El
inicio de la guerra civil: la batalla de Ilerda y la conquista de la Ulterior
Las provincias hispanas se encontraban, en virtud del pacto
triunviral, bajo la autoridad de Pompeyo, de modo que César inició las acciones
pertinentes encaminadas a neutralizar el poder de su adversario en Hispania
para así consolidar su propia situación en las Galias. De estas provincias
galas, tomó más de cuarenta y cinco mil legionarios y se dispuso a conquistar Hispania. En total, inició la marcha con seis legiones,
mientras otras tres permanecían cercando la rebelde Massilia (Marsella).
El año 49 a.C., pues, César envió en primer lugar, y bajo el mando de
C. Fabio, las tres legiones que había acantonado en Narbo Martius (Narbona) para invernar, que lograron un primer éxito
al desalojar rápidamente a la guarnición enemiga de los puertos pirenaicos. Sin
embargo, L. Afranio y M. Petreyo, los generales pompeyanos en la provincia
hispana Citerior, decidieron acantonarse en Ilerda (Lérida), convertida
en verdadera fortaleza estratégica. Ambos legados habían previamente reunido un
fuerte contingente armado, tras exigir tropas auxiliares a la Lusitania
y a la Celtiberia.
Las fuerzas del ejército pompeyano eran considerables: Afranio contaba
con tres legiones y Petreyo con dos. Pompeyo disponía en todo el territorio de Hispania,
el año 49 a.C., de siete legiones, cuatro veteranas y tres nuevas, entre ellas
la Legio Vernacula. Respecto a las veteranas, sus unidades habían tenido
que completarse con nuevos efectivos tras la campaña vaccea. Afranio gobernaba con las
tres legiones referidas la Citerior, de la que se desgajó como distrito
militar independiente el territorio que después conformaría Lusitania,
bajo el mando de Petreyo con dos legiones. Otras dos legiones de reserva a las
órdenes de M.T. Varrón permanecían en la Ulterior, además de cuarenta cohortes auxiliares y unos cinco mil jinetes. Para
hacer frente a tan ingentes efectivos, César desplazó a la península seis
cuerpos legionarios, seis mil auxiliares de infantería ligera y tres mil a
caballo. Todos ellos habían sido
reclutados personalmente en las Galias y habían combatido ya junto a él en
anteriores guerras, por lo que su preparación y su lealtad estaban probadas.
Fabio estableció su campamento al norte de la ciudad, y durante varias
semanas se dedicó a contactar con el enemigo mediante pequeñas escaramuzas, a
la vez que intentaba atraer a la causa cesariana a las ciudades de los
alrededores. En una de las salidas, dos de sus legiones, bajo el mando de Lucio
Planco, quedaron aisladas de la caballería al cortarse por una fuerte tormenta
el puente que habitualmente usaban; esto fue aprovechado rápidamente por los
pompeyanos, quienes trataron de cercarles con cuatro legiones. Entablado el combate el 20
de junio en el lugar de Alcoletge, dos legiones de Fabio acudieron en auxilio de las fuerzas de Planco,
de modo que Afranio y Petreyo tuvieron que retirarse a sus campamentos.
César en persona llegó dos días más tarde con novecientos jinetes de su
guardia personal. Dejó seis cohortes como guarnición del reconstruido puente y
se dirigió con el grueso de su ejército hacia Ilerda. Asentado su
campamento al pie de una colina frente a la ciudad, las primeras escaramuzas
por ocupar posiciones estratégicas resultaron favorables a las fuerzas
pompeyanas, que usaban las tácticas de combate propias de los lusitanos más que
la ortodoxa práctica legionaria. No podían negar la evidencia de que, tras tanto tiempo de estancia en la
península, habían aprendido a emplear con acierto y eficacia las tácticas
guerrilleras que caracterizaban a los pueblos indígenas con los que tan
frecuentemente se enfrentaban. De
este modo, lograron desconcertar durante algún tiempo a las legiones de César,
pues éstas mantenían perfectamente la formación de combate legionaria.
