sábado, 29 de marzo de 2014

Julio César y la guerra civil en Hispania (II)

El inicio de la guerra civil: la batalla de Ilerda y la conquista de la Ulterior
Las provincias hispanas se encontraban, en virtud del pacto triunviral, bajo la autoridad de Pompeyo, de modo que César inició las acciones pertinentes encaminadas a neutralizar el poder de su adversario en Hispania para así consolidar su propia situación en las Galias. De estas provincias galas, tomó más de cuarenta y cinco mil legionarios y se dispuso a conquistar Hispania. En total, inició la marcha con seis legiones, mientras otras tres permanecían cercando la rebelde Massilia (Marsella).
El año 49 a.C., pues, César envió en primer lugar, y bajo el mando de C. Fabio, las tres legiones que había acantonado en Narbo Martius (Narbona) para invernar, que lograron un primer éxito al desalojar rápidamente a la guarnición enemiga de los puertos pirenaicos. Sin embargo, L. Afranio y M. Petreyo, los generales pompeyanos en la provincia hispana Citerior, decidieron acantonarse en Ilerda (Lérida), convertida en verdadera fortaleza estratégica. Ambos legados habían previamente reunido un fuerte contingente armado, tras exigir tropas auxiliares a la Lusitania y a la Celtiberia.
Las fuerzas del ejército pompeyano eran considerables: Afranio contaba con tres legiones y Petreyo con dos. Pompeyo disponía en todo el territorio de Hispania, el año 49 a.C., de siete legiones, cuatro veteranas y tres nuevas, entre ellas la Legio Vernacula. Respecto a las veteranas, sus unidades habían tenido que completarse con nuevos efectivos tras la campaña vaccea. Afranio gobernaba con las tres legiones referidas la Citerior, de la que se desgajó como distrito militar independiente el territorio que después conformaría Lusitania, bajo el mando de Petreyo con dos legiones. Otras dos legiones de reserva a las órdenes de M.T. Varrón permanecían en la Ulterior, además de cuarenta cohortes auxiliares y unos cinco mil jinetes. Para hacer frente a tan ingentes efectivos, César desplazó a la península seis cuerpos legionarios, seis mil auxiliares de infantería ligera y tres mil a caballo. Todos ellos habían sido reclutados personalmente en las Galias y habían combatido ya junto a él en anteriores guerras, por lo que su preparación y su lealtad estaban probadas.
Fabio estableció su campamento al norte de la ciudad, y durante varias semanas se dedicó a contactar con el enemigo mediante pequeñas escaramuzas, a la vez que intentaba atraer a la causa cesariana a las ciudades de los alrededores. En una de las salidas, dos de sus legiones, bajo el mando de Lucio Planco, quedaron aisladas de la caballería al cortarse por una fuerte tormenta el puente que habitualmente usaban; esto fue aprovechado rápidamente por los pompeyanos, quienes trataron de cercarles con cuatro legiones. Entablado el combate el 20 de junio en el lugar de Alcoletge, dos legiones de Fabio acudieron en auxilio de las fuerzas de Planco, de modo que Afranio y Petreyo tuvieron que retirarse a sus campamentos.
César en persona llegó dos días más tarde con novecientos jinetes de su guardia personal. Dejó seis cohortes como guarnición del reconstruido puente y se dirigió con el grueso de su ejército hacia Ilerda. Asentado su campamento al pie de una colina frente a la ciudad, las primeras escaramuzas por ocupar posiciones estratégicas resultaron favorables a las fuerzas pompeyanas, que usaban las tácticas de combate propias de los lusitanos más que la ortodoxa práctica legionaria. No podían negar la evidencia de que, tras tanto tiempo de estancia en la península, habían aprendido a emplear con acierto y eficacia las tácticas guerrilleras que caracterizaban a los pueblos indígenas con los que tan frecuentemente se enfrentaban.  De este modo, lograron desconcertar durante algún tiempo a las legiones de César, pues éstas mantenían perfectamente la formación de combate legionaria.
El día 28 de junio, una fuerte tormenta provocó la crecida del río Segre y el desmantelamiento de los puentes de César, quien se vio así imposibilitado para recibir aprovisionamiento al estar su campamento entre los ríos Segre y Cinca. Pasaron varios días y César se veía impedido tanto para levantar nuevos puentes como para recibir suministros con que alimentar a sus desmoralizadas tropas, debido al bloqueo que sufrían por parte de los pompeyanos. Sin embargo, su genio militar logró una vez más solucionar los problemas: ordenó a sus soldados construir naves ligeras con las que pudo alcanzar la otra orilla amparándose en la oscuridad de la noche, lo cual le permitió reconstruir los puentes perdidos y restablecer las líneas de aprovisionamiento con la retaguardia gala. El nuevo giro que adquirieron los acontecimientos movió a numerosas ciudades a tomar partido por César, a quien enviaron mensajeros en señal de amistad. Tan alto grado de confianza generaba entre sus aliados, que incluso algunas unidades enemigas se pasaron a su bando.
Desmoralizados por los progresos de César, y ante el temor de verse incluso desprovistos de sus propias vías de suministro, los pompeyanos se retiraron de Ilerda y escogieron como nuevo escenario de operaciones la Celtiberia. Afranio y Petreyo pensaban que en este territorio tendrían más probabilidades de triunfo, dado que muchas ciudades eran deudoras de Pompeyo y otras temían su nombre, en tanto que César era prácticamente un desconocido. Sin embargo, para conseguirlo debían alcanzar el Ebro y cruzarlo, y ya la caballería de César había logrado vadear el Segre y comenzado a hostigar la retaguardia de la columna pompeyana en retirada. Al poco, el grueso de las legiones cesarianas cruzaron también el río y, en una agotadora marcha, lograron dar alcance al ejército pompeyano. Iniciada la persecución, César logró, en una hábil maniobra táctica, alcanzar antes que los generales de Pompeyo los estratégicos pasos que conducen al río, cortándoles el camino al tiempo que su caballería les bloqueaba por la retaguardia, de modo que a los pompeyanos no les quedaba otra opción que presentar batalla en el llano. Sin embargo, y desoyendo a sus propios soldados, que le exigían acabar con el enemigo, César prefería obtener una victoria táctica y evitar así un inútil derramamiento de sangre, por lo cual permitió a las legiones de Afranio y Petreyo replegarse a su campamento.

