disponible, el 2% del total de los
depósitos de los clientes (algunas entidades centrales dicen que esta liquidez
se eleva hasta el 10%, pero puede no ser más que una leyenda…). Significa esto
que por cada euro que el banco capta en recursos de clientes, únicamente está
obligado a mantener en sus cajas fuertes 2 céntimos. Para que lo entendamos
todos. Si en su cartilla pone que el saldo es de 1000 €, en realidad el banco
solo tiene 20 € suyos en efectivo. Entonces, se preguntará, ¿cómo es que si voy
al cajero puedo disponer del total de mi cuenta? Pues, sencillamente, porque el
banco juega con la ventaja de conocer mejor que usted las leyes de la
estadística y sabe que la probabilidad de que todos sus clientes vayan al
mismo tiempo a disponer de todo su saldo es virtualmente inexistente (lo cual
no ha impedido, no obstante, la quiebra de alguno de estos bancos-buitre).
Y usted puede seguirse preguntando: si el banco solo
tiene el 2% de mi dinero en efectivo, ¿dónde está el 98% restante, aunque no
exista realmente? Esto, querido amigo y lector, es un nuevo misterio que añadir
al trinitario, porque nunca, nunca, va a tener una respuesta: su banco no se la
va a proporcionar, y el poder político, a la sombra del financiero y económico,
tampoco va a legislar para obligarle a dársela. Pero sí podemos intuir, y a
veces, gracias al trabajo y la constancia de algunos investigadores, saber, que su dinero está
sirviendo para todo tipo de actuaciones bursátiles y financieras, no todas
legales ni todas justificables: desde invertir en alimentos de primera
necesidad para que suban los precios en los mercados, generando grandes bolsas
de hambre, hasta patrocinar a corporaciones farmacéuticas con intereses de
patentes millonarias, cuya consecuencia es la imposibilidad de acceso a
medicamentos claves para la lucha contra enfermedades endémicas en el Tercer
Mundo, pasando por la financiación de dictadores de países fallidos, del
tráfico legal de armas entre Estados,
de organizaciones multinacionales transoceánicas capitalistas, o de grandes
burbujas inmobiliarias, de tan amargas consecuencias aquí y ahora.
Si piensa que este escribidor exagera, o actúa movido
por el resentimiento, la ira, la estupidez o la demagogia, le sugiero que
busque información al respecto, que, aunque no demasiada, la hay (lecturas
obligadas, tanto actuales como históricas, de Chomsky, Weber,o Foucault, o visitas a las páginas de
algunas organizaciones y también personas), por más que en algunos
casos sea intencionadamente dirigida y camufle intereses espurios evidentes,
porque sucede con esto como con los sondeos metroscópicos, sociológicos y
demagógicos (sondeos, por cierto, encargados por políticos interesados en la
manipulación de la cosa social más que por legítimos representantes del poder
soberano), que siempre arriman el ascua a su sardina, y de los que, si hemos de
creer a pies juntillas los datos ofrecidos, más cabría reflexionar seriamente a
propósito del retrato que hacen del universo encuestado, es decir, de la
sociedad de la que forman parte. Esta visión, entonces, lejos de ser un sesgo
bienintencionado, se convierte en seña de identidad de la estulticia global en
que vivimos, nos reproducimos y ni siquiera morimos, pues quedan rastros
incólumes –incorruptos, que se decía antaño– de todos nosotros en esos
vericuetos cibernéticos en que se ha convertido nuestro espacio, vagando por
siempre como ectoplásmicas entidades virtuales. Pero, y ustedes me disculparán,
me estoy alejando de la cuestión, que era si somos fiables encuestados o, por
el contrario, volubles ciudadanillos del tres al cuarto que mudan de opinión
como de calzoncillos (es un decir, porque no todo el mundo tiene suficientes
mudas para cambiarse), y lo mismo da que toquen a muerto que a rebato, el caso
es tocar. El tratamiento político de una cuestión trascendente –o por lo menos
relevante– para el clima social puede generar un desplome en las encuestas e
intención de voto pavoroso; pero, si el tal asunto desparece de repente de los
medios y se hace a continuación una nueva encuesta con los mismos parámetros,
entonces las expectativas de voto del susodicho grupo político suben como
acciones en bolsa. ¿Seremos tan tontos como para que solo nos demos cuenta del
actualismo de la realidad, sin ver la realidad misma?