El día 28 de junio, una fuerte tormenta provocó la crecida del río
Segre y el desmantelamiento de los puentes de César, quien se vio así
imposibilitado para recibir aprovisionamiento al estar su campamento entre los
ríos Segre y Cinca. Pasaron varios días y César se veía impedido tanto para
levantar nuevos puentes como para recibir suministros con que alimentar a sus
desmoralizadas tropas, debido al bloqueo que sufrían por parte de los
pompeyanos. Sin embargo, su genio militar logró una vez más solucionar los
problemas: ordenó a sus soldados construir naves ligeras con las que pudo
alcanzar la otra orilla amparándose en la oscuridad de la noche, lo cual le
permitió reconstruir los puentes perdidos y restablecer las líneas de
aprovisionamiento con la retaguardia gala. El nuevo giro que adquirieron los
acontecimientos movió a numerosas ciudades a tomar partido por César, a quien
enviaron mensajeros en señal de amistad. Tan alto grado de confianza generaba
entre sus aliados, que incluso algunas unidades enemigas se pasaron a su bando.
Desmoralizados por los progresos de César, y ante el temor de verse
incluso desprovistos de sus propias vías de suministro, los pompeyanos se
retiraron de Ilerda y escogieron como nuevo escenario de operaciones la
Celtiberia. Afranio y
Petreyo pensaban que en este territorio tendrían más probabilidades de triunfo,
dado que muchas ciudades eran deudoras de Pompeyo y otras temían su nombre, en
tanto que César era prácticamente un desconocido. Sin embargo, para conseguirlo debían alcanzar el Ebro y cruzarlo, y
ya la caballería de César había logrado vadear el Segre y comenzado a hostigar
la retaguardia de la columna pompeyana en retirada. Al poco, el grueso de las legiones
cesarianas cruzaron también el río y, en una agotadora marcha, lograron dar
alcance al ejército pompeyano. Iniciada la persecución, César logró, en una
hábil maniobra táctica, alcanzar antes que los generales de Pompeyo los
estratégicos pasos que conducen al río, cortándoles el camino al tiempo que su
caballería les bloqueaba por la retaguardia, de modo que a los pompeyanos no
les quedaba otra opción que presentar batalla en el llano. Sin embargo, y
desoyendo a sus propios soldados, que le exigían acabar con el enemigo, César
prefería obtener una victoria táctica y evitar así un inútil derramamiento de
sangre, por lo cual permitió a las legiones de Afranio y Petreyo replegarse a
su campamento.
Cada vez que leo un texto como el de la Guerra de Hispania, siempre pienso lo mismo que cuando empecé a estudiar latín en el colegio... Me parece una maravilla de la Historia que estos sucesos nos hayan quedado con tanto detalle hasta la actualidad. Con esto también digo que no es el mejor momento para los estudios clásicos, que van decayendo por ese absurdo afán de la utilidad...
ResponderEliminarUn abrazo.
No es cosa maravillosa sino trabajo riguroso, Moisés. Los historiadores de la Antigüedad, si bien mediatizados por el poder de turno, son testigos de primera mano de su época, como Tito Livio, Suetonio, Apiano, y el propio César, quien, además, podría tener el título, salvando las distancias, de corresponsal de guerra, ya que no solo participa en el combate, sino que es al mismo tiempo su organizador y su cronista, casi nada...
EliminarCreo que este es tan buen momento como cualquier otro para estudiar lo que sea, por más que el sistema tienda al mercantilismo productivista, es decir, a convertir a los ciudadanos en meros manipuladores de mercancía: dinero, alimentos, bienes de equipo, equipos sin ningún bien... Quien quiere estudiar, y aprender, lo hará pese a todo. La pena que me embarga es pensar que otros muchos miles, millones de personas, se verán privadas del acceso a la auténtica cultura solo por decisión de un grupo de poder que prefiere masas sumisas antes que ciudadanos críticos. Y, desgraciadamente, estas masas no son inquietas, antes pensaba que intelectualmente, pero ahora, no sé, me aterroriza ver cada día el descerebramiento que se opera no ya entre los jóvenes, siempre receptivos a cualquier cosa que parezca atractiva, sino en las personas de más edad, adultas, e incluso maduras, a las que veo perdidas, deambulando con muy poco equipaje en la cabeza...
En fin, Moisés, disculpa el arrebato. No haber comentado, caramba...
Un abrazo
Jajajajaj, si es que me meto en unos berenjenales... Estoy en gran parte de acuerdo con tu "arrebato". No entiendo como a alguien (joven o no joven) no le puede despertar curiosidad nada...
EliminarUn abrazo