3 comentarios:

  1. Cada vez que leo un texto como el de la Guerra de Hispania, siempre pienso lo mismo que cuando empecé a estudiar latín en el colegio... Me parece una maravilla de la Historia que estos sucesos nos hayan quedado con tanto detalle hasta la actualidad. Con esto también digo que no es el mejor momento para los estudios clásicos, que van decayendo por ese absurdo afán de la utilidad...

    Un abrazo.

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    1. No es cosa maravillosa sino trabajo riguroso, Moisés. Los historiadores de la Antigüedad, si bien mediatizados por el poder de turno, son testigos de primera mano de su época, como Tito Livio, Suetonio, Apiano, y el propio César, quien, además, podría tener el título, salvando las distancias, de corresponsal de guerra, ya que no solo participa en el combate, sino que es al mismo tiempo su organizador y su cronista, casi nada...

      Creo que este es tan buen momento como cualquier otro para estudiar lo que sea, por más que el sistema tienda al mercantilismo productivista, es decir, a convertir a los ciudadanos en meros manipuladores de mercancía: dinero, alimentos, bienes de equipo, equipos sin ningún bien... Quien quiere estudiar, y aprender, lo hará pese a todo. La pena que me embarga es pensar que otros muchos miles, millones de personas, se verán privadas del acceso a la auténtica cultura solo por decisión de un grupo de poder que prefiere masas sumisas antes que ciudadanos críticos. Y, desgraciadamente, estas masas no son inquietas, antes pensaba que intelectualmente, pero ahora, no sé, me aterroriza ver cada día el descerebramiento que se opera no ya entre los jóvenes, siempre receptivos a cualquier cosa que parezca atractiva, sino en las personas de más edad, adultas, e incluso maduras, a las que veo perdidas, deambulando con muy poco equipaje en la cabeza...

      En fin, Moisés, disculpa el arrebato. No haber comentado, caramba...

      Un abrazo

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    2. Jajajajaj, si es que me meto en unos berenjenales... Estoy en gran parte de acuerdo con tu "arrebato". No entiendo como a alguien (joven o no joven) no le puede despertar curiosidad nada...

      Un abrazo

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...