Conste, para terminar, que todo lo que lleva usted
leído, aunque ha sido escrito por mi pluma, no ha sido dictado por mi cabeza.
Si consentí en volcarlo en esta página fue solo para mejor entendimiento de las
gentes, muy habituadas al dinero y sus manifestaciones, pero poco a su ausencia
o carencia. Este escribidor detesta el dinero, lo desprecia, y cree que
estaríamos mejor sin él –y, de paso, el mundo estaría mejor sin nosotros, pero
claro, no hay que ser tan radical–, y el único problema que encuentra en el
camino hacia su abolición es que en todas partes se lo piden…
¿No viene todo, en el fondo (de las minas) de que el patrón oro sea la medida de todas las cosas, un pedrusco? Que el sistema económico, y el bancario dentro, está construido sobre una ficción es algo evidente, y de ahí las "fantasías contables" que tanto deleitan a las brigadas de investigación de los delitos económicos. ¿Cuando se dieron cuenta los alemanes de esa realidad ficticia? Cuando en la inflación del 23 tuvieron que llenar una maleta con millones de marcos para ir a comprar una barra de pan o cuando un famoso escritor se gastó sus últimos ahorros -millones, claro- en un billete del U-Bahn, el metro de Berlín, para hacer un último recorrido por la ciudad antes de dejarse morir de hambre. De ahí les viene a los alemanes ese temor al déficit y a la inflación, y no es para menos. Que hay demasiados "supuestos" falsos en la economía también lo vivieron los argentinos con el dramático "corralito", un temor que nos rondó a nosotros cuando a nuestra prima arriesgada le dio por el alpinismo sin oxígeno. En el fondo, Javier, mirado desde la óptica literaria, es un reconocimiento a la potencia de la ficción, a su carácter de piedra angular de nuestra construcción social. Es lo mismo que el cura de Valverde de Lucena deseaba para sus convecinos,que no despertaran del sueño de la fe religiosa que les prometía un paraíso inaccesible.
ResponderEliminarHay que ver, Juan... Esto es la monda: uno, que aborrece el dinero, parece sísificamente (resultará que me equivoqué al poner la tilde en este palabro, seguro) condenado a tenerlo siempre presente: en sus pensamientos, en sus escritos, en sus paganas oraciones... ¿No terminaremos nunca con este círculo infame? Romper una piedra con otra piedra, podríamos probar, ¿no?
EliminarUn abrazo
Amigo Javier, Profesor Javier, tengo el gran honor de felicitarte por esta exposición tan clarividente de los manejos y la gestión de quienes detentan el Poder actualmente en Europa y en España. Tengo familiares que han sido estafados por BANKIA (Léase Rodrigo Rato, Miguel Blesa, Caja Madrid, y toda la serie de sinvergüenzas que son sobradamente conocidos, y que están cobrando indemnizaciones y jubilaciones millonarias con el dinero producto del latrocinio hecho en las Cajas de Ahorros).
ResponderEliminarQuiero con ello decir que el tema me es más que conocido, y lo que siento es vergüenza ajena de tener que soportar a unos Poderes Políticos y Económicos que huelen que apestan. Y no digamos ya nada de las presiones que se ejercen sobre los Jueces que intentan aplicar la Justicia, esa misma que algunos dijeron que es igual para todos, con la esperanza de que nos lo creamos, como si fuéramos imbéciles todos.
Me encanta eso que dices de que el dinero no desaparece, sino que se desplaza, o cambia de bolsillo: una Verdad como un templo, y, si no, que se lo pregunten a ese 13% más de millonarios que hay ahora en España, a pesar de la crisis. Es una vergüenza pensar la cantidad de nuevos pobres que eso ha provocado ahora en España.
Felicidades, amigo mío mío. Con tu permiso, enlazo mi FaceBook con esta ”Entrada” del Blog.
Te envío un gran abrzo.
Antonio
Querido Antonio, puede que efectivamente haya un 13% más de ricos, no tenemos manera de comprobarlo salvo por la información que nos llega filtrada convenientemente, pero de lo que estoy seguro es de que hay un porcentaje aún mayor de tontos. Todos los que aspiran a ser un día parte de ese club de millonarios; todos los que desean llegar a la cima, a triunfar en los negocios, en el deporte; todos los que admiran, como adolescentes aneuronadas, a esos ídolos.media creados para engordar a los cerdos; todos los que fibrilan porque su equipo pierde o gana... Tantos tontos que ni siquiera es posible contarlos.
EliminarComo anécdota, fiel reflejo de lo que siento y veo a diario, esta mañana, al comprar el pan muy temprano, el buen hombre de la tienda, doliéndose de lo mal que va el país, me dijo: "Antes, te levantabas con las victorias de Alonso, de Nadal, de la Roja... Pero este desastre de ahora indica claramente que España va mal de verdad...". Solo pude contestarle, mientras me marchaba cabizbajo: "Por suerte para esos Alonsos y Nadales, ni tú ni yo comemos de lo que ganan ellos, sino de nuestro puto trabajo..."
Un abrazo
Parece que el sistema económico, el sistema bancario y hasta parte del sistema de pensamiento y casi todo el sistema de vida occidental ( y estimo que también "los otros" a estas alturas) están construidos sobre una ficción, pero una ficción con tanta apariencia de realidad que nos hace olvidar que la realidad pasa por otros lugares que no solemos frecuentar. Me pregunto como llegamos a este estado de cosas, reflexionar sobre todo ésto me está agotando. Cada vez me aparece con mas freuencia la sensación que uno siente cuando hace una reanimación y no hay respuesta, cuesta dejar de hacer las maniobras porque eso es aceptar que el otro está muerto, por el otro lado aparece el sentimiento de claudicación por saber que todo es esfuerzo inútil.
ResponderEliminarCon el corralito que menciona Juan, a los argentinos nos dieron las doce campanadas y en la huida dejamos bastante mas que el zapatito, nos creímos el cuento, nos sentimos princesas y el hada madrina nos abandonó sin final feliz.
Lo realmente llamativo es que - como si estuviésemos viviendo una especie de trance colectivo - seguimos transitando los mismos errores. Y lo mas complejo es que salirse del " sistema" implica convertirse en un paria social, tal el caso de tantos jóvenes ni-ni (ni estudian ni trabajan) pero que aspiran, además de otras sustancias, a convertirse en triunfadores por arte de una aparición en los mass media, por ejemplo.
Desde hace tiempo que no le veo la viabilidad a este sistema...pero deben ser los años que me están pesando.
Un abrazo
Puede que el origen de todo este tinglado fuera un principio de orden, de imponer sensatez normativa al caos en que se movían distintos sistemas cambistas. Puede que sucediera así, aunque, conociendo al hombre, cuesta creerlo, Ana. Lo más probable, aunque eso forme parte de la historia jamás contada, es que la codicia, la ambición, el ansia de poder y la supeditación del todo a cualquiera de sus minúsculas partes, estuvieran detrás de la imposición regulada de una economía que de real solo tiene el sufrimiento que genera en la mayor parte de la humanidad, da igual el lugar del que hablemos.
EliminarSobrevivimos a nuestro pesar, y esa carga genera tanta insatisfacción como vergüenza por asistir impasibles a la terrible existencia que nos consume y agota, como bien dices. No nos queda más remedio que seguir a bordo, a pesar de todo. Pero haríamos bien en cambiar al timonel...
Un abrazo
El follón económico les encanta a algunos...
ResponderEliminarA casi todos; si no, ¿a qué tanto tragar incluso protestando?
EliminarGracias por la visita, jordim.
Pasaré por tu casa, con tu permiso.
Un abrazo
He sido muy escueto... :) Quería decir que la confusión le encanta algunos, la económica es para la mayoría de la gente algo críptico y cerrado.
ResponderEliminarTe entendí a la primera, pero quiero decir exactamente lo que dije: pese a no entender (yo el primero) absolutamente nada de economía global, sí sabemos que no llegamos ni a mediados de mes; pero, aun así, seguimos genuflexionando con regularidad pavorosa, esperando la nueva dosis de humillación para mayor gloria del sistema económico al que, algún día (que para casi todos nunca llega), aspiramos a pertenecer por arriba, en vez de socavarlo hasta destruirlo por completo.
EliminarUn abrazo
economía*
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